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OPINIÓN
Escribe Alonso: El sillar de la Puna
04/04/2016

El Sillar de la Puna

El Tribuno

Ricardo Alonso

Sillar es una vieja palabra española, usada en arquitectura, que viene a significar un tipo de piedra labrada, por lo común en forma de paralelepípedo rectángulo, que forma parte de un muro de sillería. Cuando los sillares se superponen sin una argamasa, mortero o cemento que los una, a la obra resultante se la denomina sillería en seco.

El término sillar alcanzó raigambre y nombre propio en Perú. Al punto que la palabra entró como peruana de origen en la terminología geológica internacional y como tal fue rescatada en las últimas ediciones del Glossary of Geology, diccionario internacional de la materia. El sillar adquirió su mejor expresión en Arequipa, ciudad emblemática del sur del país, muy ligada a la historia de Salta desde sus antiguas raíces coloniales.

Arequipa, conocida como la "Ciudad Blanca", lleva ese nombre por haber sido construida enteramente de sillar, cuya coloración es blanca al ser cortada de la roca madre. Basta visitar la famosa Plaza de Armas, la iglesia de los Jesuitas, el convento de monjas de clausura de Santa Catalina, y el resto del casco histórico para descubrir que casi todo está construido de la misma piedra blanca. Lo que contrasta con las piedras negras con que fueron construidas las calles. Estas últimas utilizadas por su mayor resistencia física al tránsito. Tanto las piedras blancas como las piedras negras son rocas de origen volcánico. Y no puede ser de otra manera ya que la ciudad yace a los pies del famoso volcán Misti de 5.822 m sobre el nivel del mar. 

Por millones de años esa región tuvo una intensa actividad volcánica. El Misti, Ubinas, Sabancaya y otros centros conservan aún fumarolas y han tenido erupciones episódicas. Una de las rocas formadas por una gran erupción antigua corresponde a un flujo piroclástico, algo así como una lava compuesta por vidrio y polvo volcánico soldados. Son las famosas ignimbritas, muy comunes en todos los Andes Centrales, donde se calcula que existen más de 500 mil kilómetros cuadrados de esos materiales. Las ignimbritas tienen distintas unidades internas, producto de los procesos eruptivos que les dieron origen y del enfriamiento posterior. Su color superficial es el rosado. La base es generalmente una ceniza volcánica blanca, limpia y compacta. 

Este es el material llamado sillar, que tiene la característica de poder ser cortado fácilmente, en bloques de distintos tamaños. Los bloques obtenidos son livianos, blancos y cómodos de tallar. El conjunto de sus propiedades hizo que los españoles lo aprovecharan para iniciar la construcción de la ciudad desde su misma fundación en 1540. Actualmente existen decenas de canteras que se explotan para obtener el sillar y Arequipa es el lugar emblemático de este noble material de construcción. 

Cuando se aterriza en Arequipa, volando desde Lima, se puede apreciar el trabajo en las canteras y de los canteristas. Ahora bien, como se comentó, es una roca común y abundante en los Andes Centrales y especialmente en amplias regiones del Altiplano y de la Puna. Generalmente está asociada a grandes calderas volcánicas como las de Coranzulí en Jujuy, la Pacana en el paso de Jama, la del Galán en Catamarca, por citar algunas. Muchas estaciones del FFCC General Belgrano, Ramal C-14, fueron construidas con esas ignimbritas, al igual que algunos edificios públicos en San Antonio de los Cobres.

Sin embargo la que tiene una calidad semejante a la del sillar de Arequipa es la que se encuentra cerca de Paso Huaytiquina, en la antigua ruta de los arrieros que llevaban ganado en pie a las salitreras de Chile. Ese sillar de Huaytiquina fue parcialmente explotado y utilizado en algunas construcciones del hermoso pueblito de Catua en la Puna jujeña. Lo cierto es que más allá del escaso uso que hasta ahora ha recibido nuestro sillar, el recurso potencial de esta roca de construcción es enorme. 

Uno de los primeros que señaló la importancia de estas tobas ignimbríticas fue el Lic. Daniel Meilán, actual secretario de Minería de la Nación. Meilán disertó en la Universidad Nacional de Salta en la década de 1980 sobre el valor que tenían dichas rocas para su aprovechamiento minero industrial. Señalaba entonces que las características de muchas de las ignimbritas de la Puna, era la facilidad para ser cortadas en bloques aprovechando las superficies de los extensos mantos volcánicos, los que cubren decenas y hasta centenas de kilómetros cuadrados.

Se podían obtener bloques de distintos tamaños aserrando la roca con un sistema de hilo de diamante o de discos. Dichos bloques, de coloraciones desde el rosado al blanquecino, tenían una serie de propiedades físicas que los hacían útiles en construcción. Eran livianos y fáciles de manejar, tanto para su transporte, como para su colocación. Por su estructura interna de vidrio esponjoso son un aislante natural de la temperatura, o sea mantienen la temperatura interna de las habitaciones de manera tal que si afuera está helado da la sensación de un lugar caliente y si afuera hay mucho calor da la sensación de un lugar fresco.

Asimismo tienen propiedades acústicas impidiendo o disminuyendo la transmisión de ruidos entre los distintos ambientes y el exterior. Además de ser ignífugas con lo cual no son afectadas por el fuego o un incendio. En la Universidad Nacional de Salta se llevaron a cabo numerosos programas científicos y técnicos para el estudio de las ignimbritas.

Especialmente en lo que se refiere a su formación geológica, los aspectos del volcanismo que les dieron lugar, la edad de los depósitos, el quimismo de las rocas, la potencia y distribución de los mantos, entre otros muchos asuntos. También programas ingenieriles para el aprovechamiento de esos sillares como material de construcción. Sin embargo y a pesar de haberse identificado lugares con excelentes materiales, tanto en Jujuy, Salta y Catamarca, hasta la fecha no hubo una explotación comercial. 

Es interesante señalar que estos sillares pueden cortarse también en forma de tejas, azulejos, baldosas, ladrillos, mosaicos, etcétera. En este caso se podría aprovechar conjuntamente los boratos naturales, abundantes en la Puna, para formar una solución en la cual se remojarían esas piezas y luego en un horno se obtendría un vidriado impermeabilizante. De esta manera quedarían aptos para su uso en techos, pisos o revestimiento de paredes, tanto de interiores como de exteriores. 

Los programas de minería social o artesanal podrían contemplar el apoyo a este tipo de emprendimientos para los municipios de la Puna. O bien empresarios de la construcción podrían encarar una explotación minero industrial de este recurso natural y abundante.


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