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DEBATE
Montamat: "El déjà vu del populismo agonizante"
17/11/2014

El déjà vu del populismo agonizante

El Cronista

Por Daniel G. Montamat.

En 1998 el Plan de Convertibilidad que en sus inicios había devuelto estabilidad y erradicado la inflación estaba agotado. Cuando Brasil devaluó el real a principios de 1999, nos dio la oportunidad de salir del corsé cambiario que había apreciado el peso y asfixiaba las actividades productivas. Pero el uno a uno que apreció el peso respecto al dólar se transformó en la piedra angular del populismo de derecha que no quería pagar los costos de una devaluación aunque el país se hundiera en el desempleo y la recesión. Fue entonces que para financiar el último tramo de un modelo al que ya le costaba conseguir dólares prestados, se decidió vender el paquete accionario que el Estado Nacional retenía en YPF (20,3%), y que junto a la acción de oro le aseguraban el management, el control de las decisiones estratégicas, y la posibilidad de repeler una toma hostil (además de reportarle dividendos). Primó la urgencia y el corto plazo. Repsol aprovechó la oportunidad. Cuando el barril de petróleo cotizaba u$s 12, se hicieron primero del paquete de control pagando u$s 3588 millones y luego hicieron una oferta por el total de acciones de la compañía argentina. El gobierno de Menem usó esos dólares para financiar gasto corriente y entregarle una bomba de tiempo al que le siguió de la Alianza. Cuando se concretó esa operación, yo me opuse y dejé por escrito que ‘YPF debía seguir siendo una multinacional argentina’ (19-11-1998). También sostuve que de no estar el país con dificultades financieras, pagando cada vez más caro el endeudamiento externo, era YPF la que por reservas y estructura operativa debería haber comprado a Repsol. Gran parte del elenco oficialista de hoy tocaba en aquel entonces la partitura del populismo de mercado, y, con el acompañamiento de la mayor parte del establishment, argumentaban que con la venta se habían ‘quemado las naves’: YPF sería definitivamente privada.
Los españoles hicieron un buen negocio, pero si no era con ellos la administración menemista habría buscado otro comprador. Necesitaba los dólares.

Cuando el populismo travestido de izquierda en esta década pasada se enfrentó al problema energético que generó con sus propias políticas, la empresa española que había convivido y consentido la intervención discrecional del gobierno, terminó elegida como chivo expiatorio de la crisis energética. Otra vez la orquesta oficial (del mismo sello político) volvía a hacer sonar los acordes de la partitura populista, ahora estatista. ¿Fin de la historia? No: eterno retorno de los tiempos. La expropiación y su mecánica dieron nacimiento a una YPF controlada por el estado pero floja de papeles, víctima del contexto económico y de la política energética. Sin acceso al mercado financiero y con problemas para conseguir socios estratégicos en un país con moneda ‘obesa’ y escasez de dólares. Entonces, otra vez los cantos de sirena a los potenciales inversores a cambio de concesiones excepcionales. Chevron arriesgó y puso dólares asociada a YPF. Pero el agobio cambiario para llegar al año próximo requiere de otros inversores al estilo Chevron. El objetivo es juntar algunos miles de millones de dólares y evitar la explosión cambiaria a la que otra vez nos conduce el colapso populista. Por eso la nueva ley de hidrocarburos que, como ocurrió cuando se vendió el control de YPF en los 90, es ponderada por los populistas del gobierno y una buena parte del establisment. El mensaje en esta oportunidad es que la ley facilita las cosas a la nueva administración porque saca a las provincias del medio y mecaniza el proceso para otorgar derechos. De nuevo lo táctico primó sobre lo estratégico, pero como la historia se repite, es posible que los que arriesguen en esta convocatoria trayendo dólares al precio oficial, se transformen en los futuros chivos expiatorios cuando otra reencarnación populista requiera un enemigo exculpatorio de su previsible fracaso. El gran desafío de la nueva administración es reemplazar, de una vez por todas, la matriz populista decadente, por una institucionalidad republicana de desarrollo inclusivo.


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