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OPINIÓN
Gonzalo Rojas: Un programa para Chile
18/09/2014
El Mercurio

Se le pide a la derecha que elabore un programa para Chile, un proyecto que esté a la altura de las circunstancias.

Pero ¿cuáles son esas circunstancias?

La derecha se molesta con el gobierno actual, pero no parece demostrar indignación con la situación del Chile profundo, con el estado de nosotros, los chilenos.

Mientras se afirme que los problemas del país son la falta de crecimiento económico y el descontrol de los bombazos, mientras no se asuman con indignación las múltiples pobrezas que han hecho de nuestro Chile un amasijo de individualistas, la derecha no será capaz de elaborar un programa para la patria. ¡Qué lejos están los partidos de la Alianza de proponer un conjunto de ideales que animen a vivir una vida buena! ¡Con qué poco se conforman!

Hace ya diez años que Gonzalo Vial profetizó -lo hemos recordado varias veces en esta tribuna- que Chile estaba al borde de una catástrofe social de proporciones incalculables. Ya estamos, ya llegó.

En ese contexto, la izquierda está feliz, porque es maestra para cosechar en los pantanos de la enfermedad social. Y la derecha, a la rastra, apenas reacciona frente a las pésimas políticas gubernamentales; apenas reacciona porque no quiere asumir una indignación verdaderamente profunda, porque no se atreve a plantear una rebeldía contra la indigencia moral y cultural del país. "Eso sería fundamentalismo, eso sería fundamentalismo, eso sería...". Así reza íntimamente el mantra con que la derecha se automutila.

Por eso, sus proyectos tienen que ver solo con el crecimiento del PIB y con el fortalecimiento de las policías, con la libertad para educarse o la de generar energía. Pero si todas y cada una de esas aspiraciones son buenas y justas, es precisamente porque detrás de ellas hay un sustrato de lo humano, una capa fundante a la que la derecha tiene hoy pánico de referirse. "Eso sería fundamentalismo, eso sería fundamentalismo, eso sería..."

Ahí, en ese núcleo hay que poner el énfasis.

La derecha es la llamada a decir que la persona humana es digna por su trascendencia, que la vida es sagrada, que la familia basada en el matrimonio heterosexual es imprescindible para la felicidad, que las virtudes son decisivas como expresión de la libertad, que la educación es derecho preferente de los padres (y por eso, cuando se rompe la familia, el Estado se fagocita con tanta facilidad a la educación). Todas esas afirmaciones pueden o deben expresarse en leyes, según los casos.

Y debe afirmar que la vitalidad de los cuerpos intermedios, despolitizados y autónomos, es camino seguro para que cada persona encuentre ahí espacios de bien común. El movimiento social es un invento y hay que decirlo; los cuerpos sociales son la realidad, y hay que decirlo; la amenaza estatal disfrazada de "régimen de lo público" existe, y hay que decirlo.

No puede seguir la derecha convalidando relaciones económicas de conflicto. El noble trabajo humano debe ser propuesto como una actividad colaborativa en cada emprendimiento. Fórmulas jurídicas y económicas exitosas, que así lo consideran, ya han sido suficientemente ensayadas, pero falta voluntad para generalizarlas. Si no te gustan, muy simple, vota por la izquierda que promueve la lucha de clases; o no votes, pero después, no pidas ayuda.

Finalmente, a la derecha le corresponde insistir en que la democracia es un régimen que exige servicio, probidad y consejo, pero que hay muchas instancias sociales que requieren de jerarquía, de autoridad, de selección. Que el objetivo de un buen gobierno no es la igualdad, sino la justicia.

¿Hay acuerdo al interior de los actuales partidos sobre estos puntos? ¿No? Entonces, hace falta otro que sí tenga esas convicciones.


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