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DEBATE
Vanoli: devaluación e impacto negativo. Oña: Dólar, tarifas y subsidios: lo que viene
10/11/2015

Una gran devaluación tendría fuerte impacto negativo en la producción y el empleo

Cronista

ALEJANDRO VANOLI

Todos los días podemos ver y escuchar cómo diversos economistas del establishment apelan a un lenguaje críptico, a la distorsión argumental o a omisiones evidentes con el fin de impedir que sus auditorios determinen cuál es su verdadero pensamiento.

Se habla así de "unificación cambiaria" o de "levantar restricciones" como eufemismos para evitar la palabra devaluación, que es lo que realmente proponen.

Se dice a la vez que "el dólar oficial no le importa a nadie" o que los precios de la economía ya tienen incorporado el valor de un dólar ilegal.

Por supuesto, esto es falso. Y no hace falta ser economista para advertir la falacia. Sólo basta con tener sentido común. En los últimos doce meses se tramitaron por el mercado único y libre de cambios (MULC) aproximadamente 45.000 millones de dólares por pagos de importaciones. Y todo el comercio exterior se concreta a través de ese mercado único. Es la misma paridad cambiaria por la cual se demandan dólares para ahorrar o gastar en el exterior, sólo que en este caso se añade un pago a cuenta del Impuesto a las Ganancias que luego se reintegra.

¿Qué ocurriría entonces si se decidiera instrumentar una brusca devaluación? En primer lugar, todos los bienes importados sentirían el impacto, porque hoy, como dijimos, ingresan a través del MULC. Claramente, habría aumento de precios no sólo en bienes suntuarios como a veces presume el imaginario común cuando se habla de productos que provienen del exterior, sino en todos los que incluyen componentes importados. Más aún: se registrarían, como lo demuestra la historia argentina, incrementos preventivos vinculados con el grado de dolarización que exhibe la economía local.

En otras palabras, tendría lugar una fuerte transferencia de recursos desde los sectores de ingresos fijos y las franjas más vulnerables de la sociedad hacia los segmentos más concentrados, los grandes exportadores y las corporaciones posicionadas en divisas. La experiencia histórica evidencia que una devaluación del 40% en la Argentina provoca de manera directa un incremento en los precios de entre el 20% y el 40%. No hace falta ser economista para advertir quién se perjudica y quién se beneficia con una medida de esta naturaleza. Es decir, la política cambiaria no es neutra. Hay decisiones que favorecen a sectores poderosos y otras que apuntan a preservar la estabilidad financiera y cambiaria con el fin de proteger la producción y el empleo.
Por otra parte, no debe desatenderse para el análisis el escenario global. La caída en el precio de las materias primas y la reducción del comercio mundial somete a los países emergentes a tensiones cambiarias. La mejor alternativa para enfrentarlas y atenuar el impacto en los precios, especialmente en naciones con historia de alta inflación, es la estrategia de flotación administrada.

La Argentina está transitando un período de estabilidad en materia financiera y cambiaria, consolidación del desendeudamiento externo, recuperación económica y aumento de los depósitos y el crédito. La inflación, además, verifica una tendencia descendente, con una reducción de doce puntos porcentuales, en buena medida a partir de las políticas de estabilidad cambiaria. Por cierto, hay un recorrido por delante para ampliar el acceso del sector productivo al financiamiento, continuar bajando la inflación, mejorar la productividad y reducir costos para quienes producen y exportan con políticas fiscales y medidas específicas.

Dejar de lado este camino para embarcarse en el atajo devaluatorio no sólo es una solución inaceptable sino que provocará daños irreparables, sin que se logre incrementar las exportaciones. Es un extraño canto de sirena, porque ninguno de los que solapada o abiertamente la postula atina a explicar sus beneficios.
El desafío entonces es no caer en la trampa que nos abriría las puertas a una recesión, más inflación y pérdida de empleos, sino perseverar en las políticas que tienden a garantizar el desarrollo con inclusión, estimular la producción y proteger las fuentes de trabajo.

Dólar, tarifas y subsidios: lo que viene

Ieco

ALCADIO OÑA

Es cierto que Daniel Scioli nunca habló de bajar subsidios o, lo que es lo mismo, de subir tarifas, ni de tocar el dólar oficial. Más bien, siempre eludió comprometerse con temas tan espinosos.
El que habló por sus informes fue, en realidad, Miguel Bein convertido hace rato en asesor económico estrella del candidato oficialista. Bein puso todo –o pone todo– dentro de un programa gradual apuntado a corregir variables claramente distorsionadas, cuidando las palabras aunque a veces no demasiado. Ha planteado el problema de “la dominancia fiscal”, la necesidad de resolver “un desajuste tarifario, fundamentalmente en la tarifa eléctrica” y llegó a comparar al Banco Central con una empresa que tras pagar sus deudas (las del Gobierno) “se quedó sin liquidez”.
Hay dos cuestiones que conviven, conflictivamente, en las definiciones de Bein. Una es que en su papel de economista-consultor no puede no decir nada sobre los desarreglos evidentes que deja la gestión de Cristina Kirchner. Y la otra, que como asesor clave de Scioli debe evitarle al gobernador más problemas con la Presidenta de los que ya tiene.
Bein nunca tuvo arranques de sinceridad excesivos, mucho menos de sincericidio, pero uno de sus informes le valió un reto furibundo del candidato. Ahora se subió resueltamente al tren de pegarle sin asco a las ideas del macrismo.
Todo coincidió con un viraje explícito del discurso de Scioli, asociado a las urgencias de una contienda electoral que no le pinta favorable. En dos saltos, acaba de prometer: “Conmigo se van a garantizar los subsidios, que no aumente la boleta de luz, ni de gas, ni el transporte. El dólar va a estar abajo de 10 pesos en enero, sin ningún problema”.
Está claro que si gana el gobernador ha quedado preso del compromiso de no tocar los subsidios a la electricidad, al contrario de lo que contemplaba el plan inicial. Y haber hablado de enero deja abierto cierto interrogante sobre el reajuste cambiario del 14%, nunca superior al 20%, previsto en la misma hoja de ruta. Así ocurrirá por lo menos en el arranque. 
Una duda grande corre pareja al insostenible déficit fiscal. Dice alguien de ese universo: “Eso será al principio. ¿Y más adelante qué; en marzo, por ejemplo?”.
Un solo número desnuda el trasfondo: entre enero y septiembre, los subsidios a la energía alcanzaron a $ 113.000 millones o a tres veces y media el prespuesto anual del Ministerio de Salud.
Algunas de las iniciativas de Mauricio Macri han quedado bastante expuestas. Una, clarísima, consiste en liberar el mercado cambiario y eliminar el cepo desde el comienzo. Eso se llama devaluar, aunque vaya acoplada a una intervención del Banco Central en el mercado que buscará impedir una disparada del dólar.
Hay otra decisión que también madura rápido: mantener los subsidios a la energía para los sectores de menores recursos y sacárselos a las capas de mayores ingresos. La intención es presentarla bajo el formato “usted antes pagaba por la luz tantos pesos equivalentes a tal monto de sus ingresos y ahora pagará estas proporciones...”. Se pretende darle un matiz de equidad a la medida y, sobre todo, gambetear porcentajes que sin duda serán altos.
En cualquier caso, no serán tocados los subsidios al transporte de pasajeros, ni los del colectivo ni el de los trenes.
Los economistas del macrismo hacen varias apuestas que lucen bien en los papeles aunque suenan riesgosas en los hechos. 
Dicen que desde 2014 el precio de la mayor parte de los productos que se comercializan en el mercado interno ha seguido al blue y que, por lo tanto, no habría demasiados motivos para subirlos. Lo no dicho es de que el grueso de los empresarios que acompañan la cruzada de Cambiemos también acompañen con los precios: sobre eso ya hay gente hablando.
Aún así, sobrevuela un temor común a ambos bandos: se llama inflación.
Puesto de otra manera, que cualquiera sea el ajuste, gradual o de un golpe, después el índice de precios siga un sendero descendente. Y no es casual que tanto el sciolismo como el macrismo proyecten que los primeros acuerdos salariales de paritarias sean semestrales. Tampoco, que unos y otros se reserven la carta del Impuesto a las Ganancias.
Es de todos modos un requisito de hierro que los indicadores del INDEC vuelvan a ser confiables y añadido, uno inevitable: renovar la cúpula y los mandos del organismo. Nada servirá si justamente ahí prevalece la continuidad. Scioli lo sabe y Macri ya prepara un desembarco.
Cuanto menos igual de perentorio resulta conseguir un paquete de divisas que refuerce las reservas y sirva de soporte a la política cambiaria.
Scioli ya negocia con Dilma Roussef un préstamo de US$ 10.000 millones –swap en la jerga de los financistas– que, además de mejorar la caja del Banco Central, podría ser usado de medio de pago para importaciones desde Brasil: reales en lugar de dólares. También gestiona otros 10.000 millones ante el gobierno chino.
Todo debiera estar disponible en marzo, que al parecer es un mes crucial dentro del escenario imaginado por el gobernador.
Sumados a la cosecha de divisas que le reporte la baja o eliminación de retenciones a las exportaciones de granos, los 20.000 millones implican mucho aire para las decisiones del candidato oficialista. Y mucho más, pensando que Cristina Kirchner puede meter una cuña en la negociación con los fondos buitre que demore su correlato, el acceso al financiamiento privado internacional.
Macri también avanza hacia un fortalecimiento considerable de las reservas, con un tipo de cambio más alto, una poda en las retenciones parecida y un crédito puente prácticamente acordado por organismos del exterior. Pero si la cuestión son los fondos buitre, tiene al menos la ventaja de que la Presidenta no estará en el medio.
Lo cierto, lo definitivamente cierto es que quien sea el triunfador deberá enfrentar una herencia gravosa por donde se mire. Y pagar los costos, porque en eso de dejar un terreno minado el cristikirchnerismo no ha ahorrado esfuerzos.


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