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ANÁLISIS
Scibona: la otra devaluación. Bermúdez: cepo y precios. Pagni: Macri y Scioli, near Massa
08/11/2015

La otra devaluación

La Nación

Nestor O. Scibona

La campaña negativa contra Mauricio Macri, emprendida por el Frente para la Victoria eleva los riesgos para Daniel Scioli. Aunque niegue una devaluación "brusca" del peso, devalúa la calidad de su propia campaña para el ballottage, orientada -al igual que Cambiemos- a captar el mayor número de votantes moderados que hace dos semanas se inclinaron por Sergio Massa.

Scioli invirtió años en construir la imagen del dirigente menos tóxico del kirchnerismo. Su popularidad le valió la candidatura , decidida en una interna unipersonal -a disgusto y conveniencia- por Cristina Kirchner. La confrontación no es lo suyo.

Por más que ahora haya vuelto a su modalidad preferida, de que voceros de su confianza cuestionen la "campaña del miedo", él no se pronuncia públicamente ni a favor ni en contra. No puede presentarse como autor ni como víctima de la nueva estrategia electoral, con sello cristinista, camporista y anibalista. Y tampoco desentenderse, lo cual lo convierte en partícipe necesario de esta versión oficialista y remixada de la "cadena del desánimo", como diría Cristina. Esto le resta credibilidad y le suma contradicciones. Hace dos semanas apuntaba a cerrar la grieta que hace años divide a la sociedad y ahora la ensancha al participar de la estigmatización de quienes no lo voten. Hasta hace poco más de un mes rechazaba el debate presidencial y luego pidió más de uno para tratar de mejorar sus chances el 22 de noviembre.

En su entorno afirman que están en campaña y todo vale para ganar. Pero eso mismo torna más difusa la frontera entre el convencimiento y el oportunismo de último momento. Una prueba es que, aunque Massa y su equipo afirmaron públicamente que no lo votarán, Scioli optó por hacer suyas las propuestas de UNA con mayor rédito electoral (82% para jubilados, cambios en Ganancias, subsidios a la energía y hasta la participación de las Fuerzas Armadas contra el narcotráfico fronterizo). Y por dejar de lado aquellas que pueden generar conflictos internos en el FPV, como un nuevo régimen legal contra la corrupción o la confiscación de bienes de narcotraficantes y funcionarios corruptos.

Esta ambigüedad no está exenta de costos. Hacia afuera, las apelaciones sciolistas a favor de más Estado se interpretan como una resignación a la vocación kirchnerista de copar y crear organismos públicos, subsidiar aliados y multiplicar designaciones de militantes, aunque apunten a condicionar su gestión si llega a la Presidencia. Incluso, algunos apoyos que recibió en estos días dejaron más en claro la intención de muchos dirigentes ultra-K de conservar sus sueldos, privilegios y espacios de poder que de ponerle el hombro para enfrentar la herencia de problemas macroeconómicos y sociales, cuidadosamente camuflados en las declaraciones del candidato oficialista. Hacia adentro, su entorno no oculta desde hace tiempo que, si accede a la Presidencia, el objetivo es desembarazarse del cerco cristinista y camporista, con el explícito apoyo de los gobernadores del PJ. La cuestión sería así quién traiciona primero.

Todo este ruido político no sólo devalúa la calidad de la campaña, sino también el contenido del debate, caracterizado por la escasez de diagnósticos y precisiones por parte de ambos candidatos.

Precisamente, una diferencia de fondo está en la futura política cambiaria. Las propuestas pueden traducirse en mantener los controles cambiarios (Scioli) o levantar de inmediato el cepo (Macri). En administrar el tipo de cambio después de un modesto ajuste inicial, para luego mantenerlo por encima de la inflación (Scioli). O ir a un tipo de cambio único para impulsar inicialmente la oferta de dólares retenidos (Macri), En ambos casos, con eliminación de retenciones salvo para la soja, que bajarían a 20% (Scioli) y a razón de 5% anual, con eliminación de ROE para exportar (Macri). Más difuso es cómo se recompondrán las agotadas reservas del BCRA, aunque ambos prevén negociar una salida al conflicto con los holdouts y recurrir al crédito externo. Por su lado, Scioli prevé un blanqueo para repatriar capitales, mediante la colocación de un bono en dólares.

Una y otra estrategia encierran riesgos. En la de Scioli quedarse "corto" con la devaluación y que no se reduzca la brecha cambiaria. En la de Macri, lo contrario y que el dólar impacte al inicio sobre los precios, para luego descender. En ambos casos prevén tasas de interés reales positivas en pesos. Todo dependerá del "plan integral" que prometen y difícilmente sea anticipado en el debate del domingo. Más bien habrá que esperar al 10 de diciembre para conocer en detalle sólo uno de ellos.

Cómo impactará en los precios levantar el cepo

iEco

Ismael Bermúdez

Levantar el cepo tiene consecuencias sobre los precios o la economía ya se ajustó al valor del dólar bolsa, en torno de los $14, o al dólar blue, entre $15 y $16? El interrogante cobra relevancia porque, con distintos ritmos y magnitudes, los candidatos que se disputan el balotaje plantean levantar el cepo minimizando la incidencia que esa medida podría tener sobre la inflación. El argumento es que una gran parte de los precios se fueron alineando al valor del dólar bolsa o blue, en especial los vinculados a la importación por las dificultades de los importadores de acceder al dólar oficial.

Aun así, es un hecho que hoy hay importaciones y exportaciones por más de US$100.000 millones anuales que se procesan a través del dólar oficial, con retenciones que reducen el precio interno. Un incremento del dólar oficial tendrá impacto sobre los precios, en especial de los alimentos y otros rubros sensibles de la canasta familiar.

El economista Ricardo Delgado asegura que “levantar el cepo en 24 horas tendría un impacto inmediato sobre el precio del dólar y la inflación. Recordemos que la devaluación de 20% de enero de 2014 se licuó en apenas 6 meses y la inflación llegó al 40% ese año. No es real que los precios ya están alineados a un dólar de $16. En múltiples sectores todavía se trabajan costos con un mix entre el dólar comercial y el contado con liquidación, por ejemplo. En otros, más competitivos, la recesión impide incluso ajustar más allá del oficial. El cepo debe levantarse porque impide invertir, que es lo más necesario. Pero hay que hacerlo secuencialmente, generando rápidamente condiciones para atender la demanda de dólares de los que necesitan importar para producir y, sobre todo, generando las condiciones para que ingresen dólares retenidos en los silobolsas, por caso. Hay que cuidarse de los modelos financieros que funcionan bien en el excel, ya que muchas veces son temerarios porque soslayan los costos sociales”.

Fausto Spotorno, economista jefe de Orlando Ferreres y Asociados, también sostiene que “levantar el cepo tendrá un impacto inflacionario, por la corrección que el tipo de cambio generará sobre el valor de los productos vinculados al comercio internacional, ya sean bienes importados o exportables. Sin embargo, los precios de muchos productos importados o de aquellos que compiten con importaciones, ya incluyen un valor del tipo de cambio superior al de mercado. Basta navegar por Internet y chequear precios de diferentes productos en Argentina y en el exterior para notar la diferencia. Por lo tanto, es posible que el impacto sobre los precios no sea tan grande como en 2014”.

Spotorno argumenta que “en los últimos 2 años y medio, los precios de los productos importados y de aquellos que compiten con las importaciones se multiplicaron por tres, mientras que los precios de la canasta minorista se multiplicó por dos. O sea, a pesar de que en estos dos años y medio el tipo de cambio oficial subió 86%, algo menos que la inflación minorista (105%), los precios de los productos importados e importables subieron 200%, lo cual es consistente con un tipo de cambio de más de $15 (el tipo de cambio en abril de 2013, estaba en $5,10). La razón de esto es el cepo sobre las importaciones. Al endurecer las restricciones para importar durante el 2013, se redujo la oferta de productos importados. Como consecuencia, apareció una escasez de oferta y eso provocó un aumento de los precios”.

Maximiliano Castillo, de la consultora ACM, admite que “la economía argentina enfrenta, entre otros desafíos, una corrección de sus precios relativos. Un precio relevante que está claramente atrasado es el dólar oficial, que se refleja en el cepo y en variadas cotizaciones alternativas al dólar oficial”.

En este marco, muchos son los que sostienen que “parte de los precios de la economía de hoy reflejan las cotizaciones de los tipos de cambios alternativos”. Y aclara: “Mi opinión es que este fenómeno existe pero, sin embargo, no está claro cuán difundido está en la fijación de los precios. Más aún, también hay numerosa evidencia que sugiere que por el momento el precio al que están valuados los bienes solo refleja la cotización oficial”.

Castillo concluye que “lo más relevante para minimizar la corrección cambiaria está más bien definido por el marco de política macroeconómica que efectivamente implemente el próximo Gobierno que, definitivamente, deberá incluir una corrección sustantiva de la política fiscal y monetaria”.

Acercarse a Massa: riesgo para Scioli y dilema para Macri

La Nación

CARLOS PAGNI

El resultado de las elecciones del 25 de octubre produjo una vuelta de campana en las expectativas de los votantes. El día anterior a esos comicios varias encuestas indicaban que alrededor del 65% creía que el próximo presidente sería Daniel Scioli. Hoy, el 55% cree que será Mauricio Macri. Macri nunca había contado con este capital imaginario. Es el principal problema para Scioli.

El kirchnerismo despertó ante ese giro de las probabilidades. Por primera vez pensó en perder. Amenazado, apeló al método que le resulta más familiar en el ejercicio del poder: la extorsión. Los gobernadores e intendentes siempre supieron que si retaceaban su lealtad, perderían los fondos que les envía la Nación. Los jueces debieron resignarse a ser vapuleados por la ex SIDE: cualquier disidencia sería sancionada con un video o una grabación inconveniente. Muchos se convirtieron en engranajes de ese mecanismo. Los políticos opositores o los periodistas independientes debieron atenerse a que su conducta derivara en una patraña judicial, un escrache o un asalto callejero. Para los medios hubo también otro rebenque, es decir, la asignación caprichosa de la publicidad del Estado.

A través de estos procedimientos, los Kirchner cometieron el mayor agravio infligido a la democracia desde 1983: hicieron que volviera el miedo. El miedo fue para ellos un arma central en la conquista del poder. No debe sorprender, por lo tanto, que decidan sembrar miedo ante la posibilidad de perder el poder. La campaña de Scioli apela a ese artificio: quien se niegue a votarme se arriesga a pasar hambre.

Desde 2003 Scioli apeló al marketing para diferenciarse del estilo de los Kirchner. Llama la atención que haya renunciado a ese objetivo en el tramo final de la carrera. Tal vez esté ocurriendo lo que es lógico. La inminencia de un derrumbe vuelve insostenible la ficción. El miedo que se pretende inducir en el otro es el propio miedo. Frente al límite, Scioli regresa a la lengua de su grupo. El grupo que lo hizo vicepresidente, dos veces gobernador, candidato testimonial a diputado y jefe del partido.

La gran incógnita de esta identificación estructural de Scioli con los Kirchner es si atraerá a los simpatizantes de Sergio Massa. Son el fiel de la balanza. Para atraerlos, Scioli apela a otra simbiosis. Les dice: "Yo soy Massa". Como no hay tiempo para sutilezas, el equipo oficialista elaboró un video donde se ve a Massa formulando algunas propuestas y, enseguida, a Scioli repitiéndolas. Un homenaje inesperado al memorable Zelig.

Para facilitar el camuflaje, Scioli dio un paso autodestructivo e intentó que Massa lo perdone por la irrupción de un espía de la Prefectura en su domicilio, durante la campaña de 2013. No esperó a que el agraviado regresara de sus breves vacaciones en Brasil. Le dejó varios mensajes en el teléfono y, cuando consiguió que lo atendiera, intentó arrancarle la disculpa. Massa le dijo que lo consideraría después del ballottage. Pero Scioli necesitaba un título para los portales de ese día.

La ansiedad del gobernador llegó a extremos nunca vistos: cuando desembarca del avión particular en San Fernando se hace llevar hasta La Ñata en un helicóptero de la provincia. Pasar 20 minutos dentro de un auto se le ha vuelto insoportable. Otro tema que tendrá que hablar con Massa si pierde el ballottage, pues el helipuerto de esa chacra carece de habilitación municipal. Scioli es uno de esos argentinos que perderían muchos beneficios si ganara Macri.

Es curioso que James Carville o João Santana no hayan advertido al candidato que la jugada hacia Massa es muy riesgosa. No sólo porque se incriminó con aquella maniobra repudiable, para muchos -salvo para sus víctimas- ya olvidada. Desnudó un oportunismo que quizá consiga irritar a Massa hasta hacerlo intervenir en la contienda. Anteayer, frente a un grupo de amigos, Massa se desahogó: "Que no me usen, porque si veo un final incierto, aconsejaré votar por Macri".

Massa se comunica con Macri a diario. Y frecuenta a Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y Marcos Peña. Pero su alineamiento está dictado por la geografía. Muchos de sus aliados del interior, como el vicegobernador electo de Jujuy, Carlos Halquim, o el radical santacruceño Eduardo Costa, están alineados con Macri. Aunque el interés estratégico de Massa, el que condiciona cualquier negociación, es la provincia de Buenos Aires, que ahora tiene un nuevo líder.

La victoria de María Eugenia Vidal sobre Aníbal Fernández ha cambiado la dinámica general de la política. Una de sus consecuencias es que encierra a Vidal y a Massa en un dilema. El eventual triunfo de Fernández hacía especular que Massa sería un aliado del macrismo en Buenos Aires. Tal vez su candidato a senador en 2017. Esa hipótesis ya no funciona. Dentro de dos años, Vidal deberá ganar la provincia para su propia fuerza. Se abre, entonces, una incógnita: ¿Cambiemos privilegiará la relación con Massa, alimentando a quien será su competidor?

Con Massa, Vidal puede componer una mayoría en la Legislatura bonaerense. A cambio de gobernabilidad, el líder del Frente Renovador se convertiría en la oposición de su majestad, con posiciones en el Banco Provincia, el Instituto Previsional, IOMA. Massa puede reclamar para su fuerza la vicepresidencia de la Cámara y, desde allí, convertirse en el restaurador del peronismo provincial. Del propio y del que quedaría sin destino si se produjera una derrota kirchnerista.

Vidal no puede decidir si quiere pactar con un rival. O si prefiere ser la rescatista de legisladores e intendentes que podrían quedar desamparados. Antes debe saber si el 22 gana o pierde Scioli. La segunda opción la podría acercar a Horacio González, el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense. El trato tiene riesgos. El miedo a fortalecer a Massa puede asociar a Vidal con aquello que, se creía, venía a desplazar.

Vidal ejerce, como gobernadora consagrada, un papel peculiar. Anticipa qué novedades pueden esperarse de un triunfo de Cambiemos en el ballottage. Mientras el dilema Massa espera solución, ella dio vuelta un naipe importantísimo: nominó en Seguridad a Cristian Ritondo. Si los antecedentes tienen algo de predictivo, Ritondo garantiza una conducción convencional de la bonaerense. Fue viceministro del Interior con Eduardo Duhalde. Su designación es clave. La policía de Hugo Matzkin es, junto con la publicidad, el instrumento principal de la política de Scioli. Sobre todo, de su campaña electoral.

El juego

Vidal debe decidirse ante un tercer nudo gordiano: el juego. Su llegada arruinó los planes de Cristóbal López. Pero entusiasmó a Daniel Angelici, álter ego de Macri en Boca y concesionario de bingos en la provincia. Angelici es socio de Daniel Mautone, a quien Aníbal Fernández atribuye haber financiado a Martín Lanatta, quien lo identificó como "la Morsa". Angelici tal vez deba moderarse. El episcopado católico se ha propuesto lanzar una campaña contra el juego. Y, como se sabe, Vidal llega al gobierno atada a una alianza con la Iglesia.

Para López ese triunfo significó una frustración inimaginable. En su condición de jerarca kirchnerista, ya había ofrecido la conducción de la Lotería provincial a su funcionario predilecto, Carlos Gallo. La promesa fracasó. Habrá que ver si se cumple la segunda: López aseguró a Jorge Rodríguez la Lotería Nacional, si gana Scioli. Rodríguez conduce esa dependencia en la provincia. Lo llaman "Piedrita". Raro en alguien que trabaja con la suerte.

A propósito de la suerte, ¿Cristóbal no debería consultar a una adivina? No pudo quedarse con los bingos de Codere, que logró evitar la quiebra. Los dueños de la empresa contrataron como lobbista a un íntimo de Scioli. Y financiaron, a través del alegante Lautaro Mauro -célebre por el escándalo Ciccone- varios partidos de futsal.

A López le fue mal en Chubut. Su candidato Martín Buzzi perdió frente a Mario Das Neves. Es su provincia. Allí libra una peligrosísima batalla con Carlos Bulgheroni, que ganó. En Pilar, el hijo de su socio, Federico Achával, quedó desalojado del poder: es el secretario de Gobierno del derrotado Humberto Zuccaro.

En la ciudad de Buenos Aires López corre el mayor riesgo. Macri bloqueó una licitación de bingos que él había promovido desde Lotería. Y suspendió el convenio por el casino de Palermo. Si Macri gana el ballottage, los peligros para el amigo de la Presidenta son mayores. Podrían revocarle la concesión de esa megasala de juegos, extendida por Néstor Kirchner hasta 2032. Y obligarlo a pagar Ingresos Brutos. Frente a estos infortunios, López intentó negociar con Macri, como informó ayer LA NACION. Según todas las versiones, la conversación terminó pésimo.

En el derrumbe, Cristóbal se ha vuelto peligroso hasta para sus amigos. Con tal de cobrar algunas facturas muy controvertidas de su empresa La Corte, lanzó un ataque inesperado contra Scioli. Amenazó con denunciar irregularidades en el fideicomiso inmobiliario Estrella del Sur, un escándalo que alcanzaría a Nicolás Scioli, el hermano menor del candidato.

López puede arrastrar también a Marcelo Tinelli, su aliado en la producción televisiva y en la conducción de San Lorenzo. Detrás de la candidatura del showman a la AFA asoma el meganegocio de las apuestas deportivas. Como Cristóbal, Tinelli también se equivocó al calcular los resultados de la primera vuelta. Ofreció a Scioli su ShowMatch como cierre de campaña. Y agregó así dos obstáculos en su carrera hacia la AFA: Mauricio Macri y Sergio Massa.


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