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DEBATE
Morales Solá: Fortuna K, jueces y ex SIDE. Fontevecchia: Scioli, Boudou y Kicillof. Nelson Castro: Error de cálculo
22/12/2014

A las puertas de la fortuna K

La Nación

Por Joaquín Morales Solá.

Alguna vez la Presidenta entenderá, quizá, que su problema es Lázaro Báez y no el juez Claudio Bonadio. Mientras tanto, los síntomas violentos del Gobierno transmiten un temor inédito del kirchnerismo. Los jueces están llegando al corazón de la fortuna de la familia presidencial. Bonadio se acerca peligrosamente a Báez y, por lo tanto, a los Kirchner. El juez federal de Nevada, Cam Ferenbach, tiene en el expediente abierto por los fondos buitre el nombre de Cristóbal López.

Se aproxima, por consiguiente, a la familia que gobernó la Argentina durante la última década. Ya no son sólo Amado Boudou, Ricardo Jaime o Julio De Vido; los jueces asedian a la dinastía más importante del país de los últimos años.

Espoleada por el miedo o la desesperación, la política argentina perdió el sentido de las proporciones. El Gobierno acaba de decapitar al servicio de inteligencia sólo porque no controlaba a la Justicia o, en el mejor de los casos, porque no estaba suficientemente informado de los próximos pasos de un dirigente opositor. Las anomalías parecen cosas normales de tan frecuentes. Se podrán decir muchas cosas de Cristina Kirchner, menos que esconde sus broncas y sus odios. Los expone brutalmente, hasta el extremo de borrar cualquier límite institucional. El poder del espionaje para el general César Milani y la obscena formalización de la ex SIDE como interlocutor con la Justicia significan la peor regresión de la democracia tres décadas después de su reinstauración.

No hay inocentes en la historia de los espías. Jaime Stiusso, el alias de Antonio Stiles, fue el jefe verdadero del espionaje argentino durante mucho tiempo. Los otros dos jefes echados de la ex SIDE, Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher, estaban sólo formalmente por encima de él. Éstos eran nada más que el nexo de Stiusso con el poder político. Un ex jefe de Gabinete les pidió una vez a Icazuriaga y a Larcher la nómina de espías de la ex SIDE: les mandaron un listado con los nombres de guerra. El funcionario averiguó si podía saber más. No, le contestaron, eso no lo puede saber nadie. Menos podía saber el Gobierno el destino de muchos fondos reservados que administran a su antojo los espías estructurales.

Stiusso o Stiles es el único que sabía todo. Sabe todo. Vida, obra, milagros y pecados de los que pasaron, pasan y pasarán por el poder: políticos, empresarios, sindicalistas, jueces, fiscales o periodistas. Nada se resolverá con su retirada. Quien lo reemplace hará exactamente lo mismo. Los espías están acostumbrados a husmear más en la política interna que en los conflictos profundos del país (como el narcotráfico, por ejemplo). Stiusso se pavoneaba por su más que estrecha relación con la CIA y el Mossad. Sorprendió hasta algunos jueces con sus exposiciones sobre los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel. Mezclaba siempre el origen de su información y se ufanaba de contar con una oficina propia en la sede central de la CIA. Nunca se sabrá si eso fue cierto o no.

Esos pergaminos ya no le sirven frente a una Presidenta que siente que su enemigo es Washington. Sea como fuere, Cristina se queja también de su propio error: fueron ella y su marido los que mandaron al servicio de inteligencia a hurgar en las cuestiones internas y a controlar a los jueces. El servicio de inteligencia decidió en algún momento cambiar de patrón o de simpatías. Pasó eso. Nada más.

Varios jueces y fiscales confiaron que ellos esperan ahora el momento en que Oscar Parrilli ordenará una nueva ofensiva del espionaje contra los opositores del cristinismo. Pondrá el espionaje al servicio de cualquier guerra. Parrilli es capaz de superar los extremos ya alcanzados por Icazuriaga y Larcher con tal de no enfrentarse con los estallidos de furia de la Presidenta. Éstos la conocían; Parrilli le teme.

Nadie en el Gobierno supo leer los últimos gestos de la Justicia. Una avalancha de votos ungió ganadora a la lista más opositora al kirchnerismo en la Asociación de Magistrados. Una ovación saludó al juez Bonadio en la multitudinaria cena anual de esa Asociación. "Preferimos morir con un tiro en la cabeza y no de rodillas", exageró un juez. Saben que el kirchnerismo los condenó a muerte. ¿Las pruebas? La redacción inicial, y la última, del Código Procesal Penal, que quita a los jueces el poder de la investigación. La conversión del Consejo de la Magistratura en un organismo dedicado a sancionar a jueces enemigos y a nombrar interinamente a los amigos. La jueza Gabriela Vázquez, presidenta del Consejo, llegó con un discurso moderado, pero se convirtió en verdugo de sus propios colegas. El cristinismo detesta a los tibios.

La jefa de los fiscales, la ultrakirchnerista Alejandra Gils Carbó, persigue a los fiscales o los deja conmovedoramente solos. Ahora, para peor, Cristina elevó a un cargo relevante en la ex SIDE a Juan Martín Mena, el autor del Código Procesal, el único ex funcionario del Ministerio de Justicia que tenía algún diálogo con los jueces. "Con algunos jueces, no con todos", aclaró un importante magistrado. ¿Qué significa llevar al espionaje al único hombre que trataba de dialogar con los jueces? ¿Significa, acaso, que la ex SIDE será el único interlocutor con la Justicia? Sí, significa eso. Milani será el cerebro de esa estrategia; Parrilli y Mena serán los operadores fácticos. No deja de asombrar que Cristina Kirchner haya decidido terminar su tiempo de poder aferrada a un general y al servicio de inteligencia. Que son lo mismo, en este caso.

Ninguno de ellos le resolverá nada. ¿Acaso algún juez haría algo menos que lo que está haciendo Bonadio? Ya es demasiado tarde para eso. La experiencia está: pasó con Boudou. Sacaron al juez Daniel Rafecas, pero el siguiente juez, Ariel Lijo, lo procesó. Y otro juez, el mismo Bonadio, lo mandó a juicio oral. Al fin y al cabo, los jueces sólo están haciendo ahora lo que no hicieron antes. Nada más.

Una campaña de mentiras se avecina a la Justicia. En un excelente reportaje de Diego Sehinkman, publicado ayer en la nacion, Diana Conti aseguró que Bonadio fue ovacionado en una cena organizada por la Corte Suprema. La cena fue de la Asociación de Magistrados. Ni siquiera estuvo la Corte. Sólo fue Elena Highton de Nolasco, una jueza del tribunal que prefiere comprender a la Presidenta. ¿Conti no lo sabía o mintió?

Báez es el problema de Cristina. Los investigadores judiciales acaban de encontrar una nueva chapucería del inverosímil empresario kirchnerista. Descubrieron que Báez conseguía créditos inmediatos del Banco Nación, no bien obtenía la concesión de una obra pública. Los cobraba con la garantía de la obra concesionada. Eran cifras de millones de pesos. No se quedaba ahí: Báez depositaba en el acto en plazos fijos esos millones de pesos en el mismo banco. Así, cualquiera se hace rico.

¿Qué Justicia quiere Cristina? Se puede consignar un ejemplo perfecto. Desde hace tres años duerme en la Cámara de Casación que integra el juez Alejandro Slokar, de la kirchnerista Justicia Legítima, la causa de la valija llena de dólares del venezolano Antonini Wilson. ¿Qué esperan? Seguramente, la prescripción de la causa para Claudio Uberti y para los funcionarios venezolanos involucrados. Ésa es una justicia en serio.

Cristina se acaba de quedar, además, sin argumentos para su discurso contra Obama. ¿Por qué la administración norteamericana estaría persiguiéndola si nadie menos que Raúl Castro elogió el coraje del presidente norteamericano cuando éste decidió restablecer relaciones con Cuba? ¿Por qué Cristina sería más peligrosa que los hermanos Castro? La historia es la gran refutadora del discurso presidencial.

También se han visto con más claridad que nunca las diferencias entre la Presidenta y el papa Francisco, protagonista clave de aquella histórica distensión. Francisco valora a Obama por lo que hace y no por los prejuicios. Al Papa no le importa si corre el riesgo de ganar o de perder buscando la paz. A veces gana, a veces pierde. Pero no es la garantía del éxito lo que lo mueve, sino la coherencia entre sus ideas y sus actos, la decisión de terminar de una buena vez con las guerras, frías o calientes, simbólicas o verdaderas.

Scioli no es Boudou ni Kicillof

Perfil

Por Jorge Fontevecchia.

(Mail recibido el viernes de la semana anterior)

Estimado Jorge:
Me siento preocupada por la información que vi en las redes sociales durante el día de ayer y de hoy sobre el viaje del señor Gobernador Daniel Scioli a Miami. En realidad no sé si me siento preocupada por la información que vi o por el silencio absoluto de la prensa de mi país.
Siento que el poder de compra de inmunidad del Gobernador sobre los medios, mediante la utilización de pautas publicitarias, es terrible y como ciudadana me cuesta creer que el poder del dinero sea más fuerte que la necesidad de informar a la población.
¿La pauta hace que cuando viaja Kicillof a la cumbre lo maten y al Gobernador le perdonen todo? ¿Esconden y ocultan la información? Que el vuelo salió en el mismo horario que los aviones de línea y llegó a Miami en el mismo horario de los aviones de línea. ¿Quién paga esos vuelos? Toda esta información que circula por las redes sociales, ¿los periodistas no la ven? ¿No la quieren ver? ¿O les pagan para no verla? ¿Los periodistas no la leyeron? ¿O la leyeron y llamaron para pedir el sobre y callarse la boca?
Confío en usted, confío en ver esta información en sus páginas y sentir que no me equivoqué en elegirlos.

María del Carmen Saldívar
Docente

* * *

El diario PERFIL ya tenía editada una nota de una página con seis fotografías y un recuadro sobre el tema que apareció en la edición del sábado, la primera posterior al viaje del gobernador. Pero el mail sirvió para evidenciar la degradación que produjo al periodismo impregnarse de la lógica amigo-enemigo que el kirchnerismo inoculó con éxito en gran parte de la sociedad y muy especialmente en los medios.

Es cierto que la provincia de Buenos Aires se ha convertido en el principal anunciante del país, sólo superada por la publicidad del gobierno nacional. Y que eso ejerce en los medios pequeños y en los periodistas que autónomamente producen sus propios espacios y recaudan su publicidad una influencia significativa. Pero en el caso de los diarios Clarín y La Nación, o de Página/12 y Tiempo Argentino, no es eso lo que ha hecho minimizar y hasta directamente ignorar el viaje de Scioli. Sino estar más atentos a responder a “esto a quién le conviene” más que a si “esto es noticia”.

Cuando la lógica que guía la elección de la agenda de un medio está orientada por a quién beneficia lo que se va a difundir y no por si la audiencia tiene que poder acceder a esa noticia, se termina difundiendo todo lo malo y nada de lo bueno de determinado colectivo, o lo contrario del que resulta antinómico.

Eso justificó la repetición continua en los medios audiovisuales y la reiteración de títulos en la tapa en muchos medios escritos de la cobertura del viaje de Kicillof a la reunión del G20 en Australia en un avión privado, que costó 500 mil dólares, y la casi omisión en el caso del avión privado que llevó a Scioli a Miami, cuando en el caso de Kicillof iba con otro ministro, el canciller, en viaje oficial representando al país, a la cumbre más importante en que Argentina interviene y cuando a Australia no hay vuelos directos ni siquiera cambiando de avión con espera en un aeropuerto; aun en la forma más corta, igual hay que pasar una noche en cada tramo en Santiago de Chile; mientras que los 200 mil dólares del vuelo a Miami de Scioli fueron para un viaje no oficial, acompañado de la esposa y hacia una ciudad con varios vuelos directos diarios en diferentes horarios.

Otro ejemplo similar de enorme diferencia de ponderación fue el de las centenas de menciones en televisión y radio más los títulos en gráfica del procesamiento de Boudou por dádivas a causa de un viaje en avión privado a Necochea y otro en helicóptero dentro de la costa atlántica.

Si se tipea en el buscador avanzado de Google “Boudou avión dádiva”, se encontrarán alrededor de 200 menciones indexadas, las primeras de La Nación, TN y Clarín. Si en el mismo buscador se tipea “Kicillof avión G20 o Australia”, también se encontrarán alrededor de 200 registros indexados y también encabezados por referencias de Clarín, Infobae, TN y La Nación, cuyos títulos eran “Kicillof y Timerman a Australia en un jet de lujo”, “Qué opciones tenía el Gobierno antes de contratar un jet”, “Vuelos escandalosos”. Todo cierto.

El problema es que si se tipea en el mismo buscador “Scioli avión Miami”, sólo aparecen veinte registros indexados y, salvo en el caso de Perfil y del sitio de Marcelo Longobardi, quien tituló “El video que puede terminar con la carrera presidencial de Daniel Scioli”, las menciones en los medios críticos del kirchnerismo fueron mínimas y de compromiso. Agrava el hecho que el avión que llevó a Scioli es del empresario Gustavo Carmona, que ya tuvo varias denuncias por sobreprecios en el transporte de De Vido, integró la causa de Ricardo Jaime por dádivas en el uso de aviones privados y es del grupo de proveedores de aviones privados que se suma a la flota presidencial. El diario La Nación ha publicado más de veinte notas sobre Gustavo Carmona y sus aviones en el pasado.

Que Longobardi, otro crítico de los K, le haya dado la misma importancia al tema que le dio PERFIL no es una casualidad: Longobardi es una de las poquísimas excepciones de quienes siempre fueron críticos y no sólo a partir de 2009. Uno de los problemas de 2016 será si se vuelve a repetir el tradicional romance de los medios con un nuevo gobierno, como sucedió con Menem y con Kirchner, para ser críticos sólo cuando ya el daño al país está producido. Por ejemplo, que Scioli fuera electo presidente y contase con una protección mediática ya sea por su generosa mantención de publicidad oficial nacional, por su natural simpatía, porque tratara de conformar a todas las corporaciones o por lo que fuera. Y al igual que en el menemismo inicial, en lugar de un disciplinador agresivo como Kirchner, tuviéramos un “ogro tierno” que con métodos endulzados generase el mismo blindaje periodístico.

Probablemente la filmación de Scioli llegando a Miami fue planificada por alguien con deseo de perjudicarlo, probablemente la maestra que firma el mail no exista y sea la máscara que usaron para amplificar el tema. Pero lo cierto es que si nuestra balanza de las noticias pesa tan diferente, se trate de alguien antipático, neutro o cercano, la primera víctima –como pasa en la guerra con la verdad– será el periodismo.

Error de cálculo

Perfil

Por Nelson Castro.

“El chiquito está en caída libre”, reconoce con preocupación alguien de estrecho vínculo con Axel Kicillof. El equipo económico terminó, a duras penas, una semana para el olvido. Una pregunta casi filosófica sirvió para aflojar la tensión de un hombre que conoce muy bien cómo está la relación del joven ministro con la señora Presidenta: “¿A qué le teme Kicillof de cara al 2015? Ni a los buitres ni al mercado cambiario ‘azul’: a Cristina”, fue la tajante respuesta. Veamos qué fue lo que sucedió para entender de qué hablaba la fuente.

En los festejos por el regreso de la democracia volvió a aparecer la furia presidencial con su carga de crítica desenfrenada, denunciando conspiraciones y pasando facturas a viva voz a propios y ajenos. Una vez más, el kirchnerismo tuvo que salir a vestir de éxito un fracaso estrepitoso. Cristina Fernández de Kirchner estuvo en la vanguardia de los que pretendieron hacer de un fiasco un triunfo. Al fin y al cabo, de eso se trata el cada vez más vapuleado “relato”. El canje adelantado de los Boden 15 y la salida al ruedo del Bonar 24, que permitiría refinanciar deuda, resultaron un severo revés para sus mentores y para el Gobierno. En los días previos al del festejo, Cristina le hizo saber a Kicillof su malestar de manera inequívoca: “Chiquito, vení a explicarme qué quisiste hacer y cómo salimos de esto”. Todas las fuentes coinciden en que ésa fue la primera vez que la relación entre ambos crujió desde sus cimientos. Con la habilidad discursiva que la caracteriza, la primera mandataria repitió el término al llamar al joven ministro en un pasaje del acto. Los medios oficialistas se esforzaron por destacar que el “vení, chiquito”, esta vez pronunciado en público, había sido una muestra de cariño casi maternal. No hace falta ser psicólogo para saber que sólo una madre puede desestabilizar a un hijo con tan poco como una palabra.

Lo que siguió fue aun peor. Las consecuencias de los errores técnicos y la falta de timing en el lanzamiento del canje no se hicieron esperar. El efecto que se quería generar en el frente externo, dando la imagen de una Argentina sólida y confiable, se diluyó inmediatamente. Y junto a ello se esfumó también el supuesto alivio que las arcas estatales podrían haber tenido de cara a 2015. En el frente interno, las consecuencias negativas de la equivocada iniciativa gubernamental las van a sufrir muchas provincias. Un operador político de diálogo fluido con los referentes del interior aseguró: “Las provincias que están ajustadas financieramente habían pensado seguir los pasos del gobierno nacional emitiendo deuda con el objetivo de refinanciarse y oxigenar su delicada situación fiscal. El error de cálculo de Kicillof las dejó sin chances, y muchos gobernadores están haciendo cola para putearlo (sic)”. Sin lugar a dudas, 2014 tendrá un cierre apretado y, lo que es peor aun, para los primeros meses de 2015 no se avizora nada que signifique un alivio para las esmirriadas arcas públicas.

El otro frente de preocupación creciente dentro del Gobierno es el judicial. Allí se ha abierto una verdadera caja de Pandora. Hay temor de lo que pueda suceder en ese ámbito. Para peor, la forma absolutamente desprolija en la que se han hecho los “negocios” en el mundo del kirchnerismo facilita enormemente la tarea de los jueces y los fiscales con voluntad de cumplirla como corresponde. En cuanto se rasga un poco aparecen datos y evidencias de una trama de corrupción indisimulable. La necesidad de poner freno a ese torbellino judicial ha sido el motor que impulsó los cambios que se operaron en el gabinete nacional. El nombramiento más importante en la Secretaría de Inteligencia (SI) no fue el de Oscar Parrilli –un verdadero mayordomo de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner– sino el de Juan Martín Mena. Mena se venía desempeñando en la órbita del Ministerio de Justicia. Su ingreso a la SI tiene un objetivo primordial: poner un freno al accionar de los jueces y fiscales que investigan a Lázaro Báez, a la Presidenta y a su familia.

“Llega tarde, el proceso es imparable; las pruebas surgen a borbotones”, señaló cortante un funcionario judicial con despacho en los tribunales de la avenida Comodoro Py al 2000. Según lo que se vio en la semana que pasó, los hechos le han dado la razón. Las virulentas críticas y descalificaciones presidenciales pregonadas contra los jueces desde el atril durante el acto del 13 de diciembre pasado no hicieron mella en el ánimo de los magistrados que hurgan en las profundidades oscuras del poder. Sergio Berni, el poderoso secretario de Seguridad, fue procesado por supuesto enriquecimiento ilícito, la causa Hotesur avanza, y a Amado Boudou lo complicó aun más la declaración judicial de Carlos Fernández, último ministro de Economía de Néstor Kirchner. Fernández señaló que la participación de la firma The Old Fund –propiedad de Alejandro Vandenbroele– en la renegociación de la deuda pública de la provincia de Formosa fue absolutamente innecesaria.

Los cambios producidos en la Secretaría de Inteligencia habrán de tener, además, otra consecuencia concreta ya que, en la práctica, esa tarea ha quedado en las manos del teniente general César Milani, cuya situación también se habrá de complicar a partir del 10 de diciembre de 2015. El elogio y la defensa de su persona por parte del ex mayor Ernesto “Nabo” Barreiro en los reportajes radiales que concedió desde la cárcel de Córdoba, donde se halla detenido acusado por comisión de delitos de lesa humanidad, fueron un verdadero salvavidas de plomo para el comandante en jefe del Ejército.

Por lo demás, la autorización a Milani para realizar tareas de inteligencia interna representa una violación de la Ley de Defensa de la Democracia, que prohibe a las Fuerzas Armadas realizar tareas de inteligencia interior. Para el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha comenzado la cuenta regresiva. El llano despunta ya sobre el horizonte, y con él, la cruda realidad de la vida sin impunidad, las ventajas y los privilegios del poder


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