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DEBATE
Krugman: Obama boom lessons. WSJ: bonos corporativos no son solución
18/01/2016

Lecciones del “boom” de Obama

iEco.

Paul Krugman*

Se acuerdan de “el boom de Bush”? Probablemente no. De todos modos, la administración de George W. Bush comenzó con una recesión, seguida de una prolongada “recuperación sin empleos”. Pero para el verano (boreal) de 2003, la economía empezó a sumar puestos de trabajo nuevamente. El ritmo de creación de trabajo no fue nada especial según los parámetros históricos, pero los conservadores insistieron en que el aumento de empleo después de semejante depresión representó un gran triunfo, una justificación de los recortes tributarios aplicados por Bush.

¿Qué deberíamos decir, entonces, del récord de empleos durante el gobierno de Obama? La ocupación en el sector privado –el dato relevante– alcanzó su nivel más bajo en febrero de 2010. A partir de ese momento, sumamos 14 millones de puestos de trabajo, una cifra sorprendente, casi el doble de empleos nuevos creados durante el supuesto boom de Bush antes de convertirse en la “Gran Recesión”. Si aquél fue un boom, esta expansión lo supera por amplio margen.

¿El presidente Barack Obama acaso merece el crédito por estos logros? No. En general, los presidentes y sus políticas son mucho menos importantes para la performance de la economía de lo que muchos imaginan. Los tiempos de crisis son una excepción, y el plan de estímulo de Obama de 2009 marcó una gran diferencia positiva. Pero ese estímulo se diluyó rápidamente después de 2010, y tiene muy poco que ver con la situación actual de la economía.

La cuestión, sin embargo, es que los políticos y los comentaristas, especialmente los de derecha, constantemente insisten en que las políticas presidenciales importan mucho. Y Obama, en particular, ha sido atacado en cada etapa de su presidencia por políticas que sus críticos denominan “de exterminio de puestos de trabajo”. Así, el hecho de que el récord de creación de empleo de Obama es tan bueno como parece nos dice algo acerca de la validez de esos ataques.

¿Qué fue lo que hizo Obama para supuestamente exterminar empleos? Bastante, a decir verdad. Firmó la reforma financiera Dodd-Frank en 2010, que, según sus detractores, destruiría el empleo al privar de capital a las empresas. Aumentó los impuestos a los altos ingresos, especialmente en lo más alto de la escala, una medida que sus críticos dijeron que pulverizaría los incentivos. Y aprobó una reforma de salud que entró en plena vigencia en 2014, entre reclamos de que tendría efectos catastróficos en el nivel de empleo.

Aun así, ninguna de las funestas consecuencias previstas se ha materializado. No es sólo que la creación total de empleo en el sector privado –que supuestamente era la que Obama estaba exterminando– ha resultado fuerte. Estudios más detallados de los mercados laborales tampoco muestran evidencias de los efectos nocivos pronosticados. Por ejemplo, no hay ninguna prueba de que el ObamaCare llevase a un vuelco del empleo full-time al part-time, ni tampoco de que la expansión del Medicaid provocase grandes reducciones en la oferta laboral. Entonces, ¿qué aprendemos de esta impresionante falta de fracasos? Que la ortodoxia económica conservadora “republicana” es completamente errónea.

En cierto sentido, eso debería ser obvio. Porque la ortodoxia conservadora tiene una visión peculiarmente inconsistente de las capacidades y motivaciones de las empresas y de los individuos ricos, quiero decir, de los creadores de puestos de trabajo. Por un lado, se presume que esta elite es un grupo de superhéroes de la economía, capaces de brindar prosperidad universal apelando a la magia del mercado. Por el otro lado, se los describe como flores increíblemente sensibles que se marchitan ante la adversidad: si les subimos un poco los impuestos, los sometemos a algunas regulaciones, o para el caso, herimos sus sentimientos en uno o dos discursos, van a dejar de crear empleos y se retirarán a sus tiendas de campaña, o mejor dicho, a sus mansiones.

Es una doctrina que no tiene mucho sentido, pero que transmite un mensaje claro que resulta ser muy conveniente para la elite: a saber, que la injusticia es una ley de la naturaleza, que mejor no hacer nada para que nuestra sociedad sea menos desigual. Porque si hacemos algo, insisten, seremos severamente castigados por la mano invisible, que hará colapsar a la economía.

Los economistas pudieron argumentar, y lo hicieron, que la historia muestra que esta doctrina está equivocada. Después de todo, Estados Unidos logró un rápido crecimiento del ingreso, de hecho sin precedentes, en los años 50 y 60, pese a las altas tasas tributarias. Es más: hay países como Dinamarca que combinan impuestos elevados y programas sociales generosos con excelentes resultados en materia de empleo.

Pero para aquellos que no saben mucho de historia, la economía de Obama ofrece una contundente lección. Desde un punto de vista conservador, Obama hizo todo mal, afligiendo a los que estaban tranquilos (un poco) y tranquilizando a los que estaban afligidos (mucho), y nada malo sucedió.

*Premio Nobel de Economia

Los bonos corporativos no son la solución ante un mercado agitado

Expansion

RICHARD BARLEY/WSJ

 Los mercados de valores han acaparado el protagonismo en 2016, con fuertes caídas que han afectado a los inversores.

Aunque los mercados crediticios han registrado movimientos menos drásticos, siguen enviando señales poco tranquilizadoras. Frente a la caída del 9,5% del Stoxx Europe 600 o las pérdidas del 6% del S&P 500, las rentabilidades de los bonos corporativos registradas en lo que va de año llaman menos la atención.

No obstante, parecen ir hacia territorio negativo: los bonos de alta rentabilidad de EEUU han caído un 1,7% según los índices de Bank of America Merrill Lynch, mientras los europeos han sufrido pérdidas del 1,5%.

Los bonos con grado de inversión de EEUU han conseguido una pequeña subida del 0,5% aunque la cifra se sitúa por debajo de la de los bonos del Tesoro. Los diferenciales de los bonos con grado de inversión tanto en EEUU como en Europa han aumentado 0,1 puntos porcentuales.

Sin duda, esta semana ha quedado en evidencia el buen nivel de demanda de los bonos corporativos: el fabricante de cervezas AB Inbev colocó 46.000 millones de dólares de bonos. Es la segunda mayor operación de la historia tras la realizada por Verizon en 2013. No obstante, aunque estas operaciones sean espectaculares, el éxito de AB Inbev no tiene por qué ser reflejo de las condiciones del resto del mercado.

Como empresa de consumo, ahora mismo se encuentra en la lista de favoritos. Tiene buenos rátings y el tamaño de la operación implica que desempeñará un papel significativo en los índices de bonos, con lo que la demanda queda garantizada.

Por otra parte, el mercado primario, donde se venden los bonos, siempre ha sido un lugar donde los inversores han encontrado las oportunidades con más liquidez. Otra cosa bien distinta es el mercado secundario.

A pesar del aumento de las rentabilidades el año pasado, que se suponía potenciaría el atractivo de mercados como el de EEUU, con altas rentabilidades, es probable que a los inversores les resulte difícil encontrar buenas ofertas. Los inversores se encuentran ante la opción de optar por bonos con escasas rentabilidades de empresas con balances más sólidos o deuda con rendimientos más altos de compañías con dificultades.

Según cálculos de Deutsche Bank, aunque el mercado de alta rentabilidad de EEUU, a excepción de la energía, ofrece un diferencial de 6 puntos porcentuales frente a los bonos del Tesoro, sólo el 15% de los bonos cotiza a diferenciales que oscilan entre los 5 y los 7 puntos.

El 40% del mercado cotiza a un diferencial inferior a los 4 puntos, mientras que el 25% cotiza por encima de los 8 puntos, de lo que se deduce que son empresas con problemas.

Por otra parte, los ráting crediticios se están deteriorando al ritmo más rápido desde la crisis financiera y las empresas con grado de inversión han tenido que recurrir a la ingeniería financiera realizando adquisiciones y recompras de acciones. Europa parece estar más protegida que EEUU de esta tendencia. Además, los bonos europeos de alta rentabilidad tienen mejores calificaciones y están menos expuestos a las materias primas.

Aun así, la continua expansión de la demanda interna en Europa y EEUU se enfrenta a situaciones cada vez más difíciles. Los bonos corporativos todavía no han mandado serias señales de alerta, pero el mercado navega por aguas turbulentas. Los inversores deberían estar atentos ante cualquier indicio de un temporal.


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