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DEBATE
Montenegro: "Kicillof, Stalin y el Estado impotente"
25/11/2014

Kicillof, Stalin y el Estado impotente

El Cronista

Por Maximiliano Montenegro.

El economista, hoy cercano a Daniel Scioli, trató de impresionar a Kicillof con una anécdota familiar, con la esperanza de que al ministro le interesara la opinión de alguien con más experiencia. Le contó que un tío suyo, periodista y comunista, viajó a Moscú unos años después del final de la segunda guerra Mundial y tuvo la oportunidad de conocer a Stalin durante una conferencia de prensa ofrecida en el Kremlin a los camaradas periodistas. Por supuesto, todas las preguntas estaban previamente redactadas por la oficina de prensa del Comité Central del partido y las respuestas del presidente de la Unión Soviética era festejadas con aplausos. Salirse del libreto, aún para los militantes de la causa, implicaba arriesgar la vida. Sin embargo, este tío inquieto, un tanto aburrido, sorprendió a todos: "Dígame camarada, cómo es que usted se ufana de controlar todo y resulta que acá afuera, en la Plaza Roja, hay un montón de personas que se me acercan y me quieren vender dólares a 10 rublos", interrogó a Stalin. Se hizo un silencio en la sala, pero por suerte para el tío comunista del economista, el dictador respondió con naturalidad: "Nosotros controlamos todo, pero si yo barriera a esos que venden acá enfrente el dólar a 10 rublos, mañana costaría 20 en el mercado paralelo. No somos tan tontos para querer controlar precios y cantidades a la vez en todos los mercados".

Kicillof, a quien colegas del Gabinete llaman el soviético, miró a su interlocutor, que esperaba alguna reflexión sobre la colorida anécdota: "La inventaste, no te creo", le dijo, y pasó a otro tema.

Pese al show de los controles policiales y los operativos en la city porteña, Kicillof parece haber aprendido algo. La baja del dólar paralelo y la caída de las expectativas de devaluación no son resultado del despliegue de esas inspecciones de impacto mediático. Se explica porque el Gobierno logró combinar un ingreso extra de dólares con una política más restrictiva de lo imaginado en lo monetario: el ingreso de los dos primeros tramos del swap con China (por unos u$s 1300 millones) y el acuerdo con las cerealeras que permitió duplicar en promedio el ingreso semanal de divisas del sector agropecuario, junto con una suba de tasas de interés y la colocación de los nuevos en pesos atados al dólar oficial para financiar parte del agujero fiscal. Pero además, Cristina envió la señal de que está dispuesta a arriar casi cualquier bandera con tal de conseguir dólares en el corto plazo: ya sea con una ley de hidrocarburos cuestionada –hasta por el PRO– por ser demasiado concesiva con las petroleras; con la ley a favor de las telefónicas; o con la licitación del 4G, todo proyecto de largo plazo se supedita a la urgencia de divisas de la coyuntura.

Mientras tanto, Kicillof se preocupó en estos meses por garantizar el abastecimiento del mercado negro de billetes verdes, sin apelar a la flamante ley de abastecimiento. Desde enero se vendieron u$s 2500 millones de dólares del llamado "dólar ahorro", pero de este total el 70% (u$s 1700 millones) fue autorizado por la AFIP en los últimos 5 meses. En septiembre se vendieron u$s 380 millones, en octubre u$s 450 millones y en noviembre no se superará ese récord gracias a los 3 días de feriados bancarios y al feriado nacional. Si no fuera por ese "dólar sueldo" de pequeños ahorristas que compraron el dólar subsidiado a 10 pesos para liquidarlo en el paralelo entre 30 y 50% más caro, ¿a cuánto estaría el dólar blue? Después de todo, Kicillof aprendió la lección de Stalin.

Ahora economistas del oficialismo tratan de explicarle que, sin nuevos dólares frescos, el Estado K perdió los instrumentos para motorizar la recuperación económica. Una cosa es encontrar dólares para estabilizar el mercado cambiario y otra distinta es conseguir divisas para impulsar la inversión y levantar la restricción que pesa sobre las importaciones.

El PBI caerá este año, según las cifras de Miguel Bein, un 2,2%, con una baja del consumo del 2,1% y un derrumbe de la inversión y de las exportaciones del 6,1% y del 10%, respectivamente. Para Guillermo Olivetto, de la consultora W, la recesión muestra una contracción fuerte de los sectores de bienes durables (–25% en autos; –30% en motos; –12% en electrodomésticos), y una reducción del consumo de alimentos promedio del –1,5%.

A diferencia del 2009, cuando todavía existía equilibrio fiscal y el Gobierno aprovechó los fondos de las AFJP para impulsar la obra pública y los planes sociales, hoy el Estado K es incapaz de liderar la salida de la recesión. Este año cerrará con un déficit fiscal (gastos menos recaudación antes de intereses) de entre $ 160.000 y $ 180.000 millones, casi 5 puntos del PBI. El gasto público se expande al 41% mientras la recaudación aumenta al 30%. Sin embargo, la economía sigue cayendo. El rojo fiscal se financia casi íntegramente con pesos del Banco Central devaluados por la inflación. Y al final del día, pese a los discursos de Kicillof, el Estado incrementa el gasto sólo para pagar los mayores costos de la inflación pasada. Ya no hay margen para relanzar la inversión pública. Ni para otorgar un bono de fin de año para jubilados y empleados públicos, con el objetivo de estimular el consumo. Ni siquiera para rebajar impuestos para promover las exportaciones y compensar así el atraso cambiario. Salarios, jubilaciones, planes sociales y el gasto público corren todos detrás de la inflación.

El Estado K financiado con pesitos devaluados ya no es keynesiano, ni neoliberal: es impotente.


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