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ANÁLISIS
Bonelli: Empresariado unido. Olivera: Scioli ensaya. Scibona: precios inflados y desinflados
12/09/2015

El empresariado unido y con un rol político mayor

Clarín

Marcelo Bonelli

Anoche estaba todo cerrado y hubo un acuerdo definitivo de unidad en el movimiento empresario: se terminó de confeccionar la lista completa de la conducción que apoyará a Adrián Kaufmann Brea como nuevo titular de la Unión Industrial Argentina. Así, el ejecutivo de Arcor contará con respaldo político pleno para liderar a los hombres de negocios en un momento crucial: el último tramo de la campaña electoral y la apertura de una nueva etapa política y económica en la Argentina.

Kaufmann tendrá que convivir con un nuevo Presidente y negociar para surfear la turbulencia que van a causar los inexorables ajustes, para corregir el desaguisado macroeconómico que deja Cristina como herencia.

Entre los hombres de negocios preocupa la forma como Axel Kicillof dilapida las reservas y el temor de que el presidente electo reciba en diciembre un Banco Central sin dólares de libres disponibilidad. El BCRA pierde un promedio de cien millones de dólares billete por día y ese drenaje, de continuar hasta diciembre, puede secar las reservas reales de la Argentina. 

La gravedad de lo que sucede volvió a enfrentar en estas jornadas a Kicillof y Enrique Vanoli. Ambos se echan la culpa mutuamente y tratan de justificar su falta de resultados frente a Cristina y Daniel Scioli. El ministro acusa al jefe del Central de no saber manejar la “sintonía fina” del mercado cambiario.

Vanoli elevó un “memo” al gobernador en donde deslinda responsabilidades y sostiene que es Kicillof el responsable de los desequilibrios que provocan la avidez por el dólar.

También acusa al ministro de impedirle accionar libremente, a partir del control real que Kicillof ejerce sobre el directorio del BCRA. Aún no tocaron a Miguel Pesce, quien maneja en forma discrecional qué multinacional puede girar divisas al exterior. Hay quejas por la falta de trasparencia.

La única acción conjunta que iniciaron fue enviar a China un emisario secreto para ampliar el swaps en yuanes y así encubrir la baja real de las reservas de libre disponibilidad. Viajó a Beijing Agustín Torcassi, el jefe de la mesa de dinero del BCRA.

La confirmación total de Kaufmann Brea implica un cambio en la central fabril: la decisión de firmas líderes nacionales de asumir la conducción del movimiento industrial.

Kaufmann fue propuesto por Luis Betnaza y su nombre surgió de un acuerdo entre Luis Pagani y Paolo Rocca, los dueños de las dos principales multinacionales argentinas. El frente es muy fuerte y permitió superar severos problemas que se mantuvieron en secreto. En las últimas semanas Kaufmann sufrió amenazas anónimas personales y el Gobierno intentó fracturar –sin éxito– la unidad del movimiento empresario. Actuaron desde Kicillof hasta Julio de Vido
Kaufmann –un ex soldado de Malvinas– es un duro crítico de la política económica y de la ofensiva de Cristina contra las instituciones.

Ayer se confirmó un anticipo de Clarín. Estarán junto a Kaufmann figuras de peso en la industria: serán vicepresidentes Daniel Funes de Rioja (Copal) y Luis Betnaza (Techint), Cristiano Rattazzi (Fiat) Guillermo Moretti (Santa Fe), Luis Sáenz Peña (Peugeot), Rubén Abete (laboratorios), Eduardo Nougues (Ledesma) y Miguel Acevedo (Aceitera Deheza). Juan Carlos Sacco será secretario y seguirá Ignacio de Mendiguren.

La industria de la alimentación tendrá fuerte influencia en la nueva conducción fabril y eso implicará un cambio en las futuras posiciones de la UIA.

Esta composición también facilitará el diálogo y la acción conjunta entre la UIA, la Asociación Empresaria y el Foro de Convergencia Empresaria. Este grupo pretende tener un rol político más importante y lo mostró durante la crisis que generó la sanción al banquero Gabriel Martino.

Martino, quien fue suspendido del HSBC, decidió contragolpear: iniciará una acción legal contra el BCRA. El banquero busca que la Justicia lo restituya en su cargo y utilizará una serie de argumento contenidos en un documento secreto. Ese “paper” sostiene que Martino no tuvo derecho a defensa y que el Central evalúa la situación de los banqueros con distinta vara: es abusivo con los privados y totalmente laxo para avalar a inexpertos jóvenes que integran el propio directorio del BCRA y el del Banco Nación, como la hija de Agustín Rossi.

La situación de Martino es curiosa: el Gobierno lo persigue después de haber sido un confidente de Kicillof y un hombre que nunca ocultó que asesoró al Gobierno en eventuales colocaciones financieras. El contacto era Javier Finkman, el economista jefe del HSBC, que era frecuentemente atendido por Kicillof.

Le ocurrió igual que al titular del Citibank: Juan Ribisich se acercó al Gobierno para sacar ventajas en los negocios y terminó vapuleado por la Casa Rosada.

Ahora comenzó una ofensiva contra Martin Zarich, el flamante Ceo del Banco Francés. Esta semana fue criticado en la Comisión Bicameral de lavado de dinero y desde el Congreso surgieron versiones de que el maltrato lo continuará el BCRA.

Se trata de acciones de “doble estándar”, porque la Comisión que lidera Roberto Feletti omite investigar elementales maniobras financieras con el dinero de Fútbol para Todos: hay fondos que suministró el Estado y que después de pasar por la AFA son descontados en cuevas con quitas usurarias que llegan al 70%. Eso lo detectó la jueza María Servini de Cubría, quien en las últimas semanas hizo un par de requerimientos que inquietan en la Casa Rosada: solicitó información al banco Credicoop y al Banco Nación sobre el destino real de cheques con dinero que la Jefatura de Gabinete giró a la AFA. 

Scioli ensaya con la máscara del kirchnerismo

La Nación

Franciso Olivera

Era un rockstar pasado de moda. Con la retórica de siempre, fluido y en portugués, Luiz Inácio Lula da Silva exponía ayer en el salón Emperatriz del hotel Alvear ante un auditorio de 50 personas integrado mayoritariamente por ejecutivos de segunda, tercera y cuarta línea. Gente probablemente valiosa, pero distante de aquel público entusiasta que, hace pocos años, cada vez que el kirchnerismo amagaba con alguna ensoñación bolivariana, censuraba enseguida: "Menos Chávez y más Lula". Detrás del ex presidente de Brasil, en una pared que mostraba patrocinantes, seis ausencias significativas hacían más evidente esa estrella que se apaga: no había un sólo logo del Grupo de los Seis (G-6), la entidad que reúne a los sectores más representativos de la economía.

Fue una gestión fallida de la Fundación DAR, conducida por José Scioli y organizadora de la charla, que había ofrecido lo que ninguna de esas seis cámaras quiso aceptar. Constructores, industriales y comerciantes se consultaron esta vez el uno al otro: ¿van a poner logo? Respuesta terminante: no, el logo no se pone en cualquier lado. Entonces, Carlos de la Vega, líder de la Cámara de la Construcción, fue el único presente del G-6. "La UIA no va a actos partidarios", explicaron en la Unión Industrial Argentina.

La magia no está intacta. Lula viene salpicado por la investigación sobre coimas conocida como Petrolão, el escándalo público-privado más grande en la historia de América latina, y se lo acusa en Brasil de haber hecho viajes apoyando por el mundo a la empresa Odebrecht, cuyo dueño, Marcelo Odebrecht, sigue en prisión preventiva. Recuerdos del mundo contratista: ayer, el auditorio del Alvear tuvo como celebrity a Jorge "Corcho" Rodríguez, ex pareja de Susana Giménez, hombre de inmejorable relación con Julio De Vido e integrante de una gira del Gobierno a Pekín en diciembre de 2013, cuando se presentó en la residencia del embajador argentino como asesor de la constructura en cuestión. Rodríguez escuchó a Lula y, momentos después, aprovechó para tomar un café en el lobby con Diego Bossio, jefe de la Anses, que venía de otra parte.

Los vínculos con Lula nunca se rompieron. Un día antes, el líder del PT había expuesto en el 3er Congreso Internacional de Responsabilidad Social que Alessandra Minnicelli, la mujer de De Vido, armó en la Rural junto con tres coorganizadores de buen trato con el kirchnerismo: Alberto Barbieri, rector de la UBA; Daniel Reposo, aquel abogado de CV con errores de tipeo que hoy preside el Comité Académico del Instituto Superior de Control de Gestión Pública, y Carlos Fantini, decano de la regional La Plata de la UTN.

Que la visita a Buenos Aires de un orador que en 2012 se ganaba ovaciones en el Coloquio de IDEA haya sido indiferente al mundo de los negocios habla de cambios de ánimo fácilmente perceptibles. El más obvio: el temor que la crisis brasileña viene infundiendo en el establishment se mezcla con reproches hacia Dilma Rousseff y todo el PT. En voz baja, los empresarios afirman que una ley similar a la del arrepentido que rige en Brasil provocaría aquí un desparramo de consecuencias impredecibles, pero admiten que ayudaría a mejorar el sistema corrupto con que conviven, cuya instalación atribuyen a la clase política. El otro cambio de tendencia tiene que ver con el candidato del Frente para la Victoria, a quien muchas corporaciones ubicaban meses atrás entre sus predilectos. ¿Puede haber perdido Scioli ese encanto que pocos meses antes habría saturado de ejecutivos una charla organizada por su espacio? ¿O será que lo juzgan menos propenso que la Presidenta a escarmentar un desdén empresarial?

El germen de la desconfianza parece estar una vez más dentro del kirchnerismo. Todavía hoy, con muestras sobradas de que Scioli hará lo posible por evitar el conflicto con la facción a la que busca suceder, muchos hombres de negocios atribuyen a la Casa Rosada actitudes que no necesariamente provienen de allí. Un buen ejemplo fue, esta semana, el revuelo que armó la foto de un asado de reencuentro entre dirigentes políticos y empresariales que venían de un viaje a los Estados Unidos organizado por la Cámara de Comercio Argentino Americana. Con José Ignacio de Mendiguren como anfitrión, el grupo se reunió en el quincho de la casa que el textil tiene en las Lomas de San Isidro: estaban, entre otros, Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia; Patricia Bullrich y Laura Alonso, diputadas de Pro; los massistas Marco Lavagna y Marcelo D'Alessandro, y representantes de Coca-Cola y Nike. Hasta el menú elegido, un cordero scottish blackface regalo de Carlos Pedro Blaquier, era suficiente para irritar a un paladar kirchnerista. Pero quien primero reaccionó fue Alberto Pérez, jefe de Gabinete bonaerense, que le reprochó a Marangoni estar entrometiéndose en la campaña. Una foto vale más que mil obras. Pérez venía ya molesto desde que, hace un año, en una entrevista con Diego Sehinkman en LA NACION, el presidente del Banco Provincia se mostró partidario de "una mixtura entre Alberdi y Perón" y agregó: "No tenemos que tener ningún empacho en definirnos como liberales". El lunes volvió a exasperarse al ver que Clarín le daba a la foto un título sugestivo: "Buscan el fin de la grieta en el Congreso".

Desde la jefatura de Gabinete idearon entonces un reto que caló hondo en el humor militante. Por ejemplo, en Juan Cabandié, más entusiasmado que nunca en aplicar correctivos, porque compite con Marangoni el espacio porteño kirchnerista. "¿Marangoni preguntó a Bullrich sobre la grieta que provocó al sacar el 13% a los jubilados?", se preguntó en Twitter. Todo era una excusa: los roces entre La Cámpora y el sciolismo bonaerense venían en realidad de antes. Ya la semana anterior, Andrés Larroque había preguntado en la mesa Scioli Presidente 2015 por qué la agrupación fundada por Máximo Kirchner no tenía un mejor lugar allí pese a contar con cuadros como Axel Kicillof, primer candidato a diputado, y Mariano Recalde, candidato a intendente. Respuesta de un dirigente porteño: "Los carteles de Axel en Capital tampoco incluyen una palabra de Scioli". La segunda estocada vino de Patricio Mussi, intendente de Berazategui y hombre de buena relación con De Vido. "Es una foto tremenda -fustigó en conversación con radio Del Plata-. Yo no me sentaría a esa mesa: mi grieta con Bullrich o Alonso es irreparable porque pensamos diferente. Estas cosas confunden. La cena de amigos es con amigos y ahí había enemigos del país, de la patria y de la Presidenta".

Esas caricaturas de campaña trocaron el viejo respaldo a Scioli en hastío ante el grotesco. Como si, de tanto ensayar, la máscara hubiera quedado adherida sin remedio al verdadero rostro.

Precios inflados y desinflados

La nación

Nestor Scibona

La inflación argentina se ha desacelerado unos 10 puntos con respecto a 2014, pero no sólo se mantiene entre las cinco más altas del mundo, sino que acumula tantas distorsiones de precios relativos que la transforman en una gran incógnita para los próximos meses, antes y después del cambio de gobierno.

Por un lado -como suele ocurrir en épocas electorales- muchos precios de lista ya muestran subas preventivas a nivel mayorista y minorista, cuanto más alejados estén de los controles oficiales. Según la consultora Finsoport, que dirige Jorge Todesca, esta tendencia se verifica especialmente en alimentos y bebidas. Esto no impide que luego puedan bajar, pero a través de bonificaciones o promociones puntuales, según lo que ocurra con la competencia y el consumo interno, que desde julio repuntó por los aumentos de salarios y ahora de jubilaciones. En cambio, los precios de servicios no transables (playas de estacionamiento, talleres mecánicos, peluquerías, plomeros, pintores, etcétera) suben para mantenerse.

Por otro, el gobierno de Cristina Kirchner sigue reprimiendo artificialmente la inflación al mantener "pisados" precios clave, como el dólar oficial y las tarifas de electricidad y transporte, a costa del drenaje de reservas y de fenomenales subsidios estatales. En términos reales, el atraso del tipo de cambio es el mayor de los últimos 16 años y se agrava frente a la devaluación de otras monedas -como el real brasileño- frente al dólar. En las tarifas hay que retroceder 70 años para encontrar valores relativos tan bajos, especialmente en el área metropolitana de Buenos Aires.

Además, la brecha cambiaria superior a 60% hace que las empresas que venden insumos y repuestos importados tiendan a contrarrestar las trabas oficiales ajustando los precios en pesos de sus stocks al dólar paralelo, para cubrirse de una futura devaluación. Y las que no, en varios sectores tienen pendientes aumentos salariales derivados de las paritarias a 18 meses, que también impactarán sobre sus costos al igual que los fletes debido a las subas de los combustibles.

No es la única brecha. En los productos de consumo masivo no deja de ensancharse la que separa a los 500 productos con Precios Cuidados (que cada trimestre reciben autorizaciones oficiales para aplicar ajustes mínimos) de variedades similares que, como contrapartida, aumentan mucho más, con diferencias que van de 28% a 55% en yerba, café, azúcar, fideos o gaseosas), pero pueden superar 300% en otros (mermeladas), según su calidad.

Como el próximo ajuste en las listas de Precios Cuidados deberá producirse en octubre, no pocos empresarios descuentan que se postergará varias semanas, según las elecciones se definan en primera o segunda vuelta. Ya hay un antecedente: el gobierno de CFK esperó hasta después de las PASO para autorizar el último ajuste de las naftas y gasoil, y ahora, sin anunciarlo, suspendió la secuencia mensual de miniaumentos que, desde febrero, revirtieron la exigua baja de 5% dispuesta a comienzos de año. Dado que estos ajustes acompañan al dólar oficial, cuyo ritmo de devaluación se acentuó en las últimas semanas, es previsible una mayor recuperación posterior a las elecciones.

Esta combinación de precios inflados y desinflados (permanentes o transitorios) alimenta las expectativas de un futuro realineamiento a partir de que asuma el próximo gobierno. Y la experiencia indica que en un contexto inflacionario, los precios se alinean con los más altos. Todo dependerá de las políticas que se apliquen en materia fiscal, monetaria, cambiaria y de ingresos que, por ahora, tienen similares incógnitas que el resultado electoral. Aun así, los candidatos hablan de un período de dos a cuatro años para bajar la inflación a un dígito anual.

En las grandes cadenas de supermercados, los precios se desinflan únicamente por bonificaciones u ofertas limitadas para conjuntos de productos, generalmente por cantidad (tipo 3 productos al precio de 2 o 4 x 3). A ello suman una ingeniería de descuentos por pago con distintas tarjetas para cada día de la semana, que en ningún caso incluyen los productos acordados con el Gobierno. Esta modalidad de promediar precios hace presumir que hay espacio para reducir márgenes a cambio de mayores volúmenes de ventas. Pero también que es una forma de fidelizar clientes y de enfrentar la competencia que últimamente pasaron a representar las cadenas mayoristas.

Mientras tanto, los precios en las góndolas registran subas moderadas, pero no dejan de acumular centavos o pesos, según el producto. De ahí que la mayoría de estimaciones privadas de inflación se hayan vuelto a ubicar en agosto en torno de 2% mensual con extremos de 1,6% (Bein) y 2,6% (Ecolatina), mientras el IPC Congreso arrojó un promedio de 2,1% y de 26,6% en los últimos doce meses. El Indec, en cambio, desentonó como de costumbre con una suba de 1,2% y 14,7% acumulada.

En la primera semana de septiembre, el relevamiento de precios que realiza esta columna en la misma sucursal porteña de una cadena de supermercados, muestra que en el último año el valor total del ticket pasó de $ 1336 a $ 1650, con un alza de 23,5%. Y que ninguno de los 30 productos que integran la canasta fija bajó de precio, salvo las supremas de pollo. En cambio sobresalen alzas de 39% en gaseosas light, 35% en quesos, 58% en servilletas de papel y 93% en pan francés. El récord corresponde a pimientos (214%), aunque junto con otras hortalizas y verduras puede reflejar el efecto de las inundaciones.

Desde otra perspectiva, en ocho años y medio el precio de la misma canasta muestra una suba de 600% (costaba $ 222 en abril de 2007). Y supera más que proporcionalmente al aumento acumulado (415%) que registra la Ucema en su más amplia canasta para profesionales ejecutivos de altos ingresos, que además incluye servicios privados. Aquí el dato impactante es que el gasto mensual para un grupo familiar pasó de $ 11.787 en marzo de 2008 a $ 60.673 el mes pasado.

No es para nada extraño, entonces, que un billete de $ 100 dure cada vez menos en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, ni que las imprentas oficiales no den abasto para fabricar cada vez más unidades. Al fin y al cabo, el billete de la máxima denominación, que antes del colapso de la convertibilidad tenía un insostenible poder adquisitivo de 100 dólares, ahora se redujo a 10,7 dólares (al tipo de cambio oficial) y a apenas 6,4 (al paralelo).


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