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DEBATE
Juan Carlos Guajardo: Chile y los límites de su crecimiento
15/07/2015
La Tercera

 

Por Juan Carlos Guajardo

Chile tuvo un liderazgo indiscutido en la producción mundial de cobre hacia fines del siglo 19. Sin embargo su posición declinó debido a que perdió competitividad frente a Australia y sobretodo EEUU, países que lograron avances tecnológicos que les permitieron explotar recursos de menor ley. También influyó el desplazamiento del interés minero nacional hacia el salitre.

Poco más de un siglo después, Chile volvió a recuperar el liderazgo mundial alcanzando un tercio de la producción global de cobre en la década del 2000. Desde entonces, sin embargo, ha comenzado una lenta pero clara pérdida de participación en la producción mundial mientras potentes nubarrones oscurecen el panorama de la industria minera nacional.

 

Participación de Chile en la producción mundial de cobre de mina (%)
(1801-2014)

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Si bien comparar ambos períodos no es posible debido a que tanto las condiciones de la industria minera como del país son muy diferentes, cabe preguntarse si acaso existen factores comunes que debiéramos observar para evitar que ocurra a partir de ahora un declive como el que vivió Chile a fines del siglo XIX.

No se acabaron los recursos de cobre en Chile a fines del siglo XIX, pues como se demuestra persistentemente, el potencial geológico siempre ha sido muy grande en el país. Después de más de un siglo de explotación, Chile cuenta actualmente con el 30% de las reservas de cobre mundiales y de materializarse la cartera de proyectos hoy conocidos, el país podría aumentar su producción en más de un 50%, hacia los 9,5 millones de toneladas.

La pregunta entonces gira a porqué no tradujimos entonces, desde una posición de liderazgo global, el enorme potencial de cobre a una industria sostenida de clase mundial y finalmente Chile tuvo que explotar sus recursos a través del aporte de empresas extranjeras.

Al tener una tecnología más eficiente para explotar recursos de menor ley, los países dominantes tecnológicamente fueron trasladando sus inversiones a sus propios territorios (Australia, Canadá o Estados Unidos), o a países con mayores afinidades culturales, como ex colonias británicas en África, por ejemplo.

Posteriormente, a comienzos del siglo XX, Estados Unidos comenzó a invertir en los yacimientos chilenos aprovechando su mejor tecnología, inaugurando el período de la gran minería del cobre en Chile, así como también el inacabable cuestionamiento al rol de la inversión extranjera en la minería del país.

Las falencias que nos hicieron perder competitividad entonces, y que se reflejaron especialmente en un retraso tecnológico y empresarial respecto de otros países, ¿son solo culpa de lo que hicieron otros países?. La pregunta es relevante pues hoy se observa un panorama crecientemente complejo en la minería de todo el mundo, pero especialmente agudo en Chile. La productividad minera nacional retrocede aceleradamente y parece no existir en el país la capacidad para solucionar los problemas que se van presentando, desde la disponibilidad de insumos básicos hasta lo regulatorio. Si no resolvemos estos problemas y seguimos perdiendo competitividad, ¿podremos echarle la culpa al empedrado o será hora de mirarnos introspectivamente y con franqueza para intentar identificar las causas de los problemas en nuestras propias limitaciones?.

Hoy como entonces, el desafío es demostrar que el país puede superar las limitaciones propias de un país en desarrollo y que hoy se expresan en una crisis de la institucionalidad que le ha permitido a Chile un avance extraordinario que lo ha puesto a la cabeza de América Latina. Está en cuestión la capacidad de las instituciones actuales para lograr el buen funcionamiento de los mercados y del sistema democrático, lo que tiene un impacto decisivo en el crecimiento y desarrollo de largo plazo del país.

En este marco, para la minería es clave resolver situaciones crecientemente complejas, como por ejemplo el uso viable y sustentable del territorio, en lo cual son urgentes la capacidad de liderazgo político, acuerdo social y la articulación entre distintos actores.

El país también necesita sostener el desarrollo de una industria como la minería y proyectarla como plataforma de su crecimiento. Como se ha visto, ello no está garantizado. Una minería más eficiente y productiva requiere no solo mejor gestión de las compañías mineras sino factores de contexto, como personas mejor formadas y culturalmente comprometidas con el valor del trabajo bien hecho.

Estamos enfrentando una prueba que se nos han venido encima sin que pudiéramos preverla y que no podemos ya soslayar. La incapacidad para detectar los signos de agotamiento y menos aún, para anticipar soluciones, forman parte del verdadero problema nacional para el cual debimos habernos preparado mejor pero que ahora hay que enfrentar con las herramientas que tenemos a mano.

¿Estamos preparados?. Los límites al desarrollo de Chile –y que se expresan con nitidez en la involución de la minería del cobre de hace más de un siglo y las crecientes dificultades que enfrenta hoy-, parecen provenir de factores profundos que se hacen evidentes en este momento. Así, tras la incapacidad de articular soluciones complejas, debemos considerar la gran desconfianza en nuestra sociedad. Tras el problema de productividad, está el eterno atraso en innovación, en lo cual incide no solo la desconfianza sino también una educación de baja calidad y asimismo desconectada de las necesidades productivas del país. Tras la amarga constatación de que se hace poco y tarde para enfrentar los problemas, reside el sesgo a resolver todo con mirada estrecha y de corto plazo, sin capacidad estratégica ni visión de largo plazo.

La prueba que enfrenta Chile hoy es la superación de los límites para su desarrollo, de profunda raíz cultural e histórica. Es asimismo una gran oportunidad si podemos superarla. Una tarea nacional que requiere visionarios, estadistas y líderes.

*Director ejecutivo Plusmining


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