Gustavo Díaz Santis*

En pocos días más, y cuando se termine de sacar las cuentas, veremos que el PIB de Chile habrá crecido alrededor de 2% el año pasado, y con ello 2015 se adicionará como el segundo año de crecimiento mediocre del gobierno de la Presidenta Bachelet. Pero, ¿podemos esperar algo mejor para 2016? No lo creo. Si todo va razonablemente bien, la economía podría crecer apenas en el rango 2,5% a 3%, lo que viene a ser prácticamente más de lo mismo. Lo peor de todo es que esta tendencia no cambiará si es que las autoridades no corrigen el rumbo que le han impuesto a la política económica. 

A diferencia de lo señalado por las autoridades, el problema en Chile es que la economía interna está muy debilitada tras la seguidilla de golpes que ha recibido en los dos últimos años. Aumentos en los impuestos, rigideces en el mercado laboral, mayor participación del Estado en la economía, anuncios de reformas estructurales, son sólo ejemplos del sello del Gobierno que han llevado al borde de la paralización económica a Chile en 2015. Así, en un contexto de desaceleración de la actividad, con expectativas que continúan pesimistas, colocaciones contenidas, caídas en la inversión privada, un menor impulso monetario y fiscal, y lo más importante, sin catalizadores de una recuperación en los próximos meses, se prevé que la economía sólo deba conformarse con un crecimiento mediocre.

No podía ser de otra forma, y tampoco podemos esperar algo distinto en 2016. Lo anterior se ha traducido en sucesivos ajustes en las expectativas de crecimiento económico. ¿El último? El recorte efectuado por el ente rector en el rango estimado de expansión del PIB de 2016 hasta 2,0% - 3,0% desde el rango 2,5% - 3,5% del IPoM de septiembre pasado. Lo más desalentador es la advertencia realizada en cuanto al sesgo a la baja en estas estimaciones.

Y es que el escenario de trabajo del ente rector se construye sobre la base de supuestos muy optimistas, como lo es la expectativa de una mejora de los indicadores de confianza y un mercado laboral que no acusa los efectos de la desaceleración. Recordemos que 2015 cierra como el año en que el nivel de confianza empresarial alcanzó el registro más bajo en 12 años –desde que se confecciona el indicador- completando en diciembre recién pasado  21 meses en terreno negativo, y eso que estamos muy lejos de las condiciones de crisis internacional de 2009, cuando la economía entró en recesión. 

En la misma línea, y si bien el empleo se mantiene inmune a los efectos de la desaceleración económica, lo cierto es que no sería de extrañar que este fenómeno se revierta en 2016. Por una parte el Estado es responsable directo de la generación de una fracción importante de puestos de trabajo (más del 50% de los empleos netos generados trimestre a trimestre), situación que no es viable de mantener en los próximos meses, de hecho la ejecución del gasto fiscal se está volcando a gasto corriente y no gasto de inversión, y sin duda el menor presupuesto fiscal aprobado para este año tendrá consecuencias directas en el nivel de empleo estatal. 

*Economista - Área Económico y Social - INSTITUTO LIBERTAD