RICARDO ALONSO*
Me tocó asistir al diálogo circunstancial entre un librero y un lector acerca de la compra de uno de mis libros, titulado "Geología del paisaje. Salta y su patrimonio natural" (Mundo Gráfico Salta Editorial, tercera edición, 2012).
Allí a lo largo de 220 páginas y 16 láminas a color, que incluyen una treintena de fotografías, se explican algunos aspectos de la rica diversidad geológica de Salta y del norte argentino (Geodiversidad).
El librero trató de explicar el contenido en sus propias palabras, y mostrando una de las imágenes de un cerro multicolor comentó que el libro trataba de "las capas geológicas y los millones de años".
Ello si se quiere representa una síntesis parcial de lo que es la geología, esto es el espacio representado en las capas geológicas (materia) y el tiempo inmaterial contenido intrínsecamente en esa sucesión de capas geológicas superpuestas.
Tal vez el primero en hablar de capas en sentido geológico fue Nicolás Steno (1631-1687), un científico danés que desarrolló sus investigaciones en Italia. Definió el concepto de estrato (strata) denominación novedosa que ha pasado a la literatura científica geológica y que en latín clásico es una palabra derivada del verbo sternere, extender sobre el suelo, cubrir.
Su significado es la cama (el lecho), sus cobertores, a veces el enlosado de los caminos, tal como lo ha explicado Leandro Sequeiros, el mayor estudioso español de la obra de Steno.
Steno señaló cuestiones básicas que se mantienen hasta hoy.
Entre estas de que los estratos son el producto de la sedimentación de materias pétreas tales como arenas y arcillas, e incluso sustancias diluidas en el agua como carbonatos y sulfatos que forman por precipitación química calizas y yesos.
Asimismo, observó que los estratos se acumulan horizontalmente, que tienen una continuidad lateral y que existe superposición de unos sobre los otros.
Esta superposición implica que el estrato inferior es más viejo que el que tiene encima de él y así sucesivamente en orden ascendente. Esto se mantiene rigurosamente en cualquier pila sedimentaria.
Por tanto, si el estrato no yace en la posición horizontal original en que fue depositado y se encuentra inclinado, dicha inclinación tiene que ser el producto de procesos de deformación. Basta viajar por un territorio montañoso para ver las capas geológicas inclinadas en cualquier posición, desde casi horizontales hasta llegar a la vertical, esto es desde cero a 90 grados.
En Salta es famoso el ejemplo de las huellas de dinosaurios en el Valle del Tonco, las que fueron motivo de un número de la revista National Geographic en enero de 1993.
Allí se ven sucesivas capas de una vieja playa marina, con restos de estructuras de algas fósiles (estromatolitos), marcas de oleaje (ondulitas) y abundantes huellas de dinosaurios bípedos, herbívoros y carnívoros, grandes y pequeños, impresas sobre un estrato de roca caliza.
Dichas capas se formaron en una playa, al nivel del mar, hacia finales de los tiempos cretácicos, esto es unos 70 a 66 millones de años atrás.
Los estratos que contienen las huellas de dinosaurios y los otros restos de aquellas antiguas playas se depositaron horizontalmente y preservan el paso de aquellos animales de fines del Mesozoico.
Sin embargo, con el devenir de las edades geológicas, la orogenia andina deformó esos terrenos y los llevó desde cero grado a casi 80 grados de inclinación.
Queda claro que son las capas las que han quedado verticales por los plegamientos andinos y no los dinosaurios que caminaron por una pared casi vertical.
De allí el valor didáctico que tienen esos estratos a la hora de ejemplificar la deformación de la corteza por los movimientos internos y luego la erosión que desmantela y deja expuestos los estratos y sus antiguos tesoros paleontológicos.
También Steno observó que si un estrato más viejo yacía arriba de uno más joven, o sea a la inversa del orden natural, entonces significaba que había habido una rotura o dislocación de la corteza, caso de las llamadas fallas geológicas.
Un ejemplo excelente de esto puede ser apreciado por cualquier observador en el cerro de los Siete Colores de Purmamarca (Jujuy), ícono emblemático del paisaje jujeño. Allí se observan capas de colores rojos, rosados y grises que están montadas unas sobre las otras.
El orden natural tendría que ser gris (Precámbrico), rosado (Cámbrico) y rojo (Cenozoico).
Sin embargo vemos a las capas rojas más jóvenes montadas sobre las capas rosadas y grises que son mucho más antiguas.
Esta situación se repite en muchos otros puntos de la Quebrada de Humahuaca y en gran parte de las laderas de los cañones profundos del norte argentino (Escoipe, Toro, Calchaquí, etcétera).
Las observaciones de Steno fueron básicas y de sentido común. Con ellas sentó las bases de uno de los principios básicos de la geología, que es precisamente el "principio de superposición". Steno no solo está considerado como un admirable naturalista y anatomista, un pensador proto geólogo, sino que curiosamente al final de su vida abandonó los estudios científicos para tomar los hábitos y convertirse al catolicismo. Su conversión fue tan profunda y sus aportes religiosos tan notables que fue elevado a los altares y hoy es santo de la Iglesia.
En la época de Steno, el tiempo solo tenía significado bíblico. Sin embargo logró descifrar que las glosopetras o lenguas de víbora petrificadas, atribuidas a la maldición de San Pablo, eran en realidad dientes de tiburón y aparecían en las colinas de la isla de Malta. Ello significaba que las capas depositadas alguna vez bajo el mar se habían elevado. Sería un geólogo inglés, William "Strata" Smith (1769-1839) quien se daría cuenta que las capas contenían fósiles y que esos fósiles representaban faunas que habían evolucionado, ya que cuanto más jóvenes más se parecían a los organismos actuales.
De allí que era posible relacionar (correlacionar) estratos distantes entre una comarca y otra por los fósiles que contenían y a su vez establecer una antigedad relativa entre los fósiles de una capa más vieja y de otra capa más nueva. A partir de esas observaciones publicó el primer mapa geológico.
Finalmente, rocas y fósiles, tiempo y espacio, materia y energía convergen finalmente en Charles Lyell (1797-1875), padre de la geología moderna, quien sintetiza el conocimiento de sus predecesores en una obra que marcará el rumbo de la nueva ciencia. Desde entonces y hasta hoy se construyó un cuerpo fenomenal de información sobre el globo terráqueo, su origen y evolución y la relación con los demás planetas del Sistema Solar.
El norte argentino es un asombroso muestrario de estratos multicolores de rocas que cubren los últimos 600 millones de años de la vida del planeta.
*GEÓLOGO
