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Río 2016: Juegos del impeachment. Cifras. Argentina suma ilusión
26/07/2016
MINING CLUB/El Cronista

Los brasileños han trabajado duro durante la última década. Y tenemos una economía fuerte y dinámica que ha superado la crisis que todavía sigue afectando a muchos países... La superación de las dificultades marca la historia reciente de Brasil... Nuestro país se ha ganado su sitio en el mundo, ahora queremos abrir nuestras puertas para que todo el mundo disfrute de esta gran celebración. Rio está lista. Dennos esta oportunidad porque no lo lamentarán". Las palabras de Inacio Lula Da Silva en el Bella Center de Copenhague sonaron cálidas para el casi centenar de miembros con derecho a voto del Comité Olímpico Internacional.

Corría el 2 de octubre de 2009 y Brasil surgía ante el mundo como una potencia en ciernes. Era uno de los gigantes de los BRIC que atraía a los inversores que escapaban de las crisis de Europa y los Estados Unidos. Un país capaz de exhibir el fuerte crecimiento de su clase media y su lugar preponderante entre las economías emergentes como herramientas de seducción para captar la realización de los principales eventos deportivos mundiales, según recordó El Cronista.

El 30 de octubre de 2007, el Comité Ejecutivo de la FIFA hizo saltar de alegría a Lula al adjudicarle la sede de la XX Copa Mundial de Fútbol. Y casi dos años después sería el COI el que hiciera estrecharse al por entonces presidente de Brasil en un emocionado abrazo con un ícono del deporte de su país, el rey Pelé. Por encima de Madrid, Tokio y Chicago, Río de Janeiro era elegida para albergar a los XXVIII Juegos Olímpicos de la era moderna. Después de seis intentos frustrados, finalmente la Cidade Maravilhosa se convertiría a partir del 5 de agosto próximo en la sede de los primeros JJ.OO. de Sudamérica y Lula prometía que serían "los mejores de la historia".

Pero el tiempo pasó y la realidad del país dio un vuelco de 180 grados. Hoy, a diez días de que se encienda el pebetero en la ceremonia inaugural y a solo ocho de que comience formalmente la actividad olímpica con el torneo de fútbol, Brasil se encuentra sumergida en una crisis política y socioeconómica de proporciones históricas, que arrasó con el gobierno del Partido de los Trabajadores, incluida la presidenta Dilma Rousseff y el propio Lula Da Silva, junto a gran parte de la clase dirigente e importantes empresarios.

El crecimiento del 7,5% del Producto Interno Bruto que ostentó en 2010 dio paso a una etapa recesiva que mostró en el primer trimestre de este año una contracción de 5,4% en la economía. El precio del petróleo se hundió y con él se sumergió la etapa de bonanza. Se derrumbó la balanza comercial, cayeron la industria y el consumo, el desempleo trepó hasta 11,2%, la inflación alcanzó los dos dígitos y los números se pusieron en rojo hasta proyectar un déficit de u$s 47.000 millones para 2016.

El propio Estado de Río de Janeiro, que en 2008 brindó exenciones impositivas millonarias para sortear la crisis mundial y mantener activa a la industria, espera para este año un déficit de más de u$s 5500 millones y ya se declaró en "estado de calamidad pública", hecho que derivó en la decisión del gobierno central de postergarle hasta 2017 el pago de deudas, estimadas en u$s 20.000 millones, y en un envío anticipado de u$s 30 millones por parte del COI para terminar las obras pendientes. Con ello, se buscó liberar fondos para que el gobernador Fernando Dornelles pudiera pagar en tiempo y forma los salarios públicos y calmar así la protesta social que se mantiene caliente desde la suspensión de Rousseff.

La jefa de Estado fue separada de su cargo el 12 de mayo pasado por un lapso de 180 días, acusada de violar la ley presupuestaria y la de probidad administrativa por "dibujar" los números fiscales. La decisión fue adoptada por el Congreso tras aprobar la puesta en marcha del impeachment contra la mandataria, en medio de un escándalo de corrupción por la denominada Operación Lava Jato (ver aparte) que salpica a casi todo el arco político, incluido el vicepresidente Michel Temer, quien quedó a cargo del Ejecutivo.

La situación alteró aún más el clima de una sociedad que venía cargando con el peso de la recesión y que necesita, imperiosamente, un poco de sosiego. En esa línea, el actual gobierno cursó una invitación a Lula y reservó un lugar especial a Dilma en el estadio para asistir a la inauguración de Río 2016, justo 24 horas antes de que una comisión del Senado defina si recomienda al cuerpo parlamentario avanzar en el paso final de un proceso que se espera esté definido durante la cita olímpica.

Los Juegos tuvieron origen en el año 776 Antes de Cristo y se desarrollaron durante casi mil años en la antigua Grecia. Pero su realización sólo pudo llevarse a cabo gracias a un tratado que se firmó en el 864 AC. Se trató de la Tregua Sagrada, que impedía las guerras y conflictos mientras se celebraba el evento deportivo.

Tal vez como en Olimpia, Río de Janeiro no solo sea el mes próximo el lugar donde 10.500 atletas buscarán alcanzar la gloria. Quizá sea también el punto de encuentro en el que una tregua olímpica le permita a la sociedad reponerse de la adversidad y dar una mejor cara ante el medio millón de turistas que asistirá a las pruebas o los miles de millones que los verán por televisión e Internet en el mundo entero. Más allá de las crisis y del impeachment.

CIFRAS

208 países participarán de Río 2016, la mayor cantidad en la historia olímpica.

10.500 deportistas tomarán parte de las competencias, incluyendo 10 atletas refugiados.

200.000 personas están involucradas en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Unos 145.000 son voluntarios.

306 pruebas por medallas se disputarán en 42 deportes. Vuelven el golf y el rugby

19 días durarán los Juegos, del 3 al 21 de agosto. La ceremonia inaugural será el 5 de agosto.

4 centros con 32 estadios albergarán las competencias: Barra de Tijuca, Deodoro, Copacabana y Maracaná.

6 sedes tendrá el fútbol: Río de Janeiro, San Pablo. Belo Horizonte, Manaos y Brasilia.

900.000 extranjeros y brasileños se espera que viajen a Río durante agosto para presenciar los Juegos.

300 millones de dólares se recaudaron hasta el momento por la venta de 4,4 millones de entradas.

85.000 efectivos, 41.000 de ellos militares, y expertos de 55 países tienen a su cargo custodiar la seguridad.

La Argentina multiplica su ilusión de medallas

CRONISTA

La proximidad de un evento deportivo de la magnitud de los Juegos Olímpicos despierta cada cuatro años la ilusión argentina por observar a un representante nacional subirse al podio. Y Río 2016 no será la excepción. Más aún teniendo en cuenta que la Argentina arribará a los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica con una de las delegaciones de deportistas más nutridas de su historia.

Detrás del abanderado Luis Scola, desfilarán el próximo 5 de agosto en el estadio Maracaná parte de los 213 atletas argentinos que buscarán colgarse una medalla en los 26 deportes que contarán con participación nacional. Pero, como marca la historia olímpica argentina, quizá apenas unos pocos puedan conseguirlo.

Nunca el país obtuvo más de siete preseas en total, ni consiguió que más de tres de ellas fueran doradas, marca que en ambos casos no se repite desde Londres 1948. De hecho, en 2012 apenas logró sumar cuatro medallas y solo una de ellas de oro, la obtenida por el taekwondista Sebastián Crismanich, quien no logró clasificar para estos Juegos y se retiró de la actividad. Pero la delegación tenía por entonces solo 138 integrantes y hoy llega a esta edición con un mayor abanico de posibilidades de éxito.

"Tenemos varios deportistas en condiciones de ganar una medalla tanto en deportes de equipos como en individuales. Deberíamos hacer una performance mejor que en Londres 2012", se ilusionó el titular del Comité Olímpico Argentino, Gerardo Werthein, quien remarcó que la preparación estuvo a la altura del primer nivel mundial.

La esperanza se apoya, fundamentalmente, en la participación en una gran cantidad de deportes de conjunto y el talento de algunos atletas que se mantienen en la elite mundial, como la judoca Paula Pareto (medalla de Bronce en Beijing 2008), a pesar del bajo presupuesto que se invierte en el país para el desarrollo del deporte. Hoy el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) percibe 500 millones de pesos anuales para desarrollar el deporte olímpico. Como contrapartida, la Asociación del Fútbol Argentino recibió del Gobierno una cifra que quintuplica ese monto, pero la participación de la Selección en los Juegos se vio seriamente afectada por el desmanejo de la dirigencia.

Todo lo contrario ocurrió con la Generación Dorada del básquetbol argentino que se consagró campeón olímpico en Atenas 2004 y cuya base volvió a reunirse para dar una última función en Río. Scola, Manu Ginóbili, Andrés Nocioni y el recuperado Carlos Delfino intentarán suplir la desventaja física, con la experiencia, el talento, el juego de equipo y el aporte de las figuras emergentes como Facundo Campazzo o Nicolás Brussino (contratado por Dallas en la NBA). Auténticos "animales" del deporte, como Las Leonas, que tras la victoria en el reciente Champions Trophy intentarán ganar la primera medalla de oro en la historia del hockey sobre césped femenino, como parte de la era post Luciana Aymar, que como mejor jugadora del mundo las condujo hasta la de plata en Londres 2012.

Tras sus pasos, buscarán dar la sorpresa Los Leones, la selección masculina de ese deporte que ganó el título panamericano en Toronto, en 2015. Mismo logro que obtuvo la Selección Masculina de Voleibol que conduce Julio Velasco y que finalizó quinta cuatro años atrás.

La "fauna" argentina de los JJ.OO .se completa con Las Panteras, la versión femenina de la Selección de Volei y el seven de Los Pumas, que buscará su chance en el regreso del rugby a los juegos. Con menos posibilidades aparecen Los Gladiadores, la selección de hándbol masculino que finalizó segunda en los Panamericanos, y su versión femenina apodada La Garra, que tendrá su debut olímpico.

Habrá, eso sí, mayores chances de sumar un podio en el tenis, con un Juan Martín Del Potro en franca recuperación que intentará, al menos, defender el bronce obtenido en Londres 2012. Y más aún en la vela, deporte que le dio a la Argentina medallas durante los últimos cinco juegos, entre ellas la de bronce obtenida también hace cuatro años por Juan de la Fuente y Lucas Calabrese en Clase 470, donde volverán a competir el mes próximo. Junto a ellos, figuras como el nadador Federico Grabich (medalla de bronce en 100 metros libres del Mundial de Rusia, disputado el año pasado), la pentatleta uzbeka nacionalizada argentina Iryna Khokhlova, la familia Lange en velerismo, el tirador Federico Gil, entre otros, intentarán colgarse la medalla soñada.


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