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DEBATE
Kohan: "Brasil anticipa riesgos y pesadillas". Oviedo: "El peor legado K". Grondona: "Sin error no hay aprendizaje". Fernández Canedo: "La 'bicicleta' de Axel"
12/03/2015

La crisis en Brasil anticipa riesgos y pesadillas para sucesores de Cristina

El Cronista

Por Guillermo Kohan.

El temblor político y económico que sacude al Brasil con la devaluación y el escándalo Petrobras merece cada vez más atención en la Argentina, y figura en los primeros lugares de la agenda de debate entre empresarios y dirigentes locales. También hay luz amarilla en los equipos económicos de los principales candidatos de la oposición.

La acelerada caída del real contra el dólar que aún no parece cerca de estabilizarse pone todavía más en evidencia y profundiza la inconsistencia de la política cambiaria local, la ya célebre tablita de Axel Kiciloff y Alejandro Vanolli. Supone potenciar el atraso cambiario con los efectos recesivos en la producción y la inversión, y pagar casi 30% o más de tasa de interés en pesos para sostener una temporaria estabilidad del dólar y los precios; al menos hasta llegar a las elecciones. Aumentar con la deuda del Banco Central el volumen de la ‘bomba de tiempo’ de la que habla Carlos Reutermann y varios economistas y analistas políticos, un riesgo que la devaluación del real no hace más que potenciar.

La experiencia de Brasil interpela a la política y a la economía Argentina no solamente por los obvios impactos en la actividad, el empleo o el comercio exterior. También permite discutir sobre el futuro que nos espera en la Argentina, al observar las consecuencias económicas de un Gobierno como el que hoy encabeza Dilma Rouseff, que no logra apoyo en el Parlamento para aprobar un paquete económico de ajuste fiscal tras años de fuerte aumento en el gasto público financiado con deuda externa e interna, precios de comodities que ya no volverán y fuerte suba en la presión tributaria al sector privado. El modelo populista sin default que inauguró Lula y potenció Dilma se fue quedando sin financiamiento. Llegaron los tarifazos, la caída de subsidios y la devaluación que fue acelerando la inflación. El malhumor social. Igual que en la Argentina, buena parte de la clase media y los centros urbanos del Brasil al sur de Rio de Janeiro votaron contra Dilma como en 2013 aquí contra Cristina. Los estudiantes y la clase media marcharon antes y durante el Mundial en contra del despilfarro y las obras faraónicas. Ahora, en épocas de vacas flacas, ya no se tolera lo que se conocía de toda la vida: los casos de corrupción monumental en Brasilia y la gran caja que significa Petrobras para la política y el establishment brasileños.

Ya en el pasado reciente, en el fin de los noventa y la crisis que estalló en diciembre del 2001, Argentina y Brasil recorrieron caminos diferentes. Brasil no defolteó, mantuvo el crédito externo y pudo administrar sin sobresaltos la devaluación del real. Aún hoy en medio de la crisis política, el Banco Central de Brasil tiene casi u$s 400 mil millones de reservas. Y la devaluación del real, que alcanza casi 50% en 12 meses, mejora fuerte su competitividad porque la inflación en Brasil es, a lo sumo 8% anual.

La historia Argentina fue y es muy distinta. Jamás hubo acuerdo político para coordinar una reducción en el gasto público y los ajustes a la fuerza siempre derivaron en severas devaluaciones. El default sigue vigente en el cuerpo y alma del país.

Brasil resolverá a lo Brasil. Parece probable que una vez más salga del atolladero como siempre: con un poco de devaluación, un poco de ajuste fiscal y un poco de mayor endeudamiento. Desactivará su bomba de tiempo sin romper contratos ni retroceder en libertades económicas de la manera que se observó más en Venezuela y algo menos en Argentina.

La incógnita menos sencilla de responder es qué hará la Argentina esta vez. Qué harán los sucesores de Cristina para desactivar la bomba de tiempo que supone la herencia económica de la década ganada. Tendrán los mismos problemas que Dilma. Deberán sincerar la economía después de años de inflación reprimida, emisión sin respaldo y creciente déficit fiscal. Sin mucho margen para aumentar los impuestos, que ya ahogan sin piedad al sector privado.

Habrán prometido, como Dilma, que el futuro iba a ser sin ajuste ni baja de gastos sociales. Pero deberán proponer, tarde o temprano, esos sinsabores que no tendrán apoyo en el Congreso, más vale un coro de denuncias de la oposición y manifestaciones callejeras de repudio. Igual que el Brasil que le toca administrar a Dilma. Con 70% de la gente fastidiada, exigiendo cárcel para los corruptos.

Serían capaces Mauricio Macri, Daniel Scioli o Sergio Massa de administrar el ajuste que viene. Los economistas, en todas estas escuderías ya se dividen entre los gradualistas y los que recomiendan política de shock. Estos últimos, básicamente convencidos de las bondades de levantar el cepo cambiario en el primer minuto del nuevo gobierno. En público, los candidatos y sus equipos responden que no habrá cambios traumáticos en la economía, porque será tan grande la lluvia de dólares que querrán volver a la Argentina que esa confianza compensará el ajuste que se necesita en las cuentas públicas.

Pero recuperar la confianza de los actores económicos y el público en general no será tan automático. La fuerte recuperación en los precios de bonos y acciones no se vio reflejada en el mercado inmobiliario. Algo se reactivo el mercado de cedines, pero la actividad inmobiliaria sigue paralizada. Hay dólares para comprar bonos y acciones, menos para enterrarlos en propiedades. Y eso que hoy la Argentina ofrece un sistema de blanqueo de dólares billete a través de los cedines, que ni Uruguay ni Belice ni las Seychelles lo permiten. Algo pasa y claramente la incertidumbre económica ahora se coloca en el dilema de Reutemann. Como hará el próximo presidente para desactivar la bomba de tiempo. Macri luce hoy como el más observado, y reúne las condiciones para el blanco ideal de una desestabilización por izquierda en el futuro. Supone que podrá resistir como lo hizo en la Ciudad, al capturar parte del peronismo a la coalición con radicales e independientes, por las dudas, cuida cada vez más su relación con Hugo Moyano y sectores sindicales del PJ tradicional. Pero deberá evitar que los radicales que hoy lo apoyan, terminen restándole respaldo parlamentario cuando toque votar leyes incómodas a la identidad partidaria. Algo de eso le hicieron muchos radicales a De la Rua cuando quiso aplicar el ajuste que le recomendó Ricardo López Murphy, tratando de evitar que todo estallara de la peor manera. Sergio Massa e incluso Daniel Scioli corren allí con al guna ventaja. Como peronistas, unidos o divididos, pueden presentarse como garantes naturales de gobernabilidad. Ya Eduardo Duhalde demostró que una transición peronista puede sobrevivir a un estallido económico y social.

Uno de los mayores fracasos y el peor legado K

La Nación

Por Jorge Oviedo .

Si en algo fracasó rotundamente el kirchnerismo y su continuación, el cristinismo, es en elsector energético completo. Es esa crisis que creó el propio Gobierno con sus ruinosas políticas la que llevó a la escasez de dólares, al cepo cambiario, a la dependencia de las importaciones de gas, a la pérdida del superávit comercial y al colapso de las redes de distribución.

El Gobierno estimuló y subsidió a mares el consumo, mientras desalentaba las inversiones. La fórmula es catastrófica y aún se mantiene.

Tal como advirtió LA NACION en enero, en diciembre de 2014 no se repitieron los cortes catastróficos de diciembre de 2013 porque hizo mucho menos calor y cayó significativamente la demanda. El Ministerio de Planificación respondió a los datos comparativos con un comunicado lleno de agravios y descalificaciones. Bastó que en el mes en curso haga el calor que no hizo entre noviembre y febrero últimos para que vuelvan los cortes, que son básicamente por el colapso de las redes de distribución.

La acusación a las empresas privadas del área metropolitana es absurda. Esas compañías están virtualmente estatizadas desde hace años. Obligadas a perder dinero regalando su servicio y obteniendo con cuentagotas, y según el capricho de los funcionarios, compensaciones insuficientes. Nadie invierte en un mercado así.

¿No tiene Jorge Capitanich el deshonroso récord de un apagón en ocasión de un partido de la selección nacional de fútbol en su provincia, con compañía estatal distribuidora?

La crisis es sistémica y tardará mucho en arreglarse. El Gobierno pone parches y hace propaganda. Como con la puesta a plena potencia de la central Atucha II. La Autoridad Regulatoria Nuclear lo autorizó a operar al ciento por ciento en enero. Pero no se hizo hasta el 18 de febrero último, en un pomposo acto de campaña con el que Cristina Kirchner intentó opacar la marcha de ese día en homenaje al fallecido fiscal Nisman.

La central tiene 745 MW de potencia nominal. Operó a pleno muy pocos días, según los datos oficiales. Trabaja desde entonces por debajo del 80%, con 190 MW reportados como "indisponibles".

Los anuncios de Cristina Kirchner sobre una Argentina líder en tecnologías nucleares no se ven materializados. El martes último, a la hora del pico, la generación de ese origen no llegaba a cubrir el 4 por ciento de la demanda de potencia.

La reserva total era de menos del 10%. Es decir, muy cerca de un problema colosal en la generación. Atucha II tenía indisponibles 190 MW. No alcanzaba así a compensar la caída de la producción de la también nuclear Embalse, que debe ser detenida para que se le alargue la vida útil. Casi no había reserva térmica disponible: apenas 35 MW. Los "cortes programados no anunciados" no son una novedad. El Gobierno no los revela porque no quiere reconocer que con un arranque y un contexto muchísimo más favorables termina con una crisis parecida a la del final de la presidencia de Raúl Alfonsín.

LOGROS DUDOSOS

LA NACION ya había revelado que las distribuidoras -con la autorización de las autoridades- comienzan a cortar cuando detectan que alguna porción de la distribución se aproxima al colapso. Un estallido e incendio de una cámara transformadora o el quemado de cables subterráneos no sólo causan un apagón, sino que la reparación es costosa, y demora. Se opta por interrumpir el servicio antes de alcanzar ese límite. Pero no se dice. Como tampoco se confesó que Atucha II hacía "un piquecito" y de inmediato volvía a trotar. No importa, en Twitter aparece todo el tiempo un "trino" patrocinado (pagado) por Nucleoléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA es la sigla, aunque parezca un error). Reza: "#Orgullosos100x100 de la Central Nuclear Néstor Kirchner que ya opera a plena potencia. #PlanEnergéticoNacional". Lo que no se dice es que la marcha al ciento por ciento duró, justamente, lo que un tuit.

La política energética fracasó luego de llevar al descalabro a la propia YPF. Los intentos desesperados por recuperar la producción de gas van, en algunos casos, en la dirección correcta, pero no darán frutos significativos antes de que Cristina Kirchner complete su mandato.

Los funcionarios parecen tener terror de que haya un accidente serio, ya sea por un colapso en la distribución en un área extendida, por un accidente en la generación o porque la necesidad de importar cada vez más descalabre el muy vulnerable mercado cambiario.

Por eso, todos rezan para que lleguen lo antes posible las temperaturas otoñales.

INCENDIO Y FALLA EN UNA CENTRAL DE ROSARIO

La ciudad de Rosario volvió a sufrir ayer numerosos cortes de luz en distintas zonas. El problema principal fue un desperfecto en la estación transfor-madora centro dependiente de la Empresa Provincial de la Energía (EPE), que generó apagones en la ciudad. Esto provocó, además, que varias zonas de Rosario permanezcan sin agua potable por varias horas, debido a la falta de energía en la central de rebombeo de Aguas Santafesinas de Ocampo y Dorrego. Según precisaron voceros de la empresa proveedora del suministro, el inconveniente ocurrió a las 17.40 de ayer en un cable de alta tensión, que generó un incendio.

Sin error no hay aprendizaje

La Nación

Por Mariano Grondona.

Hubo un tiempo no tan lejano en que los argentinos nos sentimos cerca de la gloria, cuando la grandeza parecía esperarnos a la vuelta de la esquina. Eran los comienzos del siglo XX, cuando José Ortega y Gasset pudo detectar en nuestra joven nación una "vocación imperial" y señaló que, lograran los argentinos cumplir esta manifiesta vocación o no, era interesante verla desplegarse a lo largo del tiempo y en medio de las demás naciones.

¿Cuán lejos nos queda hoy ese tiempo de presurosa anticipación del que gozaron nuestros padres? La inminencia de la grandeza que creyeron percibir, ¿fue una intuición exacta o, apenas, una ensoñación juvenil? ¿Qué queda en todo caso hoy de estas exaltadas anticipaciones? ¿Hay un nuevo realismo en la Argentina, o la nueva actitud es el producto de la desilusión que ha seguido al enfriamiento de nuestras antiguas pasiones? ¿En el pasado nuestros padres fueron románticos o en el presente sus hijos hemos caído en el escepticismo en nombre del realismo?

Sea cual fuere la respuesta que extraigamos de esta pregunta, y ya ella nos incline al optimismo o al pesimismo, algo es de por sí evidente: que ya no somos los mismos, que el tiempo no nos ha pasado en vano. Pero hay otra cuestión aún más difícil de responder que ésta: ¿qué hemos aprendido de lo que hemos vivido?

El error es, sin duda, uno de los padres del aprendizaje. Pero no cualquier error. Solamente el error que es debidamente asumido y asimilado. Las naciones que progresan no son aquellas que han dejado de cometer errores, sino aquellas que, una vez que los cometieron, han sabido extraer de ellos las debidas conclusiones. Los errores del pasado enseñan. Nos dictan el camino de la superación. Somos mejores después de nuestros errores, pero sólo cuando hemos aprendido de ellos. Lo que no tiene cura, al contrario, es el error al que no sigue, como consecuencia, su superación mediante el aprendizaje.

La lógica del progreso es entonces la siguiente: primero la acción, que conlleva el error, y después el aprendizaje, que tarde o temprano arrastra a nuevos errores y a nuevos aprendizajes, y así sucesivamente hasta el fin de los tiempos. El hombre, en definitiva, es un ser "errante", condenado a progresar a través de sus equivocaciones y que sólo puede progresar si se arriesga, pese a todo, a seguir cometiéndolas. Con esta salvedad: que los nuevos errores serán más sofisticados por haberse enriquecido con una proporción mayor de aprendizaje.

Hay conductas desviadas a partir de estas premisas. Una, la más grave, es omitir la acción para evitar el error. Es el pecado del puritano. Le tiene tal aversión al pecado que, para no pecar, decide no actuar. Su fórmula es la parálisis en nombre de la pureza. La nada es el pozo de la inacción. Por aversión al pecado, el puritano se hunde en el mayor pecado de todos, que es la inacción.

Es mejor, como consecuencia, actuar para aprender que no actuar para no equivocarse. El puritano, a la inversa, opta por la inacción para evitar el error, sin darse cuenta de que el mayor error de todos es, precisamente, la inacción.

Si una persona acometida de puritanismo evitara toda acción para no equivocarse, se condenaría por no actuar, mientras una persona decidida a actuar acepta el riesgo que supone actuar. ¿Cuál de ellas, digamos, quedaría más lejos de la verdad? Dios también podría no haber creado al mundo. Pero lo creó. Al hacerlo, se resignó al pecado como imperfección, pero asimismo apostó a que habría más cosas buenas que cosas malas en el conjunto de la Creación. Nosotros fuimos, en cierta forma, la apuesta de Dios.

La conclusión es, en cierto modo, optimista. Pongámoslo así. Cuando el Creador nos creó, anticipó nuestras fallas. Al sopesarlas con nuestras falencias, supo que nuestro balance sería positivo. Entonces, nos creó. Para él, valdría la pena crearnos. La Historia está colmada de maldades. Pero la cuenta que hizo Dios desde el principio de los tiempos sugiere que, hacia al fin de ellos, tendría razón. Somos cocreadores. Sólo nos queda demostrar que, al crearnos, Dios no se equivocó. Para eso, estará la Historia..

El juego dólar-tasa y la “bicicleta” de Axel

Clarín

Por Daniel F. Canedo.

El valor del dólar, en comparación con el resto de las divisas, alcanzó el martes el mayor nivel de los últimos 11 años.

El euro, la moneda de toda Europa, se devaluó fuerte frente al poderoso dólar y el real, también. Además, la caída de los pesos uruguayo, chileno y mexicano se intensificó en los últimos días. En la Argentina, a cuentagotas.

Frente a la evidencia de un dólar fortalecido, los países de la región toman medidas defensivas, como devaluar sus monedas en el intento de ponerle una barrera cambiaria a las importaciones y favorecer las exportaciones.

Pero el gobierno argentino juega otro juego dominado por los tiempos electorales y con la convicción de que los costos de las decisiones económicas que tome en estos días serán pagados por el próximo presidente.

La táctica oficial puede definirse como un regreso al “juego del dólar contra la tasa de interés” dentro del marco de una renovada “bicicleta financiera” apalancada por el ministro Axel Kicillof y el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli.

El esquema tiene muchos antecedentes en la historia financiera reciente de la Argentina y es casi un clásico de los tiempos preelectorales de fin de ciclo.

En ese contexto, el gobierno de turno busca aquietar el precio del dólar en el intento de serenar los precios de alimentos clave cómo la harina y el aceite. Y los caminos tradicionales para hacerlo son desalentar la compra de dólares e intentar conseguir divisas para fortalecer las reservas del Banco Central.

Para obtener dólares, el Gobierno recurrió a préstamos de corto plazo del banco central chino y a facilidades del Banco de Francia, e incentivó a los exportadores para que liquiden divisas a fin de 2014. Además, computa en las reservas los pagos que intentó hacer y no pudo concretar a los bonistas en el exterior ni aquí.

El esquema se completó con la venta de bonos cuya cotización está atada a la evolución del dólar oficial. Por esa vía permitió que bancos y empresas tengan una especie de seguro de cambio frente a una devaluación fuerte del peso y le restó demanda al mercado de cambios conocido “contado con liquidación” y el paralelo.

Así, el tándem Vanoli–Kicillof logró estabilizar el dólar oficial por debajo de los $ 9 con pequeños “retoques” en el precio para borrar la idea de inmovilidad, pero que resultan muy alejados de la inflación prevista para el año.

El Banco Central sube el dólar oficial a un ritmo de 15/16% anual mientras que los pronósticos de inflación, un poco más moderados, precisamente por el atraso del dólar, no bajan de 26% para este año.

Pero un dólar de $ 8,79 resulta demasiado atractivo para los minoristas: le están comprando al Central a razón de U$S 500 millones mensuales (en tiempos de Juan Carlos Fábrega eran US$ 200 millones al mes), se presume que en parte para ahorro y en parte para salir a venderlos a $ 12,70 en el mercado paralelo.

Un brecha entre dólares de 46% resulta demasiado tentadora para no hacer una diferencia cambiaria de corto plazo, basada en la realidad de que el Central vende dólares baratos.

En este escenario, la dupla Vanoli–Kicillof tomó una decisión de manual: subir la renta de las colocaciones en pesos para desalentar, por ahora, las compras mayoristas.

La “bicicleta” tiene dos componentes que se alinean con lo que es una creencia bastante generalizada entre los operadores del mercado: el Gobierno hará lo máximo posible en el intento de evitar una devaluación brusca (desde la Presidenta para abajo unificaron el discurso) y el atraso cambiario que se va gestando quedará para resolver con el próximo gobierno.

Uno de esos componentes es que el Central aumentó la tasa de interés que ofrece a bancos y ahorristas para sacar pesos del mercado y evitar presiones sobre el dólar y la inflación.

Las letras a un año de plazo ahora ofrecen 29,46% y a seis meses 28,2% anual, dos rendimientos que le pueden ganar al dólar si triunfa la estrategia oficial de retrasarlo para contener la inflación con la fortaleza que le da el hecho de que, en diciembre, ya no serán gobierno y que el que venga se deberá encargar de pagar los costos del ensayo.

El otro componente de la “bicicleta” es que mientras que los bancos centrales de los países vecinos devalúan, el de Vanoli vende futuros de dólares con una tasa de 27,15%.

El mundo y la región están en zona de turbulencia y toman medidas defensivas para cuidar sus exportaciones, y acá el Central asegura el cambio a futuro poniéndole el pecho (con la plata del Estado, desde ya) y recreando una especie de “tablita” cambiaria con evidentes ventajas financieras.

Parte de la táctica es el intento de serenar las aguas hasta la segunda semana de abril, cuando comenzarán a ingresar los primeros dólares de la exportación de soja, que el gobierno espera como maná.

Esas divisas contantes y sonantes ayudarían a disipar las dudas que existen respecto cuál es el verdadero nivel de reservas que tiene el Banco Central: ¿son US$ 31.365 millones o US$ 20.000 millones las de libre disponibilidad?

El Gobierno usó reservas para pagar deuda externa, usó pesos en forma intensiva para cubrir el fuerte y creciente déficit fiscal (en el primer bimestre emitió cuatro veces más que el año pasado) y en los últimos meses se “sentó” arriba del dólar buscando calmar una inflación que se proyectaba por arriba del 30% y ahora cedió un poco pero en niveles altísimos.

La nueva “bicicleta” financiera que está vigente en el país va a contramano de la región y tiene un final anunciado y, seguramente, costoso.


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