IAPG ENCABEZADOPAN AMERICAN ENERGY (CABECERA
WEGTGN
SECCO ENCABEZADOALEPH ENERGY ENCABEZADO
PRELASTKNIGHT PIÉSOLD ENCABEZADO
SACDE ENCABEZADOINFA ENCABEZADO
RUCAPANELMETSO CABECERA
Induser ENCABEZADOSAXUM ENGINEERED SOLUTIONS ENCABEZADO
GSB CABECERA ROTATIVOFERMA ENCABEZADO
METROGAS monoxidoMilicic ENCABEZADO
PIPE GROUP ENCABEZADGRUPO LEIVA
cgc encabezadoGenneia ENCABEZADO
BANCO SC ENCABEZADOPWC ENCABEZADO ENER
WICHI TOLEDO ENCABEZADOJMB Ingenieria Ambiental - R
WIRING ENCABEZADOCRISTIAN COACH ENCABEZADOCINTER ENCABEZADO
EVENTO LITIO ENCABEZADOBANCO SJ ENCABEZADONATURGY (GAS NATURAL FENOSA) encabezado
OMBU CONFECATSERVICIOS VIALES ENCABEZADO ENER
DEBATE
Morales Solá: "Le marcó la cancha". Van der Kooy: "Sólo hostilidad". Santoro: " Víctimas de la 'guerra' judicial". Tenembaum: "La pregunta que no puede responder"
04/03/2015

Y al final, le marcó la cancha

La Nación

Por Joaquín Morales Solá.

Ricardo Lorenzetti, presidente del máximo tribunal de Justicia del país, tiene suerte. Él puede contestar, con una repercusión parecida aunque no idéntica, a las diatribas de la Presidenta. La mayoría de los agraviados por Cristina Kirchner carece de esa posibilidad. El juez puede, en fin, romper el círculo perfecto del cristinismo según el cual los agravios presidenciales deben quedar sin respuesta. Lorenzetti, en cambio, rediseñó su discurso de ayer, que había preparado con un tono mucho más moderado, aunque con claras alusiones a la necesaria independencia del Poder Judicial.

"Tendrán que leerlo entrelíneas", habían anticipado el viernes los que conocían el borrador. No hubo entrelíneas. Sin mencionarla directamente, Lorenzetti se dedicó ayer a desarmar línea por línea cada referencia peyorativa de Cristina Kirchner a la Justicia.

El presidente de la Corte Suprema soportó el domingo uno de los peores momentos de su vida. Fue cuando Cristina descalificó a la Justicia con largos argumentos y criticó a la propia Corte en las narices de un Lorenzetti que no podía decir nada. Más bien, sabía que era el centro de todas las miradas curiosas que estaban en el recinto parlamentario y que las cámaras de la televisión oficial lo estaban enfocando. Ni siquiera tenía derecho a un gesto de enfado. El borrador previo de Lorenzetti fue reemplazado por un discurso claro y directo, que no careció de la vieja predisposición del juez para convocar a un país más consensual, menos enardecido. "Hay que pasar a un modelo que sepa conducir la diversidad", dijo, y de esa manera él también comenzó a despedir al cristinismo del poder.

Hay cosas que no nacieron el domingo. Ya los jueces supremos habían debatido sobre la carta de Cristina en Facebook, el sábado posterior a la marcha del 18-F, en la que por primera vez habló de un partido judicial. En ese documento, la Presidenta escribió que nunca permitirá que le "marquen la cancha". Los jueces futboleros (Juan Carlos Maqueda, sobre todo) explicaron que en la jerga del fútbol aquella metáfora significa marcar límites. "Marcar la cancha es fijar límites", dijeron. Y el deber constitucional de la Justicia, concluyeron todos, es fijar límites a los poderes, sean institucionales, políticos o económicos. Hacer reales y tangibles, en definitiva, los límites que la propia Constitución establece.

Por eso, el concepto de ayer de Lorenzetti ("el Poder Judicial debe poner límites") es producto de una larga reflexión de la Corte, no de una improvisación tras el discurso de la Presidenta. Es probable, sí, que lo que iba a ser una suave alusión se haya convertido, después del azote presidencial, en lo que fue: una clara advertencia sobre el papel de la Justicia en un sistema republicano. Pidió, en ese sentido, una reeducación de políticos y dirigentes sobre el rol de las instituciones del Estado y planteó la necesidad de una "actitud madura" en la cooperación entre los poderes constitucionales. Siempre se pide lo que no se tiene: ¿hace falta subrayar que Lorenzetti denunció inmadurez en la conducción del Estado y en la relación entre sus instituciones? ¿No fue ésa, acaso, una alusión directa (entrelíneas, eso sí) al discurso que la Presidenta dijo 48 horas antes?

Si Cristina no fuera Cristina y si su destino no fuera tan corto, podría decirse que estamos a las puertas de un conflicto de poderes. Sin embargo, para que eso ocurra deben suceder hechos concretos que provoquen la colisión entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Por ahora, al menos, la Presidenta se conformó con la retórica de la confrontación y el insulto. Al revés de lo que temían jueces y fiscales de instancias inferiores, no anunció ninguna medida que desestabilizara al Poder Judicial. Muchos de esos funcionarios judiciales preveían, incluso, la posibilidad de que Cristina anunciara que pondría en comisión a todo el Poder Judicial. Hubiera sido un golpe de Estado contra uno de los poderes de la Constitución. Pero no sucedió. El conflicto queda, por lo tanto, reducido a las palabras de uno y a la refutación del otro. Una tensión innecesaria, pero encerrada en los límites de planteos teóricos.

Lorenzetti hizo ayer las veces de un profesor de educación cívica elemental. No fue un defecto, sino una exigencia. La necesidad de que un juez explique cómo funcionan los poderes de la Constitución, cuál es la función de cada uno de ellos y cómo deben resolverse eventuales fricciones señala con precisión que el país ha regresado a un estado predemocrático. Sólo le faltó aclarar que los presidentes inauguran los años parlamentarios para exponer qué harán durante los próximos doce meses y no para abrir nuevas batallas políticas ni para maltratar a los enemigos del día.

Un aspecto especialmente significativo del discurso de Lorenzetti fue la calificación de "víctima" que hizo del fiscal Alberto Nisman. Sea cual haya sido el procedimiento de su muerte, está claro que para el Poder Judicial Nisman murió como consecuencia de la denuncia que hizo contra el Gobierno. Lorenzetti se reunió por lo menos dos veces con la ex esposa del fiscal, la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien sostiene públicamente la teoría de que su ex marido no se suicidó. Los peritos que ella nombró, que elaboraron un informe hasta con las características psicológicas de Nisman, escribieron lo mismo. No fue un suicidio. Ese informe podría salir a la luz en las próximas horas o días.

La referencia a Nisman sucedió pocos días después de la polémica resolución del juez Daniel Rafecas que desestimó la denuncia del fiscal muerto. Tal vez por eso Lorenzetti reconoció el derecho de todos a criticar las resoluciones de los jueces, aunque pidió que no se los estigmatizara sólo porque no coinciden con las posiciones de los que lo critican. La resolución de Rafecas abrió, incluso, una grieta en la propia dirigencia de la comunidad judía. Un sector de ella considera que Rafecas no les dijo la verdad cuando recibió a la conducción de la DAIA el mismo día en que hizo pública su decisión. Intuye que hay demasiada similitud entre lo que dijo Rafecas y lo que expresó la Presidenta en el Congreso cuando criticó a Nisman.

El fiscal había escrito un borrador con otra posición, contraria a la que terminó presentando, que fue encontrado en la caja fuerte de Nisman. Su secretaria, Soledad Castro, firmó un documento aclaratorio en el que precisó que ese borrador correspondía a otro estadio de la investigación, a otro contexto de la pesquisa de Nisman. Nada raro. Es lo que suelen hacer jueces y fiscales, según los distintos tramos de una investigación. Dirigentes de la DAIA afirmaron que Rafecas no les permitió leer los documentos previos de Nisman ni el documento aclaratorio de su secretaria. Simplemente se los exhibió. Los dirigentes judíos más díscolos con Rafecas hicieron su propia investigación de lo que sucedió y llegaron a la conclusión de que no se podía poner en duda la actitud de Nisman. Otra franja de la DAIA, que también disiente de la resolución de Rafecas, prefiere ser más moderada y esperar los próximos pasos de la Justicia. Sobre todo, la apelación del fiscal Gerardo Pollicita y su repercusión en la Cámara Federal que deberá revisar la resolución de Rafecas.

Lorenzetti no se privó tampoco de marcarle a Cristina las lagunas de su conocimiento. La Corte Suprema, la anterior, no ésta, ya sentenció sobre el atentado que voló la sede de la embajada de Israel en Buenos Aires y culpó al grupo político-terrorista Hezbollah, el mismo que habría participado dos años después del devastador atentado a la AMIA. Es cosa juzgada. Lo que ninguno de los dos dijo es que, en la causa de la embajada de Israel, la Corte pidió la captura internacional de dos dirigentes del gobierno de Irán. Los dos están también en la lista de ciudadanos iraníes reclamados por la justicia argentina por el atentado a la AMIA. Es, entonces, la Presidenta la que se olvidó de incluir el atentado a la embajada de Israel en su acuerdo con el gobierno de Irán.

Sólo hostilidad entre los K y la Justicia

Clarín

Por Eduardo van der Kooy.

La hipótesis de una tregua entre Cristina Fernández y la Corte Suprema, después del fallo de Daniel Rafecas que desestimó la denuncia por encubrimiento terrorista del fiscal muerto, Alberto Nisman, parece haberse evaporado. Es cierto que siempre existen pliegues insondables entre los poderes de un sistema institucional. Pero el discurso de Ricardo Lorenzetti, al inaugurar el año judicial, habría enterrado aquella conjetura. El titular de la Corte Suprema respondió el desafío político que la Presidenta disparó el domingo, durante la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso. También replicó, de modo explícito, las acusaciones y las mentiras presidenciales derramadas sobre el máximo Tribunal por el atentado en la Embajada de Israel, en 1992.

Lorenzetti habría pretendido reponer con su discurso de ayer cierto equilibrio inestable en el Poder Judicial, producto del belicismo que, sobre todo desde el 2013, viene desarrollando el kirchnerismo en ese campo. ¿Cómo es eso? Los sectores judiciales que responden al Gobierno (Justicia Legítima) habían retrocedido después de tres reveses duros. La tragedia de Nisman, la multitudinaria Marcha del Silencio del 18 de febrero, que se encargaron de impugnar, y la imputación por presunto encubrimiento terrorista a Cristina y a Héctor Timerman hecha por el fiscal Gerardo Pollicita.

La recuperación sobrevino con el dictamen de Rafecas que tendió a ridiculizar a Nisman y a Pollicita, sin reparar en ninguna de las pruebas solicitadas. Casi en línea similar a la que traza el ex miembro K de la Corte, Raúl Zaffaroni. Que el fiscal muerto, a lo mejor alucinado, había escrito un texto carente de mínimo fundamento.

Otro apuntalamiento para Justicia Legítima fue el discurso de la Presidenta. Amén del latiguillo sobre el partido judicial, habló de los “jueces que se independizaron de la Constitución”. Metáfora sobre la teoría del “golpismo blando” o “el activismo judicial golpista” que blandió el kirchnerismo. En ese punto, los jueces y fiscales que tomaron parte de la marcha presumieron la llegada de una noche prematura. Dos de los que impulsaron la movilización sufrieron amenazas desde el último domingo. “No toleraremos ninguna acción que ponga en riesgo el Estado de Derecho”, advirtió el jefe de la Corte.

Dijo otro par de cosas que parecieron una daga clavada en el corazón del pensamiento kirchnerista. “El Poder Judicial deber poner límites”; “Hay un modelo institucional agotado que debería reemplazarse por otro más deliberativo”. Las antípodas del mensaje subyacente de Cristina en el Congreso.

Después de escuchar a Lorenzetti el fiscal Pollicita dejó de tener dudas. Apelará la desestimación de Rafecas. Es una cuestión de horas. El grueso de la Justicia también sintió alivio. Pero todos podrían equivocarse si suponen que la Presidenta optará por algún retroceso. La apelación de Pollicita obligará a la intervención de la Cámara Federal. Sala I o Sala II, se verá. En cualquier caso, entrará también en acción el fiscal general, Germán Moldes. Cristina lo marcó el domingo –con molde de escrache– por haber imputado al titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, y a la procuradora del Tesoro, Angélica Abbona. Ambos por distintos motivos. Parece difícil imaginar que Moldes no objete la desestimación de Rafecas. Luego resolvería alguna de aquellas Cámaras.

Pero el trámite no será fácil: el kirchnerismo, a instancias de Alejandra Gils Carbó, pretenderá recusar a Moldes. Apelaría al recurso del apoderado del PJ y diputado nacional, Jorge Landau. La participación en la Marcha del Silencio lo invalidaría para intervenir en la causa. Hay otra severa controversia en puerta entre el kirchnerismo y la Justicia.
La ofensiva se extendería a todos los convocantes de ese imponente homenaje a Nisman. Debería completarse con una maniobra que por el momento quedó detenida: la designación de los 16 fiscales urdida por Gils Carbó y frenada por medidas cautelares. El Gobierno va en la búsqueda de tumbar esas decisiones porque la otra estrategia cavilada no serviría: la de intentar que el nuevo Código Procesal Penal entre en vigencia antes de agosto. Hubo emisarios oficiales que se habían entusiasmado con la posibilidad de que aquellas cautelares fueran volteadas por la Corte Suprema. Si esa chance existió alguna vez, fue fulminada por dos episodios de los últimas horas. El desaire de Cristina a Lorenzetti y la respuesta del titular de la Corte delante de una jerarquizada presencia judicial.

Lorenzetti aprovechó uno de los tantos errores en que incurrió la Presidenta cuando, desde bancas de la oposición, fue interpelada con carteles sobre el atentado y la investigación por el atentado en la AMIA. Primero delineó la tesis de un autoatentado en la Embajada de Israel. Luego preguntó por qué razón la Corte nunca había avanzado con dicha investigación ni descubierto culpables. La ira la cegó. Lorenzetti recordó que hubo sentencia. Que determinó el hallazgo del grupo fundamentalista Hezbollah como responsable. Ese trámite, es verdad, resultó cuestionado. Pero el juez nacido en Rafaela fue contundente: recordó que la sentencia correspondió a 1999, cuando reinaba la Corte de mayoría automática menemista. Recalcó que se trata de cosa juzgada que el actual Tribunal no posee facultades para modificar. Suena increíble tamaño desconocimiento presidencial.

¿Desconocimiento o defensa, tal vez, desesperada? Podrían ser una combinación de todo. Cristina también quiso transformarse delante del plenario del Congreso en heroína de la investigación por la AMIA. Sostuvo que desde 1994 se había embarcado como legisladora en una lucha inquebrantable para llegar a la verdad. Y que en ese camino había pedido siempre la separación del juez interviniente, Juan José Galeano. En la Comisión Bicameral de seguimiento de los ataques a la Embajada y a la AMIA, que integró, decidió suscribir en 1997 un informe de reconocimiento a Galeano. Aconsejó incluso a la Corte Suprema que delegara en ese mismo magistrado –luego destituido por juicio político– la sustanciación de ambos ataques terroristas, por su evidente conexidad y causalidad.

Aquella desesperación obedecería siempre al mismo motivo. La Presidenta no sabe cómo justificar su viraje en la política exterior que concluyó con la firma del Memorádum de Entendimiento con Irán. Una determinación que tiene nexo con la denuncia de Nisman por presunto encubrimiento terrorista. Y con su misteriosa muerte posterior.

En ese sendero ya no tendría retorno. De allí, la escalada de tensión en el vínculo con Israel. El primer ministro, Benjamin Netanyahu afirmó desde Washington que el atentado a la Embajada fue detonado por Teherán. Tel Aviv responsabilizó a la Argentina por la falta de seguridad en esa sede diplomática.

La Presidenta avanza con un conflicto, quizás atizada por sus necesidades de política doméstica, sin calibrar sus consecuencias. Incrusta al país en un escenario internacional que no le pertenece y le calza demasiado holgado. Un juego similar se pagó extremadamente caro en los 90.

Un pedido para sacar a las víctimas de la “guerra” judicial

Clarín

Por Daniel Santoro.

Lorenzetti debe saber que su pedido de “debate democrático” de ayer con el Gobierno caerá en saco roto, pero era su obligación intentarlo en esta difícil transición. 

Sobre todo porque fracasó el intento de Cristina de construir un “cordón sanitario” de protección judicial para ella, Máximo y sus íntimos. Así, las causas por corrupción contra el Gobierno seguirán avanzando y Cristina seguirá tratando de demonizar a los magistrados. 

Sin embargo, el presidente de la Corte pidió, con altura y respeto, que se critiquen los fallos pero que no se “deslegitime” a los jueces con ataques personales. Por eso Lorenzetti apeló en el emotivo video con que abrió el año judicial dedicado a todas las víctimas de las tragedias argentinas recientes: represión ilegal, voladura de la fábrica de armas de Río Tercero, Cromañón, Once y la sospechosa muerte de Nisman, entre otras. En otras palabras, las víctimas y sus familiares no merecen sufrir, además de su pérdida, las consecuencias de la “guerra” judicial.

Por otra parte, varios jueces se retiraron satisfechos por el mensaje de su jefe. Pero en su fuero íntimo conocen que impartir Justicia “más que a un juego en equipo como el rugby se parece a un partido de golf donde el juez juega solo contra la cancha”, comentó un magistrado.

El mensaje de Lorenzetti no sólo estuvo en su discurso y el video, sino también en los 450 invitados: Madres de Plaza de Mayo-línea fundadora, Adolfo Pérez Esquivel, AMIA, DAIA y otras entidades de la sociedad civil.

Al discurso partidista de Cristina del domingo, Lorenzetti le contestó también con apelaciones a la mitología griega (habló de Ulises atado a un mástil para no ser manipulado por el canto de la sirenas y de jueces atados a la Constitución) y a la necesidad de construir una gobernabilidad de una sociedad heterogénea como la Argentina.

Coincidió con la Presidenta en defender la reforma del Código Civil y Comercial y los juicios por la represión ilegal. Y pidió consensuar con el Gobierno una política de Estado contra el narcotráfico y una “profunda reforma” de las fuerzas de seguridad federales como auxiliares de la Justicia. Recordó a la niña judía Ana Frank que resistió a los nazis con convicciones y a Nelson Mandela que resistió al apartheid en Sudáfrica. Luego la sala estalló en un cerrado y prolongado aplauso. Un juez, que pidió el anonimato, se preguntó: ¿Cuánto durará el clima de convivencia que (ayer) intentó construir Lorenzetti antes del próximo ataque presidencial?

La pregunta que no puede responder

El Cronista

Por Ernesto Tenembaum.

En el momento más altisonante de su discurso de apertura de las sesiones ordinarias, la presidenta Cristina Fernández defendió su actuación pública respecto del atentado contra la AMIA ocurrido en 1994. Cristina reivindicó que desde 1996 fue crítica de la actuación del juez Juan José Galeano, que firmó dictámenes en disidencia en la comisión parlamentaria que investigaba el tema, que luego lo llevó una y otra vez a las Naciones Unidas. Acusó al ex presidente de la DAIA, Rubén Beraja, de ser un vaciador de bancos, al ex fiscal Ricardo Nisman de haber cambiado su posición abruptamente, a la Corte por no acelerar el juicio por encubrimiento y al estado de Israel de no reclamar el esclarecimiento del atentado contra su propia embajada en Buenos Aires.

Sin embargo, el centro del debate en las últimas semanas –desde que Nisman presentó su denuncia– no giraba sobre ninguno de esos puntos. Nadie cuestionó la actuación histórica de la Presidenta respecto de la AMIA sino su giro notable desde el año 2011, cuando todo se encaminó hacia la firma del memorandum de entendimiento con Irán.

Hay una pregunta que tanto Cristina como sus defensores en el área judicial o periodística tienen una enorme dificultad para responder sobre todo esto y por eso la ignoran, desvían el eje o le dedican apenas un párrafo al pie: ¿Qué fue ese Memorandum? Y de esa pregunta nacen otras tantas, como en una cascada.

Desde mediados de enero, con mayor o menor solidez, distintos juristas, comentaristas televisivos, periodistas de gráfica, políticos, la misma Presidenta y, la semana pasada, el juez Daniel Rafecas, coincidieron en sostener que la denuncia de Nisman era jurídicamente endeble. Si se concede eso –es decir, que Nisman no tenía suficientes elementos para sostener ante un juez las conclusiones que defendió antes de morir–, sigue sin quedar claro qué fue ese acuerdo con Irán, punto sobre el cual un juez no tiene nada que decir porque su trabajo está limitado a evaluar la solidez de las pruebas de un fiscal.

Entonces: ¿Qué fue ese memorandum?
A principios del 2013, cuando se confirmó oficialmente que la Argentina había llevado a cabo negociaciones con Irán, mucho antes de la denuncia de Nisman. hubo dos interpretaciones dominantes. La primera era la del Gobierno argentino, que fue acompañada por dos agrupaciones de familiares de víctimas. Según esa versión, el acuerdo intentó resolver por vía diplomática lo que estaba trabado en el camino judicial: esto es, acordar un mecanismo con Irán para que los acusados puedan testimoniar y, de esa manera, habilitar al juez para tomar los pasos procesales siguientes que considerara necesarios. La segunda interpretación fue expuesta ya entonces por Laura Guinsberg, la líder de otra de las agrupaciones de familiares: el objetivo era ponerle un punto final a la causa AMIA. Se trataba de un acuerdo que canjeaba impunidad por algún beneficio político o comercial. Además de ella, opinaron en un sentido crítico los líderes de la comunidad judía y varios referentes opositores.

Dos años después, el debate continúa pero con una variación central: si se sigue incluso el recorrido de la argumentación oficial, lo que se ve es un fracaso. Si, realmente, el Gobierno no concedió la impunidad, como dice, sino que persiguió un camino oblicuo hacia la Justicia por medio de un pacto con quienes encubrían a los principales acusados, el resultado está a la vista: nada. Dos años después, Irán no ratificó el acuerdo, no se conformó la comisión de la verdad, no se tomó declaraciones a nadie y la causa quedó trabada. O sea que, en el mejor de los casos, el Gobierno no consiguió los objetivos que dice que se propuso: no logró que se avance ni un milímetro en el esclarecimiento del peor atentado terrorista de la historia argentina. La credulidad, la ingenuidad, ¿la torpeza? de la diplomacia argentina provocó una nueva frustración en los intentos de esclarecerlo: generó expectativas vanas, lastimó a un cuerpo social ya dañado.

Fue, además, una frustración anunciada: si se revisa el debate de los días en que el Parlamento aprobó el Memorandum, se verá que hubo largos discursos de referentes opositores advirtiendo que el planteo oficial no era razonable, en el mejor de los casos, o era mentiroso, en el peor: ¿Acordar con el país que protegía a los principales acusados del atentado para esclarecer la verdad? ¿Tenía lógica eso? ¿No era obvio que ese objetivo no se cumpliría? ¿O escondía algo más?

El Gobierno podría argumentar que fue crédulo hacia Irán, que jamás sospechó que los iraníes harían los desplantes que hicieron, que el canciller Hector Timerman miró a los ojos a su par iraní y, simplemente, le creyó. Pero bastaba leer las declaraciones públicas de Irán desde antes del acercamiento para saber que uno de sus objetivos, al pactar con la Argentina, era el de lograr que se levantaran los pedidos de captura contra sus funcionarios más destacados. Una y otra vez, en cada comunicado, Irán dijo lo mismo: que la Justicia argentina estaba equivocada y que la verdad se debía buscar por otro lado. Es curioso que Irán haya firmado un Memorandum donde el asunto que más le importaba no figurara en la negociación previa y no fuera expresado de manera ambigua en el Memorandum. ¿Realmente no figuraba?

Si las pruebas de Nisman para demostrar en la Justicia el encubrimiento pueden ser débiles, los argumentos del Gobierno para explicar lo que quiso hacer son solo aptos para quien no quiera hacerse preguntas. ¿Fue un intento de buscar la Justicia que fracasó por torpeza e ingenuidad, o fue un acuerdo que consagraba la impunidad, que fracasó contradicciones internas del Gobierno argentino? ¿No es demasiado naif o interesada la primera explicación? ¿No impulsa a investigar a fondo en la otra dirección? Hay, naturalmente, elementos que pueden fortalecer una u otra hipótesis. En cualquiera de las dos, todo terminó en un fracaso, palabra que no fue incluida en el extenso discurso presidencial del domingo, en un asunto de sensibilidad extrema.

Mientras tanto, si bien no logró la cancelación de las alertas rojas, Irán tiene motivos para celebrar del viraje de Cristina. Basta releer el discurso del domingo. Ya no hay denuncias contra ese país. Los enemigos del Gobierno, en la causa Amia, son el fallecido fiscal Ricardo Nisman, la Corte Suprema de Justicia y el Estado de Israel. No se entiende que ganó Argentina, pero Irán –como mínimo– logró que las acusaciones se dirigieran hacia otra dirección.

Los amigos de entonces pasaron a ser los enemigos, y viceversa.

Si la causa que intentó abrir Nisman se archiva, el Gobierno habrá logrado un pequeño triunfo: que aquel acuerdo no tenga consecuencias judiciales.

La investigación judicial sobre el atentado, mientras tanto, sigue tan trabada como antes de aquel llamativo Memorandum, donde se quiso hacer justicia pactando con quienes protegían a los principales acusados de 86 asesinatos.

¿Eso era lo que dijeron que querían hacer?
¿Eso esperan que sea creíble?


Vuelva a HOME

;