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OPINIÓN
Olivera: Transparencia desde Brasil. Scibona: Baile de máscaras
12/07/2015

Una ola de transparencia viene de Brasil

La Nación

Cuenta Bela Megale, la periodista que Folha de S. Paulo envió a Curitiba para cubrir la prisión preventiva de ejecutivos por el escándalo de presuntas coimas que acaba de explotar en Brasil, que Marcelo Odebrecht, "el príncipe de los contratistas", según la jerga empresarial brasileña, se quejó la semana pasada porque su celda era oscura. Y que la respuesta llegó, rápida y seca, de uno de los guardias. "Ésta es una cárcel -le advirtió-. Usted está en prisión."

Tercero de la dinastía y CEO del grupo que lleva su apellido, Odebrecht es el empresario más poderoso del Mercosur y ocupa, desde hace dos semanas, un recinto de 12 metros cuadrados que debe compartir con otros ejecutivos. Como es hipoglucémico le han permitido comer barras de cereales cada tres horas, aunque recibe, según acaba de publicar la revista Veja, un menú diario pródigo en austeridad: no pasa de arroz, porotos, ensalada, carne o salchichas.

Junto con Otávio Azevedo, líder de la constructora Andrade Gutiérrez, Odebrecht es uno de los empresarios al que le dictaron prisión preventiva en la investigación por presuntos sobornos en contratos con Petrobras. El petrolão, como lo llaman allá, investigación que lleva adelante Sergio Moro, juez federal de Curitiba, incluye hasta ahora a una decena de hombres de negocios, casi 15 senadores, 22 diputados y dos gobernadores.

Que Odebrecht, el ejecutivo más poderoso de Brasil, y Azevedo, uno de mejor imagen, hayan sido detenidos equivaldría aquí a que les pasara lo mismo a Paolo Rocca (Techint) o a Luis Pagani (Arcor). El escándalo amenaza con llevarse puesto a parte del PT y al propio gobierno de Dilma Rousseff. Difícil despegarse del todo: antes que presidenta, Rousseff fue ministra de Energía de Luiz Inácio Lula da Silva, a quien operadores con llegada al Poder Judicial brasileño le auguran una inexorable recorrida por los tribunales.

Es evidente que, desde el punto de vista institucional, la Argentina y Brasil transitan etapas muy diferentes. Pero la comparación puede no ser del todo antojadiza, dado el reverbero que el caso viene teniendo aquí entre empresarios. La perplejidad de algunos se acrecentó el martes, cuando escucharon a Mauricio Macri en el programa Los Leuco, por TN, proponer investigar al kirchnerismo mediante una frase hostil al contratista: la ley del arrepentido. ¿Está la Argentina en condiciones de impulsar una norma que emule a la "delación premiada", el mecanismo que facilitó elpetrolão?

La tormenta parece circunscripta a Brasil, pero serán inevitables truenos locales. Techint, por lo pronto, fue incluida en la suspensión que Petrobras les aplicó a 23 constructoras para participar en nuevas licitaciones. La siderúrgica niega haber caído en irregularidades, pero se mantiene en alerta para que el escándalo no roce a otra de sus firmas, Tenaris, que cotiza en la Bolsa de Nueva York. Hasta ahora, la mirada del juez se ha limitado a las obras que hizo allí Techint Ingeniería y Construcciones, empresa que pertenece a la familia Rocca, pero no a Tenaris. Techint lo niega en público mientras, en silencio, analiza: si una acusación mencionara a Tenaris como proveedora de tubos, el riesgo sería alto. Tanto, que hay quienes están dispuestos a autodenunciarse en la SEC, Comisión de Valores de los Estados Unidos, una práctica habitual que acota los daños mediante el pago de una multa y auditorías internas.

El mundo de la obra pública es vasto y misterioso. Hay velos que el juez Moro, un especialista en lavado de dinero reacio a hablar con la prensa y profesor universitario formado en Harvard, parece dispuesto a correr. Cada ámbito tiene su idiosincrasia. En Brasil, por ejemplo, algunos empresarios se cartelizan hasta en el pago de coimas: la contribución regular a un círculo de contratistas es condición necesaria, pero no suficiente para ganar licitaciones.

En la Argentina todo es más caótico. Pero, tarde o temprano, el próximo presidente deberá enfrentarse con las consecuencias del petrolão, entre las que habrá que considerar, como hizo Skanska, una mayor prudencia de inversores brasileños para participar en licitaciones aquí. Por pudor y porque el Banco Nacional de Desarrollo, ala financiera de todo emprendimiento externo brasileño, empieza también a estar sospechado y falto de fondos.

Estas novedades vuelven a interpelar al futuro diputado Julio De Vido. Ante una eventual ola de transparencia regional, cualquier mirada hacia atrás podría resultar incómoda. Aquí, inconsistencias sobran. En septiembre de 2007, en plena polémica por Skanska, el entonces diputado Esteban Bullrich (Pro) hizo un pedido de informe consultando a De Vido por la segunda etapa de las ampliaciones de gasoductos. Le preguntaba, por ejemplo, por qué había avalado que una obra presupuestada en 1599 millones de dólares por las transportadoras de gas del norte y del sur (TGN y TGS) hubiera pasado a costar más del doble, y con qué criterio había sido revisado el costo total de la iniciativa.

La agenda política argentina es vertiginosa, pero no ha despejado las preguntas de entonces. "¿Cómo se explica que en marzo pasado, en medio de acusaciones por pagos de sobornos y sobreprecios, se haya hecho una revisión del presupuesto total, reduciéndolo de 3239 millones a 2334 millones? -planteaba Bullrich, hoy ministro de Educación porteño-. ¿Cómo se puede producir un error de cálculo de 900 millones? ¿Cómo puede ser que el contrato con Odebrecht siga intacto?"

Es probable que nadie quiera hurgar en relaciones que parecen ya superadas. Si un trato frecuente con De Vido fue hasta ahora un activo imperdible para cualquier empresa, en el futuro podría volverse una carga incómoda. Habrá que ver, por ejemplo, si las influencias de Jorge "Corcho" Rodríguez, el ex marido de Susana Giménez que llegó a recibir a empresarios como lobbista de Odebrecht en oficinas de la compañía, siguen tan frugales como para volver a producirle un disco a Facundo De Vido, hijo del arquitecto y guitarrista de la banda Pista 2.

Es cierto que Rodríguez nunca ha ocultado ninguno de sus vínculos: durante la conferencia industrial de 2012, en el Sofitel de Los Cardales, mientras compartía una mesa con Marcelo Odebrecht en un VIP en el que también estaba el ministro de Planificación, organizaba entre hombres de negocios una visita a Salvador, Bahía, sede de la constructora, a la que se invitaría también a Cristina Kirchner y a Dilma Rousseff. Fue una noche de proyectos inconclusos: tres meses después, la minera brasileña Vale anunció que abandonaba un proyecto de potasio en Mendoza por el cepo cambiario y precipitó el distanciamiento entre ambas presidentas.

Rodríguez volvió a acompañar a De Vido a una gira por China para participar, como hombre de Odebrecht, de conversaciones por las represas de Santa Cruz. Así se presentó en la noche del 9 de diciembre de 2013 en Pekín, en la residencia del embajador, Gustavo Martino, según consignó Página 12.

Pero son riesgos ínfimos en un país cuyo sistema judicial dista bastante de incomodar al poder. Es entendible que la clase dirigente argentina tome sus travesuras como paisaje natural. Aunque algunos, cada tanto, muy en confianza, y mientras abarrotan de pedidos de audiencia a un papa que anteayer volvió a reclamar "un proceso de cambio", caigan en la cuenta de que, si fuera por ellos, elegirían vivir en un país mejor.

Baile de máscaras

La nación

(Por NESTOR SCIBONA) Algunos creen que habrá que esperar al resultado de las PASO y otros hasta el debate -regulado por ley- previo a las elecciones de octubre para escuchar definiciones y compromisos concretos de los presidenciables. Pero en cualquier caso, esas expectativas revelan lo atípico de una campaña electoral en la que los principales precandidatos hablan mucho para decir poco y recurren a un doble mensaje en cuestiones clave para el futuro económico.

Como en un baile de máscaras, muestran una imagen optimista para los votantes y otra más realista en privado, a través de sus asesores económicos, para calmar la ansiedad de empresarios e inversores que buscan pistas y señales. Una y otra están lejos de parecerse. Semanas atrás, el economista Dante Sica, director de la consultora Abeceb, explicó en pocas palabras este fenómeno: el desafío para el próximo gobierno -sostuvo- será alinear la confianza de los consumidores, cuyas expectativas económicas son de corto plazo, y de los inversores o los mercados, que apuntan al mediano y largo plazo. Para Sica, la clave es crear conciencia en la sociedad de que la única forma de hacer sostenible el incremento del consumo será aumentar la inversión y la creación de empleos privados.

En este marco, las elementales promesas de continuidad (Scioli) o de cambio (Macri) aparecen como conceptos huecos. Y la tercera vía del "cambio justo" (Massa) se asemeja, a secas, a los carteles de los quioscos escasos de monedas. Para contrarrestar este déficit, sus economistas anticipan un "plan integral" para retomar el crecimiento mientras atacan gradualmente los principales problemas económicos de arrastre. Pero eso tampoco dice mucho por sí mismo para generar confianza y movilizar el potencial productivo y emprendedor del país. Las hipotecas que dejará el modelo populista e intervencionista K (estanflación; desigualdad social; déficit fiscal; emisión y endeudamiento a altas tasas; récords de subsidios y de presión impositiva; atraso cambiario y tarifario; escasez de divisas genuinas; infraestructura insuficiente; economías regionales en crisis; pérdida de rentabilidad y retroceso de la inversión, agudizada por el cepo cambiario) sólo aparecen en reuniones reservadas, informes de consultoras privadas y medios no oficialistas que desmitifican el relato oficial.

A puertas cerradas, los asesores más calificados confiesan en cambio que reabrir el acceso al crédito externo será una pieza clave y relativamente urgente, para aprovechar el fin de ciclo de tasas bajas en el mundo y dosificar las correcciones (la palabra ajuste está prohibida) que requiere la economía. Lo mismo que negociar, aunque sin tanto apuro, una quita y reestructuración a largo plazo de la deuda con los holdouts. O la necesidad de reducir y segmentar los enormes subsidios a la energía y el transporte, para reorientarlos hacia la demanda en vez de la oferta y aplicar tarifas sociales.

Sin embargo, los candidatos rehúyen por ahora asumir públicamente compromisos que impliquen futuros costos políticos. Primero están los votos. La experiencia indica que nadie gana si dice lo que los votantes no quieren escuchar. Máxime cuando Cristina Kirchner siempre está dispuesta a utilizar el aparato oficial y paraoficial de propaganda para desacreditarlos o atemorizar a votantes indecisos; ya sea con el pasado argentino o la actual tragedia griega.

De esta forma, tras el cierre de las listas para las PASO nacionales, las expectativas económicas para 2016 se han transformado en un danza de conjeturas incomprobables.

Desde que CFK unificó la oferta presidencial oficialista con la heterogénea fórmula Scioli-Zannini y las candidaturas de La Cámpora para el Congreso, el eslogan "continuidad con cambios" del gobernador bonaerense perdió la segunda parte. Y el vaticinio de Kicillof de que habrá "más o menos lo mismo" le agregó un condicionante extra. El economista Carlos Leyba sostiene que, para que todo siga igual, necesariamente algo debe cambiar. "Si no lo dicen, es porque no saben qué van a cambiar o, si lo saben, no se animan a decirlo", completa.

Claramente, Scioli está ahora obligado a hacer equilibrio. Por un lado, sus chances teóricamente mejoran con el "veranito" de consumo preelectoral que promueve la Casa Rosada con la inyección de miles de millones de pesos en la segunda mitad del año, a través de más gasto público, más créditos subsidiados y más plata en los bolsillos de los votantes. Ya no puede cuestionar las ventas récord de dólares más baratos para ahorro a costa de divisas necesarias para importar insumos y equipos, como lo hacía hace un par de meses su asesor económico Miguel Bein. Por otro lado, tampoco desconoce que esas políticas ultraexpansivas, más el cerco cristinista aumentan la desconfianza y por eso decidió enviar señales tranquilizadoras a los mercados.

Por caso, Bein aseguró a LA NACION que "Scioli va a tener su equipo y va a fijar su agenda". Y su actual ministro bonaerense de Asuntos Agrarios, Alejandro Rodríguez, prometió menores retenciones al trigo para evitar el fracaso de la próxima cosecha, sin perjuicio de que Kicillof se anticipe con una baja parcial y selectiva. Puestos a adivinar el futuro, no faltan quienes especulan con que Scioli buscaría, en caso de ser electo, un pacto con CFK para disponer de un año de margen de maniobra propio sin cuestionamientos del kirchnerismo duro. Y quienes, como contrapartida, advierten que su promesa de duplicar el PBI per cápita en diez años excede un mandato y la incierta intención de Cristina de retornar en 2019 a la Casa Rosada.

Tanto o más desafiante se presenta la campaña electoral de Macri, enredado hoy en su propio armado político. No sólo para contrarrestar la ofensiva oficialista y convencer a votantes independientes de que el cambio que propone apunta al futuro y no al pasado, sino también que, con una economía desordenada e hiperregulada, no será posible atraer inversiones ni volver a crecer a tasas sostenibles. En algún momento, tendrá que mostrar más cartas.

Más lejos, en cambio, Massa demuestra la validez del "teorema de Baglini", según el cual, las propuestas son más audaces cuanto más lejos los candidatos están de alcanzar el poder. Por las dudas, sin embargo, sus asesores se encargan en privado de emprolijar las promesas más resonantes, como el mantenimiento de los subsidios o la eliminación de Ganancias para los sueldos, sin precisar hasta qué topes.


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