Juan Francisco Salazar*
Nuestra época actual puede pasar a la historia como el siglo de la exploración espacial y fuera de la explotación de los recursos de la Tierra. Pero todavía hay considerables obstáculos políticos para superar en términos de cómo regulamos este tipo de actividades. A medida que volvemos los ojos al cielo, también hay que mirar hacia el sur a la Antártida para hacerse una idea de los asuntos de gobierno en el espacio exterior.
Este año el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Exploración y Utilización de Recursos del Espacio de 2015 .
Este proyecto de ley modifica radicalmente puntos del Tratado original del espacio exterior (OST ) de 1967, en donde los recursos devueltos a la Tierra desde el espacio, se consideran propiedad de toda la humanidad, por lo tanto no podían ser de propiedad o vendidos.
El proyecto de ley altera esto para que las empresas privadas y los estados puedan mantener los derechos de propiedad sobre los recursos interpuestos a la Tierra. Se abre el espacio exterior al capital de riesgo y asegura que las empresas estadounidenses privadas pueden obtener un título sobre los recursos obtenidos de asteroides en el espacio.
El espacio exterior es una frontera final para el capitalismo , y esto no está tan lejos como se podría pensar.
También es quizás la última frontera para los regímenes internacionales de gobierno de los bienes comunes globales. Esta es una cuestión importante porque el proyecto de ley de Estados Unidos podría ser un precedente para otros países para pofer firmar una ley similar con intereses propios en vez de continuar con el legado de la cooperación internacional en el espacio.
El espacio ultraterrestre y la Antártida tienen algunas similitudes misteriosas.
La Antártida es casi extraterrestre en su adversidad para albergar la vida humana. Muchas áreas de la Antártida, como los Valles Secos o lagos sumergidos bajo la capa de hielo, actúan como proxies para la exploración del espacio y la búsqueda de vida microbiana extraterrestre.
El derecho internacional identifica a la Antártida y el espacio exterior como dos de cuatro áreas comunes globales (los otros son la alta mar y la atmósfera). Ambos se han definido dentro de los regímenes internacionales como espacios fuera del territorio de los Estados-nación y más allá de las zonas habitables normativas de la especie humana.
Fue sobre la base de la experiencia adquirida durante el Año Geofísico Internacional que tres tratados importantes surgieron dentro de una década: la 1958 Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar ; el Tratado Antártico 1959 (más tarde Sistema del Tratado Antártico ); y 1967 Tratado del Espacio Exterior . Cada uno de ellos estableció los principios de los regímenes jurídicos para la exploración y la gobernabilidad de estos espacios extraterritoriales.
En los últimos 50 años, la región antártica se ha regido por el Sistema del Tratado Antártico (STA). El STA ha proporcionado sin duda importantes lecciones que pertenecen la gobernanza de los sistemas transfronterizos más allá de las jurisdicciones soberanas
También ha ayudado a proteger los ecosistemas antárticos de la explotación de minerales a través del Protocolo Ambiental, una situación que puede ser revisada en 2048. También ha salvaguardado el continente polar como una zona de paz y colaboración científica.
Pero, inevitablemente, estos dos tratados son históricamente contingentes. El Protocolo Ambiental, por ejemplo, puede ser revisado en 2048. No es impensable que en un futuro próximo, con el interés nacional intensificado en recursos minerales y biológicos, la Antártida podría potencialmente convertirse en otra frontera de la mercancía.
Por ejemplo, hoy en día hay unos pocos cientos de organizaciones de investigación y empresas de al menos 27 estados que llevan a cabo la prospección biológica en la Antártida.
Esto apunta a los tipos de problemas que pueden surgir como operaciones de prospección de minerales que comienzan en los asteroides, la Luna y otros cuerpos celestes en los próximos decenios.
Por otro lado, si el objetivo es salvaguardar y proteger el espacio extraterrestre, para mantenerlo como uno de los cuatro campos comunes para la humanidad en virtud del derecho internacional y de calmar las tensiones políticas, la Antártida puede así seguir proporcionando un modelo para la colaboración internacional en el espacio.
El OST establece claramente que la exploración y utilización del espacio ultraterrestre deben realizarse en beneficio e interés de todos los países, independientemente de su grado de desarrollo económico y científico.
¿Hay beneficios intangibles y valores intrínsecos de la exploración espacial que debemos traer a primer plano?
¿Debe la OST limitar efectivamente la expansión y la innovación en la exploración del espacio exterior por ser vago en los derechos de propiedad, el "uso" del espacio exterior, y dificultar la expansión del capital fuera de la Tierra? En este caso la Antártida puede no ser el mejor modelo, ya que prohíbe las actividades mineras por completo.
En mi opinión sigue siendo necesario un marco normativo que pueda supervisar la exploración y explotación de recursos minerales del espacio. Por el momento, la Antártida todavía puede proporcionar un modelo a tener en consideración.
*Juan Francisco Salazar es profesor asociado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Comunicación en la Universidad de Western Sydney .
