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OPINIÓN
Scibona: levantar la puntería
01/08/2015
La Nación

NÉSTOR SCIBONA 

La aritmética ayuda a dimensionar problemas y también oportunidades. Pero por ahora sólo se aplica en las encuestas de los precandidatos presidenciales que, a una semana de las PASO, inundan las pantallas con spots televisivos que alternan voluntarismo con realismo mágico. Otro uso indica que si la economía argentina lograra crecer al 6% anual acumulativo, duplicaría su PBI por habitante en 12 años, lapso que se extendería a 24 si lo hiciera al 3% y a nada menos que 70 años a un ritmo de 1% anual. Este último dato resulta ciertamente inquietante: fue el crecimiento promedio del PBI durante el segundo mandato presidencial de Cristina Kirchner.

Los cálculos están incluidos en un trabajo del economista Carlos Leyba, que revela además que en el período 2000/2015 la Argentina pasó en el mundo del puesto 75º al 61º en términos de PBI por habitante (a precios de mercado de 1993). Sin embargo este avance es relativo, si se considera que en 1974 ocupaba la posición 52º. Y si bien supera en 20% al promedio sudamericano, apenas equivale a una cuarta parte del de los países europeos.

Leyba subraya que "no calificamos como país desarrollado, pero tenemos una infinidad de recursos naturales y humanos que no tiene la inmensa mayoría de los países que nos preceden en la tabla de posiciones". Su inventario incluye un territorio que ocupa el 7º lugar en el planeta y apenas 0,5% de la población mundial; el potencial aún inexplorado del mar; la riqueza minera, energética y agroalimentaria; la abundancia de agua y climas aptos para todo tipo de cultivos. También la juventud de la fuerza de trabajo, donde 25% de la población tiene menos de 16 años y sólo 10% más de 65, lo cual supone un bono demográfico para lograr una enorme capacidad de acumulación, hoy frustrada por un nivel de pobreza cercano a 29%.

Para el economista, que la Argentina no aproveche todo su potencial obedece a la falla de las dos herramientas que deberían hacer más productivas ambas ventajas: el capital y la organización. En el primer caso, la tasa de inversión que promedió 17,1% en el período 2012/2014 no alcanza para superar el magro crecimiento económico de estos años.

Tampoco permitió crear empleo privado, reducir el trabajo en negro ni la pobreza, mejorar la productividad (menos de 1% anual acumulativo) ni los preocupantes resultados del sistema educativo, especialmente en la escuela secundaria donde egresa sólo el 38% de los estudiantes que ingresan. "Esa es la tarea de la política: pensar la organización que no tenemos -agrega- para aprovechar el potencial humano (desperdiciado por altas tasas de pobreza, despilfarro de recursos, fracaso educativo) y diseñar una política de captación de inversiones que comience con hacer inútil, improductiva e insensata la fuga de capitales de la acumulación (unos 300.000 millones de dólares)."

Y concluye que el consenso sobre un futuro promisorio choca contra el hecho de que la mayor energía de pensamiento nacional se concentra en indagar el pasado y atribuir culpas por el desperdicio del potencial, en una batalla cultural huérfana de reflexiones sobre el futuro de los próximos 10, 20 o 30 años, en los que habrá de vivir la mayoría de los argentinos.

Por ahora, nada de esto forma parte de una campaña electoral raquítica en contenidos. Ninguno de los candidatos habla en público de la inflación de 25% anual, como si no se ubicara entre las más altas del mundo ni provocara constantes distorsiones económicas y sociales.

La alta inflación no sólo es una fábrica de pobreza, sino que también conspira contra el ahorro en pesos e induce a refugiarse en el dólar, fuera del circuito productivo. Los depósitos a plazo fijo están concentrados a menos de 45 días e impiden la financiación a largo plazo a tasas razonables. De ahí que el crédito no supere el 16% del PBI, la mitad que en otros países de la región, mientras el mercado local de capitales se mantiene reducido a una mínima expresión.

El crédito hipotecario virtualmente no existe y el acceso a nuevas viviendas con cuotas indexadas por los costos de la construcción hace que las cuotas sean inalcanzables para los sectores medios, aun con empleo formal. El plan Procrear, con créditos subsidiados y financiados con recursos de los futuros jubilados, así como las regulaciones en el sistema financiero para subsidiar préstamos al consumo y las empresas, sólo confirman el problema de fondo, pero no lo resuelven.

Aunque los candidatos no lo digan, en sus equipos técnicos hay consenso en que para reactivar la economía deberán corregir los crecientes desequilibrios macroeconómicos (déficit fiscal, emisión, atraso cambiario y tarifario, escasez de reservas líquidas) que habrán de heredar. Aquí el acceso al crédito externo y la reducción de subsidios serán piezas clave. Pero esta condición necesaria no será suficiente sin una visión estratégica para promover la inversión y lograr un crecimiento sustentable.

Sobre todo ahora, cuando el mundo ya no juega a favor tras el repunte del dólar y la caída de precios internacionales de la producción exportable argentina. Abrir los cepos que frenan la producción y las exportaciones de los sectores con más ventajas será tan importante como replantear la sustitución de importaciones para ahorrar divisas y reemplazarla por un proceso de industrialización competitiva.

En su libro Levantemos la puntería (2008), otro economista, Juan Carlos de Pablo, proponía desvirtuar mitos y capitalizar experiencias para mejorar el futuro. En el primer caso exhorta a evitar la dependencia cultural que supone pensar que especialistas extranjeros, por ser extranjeros, son más profundos que los argentinos cuando hablan de los argentinos.

En cuanto a las experiencias, recordar que se enseña con el conocimiento, pero también con el ejemplo; que hay un "valor económico" en diseminar los valores éticos entre los habitantes para diseñar cualquier estrategia de desarrollo, o "que el Estado se haga cargo" es la postura preferida de quienes buscan que algo exista en su propio beneficio o en beneficio de otros, sin tener que afrontar los costos. Y que una política económica basada en instrumentos generales induce a los empresarios y ejecutivos a trabajar, mientras una política económica discrecional los induce a estar ocupados en los funcionarios de turno. No es lo que se escucha ahora en los discursos políticos, pero seguramente habrá que tenerlo en cuenta.


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