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DEBATE
Oña: Los últimos inventos de Kicillof. Morales Solá: un electorado que no se decide
20/10/2015

Los últimos inventos de Kicillof

Ieco

Alcadio Oña

Vale aclarar, desde el principio, que la información no es obligatoria, que será guardada bajo reserva y que no la usará la AFIP. Lo que viene después impresiona por la magnitud y el grado de detalle de los datos que se les piden a las empresas.
Va desde la facturación, el número de empleados, la compra de maquinaria y las inversiones, hasta las ventas al mercado interno, las exportaciones y las importaciones. Se pretende, además, que las compañías identifiquen sus dos productos principales, con volumen y facturación de cada uno.

Todo puede encontrarse en la WEB del Ministerio de Economía y todo debe ser incluido en un formulario dirigido a la Secretaría de Comercio.
Pero el punto notable, pretencioso a la vez, aparece en el título que encabeza el pedido: “Plan de inversión, empleo, producción y comercio exterior 2016”. Sería excesivo inferir de allí que Augusto Costa aspira a mantenerse al frente de la Secretaría de Comercio y, mejor, pensar en que el equipo de Axel Kicillof ha seguido viaje con su manera de entender la economía.

El costado burocrático del emprendimiento salta cuando el documento habla de la “cuantiosa información que ingresa”, tanta, quizás, que resulta muy difícil procesarla o hace falta un ejército de funcionarios. 

Bastante más significativo es otro detalle. Dice que el formulario “permite realizar solicitudes de audiencia, consultas por operaciones de comercio –como tramitar importaciones– y “modernizar las vías de comunicación”.
Puesto al revés, significa que nada de todo eso será posible si no se le manda a Costa la información que pide. Ni las audiencias, ni la posibilidad de agilizar importaciones, ni la comunicación.
Lo cierto que el equipo económico y sus sistemas de control están de salida. Luego, lo más probable es que serán contadístimas las empresas dispuestas a llenar los papeles.

Finalmente, ¿cómo podrían saber hoy sus ejecutivos qué van a hacer en 2016, si ni aún saben cómo terminará este año y si, ahora más que otras veces, manda la incertidumbre? “Mantendremos indefinidas nuestras proyecciones hasta tener alguna señal sobre las políticas del nuevo gobierno”, dicen en una compañía.
Menos ciencia ficción, mucho más concreto y una prueba del modo como son manejadas las cosas, hay otro dato metido dentro de esa maraña. Las importaciones que Comercio autoriza se apilan en el Banco Central, a la espera de que los funcionarios autoricen los dólares para pagarlas; mejor dicho, aguardando a que haya divisas disponibles.

Dice un especialista: “El tema económico y el legal se cruzan peligrosamente. En la Justicia existen demandas y pedidos de amparo por montos enormes, capaces de hacer desmoronar el sistema. Y no sería extraño que en el futuro alguien del Central pueda terminar en Tribunales”.
Otros levantan sospechas sobre las autoridades encargadas de decidir para quiénes habrá dólares y para cuáles no. Lo cierto es que, según fuentes privadas, la deuda acumulada por importaciones ya realizadas pero sin la contrapartida de divisas desborda los US$ 8.000 millones.

Con las últimas designaciones bendecidas por la Presidenta, prácticamente el directorio completo del Central lleva sello K, pero por la K de Kicillof. Todo lo que ahí se resuelve y controla pasa por la cabeza del ministro de Economía, así sea con los resultados conocidos. Y poco o nada, por la de Alejandro Vanoli, el jefe formal de la institución.
Es de ese modelo que la entidad haya sido convertida hace rato en un apéndice del poder político. Entre reservas, adelantos y utilidades, dólares y pesos juntos, solo en estos dos últimos años el BCRA le habrá transferido al Gobierno nada menos que el equivalente a US$ 62.000 millones según datos de la consultora ACM.

Más de lo mismo, la Fundación Capital que dirige Martín Redrado calcula que entre agosto y septiembre el Central perdió 79 millones de dólares diarios y 97 millones, también diarios, en lo que va de octubre. Total: US$ 4.825 millones en apenas dos meses y medio.
Pero el BCRA no es una excepción. Definitivamente formales son los roles de los ministerios de Industria y de Agricultura, vaciados de poder por Economía. Cuenta un hombre que conoce la trama por dentro: “Ya no se trata de consultarlos o de incorporarlos al estudio de ciertos asuntos para los que podrían ser útiles. A menudo ni siquiera pueden administrar partidas reducidas de sus presupuestos, como las que iban a asistir a producciones regionales en crisis y fueron trabadas”.

A los empujones y siempre con la venia de Cristina Kirchner, la concentración de decisiones en manos de Kicillof toca a la Cancillería, al Ministerio de Planificación y a unos cuantos organismos. Hay quienes recuerdan experiencias semejantes en tiempos de Domingo Cavallo: “La diferencia, dicen, es que para bien o para mal Cavallo había llegado con un equipo grande y desparramado en las áreas más diversas”.

La definición toca obviamente al grupo que acompaña a Kicillof, pero existe otra que va directo a su personalidad y a su manera de actuar: ”Tiene una gran capacidad para paralizar cosas. El problema es que no tiene la misma capacidad para tomar decisiones y muchas veces lo que al final queda es la parálisis”.
Pariente directo del sistema vertical de la Presidenta, ese modelo y los ejecutores desaparecerán el 10 de diciembre. El propio Daniel Scioli ha hecho un armado bien diferente, aunque en el rumbo de la economía habrá dos piezas clave, probablemente sin ministerios: Rafael Perelmiter y Miguel Bein, que le pondrán el broche final a las definiciones y coordinarán cómo son implementadas.

Pero cualquiera sea el próximo gobierno, una de sus primeras, cruciales tareas consistirá en recomponer la relación con Brasil. Dice un consultor que ha seguido cada crujido de esa sociedad: “Se ha llegado a un grado de deterioro que desbordó los problemas comerciales. El vínculo está fisurado al más alto nivel político, entre las propias presidencias”. 
No es poco que haya entrado en zona de crisis una conexión tan poderosa como provechosa, pero eso también suena a efecto del modo de relacionarse de Cristina Kirchner con el mundo.

Ansiosos frente a un electorado que no se decide

La Nación

Joaquín Morales Solá

El lunes, en un estudio de televisión de la señal TN, Daniel Scioli mostraba exultante, fuera de cámara, una encuesta que lo daba claramente ganador en primera vuelta. Casi a la misma hora, en un set de la cadena de noticias CNN, Mauricio Macri enseñaba, también fuera de cámara, otra medición que aseguraba que habría una segunda vuelta el 22 de noviembre. Así están las cosas cuando faltan apenas cuatro días para las elecciones que podrían indicar quién será el próximo presidente de los argentinos. Las elecciones más imprevisibles desde 1983 y en las que, por eso, los encuestadores se convirtieron en protagonistas centrales del proceso electoral. En 2003 también fueron inciertas, pero se sabía con anticipación, y con certeza, que habría segunda vuelta, abortada luego por la deserción de Carlos Menem.

La conclusión unánime de los encuestadores es decepcionante: con los números actuales no se puede predecir, dicen, el resultado de las elecciones, sobre todo si habrá -o no- segunda vuelta. La única aseveración cierta de ellos es que Scioli lidera ampliamente la intención de voto. Otra afirmación de esos analistas de opinión pública es que la única probabilidad de una segunda ronda radica en que Scioli no alcance el 40 por ciento de los votos, el piso mínimo establecido por la Constitución para empezar a discutir un triunfo en primera vuelta.

Los propios dirigentes del macrismo señalan su seguridad de que Scioli no llegaría al 40 por ciento de los sufragios (lo cual podría ser más una expresión de deseos que otra cosa). Es decir, ya no ponen el énfasis en que Macri conseguiría una diferencia con Scioli inferior al 10 por ciento de los votos. El problema de Macri es que no ha logrado sumar más votos que los que sacó Cambiemos en las elecciones primarias del 9 de agosto. Algunas veces hasta pierde parte de ese caudal en las mediciones telefónicas diarias que hacen sus propios encuestadores. La irrupción de Sergio Massa con una campaña audaz en propuestas está evitando, evidentemente, la polarización que se esperaba entre la continuidad y el cambio. Aunque es difícil que Massa crezca más allá del 21 o 22 por ciento, según casi todas las encuestas, lo cierto es que su presencia está complicando a Scioli y a Macri.

Scioli no logró callarla a Cristina Kirchner, que habría sido para él una enorme conquista electoral. Cristina lo ayudó a llegar donde está, evidentemente, pero también le impide crecer con facilidad, porque los sectores sociales independientes son refractarios a la Presidenta. Scioli encontró una diagonal para alejarse de Cristina: mostró un gabinete que es claramente de él y no de la jefa de kirchnerismo. "Un gabinete de Scioli", como dice Scioli

Es un gabinete pobre en nombres deslumbrantes y, en algunos casos, exiguo en experiencia de gestión de los grandes problemas nacionales. Tal vez el nombre más cuestionado haya sido el de la eventual ministra de Economía, Silvina Batakis, porque la comunidad política prevé que el próximo gobierno deberá enfrentar serios problemas económicos. Inflación, valor del dólar, reservas escasas, economía paralizada, productores quebrados en el interior. Ninguna noticia es buena.

También se criticó la designación del gobernador entrerriano, Sergio Urribarri, que sería ministro del Interior de Scioli. Urribarri militó en el kirchnerismo más duro y cerril en los últimos años. ¿Por qué no fue otro gobernador, Maurice Closs, a ese cargo, si éste es un aperturista con más flexibilidad política que Urribarri? En cambio, Closs fue presentado como eventual ministro de Turismo y Deportes.

De todos modos, el gabinete presentado por Scioli no tenía la prioridad de la eficiencia. La prioridad era política: debía mostrar un futuro y probable gobierno sciolista, no cristinista. Los cambios sucederían más adelante, si deben suceder. Esa prioridad se corresponde con otro objetivo de Scioli: desarticular la imagen de que él sería, como presidente, un mero recadero de la actual jefa del Estado. De alguna forma, la lucha por el predominio del sciolismo en el peronismo, que se descartaba durante un eventual gobierno de Scioli, ya ha comenzado.

Primero Scioli se rodeó de lo único verdadero que tiene el peronismo: los gobernadores y los intendentes del conurbano. Ellos están más cómodos, es cierto, con un peronismo controlado por la mano suave de Scioli que por la rienda corta de Cristina. El gobernador espera ampliar esa alianza, además, a los legisladores nacionales que dependen políticamente de gobernadores e intendentes. Cuando cierre el círculo de esa alianzas, si es que debe cerrarlo, empezará a picotear en territorio kirchnerista. El sciolismo prevé que habrá un núcleo de fanáticos cristinistas que no podrán ser seducidos, pero confía en que otros preferirán quedar bien con el que manda. Scioli los esperará con los abrazos abiertos.

Después, Scioli comenzó un tenue y claro giro verbal para tomar distancia de los doce años de kirchnerismo que terminan. "La sociedad no está pidiendo un líder revolucionario", repite. ¿Qué harían entonces, después del 11 de diciembre, los "pibes para la revolución"? ¿Se notificarán de que la revolución siempre es breve? También promete "normalizar el país", lo cual significa, en los hechos, la aceptación de la anomalía argentina de la última década. Sólo se puede normalizar lo que es anormal. Incluye en esa "normalización" el trato con el Poder Judicial, con los periodistas y los medios periodísticos y con los empresarios, entre otros.

Corrimientos

El problema de Scioli es que esos párrafos dichos al pasar son entendidos en el acto por los analistas políticos. ¿Llegan a la gente común que no definió su voto o que podría cambiarlo? ¿Llegarán a tiempo? Macri, por el contrario, ha decidido perder o ganar con la campaña desprovista de brillo que hizo. Su única apuesta es la segunda vuelta. Tanto él como Scioli (y también Massa) esperan con ansiedad esos movimientos sociales que a veces se producen 48 horas antes de una elección y que cambian la dirección de la historia. Corrimientos eventuales que nadie sabe si sucederán cuando han pasado 75 días desde las primarias de agosto sin que nada haya cambiado de forma notable. Es un objetivo módico para líderes también escasos después de 32 años de fuertes liderazgos. ¿Son el producto de una sociedad cansada de duros patrones políticos? Es posible. Sería una versión nueva del viejo péndulo político.


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