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OPINIÓN
Olivera: oradora sin auditorio. Scibona: Crédito o buitres. Bonelli: Cristina y el cangrejo:
05/09/2015

La gran oradora se va quedando sin auditorio

La Nación

Por Francisco Olivera

Carlos Zannini canalizó su impaciencia a través de un chiste. Miró a Débora Giorgi, que, sentada a la misma mesa, seguía la presentación presidencial de 41 slides en simultáneo en una copia propia. "¿Cuántas filminas son? Tendrías que haber puesto la mitad", le reprochó. La Presidenta llevaba una eternidad de discurso desde el atril de Tecnópolis, mientras la ministra de Industria constataba y asentía en paralelo. Fue extraño: contra el habitual elogio militante, la oradora hablaba esta vez "con papeles". Una decisión discutible: en el fondo de ese salón en que se celebraba el Día de la Industria, el miércoles pasado, la mayor parte de los asistentes se quejaba del hambre, hablaba en voz alta de cualquier otra cosa y acumulaba ya unas cuantas paneras vacías.

El vino y el champagne, lo único ajeno al agua que se estaba sirviendo durante esa hora y media, habían contribuido a la camaradería: en la mesa de Copal, la cámara alimentaria más importante del país, se llegaron a organizar tres asados. "No quiero seguir, pero hay más todavía; no sigamos más porque, si no, no nos vamos más. Están todos con hambre, los escucho hablar", empezó a cerrar Cristina Kirchner.

Que casi nadie la estuviera escuchando puede haber obedecido al formato de la exposición. La jefa del Estado se ha acostumbrado, con incuestionable eficacia, a captar la atención de todos sus auditorios apelando a un modo de hablar crudo y sin inhibiciones. El miércoles, en cambio, lo hizo mediante la lectura de slides confeccionados por varios de sus colaboradores para una presentación que a los asistentes les resultó excesivamente larga. "Esto no es pan y circo: esto es pan y Power Point", enviaron por mensaje de WhatsApp a este diario desde una de las mesas, ya con la expositora abocada al comportamiento mundial de los precios del litio, el oro y la plata.

Existe, de todos modos, una lectura menos superficial que hacen últimamente en el establishment: a ningún hombre de negocios argentino le preocupa lo que vaya a decir un funcionario que se va. Nada nuevo. Hace un año, el día en que presentaba la conferencia anual de la Unión Industrial Argentina (UIA), lo admitió Juan Carlos Sacco, uno de los vicepresidentes de la entidad fabril: "Los funcionarios son como un plazo fijo: tienen fecha de vencimiento y se van. Nos interesa escuchar a los candidatos", se sinceró entonces.

Es lo que intentan hacer ahora las corporaciones con escasa sutileza. La semana pasada, un auditorio de 900 asistentes que se había agolpado en el hotel Alvear para escuchar en el Council of Americas a Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa quedó reducido a un cuarto en el mismo instante en que llegaba el ministro de Economía, Axel Kicillof. La mayoría se había ido a almorzar. Moraleja para ceremonial de gobiernos en retirada: empresario hambriento mata pato rengo.

La paradoja es que, por una vez, la indiferencia parece estar atenuando los conflictos. Como para corroborar la frase de Sabina: "No, no pido perdón: para qué, si me va a perdonar porque ya no le importa". Aunque frágil e incierta, la tregua ameniza los contactos entre funcionarios y hombres de negocios. Una semana antes del Día de la Industria, la UIA temía que su convocatoria al festejo se hiciera sin integrantes del Gobierno ni candidatos.

Para peor, para que no compitiera con el acto de Tecnópolis, la Casa Rosada le había exigido achicar lo que pretendía ser un almuerzo de 700 personas a un brevísimo cóctel. Los industriales aceptaron. "Es una lástima que no vengan", le dijo en el Council of Americas Méndez, presidente de la entidad, a Eduardo de Pedro. "Voy a hacer lo que pueda para llevarlos", contestó el secretario de la Presidencia y, el lunes volvió a llamar al líder fabril con buenas noticias: "La Presidenta quiere que vayan todos: llevo a Daniel, a Aníbal, a Axel, a Débora...", lo alertó incluso antes de notificar a Scioli, que se enteró por la noche de que tenía que ir.

Resultado: ausentes Macri y Massa por cuestiones de agenda, Cristina Kirchner transformó la celebración de la UIA, un foro que juzga crítico, en una convocatoria de asistencia monolítica oficial. "Tendríamos que haber ido", se lamentaban ayer en el macrismo pocas horas después del regreso de su ideólogo de campaña, Jaime Durán Barba, de la casa que tiene en las montañas de Ecuador.

Que el kirchnerismo haya decidido suavizar su relación con una entidad a la que juzga manejada por "dos o tres sectores altamente rentables", como definió la Presidenta en Tecnópolis, no es tampoco algo novedoso. Lo ha hecho en cada período preelectoral.

Es probable, de todos modos, que esta vez la despedida de la jefa militante contribuya también a esa fraternidad. "¿Vieron? Hablé una hora veinticinco y no me referí a ningún otro político ni me puse a criticar a nadie", se sorprendió ella misma en esa comida. Existe, por otra parte, un salvoconducto que empresarios y Gobierno parecen ahora haber encontrado para no discutir: la crisis internacional. "¿Cómo anda?", saludó esa noche Juan Belén, histórico dirigente de la UOM, al fabricante de válvulas José Luis Basso, a quien se cruzaba frente al lavatorio de uno de los baños.

"Mal, Juan, mal -contestó el industrial-. Brasil se cae a pedazos, Juan, pero hay que poner una sonrisa." Momentos después, Cristina Kirchner decía, sin nombrarla, que la empresa había sufrido una caída del 40% en las exportaciones. Y al despedirse insistió, copa de champagne en alto: "¡Muchas gracias y, como siempre, vamos a seguir trabajando para que la crisis internacional pegue lo menos posible en nuestro país! ¡Salud!"

Es el argumento perfecto para un gobierno más obsesionado por las explicaciones que por la solución de los problemas. Aunque la propia UIA exponga, en sus informes internos, que varios países proyectan crecer a ritmo razonable este año pese al frente adverso: Bolivia (4,5%), Paraguay (4,1%), Colombia (3,2%), Perú (3,2%) o Uruguay (2,9%) contrastan contra las previsiones que indican que, después de cuatro años de estancamiento, la Argentina debería celebrar si llega al 1%. Varios de sus integrantes están convencidos de que el modelo productivo de acumulación de matriz diversificada e inclusión social murió en 2010, momento a partir del cual empezaron a agravarse dos flagelos fabriles: falta de financiamiento externo y distorsión de precios relativos.

Ya habrá tiempo de discutir la verdad de las cosas. El bálsamo empresarial consiste ahora en que por lo menos, en diciembre, sea quien sea el presidente, termina un diálogo de sordos.

Por Nestor Scibona

A medida que se aproxima la fecha del cambio de gobierno y flaquean las reservas líquidas del Banco Central, los candidatos presidenciales -y en especial, sus asesores económicos- miran con malos ojos el eslogan Patria o Buitres, que tan buenos réditos políticos le aportó al gobierno de Cristina Kirchner, pero dejó a la Argentina empantanada en la banquina del financiamiento externo y dependiendo del auxilio de los swaps chinos.

Por lo pronto la novedad es que, con matices, todos comienzan a hablar del conflicto con losholdouts y abandonan el genérico "buitres" para englobar al 7% de los acreedores que no aceptaron los canjes de deuda. También de la necesidad de negociar una salida para el default parcial de la deuda, precipitado tras el desacato de CFK al discutible fallo del juez Griesa, que la Corte Suprema de los Estados Unidos dejó firme en 2014. De hecho, tampoco desde entonces pueden cobrar los tenedores de títulos bajo legislación extranjera que aceptaron la reestructuración.

Ocurre que, con el actual statu quo, será difícil conseguir crédito externo a tasas razonables para respaldar el arranque de un nuevo programa económico. Hasta Daniel Scioli terminó por admitirlo en estos días; sólo que a través de declaraciones sucesivas de sus colaboradores más cercanos (Juan Manuel Urtubey, Miguel Bein, Mario Blejer y Alberto Pérez).

La cautela de Scioli corrobora sus límites políticos para contradecir al relato kirchnerista. Sin ir más lejos, en el primer reportaje que concedió en julio al diario Página 12 como su flamante compañero de fórmula, Carlos Zannini había admitido implícitamente que si alguien intentara pagarles a los buitres habría una reacción popular. "Las leyes argentinas impedirían un acuerdo", advirtió entonces, no sin antes prevenir que lo que digan sus asesores no compromete al candidato oficialista.

En esta tarea de preparar al frente interno para una futura negociación, que no será sencilla ni rápida, Mauricio Macri recibió una andanada de críticas oficialistas cuando hace un tiempo dijo estar dispuesto a discutir una fórmula de pago a largo plazo. Luego optó por invertir los términos y prometer el fin inmediato del cepo y la unificación cambiaria si llega a la presidencia. Más prudente, Sergio Massa habló de un plazo de 100 a 180 días. Pero en ambos casos está implícita la idea de buscar, más temprano que tarde, un punto final al conflicto con los holdouts.

El reciente fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York, que rechazó la pretensión de Griesa de declarar embargables los activos del BCRA, significa un alivio para el próximo gobierno, cualquiera que sea su signo. No tendrá que negociar bajo la presión de embargos de reservas. Además ratifica la independencia de criterio con que se mueve la justicia de Manhattan frente a distintas demandas. Incluso, al declarar que el BCRA no es álter ego del gobierno, el tribunal privilegió el aspecto formal y legal.

Si hubiera reparado en el funcional y político la conclusión habría sido diferente: durante el segundo mandato de CFK, el BCRA pasó a ser una virtual dependencia de la Casa Rosada y del Ministerio de Economía. Ya lo era desde comienzos de 2010, tras el ruidoso desplazamiento de Martín Redrado. La prueba más reciente es la remoción de dos directores que no avalaron el descabezamiento de la cúpula del HSBC sin un pronunciamiento previo de la justicia local, en la causa abierta por presunto lavado de dinero. Otra fue, meses atrás, la inhabilitación del CEO del Citibank cuando la entidad acordó con el fondo buitre NML no apelar el fallo de Griesa.

El paulatino viraje de los presidenciables en este tema hasta ahora tabú tiene una justificación económica, pero también política. Cualquiera que gane necesitará dólares, ya sea para levantar o flexibilizar gradualmente el cepo cambiario, que mantiene clausurado el ingreso de capitales y de inversiones extranjeras. La vía más rápida para obtenerlos sería volver a colocar deuda en los mercados externos, pero está bloqueada por el conflicto con los fondos buitre. El objetivo político es atenuar el costo de las medidas que se adopten para "administrar el ritmo" (según el equipo de Scioli) y de aplicar (según el de Macri) las correcciones a los principales desequilibrios macroeconómicos (déficit fiscal y externo, emisión monetaria, distorsión de precios relativos) que se traducen en una inflación alta, pero a la vez reprimida por el fuerte atraso cambiario y tarifario.

Claro que, en uno u otro caso, los montos, plazos y costos dependerán en última instancia de la consistencia y credibilidad del aún difuso "plan económico integral" que prometen para después del 10 de diciembre. Y, además, qué ocurrirá con la ley de pago soberano, que no deja margen de negociación. De todo esto dependerá también que reaparezcan o no en la superficie parte de los dólares (no menos de 180.000 millones) atesorados por argentinos en el país y el exterior.

Desde un enfoque académico, el economista Juan José Cruces, profesor de la Universidad Di Tella y autor de un libro sobre el tema de próxima aparición, desdramatiza la negociación con losholdouts. "De un álbum de 100 figuritas, nos faltan sólo 7 para completarlo y conseguir la pelota. Económicamente, el beneficio de llegar a un arreglo excede largamente su costo", afirma. No obstante, al disertar como invitado en el ciclo mensual del Estudio Broda juzgó crucial la forma en que se negocie. Según el tipo de acuerdo que se logre requerirá emitir bonos por un valor presente de entre 10.000 y 20.000 millones de dólares (entre 2% y 4% del PBI), a pagar en 10 años. También explicó que en el período 1976/2010, más de la mitad de los litigios con holdouts en el mundo concluyeron con arreglos extrajudiciales que implicaron no pagar el total de lo reclamado.

Mucho más escéptico es Guillermo Nielsen, ex secretario de Finanzas que tuvo a su cargo la reestructuración de la deuda y actualmente integra el equipo de Massa. "La negociación va a ser mucho más dura de lo que se piensa", vaticina. A la vez explica que la legislación argentina impide a los funcionarios firmar acuerdos extrajudiciales. Otro escollo para abrir la puerta del crédito.

Por cierto que el endeudamiento externo no tiene buenos antecedentes en la Argentina. No es lo mismo endeudarse para corregir problemas económicos a corto plazo y financiar obras de infraestructura a largo plazo, que hacerlo para postergarlos y salir del paso. Quizás aquí convenga recordar de antemano una lúcida definición del economista Orlando Ferreres: "En la Argentina festejamos los créditos y lloramos las deudas".

Cristina y el cangrejo: caída en la industria y en las reservas

IEco

MARCELO BONELLI

Cristina no pudo ocultar con su largo discurso en Tecnópolis, una verdad que se vive en la industria: la actividad se estancó desde 2010 y entró en un retroceso sin fin durante todo su último mandato.


La caída se profundizó con los controles, el cepo, la baja del salario, el ajuste y una persecución que ahuyentó las inversiones productivas. 
Así la Presidenta hizo en su último gobierno lo que el miércoles ella le recomendó no hacer a la Unión Industrial: “volver atrás como el cangrejo.”
La política que inició Eduardo Duhalde y profundizó Néstor Kirchner permitió un uso intensivo de la capacidad ociosa industrial hasta el 2008. Pero los groseros errores económicos de Cristina hicieron dar marcha atrás con los logros que el país alcanzó después de la crisis del 2001. La Presidenta caminó como el cangrejo.


Ella entregará el gobierno con un aparato fabril en recesión y estructuralmente aún más dependiente de las importaciones.

El gobierno le copó el acto del Día de la Industria a la central fabril y Héctor Méndez habló con la intención de no confrontar. Lo hizo como una concesión, para que los funcionarios fueran a la UIA. Pero alcanzó una sola referencia a números concretos para desbaratar el relato de Cristina sobre la “reindustrialización kirchnerista.” Así lo dijo: “El nivel de producción fabril está un 4,5% por debajo de 2011”.

En otras palabras: una mezcla de estancamiento y caída desde el inicio del segundo mandato de la Presidenta

Y agregó: “Tenemos el nivel de producción per cápita industrial de 1974”. Un retroceso de 40 años, muy lejos del relato que Cristina intentó enhebrar en Tecnópolis.

La Presidenta ya había embestido duro esa noche contra la nueva conducción de unidad fabril. La frase pasó desapercibida en el fárrago de su monótono discurso, pero fue un dardo contra la dupla de Adrián Kaufmann Brea y Luis Betnaza. 

Ocurrió cuando habló del cangrejo y recomendó a las nuevas autoridades no olvidarse de las pymes. Ahí dijo, en alusión a ambos empresarios, “que la pertenencia a dos o tres sectores altamente rentables no los haga olvidar de las pequeñas y medias empresas.”

Reflejó la frustración política de la Presidenta, que a lo largo de su gestión intentó y nunca pudo quebrar y debilitar a la Unión Industrial.

El martes quedará sellada la lista de unidad fabril que hará a Kaufmann Brea nuevo titular de la UIA. La conformación de la nueva conducción y el liderazgo de Kaufmann Brea profundizará la acción política común de la UIA con la Asociación Empresaria Argentina y el Foro de Convergencia Empresario. Todos críticos hacia la Casa Rosada.

Kaufmann abrió una serie de diálogos. Ayer estuvo con Jorge Brito y en la semana hará lo propio con Axel Kicillof.

En todos los cónclaves surgió una información que conmovió a los hombres de negocios. Existe una grieta en la conducción de YPF y Miguel Galuccio ya le habría pedido a un grupo de funcionarios que den un paso al costado. Quiere oxigenar la compañía y evitar investigaciones. Entre otras personas que se alejarán estaría Doris Capurro, luego de un fuerte choque con Galuccio.
Igual, la gran preocupación actual de los hombres de negocios pasa por la inestabilidad de Brasil y la forma como Cristina dilapida reservas y envía señales de devaluación del peso argentino.

El embajador de Brasilia en Buenos Aires mantuvo una serie de encuentros secretos con empresarios. Everton Vieira Vargas se reunió con jefes de holding y directivos de la UIA. Allí el diplomático confió datos inquietantes de la crisis política y dijo que recién empezaban los temblores de la economía.
En Argentina también esperan que los escándalos de corrupción de Brasil comiencen –en una segunda etapa– a salpicar filiales y empresarios locales. Ya hay movimientos. En Brasil existen denuncias contra la compra de Cristóbal Lopez de la refinería de Petrobras por 102 millones de dólares.

Pero la gran inquietud de los hombres de negocios es la continua inestabilidad del real. Ayer hubo otro retroceso.


La devaluación en Brasil genera un coctel explosivo, junto a la inacción doméstica de Kicillof y la pésima política cambiaria argentina.

El atraso del dólar oficial genera expectativas de devaluación en Argentina y la pérdida constante de reservas líquidas del Banco Central.
La alerta existe: el próximo presidente podría asumir su nueva gestión con muy escasas reservas libres en el BCRA.
Alejandro Vanoli pierde un promedio de 100 millones de dólares diarios de libre disponibilidad para sostener el atraso cambiario. Si no se para ese drenaje, hasta las elecciones se podrían esfumar del BCRA unos 3.500 millones. A esto hay que agregar el pago en octubre del Boden por 6.300 millones de dólares.


En otras palabras: podrían bajar del Central unos 10.000 millones de dólares de libre disponibilidad en solo en 35 jornadas hábiles. 
La dupla Vanoli-Kicillof utiliza medidas rudimentarias: frenó las compras de dólar ahorro y las importaciones. Ahora el ministro busca en Rusia rublos, para encubrir la faltante de dólares.


Los candidatos tapan el problema, porque sus publicistas les trasmiten una cuestión: no hablar de malas noticias a la gente y evadir la realidad. Pero el que gane tendrá que hacerse cargo del problema y será un trago amargo. Kicillof lo verá sentado desde el Congreso.
Por eso Daniel Scioli quiso dar una señal a los mercados. Lejos de Kicillof, apareció con Miguel Bein en la TV y así confirmó un adelanto de Clarín: Bein es el principal y central referente económico para su eventual gobierno. 


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