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ANÁLISIS
Morales Solá: Fin ciclo impune. Van der Kooy: Corrupción embarra a la política
06/04/2016

El final de un ciclo impune

La Nación

Joquín Morales Solá

Hay funcionarios judiciales que están seguros de que Lázaro Báez era íntegramente un testaferro de la familia Kirchner. "El ciento por ciento de su plata era de los Kirchner", se escuchó decir a un juez federal. Cierto o no, es comprobable que Báez fue, quizás, el mejor amigo de Néstor Kirchner (o el de más confianza). El amigo con el que compartió su última cena antes de morir. A través del tambaleante empresario ahora la Justicia podrá llegar a parte del dinero en poder de los Kirchner. La prisión de Báez es una amenaza directa a la familia que gobernó durante 12 años. ¿Será Báez tan ingrato como Ricardo Jaime, que le dijo al juez Julián Ercolini que Néstor y Cristina le habían ordenado todo lo que hizo? Si bien Jaime tiene información importante sobre los manejos financieros del ex matrimonio presidencial, para nada es comparable con el testimonio que podría aportar Báez. Jaime era un operador. Báez era un socio. Son cosas distintas

La detención de Báez es también consecuencia de una decisión política tomada por la justicia federal: se terminó la impunidad del kirchnerismo, acordaron los jueces con esas palabras o con otras, como reveló LA NACION el domingo pasado. Algunos de ellos le hicieron llegar al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, la adhesión a su último discurso público. Lorenzetti había pedido entonces que se "termine con la impunidad". La Corte Suprema sabía, por eso, que se avecinaban duras decisiones de la justicia federal sobre ex funcionarios kirchneristas. En los últimos días, quedó también al borde del procesamiento un kirchnerista intocado hasta ahora: el ex ministro Julio De Vido, sin cuya firma no hubiera sido posible nada de lo que hizo Jaime ni de lo que ganó Báez.

a prisión de Lázaro Báez fue ordenada por el juez Sebastián Casanello y eso es más sugestivo aún. Casanello formó parte de la última camada de jueces federales nombrados por el kirchnerismo; tuvo aceitados vínculos con La Cámpora durante el reinado de Cristina. Si Casanello fue capaz de detener a Báez, antes incluso de tomarle declaración indagatoria, es fácil imaginar hasta dónde llegará el juez Claudio Bonadio, uno de los pocos magistrados que investigaron al kirchnerismo mientras éste tuvo el poder. Bonadio espera a la propia Cristina Kirchner el próximo miércoles 13.

La declaración de Jaime sobre los Kirchner es verosímilmente cierta. La compra de trenes a España fue una operación de 100 millones de dólares. ¿Alguien puede imaginar que sólo Jaime dispondría de semejante cantidad de dinero en un sistema de gobierno tan centralizado como el de los Kirchner? La única pregunta que correspondía hacerse es si Jaime contaría la verdad o no. Habló. Falta saber si el juez Ercolini llamará ahora a Cristina Kirchner. Báez recibió la concesión para construir una ruta de 100 kilómetros en Santa Cruz por un costo de 150 millones de dólares. Ya cobró 800 millones de dólares y sólo construyó 30 kilómetros. Los Kirchner eran, otra vez, quienes decidían semejantes arbitrariedades con el manejo de los recursos públicos. ¿Hablará Báez? ¿Comprometerá aún más a la ex presidenta de lo que ésta ya está en la causa Hotesur (que la interpela directamente a ella) o en la nueva causa sobre el hotel Los Sauces, que cayó en manos del inmanejable juez Bonadio?

La decisión de ayer del juez Casanello saca a la pesquisa judicial de las orillas del kirchnerismo y la coloca en el lugar central, donde está la familia Kirchner. Báez formaba parte del corazón de la familia, aunque últimamente los Kirchner tomaron distancia del empresario. Nadie sabe por qué. Cristina Kirchner suele tomar decisiones sin tener en cuenta las probables consecuencias. La reciente filmación sobre el impúdico conteo de dólares en una financiera por parte del hijo de Báez, Martín, y de su contador, Daniel Pérez Gadín (preso también desde ayer), habría apurado los tiempos de la Justicia. Los apuró más un dato anterior: amplios sectores sociales están reclamando que haya un castigo judicial por la corrupción de los políticos. Tarde, cuando ya la dinastía política anterior dejó el poder y se quedó sin capacidad de amenazar, los jueces comenzaron a actuar.

Ese contexto es el peor enemigo de Mauricio Macri dentro de las turbulencias desatadas por las filtraciones de Panamá Papers, que notificaron de una empresa familiar que él integró en un paraíso fiscal. Esas revelaciones suceden cuando Báez quedó entre rejas y cuando la justicia federal comenzó a investigar la corrupción. Un sector de la sociedad puede suponer, si no se detiene en las diferencias, que todos los políticos, nuevos o viejos, de derecha o de izquierda, terminan gobernando para sus propios intereses (o para sus propios bolsillos). El acorralado kirchnerismo está, a su vez, interesado en propagar lo mismo, en crear la certeza colectiva de que, en todo caso, Macri es tan corrupto como el matrimonio Kirchner.

Vale la pena, por lo tanto, detenerse en este caso que afecta a un presidente con menos de cuatro meses en el ejercicio del cargo y que promovió un cambio radical en los paradigmas políticos del país. La primera constatación consiste en que difícilmente el Presidente resulte afectado, al menos por lo que se sabe hasta ahora, en el terreno judicial. La segunda comprobación se refiere al costado político de la situación. Puede decirse, en síntesis, que Macri demostró que no cometió un acto ilegal, pero también que no logró superar todavía el problema político que derivó de esas revelaciones. El caso puso de manifiesto las carencias políticas de la administración y la escasa eficacia de su estrategia comunicacional. No despejó el problema en tiempo y forma. Peor: podía hacerlo, según la información que se conoció cuando ya la cuestión había escalado en la opinión pública.

Tres informaciones fundamentales apartan a Macri de la sospecha de actos ilícitos o ilegales.

Veamos la primera. La empresa creada en Panamá y con sede en Bahamas estaba a nombre de quienes eran entonces los principales directivos de la empresa familiar, Socma. El patriarca de la familia, Franco Macri, y dos de sus hijos, Mauricio y Mariano. El hecho de que la compañía, que al final no tuvo ninguna actividad comercial, estuviera a nombre de sus verdaderos dueños es relevante. Por lo general, esas empresas en paraísos fiscales se ponen a nombre de testaferros para cometer actos ilícitos o para esconder dinero al fisco. Los estudios panameños suelen aportar los nombres de los testaferros.

Una empresa en el exterior y cuentas en paraísos fiscales no son un delito; son recursos habituales de empresarios que tienen la sede central de sus compañías en países con recurrentes restricciones cambiarias, por ejemplo. Sin embargo, deben convivir en esos paraísos con otras empresas y con otras cuentas (generalmente a nombre de testaferros) que sirven para ocultar dinero mal habido, proveniente de la evasión fiscal, del crimen organizado o de la corrupción política. Es la diferencia sustancial entre empresas que están a nombre de testaferros o las que están a nombre de sus verdaderos dueños.

Veamos la segunda información. Según confirmó la AFIP, esa empresa fue declarada ante la agencia impositiva argentina por Franco Macri. Es decir, no era una empresa que la familia Macri trató de ocultar. La declaración de Macri padre indica que no se abrió una cuenta bancaria a nombre de esa empresa y que no hubo movimientos de dinero más allá de los montos mínimos para mantenerla en funciones. El Presidente no tuvo, por lo tanto, ninguna retribución como miembro del directorio de esa empresa. No debió pagar ningún impuesto por ganancias que no existieron.

Veamos la tercera. La empresa se abrió en 1998 y se cerró a fines de 2008, un año después de que Macri tuvo su primer cargo ejecutivo en el Estado. Asumió como jefe de gobierno de la ciudad en diciembre de 2007. Es fácil deducir que no hubo intención de esconder a través de esa empresa dineros que pudiera conseguir como funcionario estatal.

Otra cosa es la política. El primer error de Macri consistió en demorar la entrega a la sociedad de una información veraz y amplia sobre lo que sucedió. Se la terminó dando a Elisa Carrió en la noche del lunes, cuando ya era tarde para apagar el fuego del escándalo promovido por casi toda la oposición y algunos aliados. El Presidente conocía con anticipación que la información sucedería, porque el consorcio de periodistas internacionales le pidió un descargo con varios días de anticipación y LA NACION hizo lo mismo antes de publicar la noticia. ¿Subestimó la repercusión de esas revelaciones? ¿Creyó que la cuestión se resolvería con una declaración al pasar? ¿Careció del consejo político y comunicacional oportuno? Sea como fuere, la política es menos importante que el aspecto legal, si se lo mira desde el punto de vista ético. Pero la política es, en última instancia, la que construye o conserva los liderazgos.

La corrupción embarra toda la política

Clarín

Eduardo van der Kooy

El gobierno macrista no está interpretando adecuadamente la inesperada coyuntura que le toca atravesar o permanecería aún inseguro sobre el contenido de los más de 11 millones de hojas del llamado “Panamá Papers”. Se trata de la investigación periodística mundial que revela las actividades secretas de políticos y famosos en paraísos fiscales. Uno de ellos, entre varios macristas, es el propio Mauricio Macri.

El Gobierno podría profundizar su error si creyera que el estallido de la herencia de corrupción del kirchnerismo puede echar algún manto de olvido sobre su híbrida explicación acerca del “Panama Papers”. Ricardo Jaime esposado y alojado en la cárcel de Ezeiza, constituye una imagen impactante. Mucho más, el espectacular operativo de detención de Lázaro Báez en el aeropuerto de San Fernando, dispuesto por el juez Sebastián Casanello. Pero nada haría relegar el otro episodio aunque tenga el paréntesis que le imponga la vertiginosa realidad. Simplemente porque al Presidente le quedan cuatro años por delante. Y esa sombra podría perseguirlo si no logra ahuyentarla convincentemente.

En todo caso, la detención de Báez ayudaría a descomprimir la indecorosa irrupción del kirchnerismo reclamándole a Macri explicaciones que muchos de ellos no estarían en condiciones de dar después de una década en el poder. También habría una ayuda involuntaria del fixture. Entre hoy el viernes, declararán todos los imputados en la ruta del dinero K, sospechados de intervenir en lavado de dinero. La semana próxima –martes y miércoles– será el turno de Axel Kicillof y de Cristina Fernández, sobre la causa que lleva Claudio Bonadio por la venta de dólares a futuro del Banco Central en el epílogo del ciclo cristinista.

El kirchnerismo sigue empeñado en acompañar a la ex presidenta con una movilización en Comodoro Py. Pero las vísperas no asoman propicias para fogonear el entusiasmo K fuera de los talibanes. El peronismo parece haberse corrido de manera definitiva después de haber optado por una fórmula de unidad partidaria para mayo que excluye al kirchnerismo. Aunque contempla a Daniel Scioli, que da siempre para todo, junto al sanjuanino José Luis Gioja.

Jaime dejó enchastrados a Néstor y Cristina Kirchner y a Julio De Vido cuando declaró por la irregular compra de trenes a España. El ex ministro de Planificación, luego de presunta protección, también tendrá que presentarse a declarar frente al juez Julián Ercolini. El mayor temor, sin embargo, radica en lo que esté dispuesto a contar Báez. Jaime era una pieza exclusiva del ex mandatario fallecido. Había entre ellos un trato personal y cerrado. El empresario patagónico K, en cambio, formó parte del sistema de recaudación colectiva de la familia Kirchner. También de Alicia, la gobernadora, y Máximo, el hijo del matrimonio. Báez, casi como un símbolo, fue el constructor en Río Gallegos de la bóveda donde descansa el cuerpo de Néstor. Pero esos vínculos están quebrados. De allí las prevenciones de los Kirchner, ahora que está detenido.

La causa de la ruta del dinero K ha dado un vuelco porque también varió el comportamiento de Casanello. El juez adormeció la investigación que administra desde el 2013 hasta que fueron divulgados los videos en los cuales Martín Báez –hijo de Lázaro– y otros personeros contaban millonadas de dólares en La Rosadita, una cueva financiera de Puerto Madero. Casanello querría, a lo mejor, lavar ahora responsabilidades y aceleró el proceso. Pudo haber influido, además, la presión del fiscal Guillermo Marijuan.

El giro del magistrado fue tan ostensible, que desde el momento en que rearmó las fechas de las declaraciones de los imputados dispuso una discreta vigilancia sobre Báez. En las últimas horas detectó que el empresario había decidido cambiar hábitos y movimientos habituales. Como si estuviera tramando algo para eludir quizás su asistencia a Comodoro Py. De allí la determinación de apresarlo.

Semejante revuelo habría, tal vez, incomodado al macrismo antes de la revelación del “Panamá Papers”. El Gobierno deseaba cierta placidez para encarrilar, sobre todo, su tarifazo y la economía. Pero las cosas habrían cambiado. Para todos los actores. 

Macri debería hacer con cuidado las cuentas políticas si desea salir indemne del episodio que lo liga en el pasado con sociedades en paraísos fiscales. Esas cuentas deberían reparar en el modo de su acceso al poder. Lo hizo luego de una esforzada escalada electoral cuyo capítulo final sintetizó las simpatías de una porción social con su ascenso con otra muy importante atizada por el espanto al kirchnerismo. Ese espanto se alimentó de la prepotencia y la corrupción, en especial durante el tiempo de Cristina.

Es decir, buena parte de su base mantiene expectativas pero está tan atenta a la evolución económica como a las conductas públicas. En ese campo el macrismo no tuvo en sus primeros meses todo el cuidado que debió tener. Aún en asuntos que, en otras circunstancias, podrían considerarse menores. ¿Por qué Macri, para despedir a Barack Obama, eligió alojarse en el Sur en la propiedad del británico Joe Lewis? Se trata de un multimillonario que mantiene hace años un litigio con vecinos por terrenos en la zona de Lago Escondido. ¿Por qué aceptó desplazarse en su helicóptero? ¿Por qué motivo el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, aprovechó una máquina oficial en la que iba el Presidente para trasladarse hasta su domicilio en el Conurbano?

En una nación normal, quizá, serían menudencias. Pero la sociedad sufre desde hace años el abuso de sus autoridades. En muchos casos, desde lugares de desprotección total o parcial. La exigencia poseería ahora otra escala, que el mismo Macri ayudó a elevar. Prometió el fin de aquellos abusos. También de la impunidad.

La novedad de su pasada pertenencia a sociedades en paraísos fiscales abrió una duda seria. Que la estrategia política elegida por el Gobierno no ayuda a diluir. Su declaración de inocencia a través de un canal de televisión de Córdoba sonó como un gesto indolente ante una sociedad que desea interpelarlo. Menos podría aceptarse el papel de supuestos fiscales globales que asumieron dirigentes del oficialismo. La titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, no está para bendecir la legalidad o no de un asunto. Su obligación, en cualquier caso, es antes investigarlo. Resulta difícil discutir la autoridad moral de la diputada Elisa Carrió. Pero tampoco es quién para pretender dar por concluida la cuestión.

Como todos esos ademanes sonaron insuficientes, el Gobierno programó ayer una conferencia que comandó Marcos Peña. El jefe de Gabinete repitió que no hubo ilegalidad en la pertenencia de Macri a sociedades en paraísos fiscales. Pero no exhibió un sólo papel. Y quiso enredar un conflicto público inconcluso con anuncios de reformas en Seguridad y Justicia. Ocupó el lugar en el que debió estar, indudablemente, el Presidente.

Peña no fue el único bombero. El ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, anunció que no habrá nuevos ajustes de tarifas en lo que resta del año. La gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, estuvo en la Ciudad reunida con la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, para acelerar –vía planes sociales o Asignación Universal por Hijo– la llegada de dinero a los sectores que hoy sufren más. Corrupción y estrechez económica suelen ser una combinación fatal. 

El error de percepción del Gobierno podría tener otras derivaciones. ¿Le será tan fácil al oficialismo repetir desde ahora las demostraciones de gobernabilidad con la oposición, como lo hizo con el acuerdo por los fondos buitres? Serían demasiadas las cuestiones en juego. Macri estaría bien a tiempo de corregir su desvío. 


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