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ANÁLISIS
Bonelli: hermandad de Echegaray, Báez y López. Aulicino: crisis del blindaje de CFK
28/03/2016

La hermandad Echegaray, Lázaro Báez, Cristóbal López

Clarín

Marcelo Bonelli

Ricardo Echegaray fue clave para que avanzaran sin control las maniobras irregulares de los grupos empresarios kirchneristas: durante su gestión, la AFIP apañó y protegió a Cristóbal López y al propio Lázaro Báez.

Al “zar” del juego le permitió tener –en forma interrumpida en los últimos cinco años– permanentes planes de privilegio para cancelar impuestos.

A Lázaro se le armó un equipo especial en la DGI, para tratar de “emprolijar” y “ordenar” el desorden total que tenían sus presentaciones fiscales de Austral Construcciones a causa de las facturas truchas y el investigado lavado de dinero en Hotesur.

Ahora la AFIP estaría analizando el comportamiento de otro grupo kirchnerista: el mediático de Sergio Szpolski-Matías Garfunkel. Los sabuesos quieren saber si este dúo de empresarios también logró beneficios fiscales como los que Echegaray les concedió a López y a Báez. Ya la AFIP   tuvo problemas para ubicar a Szpolski: estaba escondido en un country, para eludir la notificación de la inspección fiscal.

Para explicar todas las ayudas, el ex titular de la AFIP recurre a un salvoconducto político: actuó por orden de Cristina Kirchner para beneficiar al “rey de las tragamonedas” y al ex bancario.

Cristóbal López tuvo dos planes para empresas al borde de la quiebra –artículo 32–, como denunció La Nación y después el Gobierno. Pero también se mantuvo en forma sistemática anotado en todos los beneficios de programas preferenciales de pago dados a contribuyentes en problemas. Así logró estar cinco años con planes especiales de pago y durante ese período expandió sus negocios. Clarín confirmó que obtuvo esos extraordinarios beneficios sin que existan en la DGI expedientes que justifiquen semejante ayuda fiscal. Tampoco Echegaray envió inspecciones para determinar la realidad de sus pedidos. No se hicieron, porque de concretarse hubiera ocurrido lo siguiente: la AFIP no habría podido otorgar semejantes beneficios.

López ni siquiera respetó las mínimas formas tributarias. Todas las petroleras están inscriptas –como corresponde– en la DGI Grandes Contribuyentes. Pero Echegaray le autorizó otro artilugio: que su mega-grupo eludiera esa oficina de fiscalización y esté anotado en una laxa repartición de la DGI Palermo.

López –durante ese período de privilegios– adquirió parte de Petrobras en Argentina. Una operación que es investigada por retornos en Brasil.

El ex titular de la DGI, Angel Toninelli, creo un “grupo de apoyo contable” para tratar de ordenar las facturas truchas, el dinero oscuro en Austral y presunto lavado de Hotesur, del Grupo Báez.

La orden a la AFIP se la dio Carlos Zannini. Etchegaray le transfirió la operación a su segundo, Toninelli, quien a su vez colocó a su hijo, Federico, en el entorno de Báez para controlar las presentaciones y respuestas en el expediente de Hotesur. Ambos –el ex jefe de la DGI y su hijo– se trasladaron a Río Gallegos varias veces, utilizando el propio avión de Lázaro Báez. Clarín anticipó que Toninelli hijo viajó varias veces en el avión matricula LV-ZSZ, el mismo que se utilizaba para trasportar el dinero sucio a “La Rosadita”. Una de las excursiones de Fernando Toninelli habría sido aprovechada por Báez para traer bolsos con plata que la DGI nunca controló.

En otras palabras: los encargados de fiscalizar a Báez y a Hotesur habrían viajado en los aviones del supuesto testaferro de los Kirchner.

Ahora Echegaray es el Auditor General de la Nación. Su primera decisión, sin éxito, fue tratar de no auditar puntos clave de la administración de Cristina.

Su presencia ahí es llamativa después del favoritismo que tuvo hacia los empresarios K. En el Congreso dicen que su poder radica en que desde la AFIP ayudó a varios políticos, incluso algunos importantes en el actual gobierno, haciendo lo que mejor hizo: tratos preferenciales y fiscalización laxa.

Sus voceros señalan que actuó bien en el caso López y argumentan que la AFIP de Alberto Abad también le dio al “zar del juego” un plan de facilidades por deudas de octubre-diciembre.

Etchegaray llevó a la AGN a todo su equipo íntimo de la AFIP. Todas figuras cuestionadas: Silvana Quinteros, Roberto Propato y Julián Coronel. 

Pero se destaca el nombramiento de Guillermo Michel: ocupa la Secretaria Ejecutiva de la Auditoría. Michel se ocupó –en la AFIP de Echegaray– de liderar un grupo de tareas para perseguir a empresarios, periodistas y jueces que no se alineaban con la Casa Rosada. El caso más conocido fue el del titular de la Corte Suprema y el del presidente de IDEA, Miguel Blanco.

Hace unas semanas hubo un encuentro exclusivo de los “ceo” de todas las firmas que apoyan el Coloquio de IDEA. Fue en el Sheraton y allí se cerraron herméticamente las puertas para evitar filtraciones.

Estaban los hombres más importantes del movimiento empresario. Hubo definiciones trascendentes.

En lo político, satisfacción con Mauricio Macri. Pero en lo económico hablaron en forma descarnada de la realidad.

Se reconoció la fuerte caída de ventas y la desaceleración en la actividad; y se describió un panorama inflacionario que genera inquietud.

También del problema laboral y de la preocupación por la ausencia de un plan antiinflacionario.

Ocurrió algo similar el martes en la Unión Industrial. Ahí el temor tiene nombre: Brasil.

En la UIA sostienen que la crisis política de Brasil va a impactar fuerte en la Argentina: puede ahogar la reactivación que la Casa Rosada promete para el segundo semestre. 

El blindaje de Cristina entró en crisis

Clarín

Eduardo Aulicino

Nadie razonablamente hablaría de un desmoronamiento final para referir al blindaje que armó Cristina Fernández de Kirchner pensando en los días lejos de Olivos, pero el panorama en desarrollo muestra una corrosiva combinación para la ex presidenta: movimientos en algunas causas judiciales con eje en la corrupción, peleas y mensajes cruzados en su círculo más cercano –algunos públicos– bastante escandalosos y un creciente distanciamiento de los jefes peronistas, que en apenas once días deberán definir cómo resuelven la renovación de las autoridades del PJ. Las hendiduras en el armado kirchnerista son visibles y los interrogantes, en todo caso, remiten a su profundidad. Los tiempos, como se ve, tienden a acelerarse.

Los ritmos de la interna formal del peronismo orgánico son parte también de la herencia kirchnerista. El PJ, sin lugar real en el sistema que encabezó Cristina Fernández de Kirchner, quedó con los plazos legales al límite para elegir autoridades, algo más ahora que un trámite formal. Y se transformó en un problema para todos, pero en especial para el kirchnerismo, porque no parece sencillo que los gobernadores acepten una salida de compromiso resumida en una “lista de unidad” con connotados representantes K entre sus integrantes.

Fuentes cercanas a por lo menos tres gobernadores dicen que no aceptarían en lugares destacados a “camporistas” o figuras como Jorge Capitanich y Carlos Zannini. Visto al revés: ¿el kirchnerismo puede avalar una nómina de “unidad” que los excluya sin que eso sea leído como una derrota? Sería una debilidad notoria en un cuadro que no los muestra precisamente a la ofensiva. Son muchos lo que piensan que sería imposible, por razones prácticas y políticas, ir a elecciones, pero voceros kirchneristas afirman que presentarán lista propia si son descartados. ¿Cómo saldar el tema? Una salida que cada tanto circula es dejar vencer los plazos –el 8 de abril, para formalizar listas, y un mes después, para votar– y precipitar así una intervención de la justicia electoral.

Esta disputa además perdió valor para el peronismo desalineado. José Manuel de la Sota, por ejemplo, estaría preocupado sólo por revalidar su dominio en el PJ cordobés y Sergio Massa aspira a consolidar posiciones con su estrategia de mayor amplitud política, aunque sin descuidar para nada al peronismo. Vale un dato nuevo: un hombre cercano, el vicegobernador de Jujuy, Carlos Haquim, se impuso en la pelea por la conducción del PJ en su provincia.

Pero más allá de la interna por la renovación de autoridades partidarias, los problemas que enfrenta el kirchnerismo se reflejan en otros terrenos. En primer lugar, no tiene peso en el conjunto de gobernadores peronistas, que aún con diferencias y competencias personales, se consolida como eje de poder en el PJ. Alicia Kirchner ha sufrido incluso reconvenciones en ese ámbito. Los jefes provinciales, además, fueron determinantes en el apoyo legislativo que recibió el proyecto para cerrar la disputa con los fondos buitre: el Senado tiene previsto tratarlo el miércoles. El Frente para la Victoria ha sufrido fisuras en Diputados y, en la otra cámara, un difícil juego le permite a Miguel Angel Pichetto mantener unido el bloque, en sintonía con los gobernadores y con el kirchnerismo en posición minoritaria. Las fuerzas provinciales –misioneros, neuquinos, santiagueños– también han ido tomando posiciones propias, lejos del dominio K.

El efecto de esa tendencia, que no es lineal pero hasta ahora se muestra persistente, también quedó registrado en el fracaso que sufrió Ricardo Echegaray al frente de la Auditoría General de la Nación. Los auditores, con el gesto decisivo de los representantes del peronismo, frenaron su intento de auditar ahora la gestión de Mauricio Macri, en lugar de los dos últimos años de Fernández de Kirchner. El ex jefe de la AFIP fue impuesto allí por indicación de la ex presidenta, como parte de su amplio armado de protección.

Echegaray además salió muy fuerte contra Lázaro Báez, en medio de una crisis de estribaciones impredecibles originada en la pelea del empresario, socio en declive de la familia Kirchner, y el círculo más cercano a la ex presidenta. Báez, Echegaray y la gobernadora se han cruzado duramente: la corrupción está en el medio. Los mensajes públicos aluden a bienes ilegales y los mensajes o señales menos visibles sugieren que alguno podría ir más lejos de lo dicho en la disputa mediática.

El resquebrajamiento del blindaje está evaporando lealtades y generando disputas. Los gestos para despegar de Báez –en especial, luego del video de las pilas de dólares y euros– son una señal. Menos ruidosa pero significativa es la lejanía de los jefes peronistas. Los síntomas son variados, pero propios de los malos finales.


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