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OPINIÓN
Olivera: la necesidad empuja al diálogo. Scibona: precios desconcertantes
18/07/2015

Mientras la actividad cae, la necesidad empuja al diálogo

La Nación

Golpeadas todavía por una crisis que no terminan de dejar atrás, pródiga en suspensiones, despidos y pérdidas de rentabilidad, varias automotrices fueron citadas la semana pasada a una reunión en el Ministerio de Economía. Las esperaba parte de latask force de Axel Kicillof. Mariana González, secretaria de Coordinación Económica y Mejora de la Competitividad; Mariana Matranga, secretaria de Energía, y Débora Giorgi, ministra de Industria, entre otros, les comunicaron allí la inminencia de una medida a la que el Gobierno no termina de dar forma, pero que dice tener decidida: subir de 10 a 12%, durante un lapso de seis meses, la proporción de etanol en los combustibles.

La razón manifiesta del encuentro era ponerlos al tanto de una modificación que, como fabricantes de automotores, los incumbe. La razón latente corrió por cuenta de Débora Giorgi: se pretende, dijo, que la nueva normativa sirva como salvavidas para los ingenios del noroeste argentino, castigados por la caída en los precios internacionales y la sobreoferta de azúcar. "Los tucumanos están muy mal", explicó la ministra. No hay dudas de que se trata de una economía regional en problemas. Ledesma, por ejemplo, viene de tener su primer ejercicio de resultados negativos en muchos años.

La iniciativa apunta a mejorar la rentabilidad de esa industria. Como el etanol se hace con caña de azúcar, elevar la obligación del corte que hacen las destilerías beneficiaría entonces tanto a grandes como a pequeños productores: a los primeros, que son los que refinan biocombustibles, porque supone una mayor demanda en un producto que casi iguala al petróleo en el precio; a los pequeños, porque tomarán el mercado minorista que dejen las corporaciones en supermercados y almacenes.

Pero las automotrices no están de acuerdo. Eternos malpensados, atribuyen la nueva normativa a las exitosas gestiones de José Alperovich, gobernador de Tucumán, y la desaconsejan desde el punto de vista técnico. Algunos vienen incluso de encargar costosos estudios que arrojaron el resultado que todos imaginaban: deberán invertir en la adaptación de nuevos vehículos porque, de lo contrario, el mayor grado de etanol provocará empeoramiento de las emisiones de dióxido de carbono, aumento en el consumo de combustible y tal vez un mayor desgaste del motor.

Hay que entender estas contorsiones como los últimos ensayos del Gobierno por rescatar actividades que, por la inflación, el atraso cambiario y el cepo, no logran recuperarse. Un alto en el camino en el "proceso de reindustrialización nacional" que pregona Kicillof: según el Indec, la actividad fabril cae de manera ininterrumpida desde hace 22 meses.

Es el contexto estanflacionario que deberá asumir el próximo gobierno, sea cual fuere, y al que esta semana un fallo de la Organización Mundial del Comercio le agregó una novedad: desde enero, la Argentina deberá eliminar o adecuar las declaraciones juradas anticipadas de importaciones (DJAI), la herramienta vedette del kirchnerismo en la administración del comercio.

La preocupación sobrevuela apenas en voz baja entre los empresarios, pero es probable que la UIA lo discuta internamente la semana próxima. Allí, las opiniones están divididas. Un reciente sondeo de la central fabril entre sus socios indica que, mientras 34% de los consultados dice que las DJAI son útiles "para preservar el mercado interno de la competencia desleal", otro 36% les atribuye haberles provocado algún problema en el proceso productivo. Divergencias que en la UIA se dan bajo la premisa generalizada de que nadie pretende un país completamente cerrado. También lo indica la encuesta: el 70% de las empresas tiene importaciones para desarrollar su actividad y, de ese universo, un 88% dice no poder reemplazar a esos proveedores por firmas locales debido a dos motivos: o porque el producto no se fabrica aquí (58%) o porque simplemente no tiene la calidad del importado (25%).

Si no repunta, parte de la industria, emblema del modelo productivo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social, podría terminar el ciclo kirchnerista como uno de los grandes sectores despechados. Tal vez ese peligro haya convencido a Daniel Scioli de volver a emitir anteanoche, en una comida recaudatoria en Costa Salguero, gestos hacia una porción fabril que lo respalda, representada allí por dirigentes como Osvaldo Rial, Juan Carlos Lascurain y Alberto Sellaro. Lo hizo con una frase que, entre líneas y contra los preceptos kicillofianos, ubicaba la gesta reindustrializadora más en el futuro que en el presente: "Se viene la etapa del desarrollo nacional -dijo-. Es lo que necesitamos después de una etapa en la que, gracias a Néstor y a Cristina, logramos el desendeudamiento y la inclusión".

Es el equilibrio retórico al que está condenado el candidato. Debe prometer sin criticar, fusionar lo que se va con lo que se viene. Por lo menos hasta octubre, el mandato es irreversible porque figura escrito en la propia fórmula con Carlos Zannini. El encuentro en Costa Salguero volvió a ser un ensayo en ese sentido. Antes de que el gobernador sobresaltara a la mesa de banqueros para reclamar "que la banca privada se incline hacia el crédito productivo y no hacia la especulación financiera" y propusiera que China y Rusia fueran "alianzas estratégicas", el viejo militante maoísta ya había recitado el manual del alumno bonaerense. "Ésta es una reunión en la que se nota la buena onda, la energía positiva -arrancó Zannini-. No podemos hacer una política dramática: tenemos que hacer una política con la alegría." Cada tanto, con todo, el secretario de Legal y Técnica parecía volver al decálogo kirchnerista. "Vamos a derribar las murallas de la desinformación", se exasperó al referirse a los medios, pero recuperó el candor del discurso con una despedida de corte espiritual: "Que Dios los bendiga".

Si el kirchnerismo se propone continuarse a sí mismo, es natural que trabaje asumiendo que heredará sus propios desajustes fabriles. Esta noción obliga en estos días a funcionarios del Palacio de Hacienda a una tarea infrecuente: comunicarse con compañías de sectores diversos y pedirles que les propongan medidas paraarancelarias capaces de reemplazar la protección que suponen las DJAI. Toda una novedad para militantes que se jactan de que, hasta Néstor Kirchner, eran las propias empresas las que caían al Palacio de Hacienda con los decretos ya redactados. ¿Nuevos vientos de ímpetu dialoguista? Por ahora, parece más bien una cuestión de necesidad mientras la economía apremia. En política, a veces, la ocasión hace al corporativista..

Precios desconcertantes

La nación

(POR NESTOR SCIBONA) Muchos precios o ningún precio? La respuesta puede ser afirmativa en ambos casos para la economía argentina. Con fenomenales distorsiones y salvo contadas excepciones, los precios dejaron de ser una señal de orientación para convertirse en una fuente de confusión.

Por lo pronto el dólar tiene varios precios desde el cepo cambiario, aunque en teoría exista un Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) que no es ni una cosa ni la otra. Hay que usar la calculadora para obtener el valor efectivo del dólar oficial neto de retenciones; el dólar "ahorro", "turista"; "puré"; el dólar Bolsa, el "contado con liqui" y la brecha con el paralelo, ahora por encima de 50%. O para arbitrar en la tambaleante "bicicleta" tasas-dólar.

El atraso cambiario ha permitido hasta ahora reprimir inflación. Pero las últimas subas del blue hacen suponer un ajuste alcista en pesos de los stocks de productos, insumos o repuestos importados, para cubrirse de sorpresas en los costos de reposición. Mientras sube el techo para sustitutos locales, después habrá tiempo de negociar o no rebajas, según qué ocurra con la demanda y los permisos previos de importación (DJAI).

También la calculadora pasó a ser una necesidad en las compras de productos de consumo masivo. A excepción de los 500 rubros con Precios Cuidados, ajustados cada tres meses, los valores en las góndolas pasaron a ser relativos desde que las grandes cadenas de supermercados ofrecen promociones por cantidad los fines de semana, descuentos fijos por pago con tarjeta; o cupones para deducir de futuras compras.

Esta combinación hace imposible determinar el precio real de un producto. Si la oferta es de 3 unidades al precio de 2 (3 x 2), hay una rebaja de 33% con respecto a la góndola. Pero si fuera de 4 x 3, se reduce al 25%. Y los descuentos de 50% y 70% en la segunda unidad de un mismo producto bajan el precio de ambos en 25% y 35%, respectivamente. Sin embargo, como en varios rubros (vinos, conservas, galletitas, café, etc.) se aplican sobre precios unitarios más altos que en autoservicios minoristas, el resultado puede ser similar sin comprar mayor cantidad.

A priori, entonces, es más factible suponer que exista un "colchón" previo de precios que un sacrificio de márgenes a cambio de volumen. Un caso similar es el de marcas premium de helados que, en épocas de tipo de cambio único, vendían el kilo al equivalente de 10 dólares y ahora lo duplican (al dólar oficial); pero ofrecen cupones y descuentos de 50% (2 x 1). A la inversa, una franquicia de empanadas que hace un par de meses vendía 30 unidades a $ 200 ($ 6,66 cada una) con cupón de oferta; luego redujo la cantidad a 24 ($ 8,33) y finalmente a 15 por $ 168 ($ 11,20 c/u).

Por otro lado, la contracara de los "precios cuidados" es una mayor brecha -de 30% a 100%- con productos similares de la misma empresa. El relevamiento que realiza esta columna en la sucursal porteña de una cadena de supermercados muestra una diferencia de 43% entre el precio del litro y medio de una gaseosa de primera marca ($ 17,40) y su variedad light ($ 24,89). Otro tanto ocurre con la leche (40 a 80% según diferentes envases); café (40%) y yerba mate (35%).

Así, aunque el costo total de la misma canasta de 30 artículos se incrementó 21,6% en los últimos 12 meses (pasó de $ 1283,65 a $ 1562), se verifican alzas de 40/50% en varios productos, como gaseosas; lácteos, fiambres; artículos de limpieza y de 110% en pan francés de mayor calidad, no incluidos en el listado oficial de precios.

Si bien la inflación se ha venido desacelerando en 10 puntos porcentuales (27/28% proyectada para este año por consultoras privadas, frente al 37% de 2014), su inercia se hace sentir en la cadena de costos. Por caso, el titular de CRA, Rubén Ferrero, explica que los productores de manzanas reciben por kilo un precio de $ 1 y los de peras $ 1,50, pero al consumidor final le llegan a $ 30. Y el del trigo equivale también a $ 1 por kilo, frente a un precio del pan de $ 25/30 pese a que su incidencia es 6% del costo total.

La suba de costos se amplifica en restaurantes. Y junto con la apreciación del peso hace un menú básico cueste, en dólares o en euros (al tipo de cambio oficial), lo mismo o más que en EE.UU. o Europa. Esto explica por qué muchos turistas extranjeros evitan el pago con tarjeta y optan por cambiar sus dólares en el mercado paralelo. Esta distorsión no es captada por el Índice Big Mac (que elabora The Economist), desde que Guillermo Moreno impulsó un precio promocional para esa hamburguesa y que hoy se ubica en $ 31 (US$ 3,4). Pero en un combo, el precio casi se triplica a $ 81 y $ 87 (US$ 9,5), según el tamaño de las papas fritas y gaseosas.

Como ocurre en las épocas de atraso cambiario, el mayor margen de suba está en servicios no transables, o sea, sin competencia externa. Es típico caso de las peluquerías, en especial de mujeres, donde un corte de pelo y tintura no baja de US$ 60. O de las playas de estacionamiento, con tarifas superiores a US$ 5 la hora en el microcentro porteño. Pero los gastos no habituales deparan los mayores sobresaltos. Ocurre con plomeros, pintores, techistas, pulidores de pisos, talleres mecánicos, etc., donde no sólo el costo de los materiales suele ser un acertijo, sino que la hora de trabajo puede cotizar más que la de España (3,9 euros) o incluso de Alemania (8,5 euros).

Estos valores tornan irrelevantes los subsidios estatales a la electricidad en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde dos horas de estacionamiento equivalen a la tarifa eléctrica de dos meses para un consumo medio. A la inversa, los precios de los combustibles se ubican hoy entre los más altos de América latina, después de años en que las petroleras subsidiaron el consumo con precios regulados muy bajos cuando los precios internacionales del crudo batían récords.

Ahora, son los consumidores los que compensan el derrumbe de 50% en el petróleo, después de que el Gobierno fijara para el "barril criollo" un precio en pesos 25% más alto que el externo para ahorrar divisas.

Todas estas y otras distorsiones de precios relativos suponen un enorme desafío para el próximo gobierno, de cualquier signo que fuera, si pretende corregirlas. La salida del laberinto no será sencilla. El gobierno de CFK incluyó a los "golpes de mercado" en la nueva Doctrina de Inteligencia, pero no a los golpes (oficiales) a los mercados, que alteran su funcionamiento y también los planes de inversión privada.


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