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DEBATE
Oña: "Anticipos para la economía post K". Jorge Velázquez: "El Central sufre la política de la frazada corta"
10/02/2015

Anticipos para la economía post K

Clarín

Por Alcadio Oña.

Tiene a su favor la experiencia de haber atravesado circunstancias mucho peores, y quizás por eso en su mirada ciertos problemas son serios pero no tan serios como algunos los pintan. Dice el hombre, que ocupó una función clave durante la crisis económica de 2002: “Creo que con un programa bien armado y operando sobre varios frentes a la vez, la situación coyuntural puede ser superada en un año. Lo más grave es el desorden estructural, y eso sí que llevará tiempo resolver”.

Para empezar, el retraso cambiario al tope en el ranking de prioridades de unos cuantos especialistas. Próximo a las ideas de economistas que trabajan al lado de candidatos fuertes, piensa que será inevitable unificar de un golpe los dólares que existen en el mercado, lo cual le da una devaluación cercana al 30%.

“Esto es mejor que un sistema gradual, que alimentaría expectativas, induciría indexaciones y forzaría un ejercicio permanente con las tasas de interés ”, dice. Y apuesta a que un dólar más alto pondrá en caja al paralelo y permitirá empezar a desmontar el cepo cambiario.

Como otros analistas, incluye en el paquete la suba de algunas retenciones para compensar el impacto de la devaluación sobre los precios. Su enfoque también contempla ir por un ajuste, ahora sí gradual, de las tarifas públicas, con un plazo de tres años, enfilado hacia los sectores de mayores ingresos y protegiendo a los de abajo: “El objetivo consiste en achicar la impresionante montaña de subsidios, redireccionar el destino de una porción de esos recursos y reducir el déficit fiscal”.

En el mismo esquema entra recomponer toda la estructura de precios relativos de la economía, por cierto muy distorsionada a lo largo de estos años.

Pero advierte que nada de lo que se haga tiene sentido o capotará si no va incorporado a un plan antiinflacionario consistente, que articule simultáneamente las políticas fiscal, monetaria, cambiaria y de ingresos: “Será imprescindible crear un horizonte de certidumbre desde el comienzo”, remata.

El hombre, vale aclarar, no juega con ninguno de los candidatos.

Para uno que sí está en la cancha y comparte puntos de vista del ex funcionario de Eduardo Duhalde, lo óptimo sería que buena parte del arco político acepte acompañar públicamente algunos lineamientos básicos, incluido, en dosis limitadas, el uso de decretos para casos que demandan acciones rápidas. “No hacer oposición ni competir duro al menos por un tiempo”, pretende.

Ahora opina un economista que juega con otro candidato: “Es crucial cambiar el paradigma kirchnerista del consumo y del corto plazo, por uno donde la mira esté fijada en la inversión y en las exportaciones”. Sostiene que con una estrategia acertada existen capitales dispuestos a entrar pronto en la producción de alimentos y las energías renovables o para explotar recursos petroleros ya existentes: “Estamos en dificultades con Vaca Muerta”, señala.

Todos coinciden en que el conflicto con los holdouts es un problema, aunque no un gran problema. Dice uno de ellos: “Sería posible solucionarlo con un gobierno que cambie la manera de relacionarse con el mundo, que despierte confianza. Además, si algo ha hecho bien el kirchnerismo fue aliviar los plazos de la deuda externa”.

En el ya mismo abundan interesados en inversiones rigurosamente financieras y preguntan por los tiempos, o sea, cuánto más puede durar la desvalorización de los activos empresarios argentinos, considerable según sus cálculos respecto de otros países de la región. A la pesca de oportunidades, cuentan en una consultora, también anda el grupo de George Soros.

Paradójico final del modelo productivo con inclusión social, que hoy mande la patria financiera. Aunque, en realidad, las bicicletas vienen circulando desde bastante antes, empujadas por los errores y los movimientos erráticos de la gestión económica del kirchnerismo.

Tanto en comandos de la oposición como en uno del oficialismo ya circulan informes sobre propuestas para cada área. Pero no van a lanzarlas como un programa de gobierno hasta que el candidato lo decida: “Para nosotros ese momento puede llegar en unos dos meses”, estima alguien al que le confiaron el sector externo, pero reconoce, como el resto, que las medidas más controvertidas recién verán la luz después de las elecciones.

¿En qué consiste el desorden estructural que llevará tiempo resolver?, le preguntó Clarín al economista de la crisis del 2002.

Respuesta: “Hay unas cuantas cosas que entran en ese espacio amplio, empezando por rearmar un Estado que está poco menos que destartalado y ha dejado de cumplir roles que son parte de su esencia. Gobernado, encima, por una concepción ideólogica según la cual debe cumplir ciertas funciones sociales sin pedir nada a cambio o exigiendo muy poco a cambio.

Hay planes que se chocan entre sí, descontrolados, y no se trata de eliminar al boleo sino de reformularlos y de darle otro encuadre al conjunto”.

Muchos de los roles que el Estado ha dejado al garete son de sobra conocidos. Entre ellos, la inseguridad y la ausencia de una educación de calidad que potencie oportunidades e iguale hacia arriba y que sirva al desarrollo de la economía; servicios esenciales deficientes, inaccesibles para anchas capas de la población y, al fin, agujeros en la infraestructura donde resaltan la situación del sistema ferroviario y la crisis energética.

La corrupción, a alturas aquí difíciles de empardar, y las políticas que alimentan maniobras oscuras entre funcionarios y empresarios amigos del poder pueden ser puestas en alguno de los tantos casilleros disponibles.

Claro que aún falta recorrer un largo camino hasta llegar a 2016, largo por lo impredecible y porque quien debe tomar hoy las decisiones acostumbra acusar a otros por problemas autogenerados, amasados durante años. El deterioro de la economía, que Axel Kicillof jamás resolvió, es una prueba libre de cualquier discusión.

Es notable, para el caso, que el gobierno termine apretado por la escasez de divisas, pese a que sólo entre 2010 y 2014 el complejo sojero aportó US$ 116.744 millones. Que todos los días el jefe del Banco Central, Alejandro Vanoli, cuente cada dólar de su caja, que haya llegado al extremo de cerrar todas las importaciones y ahora disfrace, con el argumento de “frenar maniobras especulativas”, lo que en realidad son trabas por otros medios.

No menos notable es que el déficit fiscal bata récord tras récord cuando las retenciones han dejado, en ese mismo período, el equivalente a US$ 40.000 millones.

Hacen bien los economistas que acompañan a los presidenciables en pensar, ya mismo, cómo apagarán los focos de incendio que heredarán del kirchnerismo. Mejor dicho, la parte que a ellos les tocará.

El Central sufre la política de la frazada corta

Clarín

Por Jorge Velázquez.

El Banco Central quedó prisionero de una política de “frazada corta” en materia cambiaria. En este momento -con el guiño del Ministerio de Economía- se fijó como prioridad tener bajo control la cotización del dólar blue para mantener a raya las expectativas de inflación. Esto lo obliga, a la vez, a garantizar la provisión de dólar para tenencia (ayer a $ 10,41) sabiendas de que la mayoría de los ahorristas para hacer una ganancia rápida luego vende esos billetes en el mercado paralelo (a $ 13,18). A la autoridad monetaria no le preocupa financiar esa distorsión. Se conforma con quitarle presión compradora a las cuevas financieras de la city.

Sin embargo, esta estrategia desnuda otras debilidades de la política económica. Por un lado, afecta el nivel de reservas y genera incertidumbre sobre el futuro del tipo de cambio. Entonces, es cuando los funcionarios deciden ir por el camino más corto y bloquean a los importadores el acceso al dólar oficial. Esto tiene otra consecuencia adversa, que la urgencia obliga a pasar por alto: afecta negativamente en el nivel de actividad económica.

La apuesta es que este desequilibrio quedará resuelto con la próxima cosecha de soja, cuando empiece a asomar el otoño. Los granos acercarán los dólares que faltan actualmente para solucionar este problema, razonan en los despachos oficiales.

Pero los datos que manejan los analistas económicos siembran algunas dudas sobre ese pronóstico. En lo inmediato, los exportadores de granos informaron ayer que en lo que va de 2015 liquidaron US$ 1.343,11 millones, que representan una baja de 10% contra el mismo mes del año pasado. Igual, aunque hacia adelante la cosecha acerque más divisas, el problema está en la otra punta del tablero: nada hace prever que la salida de dólares vaya a seguir un rumbo más moderado que el año pasado, a menos que se cierre más el torniquete sobre las importaciones. O que se tome otra medida drástica sobre la cual ya hay especulaciones circulando: que se cierre el grifo de las ventas del dólar ahorro.

Los analistas que consideran que este último escenario tiene altas probabilidades de cumplirse se basan en estadísticas oficiales que dan cuenta de la sangría de dólares que registró a lo largo del año pasado pese a los esfuerzos oficiales por detenerla. Los datos reflejan una mayor salida de divisas y también una menor generación de ingresos por otras vías, como las exportaciones petroleras que cayeron 11% en 2014 contra el año anterior. Los US$ 1.000 millones extras que salieron por importación de energía. Los mayores servicios de la deuda pública o la plata que gastaron los turistas argentinos en el exterior.


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