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DEBATE
Pagni: "Tres salidas para la encrucijada de la UCR". Olivera: "El drama de la jefa ausente"
17/11/2014

Tres salidas para la encrucijada de la UCR

La Nación

Por Carlos Pagni.

Convocados por Ernesto Sanz , los radicales celebrarán hoy un cabildo abierto en San Fernando para discutir su estrategia electoral. Gracias a ese encuentro se advertirán mucho mejor las posibilidades y los límites de las distintas expresiones de la oposición al kirchnerismo para constituirse en una alternativa de poder.

La cartografía política está experimentando una metamorfosis de desenlace muy incierto. El año pasado, Sergio Massa produjo un desprendimiento en el bloque oficialista. Pero Cristina Kirchner ha conseguido hasta ahora que la fisura no se expandiera a todo el edificio. El aspecto del mapa en esa zona es bastante comprensible. Fracasadas las fantasías transversales, el peronismo gobernante presenta, con variaciones mínimas, el aspecto que tenía cuando reinaban Menem o Duhalde.

El verdadero enigma sigue estando en el otro hemisferio, el del no peronismo. Allí se produjo el fenómeno más relevante de la vida pública en los últimos 13 años. Ese fenómeno no fue la emergencia de los Kirchner, sino el colapso del partido radical.

La propia vitalidad del kirchnerismo no se terminaría de entender sin la involución a la que fue sometida la UCR. El radicalismo fue durante más de un siglo el principal instrumento de intervención de las capas medias en la política nacional. Hoy su perfil se ha desdibujado aun para ese público. Pero esa retracción ha dado lugar a un relevo fragmentario. Parte de la vacancia radical fue cubierta en la Capital Federal, por Pro y la Coalición Cívica; en Santa Fe, por el socialismo; en Córdoba, por Luis Juez y, en la provincia de Buenos Aires, por Margarita Stolbizer . Sin embargo, ninguno de esos actores, y tampoco la UCR residual, fue capaz de reponer una organización que oficie de contrapunto al PJ en todo el país.

La segmentación es una restricción endemoniada para quienes aspiran a reemplazar al kirchnerismo. Esa dificultad pone en valor a la vieja estructura radical.

El radicalismo es el esqueleto sobre el que se monta UNEN . En Catamarca, Chaco, Jujuy, La Rioja, Córdoba, Mendoza, Tucumán, Santa Cruz y Tierra del Fuego ese partido tiene chances, como eje de coaliciones muy variadas, de desplazar al PJ. La verificación de este proceso, todavía hipotético, tendría proyecciones importantes sobre la organización del poder durante el próximo gobierno. Además de modificar la relación de fuerzas en el parlamento, inhibiría la constitución de una liga de gobernadores peronistas como oposición a un eventual gobierno de otro partido.

Esta reaparición federal convive con una insuficiencia: el radicalismo no ha encontrado todavía un candidato competitivo a la presidencia. La popularidad de Julio Cobos está estancada. Y el crecimiento de Sanz es demasiado lento para la urgencia del proceso electoral. Entre otras cosas, porque ninguno de los dos cuenta con la fortuna incalculable que están poniendo en juego Daniel Scioli , Sergio Massa o Mauricio Macri .

La estrategia de atenuar ese déficit con una competencia entre varias candidaturas en el marco de UNEN ha fracasado. Esa liga se parece cada vez más a la extravagante familia Adams. Desde que se fundó no pudo emitir otro mensaje que no sea el del conflicto entre sus líderes. Una táctica ideal para destruir cualquier candidatura.

Sin temor a un contagio, Macri y Massa se proponen colonizar al radicalismo. Ambos prevalecen en un solo distrito: Massa en la provincia de Buenos Aires y Macri en la Capital Federal. Fuera de esos feudos, son creaciones más o menos logradas del marketing, carentes de una red de distribución territorial. Para decirlo de manera figurada: en muchas provincias son productos Sprayette, y esa condición los condena a un tercer o cuarto puesto. La forma más práctica de ocultar esa fragilidad es sumarse a las coaliciones que encabeza la UCR. Macri y Massa necesitan también del radicalismo para compensar inconsistencias de sus candidaturas. No debe sorprender, entonces, que cada uno haya tratado de influir sobre la reunión de San Fernando a través de sus respectivos contactos en la UCR.

Macri cree que el radicalismo puede aportar o retacear los votos que le faltan para entrar en el ballotage. El líder de Pro tomó conciencia, un poco tarde, de las limitaciones de su tecnocampaña. Por eso dedicó las últimas semanas a explicar a radicales de todo el país las ventajas de una asociación. Sus interlocutores son Oscar Aguad (Córdoba), Eduardo Costa (Santa Cruz), Julio Martínez (La Rioja), Ricardo Buryaile (Formosa), Bernardo Calvet (Salta) o Aída Ayala (Chaco). Todos pertenecen a distritos donde Macri suma votos.

El martes pasado Macri expresó por primera vez su interés de aliarse con Carrió y Sanz. En Pro algunos lo imaginan compitiendo en las primarias, con Michetti como vice, contra una fórmula Sanz-Carrió. Otros, en especial Michetti, que aspira a disputar la jefatura porteña, auspician el binomio Macri-Sanz.

Macri invita a los radicales a formar una nueva fuerza, centrista, expresiva de las capas medias, para enfrentar al peronismo que representan Scioli y Massa. Supone, como Carrió, que existe una fatiga social en relación con el PJ. Aunque con Carrió Macri es cauteloso: tiene pánico de su corrosividad.

Massa también trabaja sobre el conciliábulo de hoy. Su principal aliado es Gerardo Morales, quien ofició de puente con el tucumano José Cano y el formoseño Luis Naidenoff. En la relación entre Massa y Morales intervienen Roberto Lavagna , a quien el jujeño acompañó en la fórmula de 2007, y un par de empresarios prominentes. La predilección de Morales por Massa esconde una rareza: si el objetivo es ganar Jujuy, ¿para qué aislar a Pro?

SEDUCCIÓN Y PROMESA

Massa pretende seducir a la UCR con la promesa de un gobierno de unidad nacional que, en una segunda fase, restaure el juego bipartidista. Muchos radicales desconfían de esa oferta. Suponen que, si gana las elecciones, Massa tardará poco en conseguir la subordinación completa del PJ. Lo mismo sucedería si triunfa Scioli. Quiere decir que la Argentina estaría, en ambos casos, ante un fenómeno desconocido: un gobierno peronista que controla dos tercios del Congreso. La generosidad de Massa cobijaría, en ese caso, la semilla de una temible hegemonía. Otro intento de lograr la unanimidad que soñó Kirchner cuando, con la colaboración de Alberto Fernández, hoy en el Frente Renovador, se lanzó a la invención de un radicalismo K.

Massa ofreció a Sanz, sin éxito, la candidatura a vicepresidente. El ex intendente de Tigre necesita atenuar su inconfundible aspecto peronista, que sugiere una continuidad subliminal del kirchnerismo. Massa huye de esa caracterización. Pero corre el riesgo de acentuarla: su intervención en la interna radical precipitará un debate inconveniente sobre su verdadera identidad política. Para Massa la competencia electoral no debe organizarse sobre la contradicción peronismo-no peronismo, sino sobre el eje Gobierno-oposición. Apóstoles de esta tesis, Morales, Cano y Naidenoff propondrán a sus correligionarios una gran primaria entre UNEN, Pro y el Frente Renovador.

Cobos y Ricardo Alfonsín irán a la terapia de grupo de San Fernando a impugnar cualquier asociación que exceda a UNEN. Es una paradoja que los custodios de la castidad identitaria sean el ex vicepresidente de Cristina Kirchner y el ex socio de Francisco de Narváez. Para Cobos esa defensa tiene una dificultad práctica. Su aliado más importante en Mendoza, el intendente de Godoy Cruz y promisorio candidato a gobernador, Alfredo Cornejo, es uno de los más antiguos amigos de Macri dentro del radicalismo. Cornejo ya comunicó a Cobos que mantendrá esa relación.

El escenario de hoy es complejo para Sanz. Como presidente del partido defenderá dos criterios. Por un lado, evitar que las alianzas que se celebran en las provincias balcanicen al partido en su estrategia nacional. Una premisa a la luz de la cual su propuesta de realizar una primaria entre UNEN y Pro fue, por lo menos, prematura. Por otro lado, Sanz adelantó que propondrá un acuerdo parlamentario de toda la oposición para el año 2016, similar al que se llevó a cabo en México, país que visitó hace diez días.

El objetivo de Sanz es el mismo que se había fijado Raúl Alfonsín cuando, en 1993, en vísperas del Pacto de Olivos, sondeó a la dirigencia radical sobre la reforma constitucional que pretendía Menem, durante un asado en Ranelagh: ganar tiempo. La UCR está, como entonces, en la encrucijada. Su posición actual es una plataforma muy estrecha para acceder al poder. Pero, si la abandona, puede fracturarse. El dilema tiene tres soluciones posibles. Una, que interpela al propio Sanz, es alumbrar una candidatura competitiva, frente a la cual las ofertas de Macri y Massa pierdan encanto. Otra, acordar una regla ante la que todos se sientan obligados. La tercera es más exótica: resignarse al destino del PMDB brasileño, que renunció hace tiempo a disputar la presidencia para servir de base territorial al PSDB de Neves y al PT de Rousseff, en distintos estados, pero al mismo tiempo.

El drama de la jefa ausente

La Nación

Por Francisco Olivera.

Ocurrió, como casi todo en el universo íntimo de los Kirchner, en una mesa familiar. Alicia, ministra de Desarrollo Social e invitada, terminaba de comer con sus hijas en la quinta de Olivos cuando su cuñada y anfitriona, la presidenta de la Nación, anunció que se retiraba a su cuarto. No eran excusas: estaba realmente dolorida y se sentía mal. Lo que al principio pareció un simple malestar se volvió inquietud con la primera revisión de la Unidad Médica Presidencial: la jefa del Estado tenía 40 grados de fiebre, por lo que decidieron trasladarla enseguida al sanatorio Otamendi. Fue el principio de la internación, anunciada en el anochecer del domingo por Alfredo Scoccimarro, vocero presidencial.

No se sabía casi nada. Sin motivo aparente, Cristina Kirchner había sufrido una inflamación intestinal que, se informó después, favoreció el traslado de las bacterias a la sangre, infortunio que le provocó la infección que se conoce como bacteriemia. Fueron momentos de tenso silencio. Hubo que esperar 48 horas, siempre con fiebre alta, para que los análisis clínicos dieran con el origen de todo: aparentemente, determinaron los estudios, la infección había sido causada por ingerir comida en mal estado.

El resto de la historia es conocido y tranquilizador: la paciente está bien y se recupera en su casa mediante antibióticos y un régimen alimenticio. Pero cada problema de salud de Cristina Kirchner refuerza aquí la noción de un país hiperpresidencialista que, para peor, ha dejado hace tiempo de confiar en su vicepresidente. Débora Giorgi, ministra de Industria, acaba de definirlo con una confesión personal: "La Presidenta nos manda indicaciones por mensaje de texto y mail, teniéndonos a todos bien cortitos".

Esa figura de conductora inapelable que se agiganta explica además por qué el proyecto nacional y popular necesita imperiosamente de un eventual regreso al poder más allá de lo que pase en diciembre de 2015: no hay verdadero kirchnerismo sin un Kirchner. Lo admiten desde integrantes de La Cámpora hasta Casey Wander: el proyecto es por 50 años. Pero esa militancia que prepara a disgusto su vuelta al llano es a la vez representativa de un sector menos ideologizado y acaso más gravitante: el universo de empresarios, principalmente fabriles, que han sido beneficiados con las políticas de sustitución de importaciones aplicadas desde 2002 y temen una "vuelta a las políticas neoliberales".

Hasta ahora, todos ellos eran parte de un establishment que venía disimulando sus divergencias en reclamos ante enemigos comunes como la inflación, el default, el alza de costos, las extravagancias energéticas o la pérdida de competitividad. Pero es probable que las divisiones empiecen a ahondarse en la medida en que se acerca el final y se insinúa qué modelo de país puede venir.

Algunos desencuentros ya no son sutiles. Durante el último Coloquio de IDEA, los dirigentes fabriles Héctor Méndez y Cristiano Rattazzi tuvieron que sentarse más de una hora con los banqueros Claudio Cesario, Gabriel Martino y Enrique Cristofani para atenuar la furia que había desencadenado en el sector financiero una idea gestada en la Unión Industrial Argentina (UIA): pedirle a Alejandro Vanoli, líder del Banco Central, la vuelta de créditos a la producción a tasas que están en la mitad de la inflación. Y hace dos miércoles, Daniel Donikian, jefe de la Cámara Industrial de Manufacturas del Cuero, sacudió un encuentro en el Ministerio de Economía con un reclamo impetuoso: "Las curtidoras tienen el mercado distribuido entre cuatro empresas que manejan los precios -dijo-. Necesitamos que se les aplique la nueva ley de abastecimiento". Era un hierro caliente incluso para los funcionarios que lo escuchaban, como Ariel Langer, subsecretario de Comercio Interior, u Horacio Cepeda, jefe de Gabinete del Ministerio de Industria. Langer es un entusiasta defensor de la norma que acaba de aprobarse en el Congreso, pero prefirió contenerse. "La ley es clara, por suerte la tenemos, pero es para casos extremos; tratemos de que éste no sea uno de esos casos y que puedan dialogar entre las partes", dijo. La pretensión de Donikian, respaldada allí por Alberto Sellaro, líder de la Cámara del Calzado, obedecía en realidad a dificultades en eso que Langer llama "diálogo": hace tiempo que Augusto Costa, secretario de Comercio, intenta sin éxito que toda la cadena de valor del cuero firme un acuerdo de abastecimiento y precios.

Esa ley volverá a desencadenar asperezas días antes de que la Presidenta vaya con sus ministros a la Conferencia de la UIA. El Grupo de los Seis, que nuclea a los sectores más representativos de la economía, acaba de acordar impugnarla en la Justicia: el martes, cada cámara firmará por separado una presentación sustentada en la figura de "daño inminente" para pedir la inconstitucionalidad. Es decir, se la considera perjudicial aún antes de que el Gobierno atienda las urgencias de Donikian.

Será el principio de una pelea que despunta también en la UIA. "Nosotros no estamos de acuerdo: es un negocio para abogados", objetó hace un mes en una reunión interna Carlos Garrera, de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Adimra), delante de Daniel Funes de Rioja, abogado laboralista y uno de los directivos que impulsan la demanda. Pero la UIA decidió avanzar en la presentación y, hace diez días, Juan Carlos Lascurain, también de Adimra, volvió a provocar en Parque Norte durante un seminario en que se ovacionaba a Cristina Kirchner: "No estamos de acuerdo. Hay un grupo de AEA [la Asociación Empresaria Argentina] inserto en la UIA". Anteayer, en el mismo escenario, Adimra buscó anticiparse a la discusión. Convocó a todos los gremios metalúrgicos y a cámaras afines al Gobierno a firmar una especie de decálogo fabril: qué es, en la década ganada propia, lo que no se debería revocar en los próximos años en la Argentina. Un "Nunca Menos" de la protección industrial.

La iniciativa tiene un doble propósito. Primero, mostrarse fuertes frente a la próxima elección de autoridades en la UIA, después de marzo, cuando probablemente recrudezcan las diferencias. La segunda intención es más sutil e inmediata. Saben que, con las encuestas de diciembre en la mano, los precandidatos iniciarán su clásica ronda de pedidos de colaboración. No se trata sólo de financiamiento de campañas, asignatura que la democracia argentina no ha resuelto y que se sigue concretando del modo más elemental, casi sin excepción, en bolsos, cajas de zapatos o fantasmagóricos aportes a fundaciones, sino también de pedidos de aporte logístico para actos: camiones, ómnibus, infraestructura, agua, alimentos.

No se equivocaba Néstor Kirchner cuando decía que no hay política sin caja. Es indudable que ese concepto acompañará al país por muchos años, con o sin kirchnerismo.


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