EN REITERADAS oportunidades, la Presidenta de la República ha salido al paso de las críticas a la gestión económica del gobierno y ha efectuado un público respaldo a la labor que desarrolla el ministro de Hacienda. Para efectos de la reducción de espacios de incertidumbre, que afectarían las decisiones de inversión entre los agentes económicos, este apoyo puede resultar beneficioso, aunque su efectividad consigue verdadera potencia en la medida que esté acompañado de otras señales, como el descarte de reformas que en nada contribuyen a la reactivación y la confianza empresarial.
Porque así como el ministro de Hacienda tiene la responsabilidad de convertir la recuperación económica en eje prioritario del gobierno, también debe contar con el respaldo para alinear las decisiones detrás de este propósito, incluso por encima de las metas de otras carteras. “Me voy a jugar por generar estabilidad y certidumbre para la economía chilena, porque eso es lo que hoy se necesita”, dice el titular del ramo en entrevista con este medio. Palabras bienvenidas, pero que inevitablemente deben estar acompañadas de acciones concretas, como el descarte de reformas laborales contrarias al empleo y la estabilidad laboral, además del apoyo a la concreción de proyectos empresariales, particularmente del ámbito eléctrico.
Resulta valioso, en este sentido, el compromiso de la ministra del Trabajo respecto de que el proyecto de reforma laboral no será “escrito entre cuatro paredes” y que sus “contenidos van a ser construidos por todos”, aunque la edificación de una alianza público-privada, como la que insistentemente plantea el Ejecutivo, debería tener en consideración que la posición del sector empresarial al respecto es más radical: “Lo prudente es dejar esto para más adelante y hoy colocar todas las neuronas en inversión y empleo”, ha dicho el presidente de la Sofofa.
Después de todo, el oficialismo aún tiene un camino largo por recorrer en la tarea de recuperar confianzas con el sector privado. No sólo porque los espacios de diálogo se vieron muchas veces interrumpidos durante la discusión del emblemático proyecto de reforma tributaria, sino porque el alza de impuestos en sí constituye un factor que desincentiva inversiones. No basta, como sostiene el ministro de Hacienda, con haber aprobado esta modificación para “generar estabilidad y certidumbre para la toma de decisiones de los agentes económicos y los empresarios”. La literatura económica es extensa en materia de impacto tributario sobre la inversión, a lo que se añade la tarea aún pendiente de implementación, la misma que ocupará buena parte de la atención de los agentes económicos.
Un Ministerio de Hacienda que busque dar señales al mercado de su convencimiento y preocupación por el crecimiento económico, debe ser capaz de intervenir en la agenda de prioridades del gobierno, evitar propuestas que no se justifican, incentivar las inversiones que el país necesita con mayor urgencia y recibir en este proceso el respaldo político necesario desde La Moneda. Serán estas señales las que constituyan el verdadero punto de inflexión en la confianza empresarial y, de paso, estarán en línea con los requerimientos que la propia dirigencia gremial ha dejado en claro para construir esa alianza público-privada que tanto interesa al Ejecutivo.
