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DEBATE
Ganancias y Paritarias. Escriben: Oña, Scibona y Gallo
05/05/2015

Una decisión tardía y bajo presión

Clarín

Por Alcadio Oña.

Algo, en realidad no mucho, debió ceder el Gobierno frente a la presión de los sindicatos contra el Impuesto a las Ganancias. Limpio de polvo y paja, ese es el contexto del anuncio que ayer hizo Axel Kicillof sobre la reducción de las alícuotas para quienes cobran entre 15.000 y 25.000 pesos mensuales brutos.

Está claro que así son las cosas y que haber puesto la noticia en cabeza del ministro de Economía no libera a la Casa Rosada de la atadura entre los planteos y la medida. De paso, el hecho deja tambaleando el famoso eslogan de que Cristina Kirchner no actúa bajó presión.

Aunque tarde para el modo como corrían los acontecimientos, desde hace algunas semanas la Presidenta venía analizando retoques al impuesto; entre ellos, el de ayer. El domingo 19 de abril y bajo el título Cristina relojea cambios en Ganancias, en una de estas columnas se comentó, justamente, que manejaba en persona la idea de aflojar presión fiscal sobre los asalariados.

Allí se decía, además, que una decisión así “dejaría pagando a la estrella del firmamento K (por Kicillof) y la pondría en apuros a ella misma, que el día del paro nacional llamó oligarcas” a los asalariados que apoyaron la huelga. Optó, como se ve, por seguir los consejos del ala política más cercana.

Pero falta conocer, finalmente, si los gremios se allanarán al techo salarial del 25% que, por iniciativa de Kicillof y con el obvio aval de Cristina, el ministro de Trabajo les bajó a los dirigentes sindicales. Lo de Carlos Tomada sonó igual a decir que no serán homologados aumentos mayores al 25%.

Más concretamente, eso que falta conocer es si consideran suficiente el mix de 25% más rebaja parcial de Ganancias. Ayer mismo, la UOM de Antonio Caló lanzó un paro de 36 horas en reclamo de un incremento mayor y de una quita impositiva, o sea, de las dos cosas juntas, como había resuelto por unanimidad y sonoramente un plenario de delegados.

Un punto notable de la historia corrió por cuenta del Banco Nación, presidido por el camporista Juan Ignacio Forlón, que levantó la propuesta de un reajuste del 20%, raquítico aún comparado con el tope del 25%. La idea no es acompañada ni siquiera por las entidades privadas: ahí también flotan medidas de fuerza.

Cae de maduro que ahora el argumento oficial será que entre la mejora en los ingresos derivada de la reducción de las alícuotas –del 5 al 6%– y un 25% de aumento se llega al 30%.

Cuesta explicar, en cambio, por qué al mismo tiempo que cedía, el ministro se dedicó a vapulear seguido a los gremialistas con los aportes que los trabajadores hacen a los sindicatos. Estuvo a punto de hablar de la burocracia sindical o de los dirigentes ricos y los asalariados pobres, aunque fue lo que dijo con otras palabras.

Y en su afán por disparar siempre hacia afuera hizo un cálculo escolar sobre el 2% de inflación mensual que ahora estiman las consultoras. Dijo que “2 por doce da 24”, una tasa anual inferior al tope salarial del 25%. Kicillof no ignora que ese 2% es acumulativo y que, por lo tanto, nunca puede dar igual a dos por doce.

Más aún, cuando aludió a la tablita de Machinea del año 2000 metió en la bolsa a Miguel Bein, entonces viceministro de Economía y actual asesor estrella de Daniel Scioli, seguramente el candidato oficialista para las presidenciales de octubre. Y no se privó de incluir una fotografía de Bein en uno de los cuadros que distribuyó.

Pero como las cosas son según convenga, su ejemplo sobre la desaceleración del proceso inflacionario fue nada menos que el índice de precios del estudio de Bein. Tal vez le pareció excesivo aludir al 16/18% anual que está proyectando el secretario de Comercio, Augusto Costa: ¿o creerá que este año los sueldos van a crecer siete puntos por arriba de la inflación?

El interrogante que sigue es si los artificios de Kicillof lograrán convencer a los dirigentes gremiales de que resignen la pérdida de ingresos del año pasado, estimada, precisamente, en no menos de siete puntos. Y si éstos, a su vez, convencerán a los afiliados de ajustarse el cinturón: así el ministro gaste esfuerzos en ataques, cualquiera sabe que el poder de las cúpulas y la perduración de las cúpulas va asociado a cierta satisfacción en sus propias bases.

No deja de ser notable que el kirchnerismo ponga el eje en los salarios, ni que quiera meterlos en caja por temor a la inflación. Ayer mismo Kicillof disparó sobre los empresarios que trasladan los aumentos a los precios, lo cual lució semejante a sostener que si los sueldos no suben demasiado habrá menos margen para retocar los precios.

La tarea del Gobierno habría sido seguramente bastante más aliviada si alguna vez se hubiese ocupado de verdad de la inflación. Hoy la única estrategia antiinflacionaria, para el caso de que pueda llamársela estrategia, consiste en maniatar al dólar oficial.

Finalmente, por donde se mire salta evidente la inquietud que a Cristina Kirchner le provoca la perspectiva de una campaña electoral del oficialismo agitada por paros y conflictos. Pudo haberlo pensado antes. O sobreestimó su fuerza, o le dio demasiado aire a las ideas de Kicillof desechando otras o pasaron las tres cosa juntas.

Dijo más mentiras que verdades

La Nación

Por Néstor O. Scibona.

Limpio de cifras distorsionadas, chicanas políticas y teorías conspirativas, el único anuncio concreto que formuló ayer el ministro de Economía es que pagarán menos impuesto a las ganancias los asalariados que cobren sueldos brutos de 15.000 a 25.000 pesos mensuales, y que el gobierno de Cristina Kirchner no está dispuesto a subir el mínimo no imponible (MNI). Por lo tanto, si incluye a los que estaban exentos, habrá más pasajeros dentro de este colectivo impositivo, aunque casi siete de cada 10 pagarán una tarifa más baja y los tres restantes, otra mucho más alta.

Esta medida -anticipada por LA NACIÓN- no deja de ser otro parche para este controvertido impuesto, que hasta ahora dejaba fuera de su alcance a quienes hasta agosto de 2013 percibían menos de $ 15.000 (o $ 25.000 en las provincias patagónicas), por más que después hubieran superado ese piso con ajustes salariales. Para quienes ya cobran más de $ 25.000 la presión tributaria será mayor, porque la resolución de la AFIP elevará deducciones para el tramo más bajo, pero no las escalas, que los obligan a pagar las alícuotas más altas.

Casi todo lo que dijo Axel Kicillof es discutible o cuestionable. Incluso cuando desmintió un tope salarial para las paritarias. Si hubiera que atenerse a sus palabras, la UOM habría dispuesto el paro de 36 horas a partir de mañana por la información publicada por casi todos los diarios (aunque sólo mencionó a Clarín). No obstante, el propio Antonio Caló admitió haber recibido presiones oficiales para desistir del reclamo de 32% de aumento, aunque optó por no identificar de dónde provinieron.

Es un secreto a voces que dentro del gabinete de Cristina Kirchner hay tironeos sobre los porcentajes de ajuste salarial a homologarse. El parche en Ganancias no los resuelve. Así, el titular de la CGT oficialista no la tiene fácil. Si ratifica el paro, se expone a la conciliación obligatoria del Ministerio de Trabajo, pero también al no acatamiento de las bases, que rechazan un aumento inferior. Si no, quedaría descolocado como en 2014, cuando aceptó un 29% y en el último verano debió negociar dos adicionales de emergencia de $ 1000 mensuales.

Para Kicillof, en cambio, el año pasado no hubo deterioro, sino recuperación del salario real, pese a que la mayoría de las consultoras privadas calculó caídas de 5 a 7%. Su fórmula consistió en comparar los aumentos salariales de 2014 (de 30% en dos o tres tramos) con las estimaciones privadas más altas (como la del índice Congreso, que rebautizó "IPC-Pato Bullrich"), pero sin incluir el salto inflacionario del primer trimestre, empujado por la devaluación de enero de 2014. Entre enero y diciembre, sólo el Indec midió una suba de 23,9%, casi 12 puntos menos que los cálculos privados (en torno de 35/37%). Incluso, sostuvo que un 2% de inflación mensual equivale a 24% anual, cuando anualizado se eleva a casi 27%.

No sólo eso. El ministro exhortó a los empresarios a no trasladar aumentos salariales a precios, como si muchos sectores pudieran absorber subas de 25% con una inflación de esa magnitud. Y también a aumentar inversiones, como si el horizonte económico no llegara a apenas cinco meses.

Paralelamente, comparó el impacto de Ganancias con los aportes a obras sociales sindicales, TV por cable, colegios privados y medicina prepaga, como si la mayoría de esos rubros no estuvieran regulados por el Estado. Y hasta argumentó que la recaudación permite mantener los subsidios al transporte y la energía para que los trabajadores paguen menos tarifas, como si el gasto público en este rubro ($ 250.000 millones) no duplicara la recaudación total del impuesto.

Tampoco se privó de atacar a Sergio Massa y su propuesta de reemplazar Ganancias para los trabajadores por un impuesto a la renta financiera y otro a los juegos de azar. Es cierto que la recaudación de un gravamen a los depósitos a plazo fijo (que estimó en $ 16.000 millones) sería inferior en casi cinco veces a la de la cuarta categoría ($ 70.000 millones). Pero lo tragicómico fueron sus argumentos: dijo que era irresponsable bajar impuestos sin recortar gastos. Para Kicillof, la fórmula ha sido subir sin límites el gasto público y la emisión para financiar el déficit fiscal, a costa de un mayor impuesto inflacionario.

Por último, no es cierto que Ganancias sólo alcance al 10% de los trabajadores en blanco (alrededor de un millón de asalariados) como afirmó el ministro (en el informe distribuido decía 11,3%). Esa cifra excluye a un número similar de autónomos y profesionales cuyo MNI no llega a $ 6000 mensuales y sufren al igual que el resto (y unos 70.000 jubilados de haberes altos) una altísima presión tributaria por la deliberada desactualización de las escalas del impuesto, inamovibles desde hace 15 años..

Tarjeta roja para el 25% de Kicillof

El Cronista

Por Alejandra Gallo.

Con el caprichoso tope de 25% a las paritarias, la improvisación económica y la mirada de corto plazo quedó de nuevo al descubierto en la recta final del saliente gobierno de Cristina Kirchner. El candidato a vicepresidente de la Presidenta, el ministro Axel Kicillof, tomó la decisión hace dos semanas pero quiso esquivar el anuncio para no complicar las PASO en Capital. Ayer no alcanzó con volver a improvisar la modificación de una escala en el Impuesto a las Ganancias. Con su tiempismo académico, sólo logró dejar al gremialismo más cerca de la unificación y de un nuevo paro general y al empresariado en un desconcierto total y generalizado.

El equipo económico que comanda el ministro Kicillof se guardó debajo de la manga el dato porque no quiso complicar a la Presidenta antes de las primeras primarias porteñas ni mucho menos al ministro de Trabajo, Carlos Tomada, más demandado por aquellas horas por las obligaciones electorales que por la letra chica de los acuerdos salariales de este año. Lo cierto es que desconocer las razones técnicas que justifican ese porcentaje y no cualquier otro no ayuda a calmar los ánimos. En el sector empresario intuyen que, se explicaría a partir de la creencia del equipo económico de que los precios se desacelerarán hasta fin de año y no rozarán, según esa perspectiva, el 20% con lo que el poder adquisitivo del salario no quedaría minado. El desconcierto reavivó además algunas proyecciones privadas que en los últimos días de dólar planchado parecían demasiado pesimistas; como, por ejemplo que podría adelantarse a octubre la presión cambiaria de la mano de la suba de precios.

De concretarse el porcentaje del timonel económico, Kicillof decretará el nock out técnico para los salarios 2015 frente a la inflación. Así quedarán los bolsillos de cerca de 4 millones de trabajadores agrupados en los gremios más numerosos que por estos días ya deberían haber cerrado sus paritarias. Al ministro no le falló solamente el tiempismo para comunicar su decisión (que no es jamás unilateral e inconsulta) sino también los emisarios. Quienes fueron instruidos para deslizar el porcentaje que quería el ministro o fueron tibios y poco convincentes o nunca coincidieron con el mensaje a transmitir porque mientras Kicillof ya daba por hecho lo suyo, las negociaciones continuaron su curso y hasta hubo gremios que se animaron a acercar un borrador con un 30% de aumento plasmado de modo unidireccional pero argumentando que estaba consensuado con las partes.

Fue justo el Día del Trabajador, como adelantó Cronista.com, cuando se conoció el verdadero objetivo salarial del ministro que, además, pelea con las comisiones internas del Palacio de Hacienda mejores contrataciones para sus propios empleados. Más inoportuno y menos peronista, imposible.

El problema es que, ahora, todas las paritarias quedaron detenidas, no sólo las de Comercio sino también las metalúrgicas, sobre las que se depositan todas las miradas por el paro de 36 horas que no logró frenar su titular Antonio Caló. ¿La Presidenta le hará pagar el costo obligándolo a firmar por 25%? Lo que queda claro es que en el mundo de los sindicalistas nadie quiere agarrar la birome.

Si el Gobierno lo resuelve por decreto, como pidió un sector de la Unión Industrial, borrará con mano propia las paritarias que impulsa desde 2003 y también se acercará un pasito más a Venezuela, donde el presidente Nicolás Maduro, acaba de decretar un aumento del salario mínimo a 7.300 bolívares (algo así como 27 pesos en el mercado negro) y que dejaría al borde de una huelga general al país. También es cierto que, la paritaria por decreto, sería más fácil de justificar por parte de algunos gremios que rubricaran el 25% de aumento. Ahora bien, aún así ese costo político que pagaría el Gobierno ¿serviría para frenar un inminente nuevo paro general y, eventualmente, un nuevo paso hacia una CGT unificada? De todos modos, hoy habrá reunión de la mesa chica de la UIA que conduce Héctor Méndez, para evaluar la inoportunidad de pedir aumento por decreto desde una entidad que no negocia directamente paritarias.

En el empresariado también le escapan a la birome en estas paritarias. Hasta antes del operativo "paritarias/Kicillof" los sectores estaban concentrados en la caída en la producción. A diferencia de los partidos que aún definen sus alianzas electorales y candidatos; muchas cámaras empresarias ya eligieron a quienes los comandarán el próximo año. Por ejemplo, la Cámara de Comercio, que reeligió a Carlos de la Vega. Otras entidades imprimieron más velocidad a sus agendas 2015, como los informes sectoriales que efectúan las entidades del campo y el Coloquio de IDEA Joven, que se realizará mañana para debatir el "Escenario político-económico de la Argentina". Es que, como dicen la mayoría de las consultoras, se acercan los tiempos en que los precandidatos presidenciales se quedarán a mitad de camino o descollarán a medida que definan con más claridad que querrán hacer con la economía si llegan al poder en 2016.


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