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ANÁLISIS
Bonelli: Cristina, bicicleta con el dólar y juez. Blanck: frente al espejismo del poder
15/04/2016

Cristina: bicicleta con el dólar, bicicleta con el juez

CLARÍN

MARCELO BONELLI

Cristina Kirchner no contestó a ninguno de los cuestionamientos judiciales que le hacen por la malversación ocurrida en la maniobra del dólar futuro. Ni en el texto que presentó en la Justicia, y mucho menos en la arenga que le dio a sus seguidores, explicó por qué les vendió barato a bancos y multinacionales un billete que salía caro en el mercado.  

Tampoco dio una respuesta coherente al nocivo efecto de esa medida: el quebranto que le ocasionó al Estado de 71.000 millones de pesos, en los últimos meses de su gobierno.

Invocó a Hipólito Yrigoyen, también a Juan Perón. Habló de complot y le echo la culpa a Mauricio Macri.

Pero Cristina, en sede judicial, no justificó las dos graves anomalías que le imputan:

— Que vendió dólares futuro a 10,60 pesos, cuando ese billete costaba 15 pesos en la Bolsa de Comercio y en Manhattan.

— Que a través de esta maniobra financiera permitió que cerealeras, bancos y multinacionales tuvieran una maxi-utilidad del 42%. Hay que remontarse a la época de la dictadura, con la plata dulce, y del menemismo para encontrar una bicicleta financiera de tamaña magnitud.

Ambas imputaciones quedaron sin respuesta. Cristina no ensayó ninguna explicación en su primera citación a tribunales por una cuestión clara: si lo intentaba se embarraba peor. Eso es lo que complica judicialmente a la ex presidenta. La única alusión que hizo fue un párrafo de su escrito donde adhiere a las explicaciones de Axel Kicillof y Alejandro Vanoli. 

El dúo fue muy pobre en su defensa. Flaco favor le hicieron a la ex presidenta: insistieron que fue una decisión política (es decir de Cristina) y nunca la dejaron a salvo de la malversación de fondos. 

Cristina sabe que esta fue la primera de una serie de citaciones judiciales. Tendrá que responder por la ruta – en realidad, autopista — del dinero K y por los desaguisados de Hotesur.

En el circuito financiero se habla de que la reapertura del “caso Skanska” y parte de la declaración del valijero Leo Fariña pueden abrir una Caja de Pandora que involucre a dos ex ministros y conocidos banqueros. También la irregular forma como se otorgaron a empresas “amigas” los baratos Créditos del Bicentenario.

Por eso, la marcha de los seguidores de Cristina tuvo un objetivo: amenazar y amedrentar a los fiscales y jueces que la investigan.

También utilizó el escenario para culpar a Macri de los males que su gobierno engendró. Inflación, recesión, despidos, pobreza fueron herencias dejadas por su pésima gestión y que la impericia de la actual administración profundizó. La ex presidenta utilizó, para engordar su “relato”, errores que comete ahora la Casa Rosada.

Durante estas 120 jornadas de gestión quedó claro que el Gobierno asumió sin un programa económico de desarrollo. También ya resulta explícito que las invocaciones de los ministros al “trabajo en equipo” solo esconden una verdad: las fuertes internas que existen en la Casa Rosada. Marcos Peña pelea por espacios de poder con Susana Malcorra, cela a Rogelio Frigerio y trata de opacar a Alfonso Prat Gay, a quien le controlan todos los movimientos.

También existen diferencias entre Prat Gay y Federico Sturzenegger. La política de mega-tasas del BCRA provocó un fuerte freno productivo. La demanda de crédito se apagó y las empresas hacen malabares para no despedir.

Frigerio le cuestiona a Prat Gay al equipo “kirchnerista” que dejó en la Secretaria de Hacienda y varios ministros — en privado, porque no se animan a desafiarlo – consideran un disparate las recomendaciones y estrategias de Jaime Durán Barba que Macri sigue a rajatabla.

Primero el publicista ordenó no hablar de herencia. Esto le permite ahora a la oposición y a Cristina acusar a Macri del desastre económico que heredó. Durán Barba también sugirió ser indulgente con la corrupción “k” y ahora le sugiere al Presidente no leer los diarios ni contaminarse con los medios de difusión. Así lo dice: “Nosotros tenemos toda la información, ¿para qué intoxicarse?”

En privado, los empresarios de la Unión Industrial, la Asociación Empresaria y los banqueros de ADEBA comparten las ideas generales de la Casa Rosada. Pero ven serios problemas en tres cuestiones clave:

— Dicen que la política comunicacional del Gobierno es muy deficiente y perjudica a Macri. Ayer, en la central fabril exponían como ejemplo lo ocurrido el miércoles cuando la Argentina logró que un tribunal de Manhattan habilitara la salida final del default. Nadie en la Casa Rosada salió a capitalizarlo. La tarea quedó en la solitaria gestión de Alfonso Prat Gay. Justo en la jornada en que Cristina iba imputada a Tribunales, el gobierno de Macri salía de un tribunal con una buena noticia.

— No existe una coordinación mínima entre los ministros del gabinete económico. El manejo tarifario fue horroroso. Los secretarios Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, en lugar de coordinar, se dedican a controlar y azuzar a los ministros. Peña no ejerce como jefe del área económica y, por eso, Macri paga el costo político de todas las antipáticas medidas económicas. En la UIA y en AEA les gustaría que Prat Gay tenga mayor injerencia en toda el área económica.

— Según los empresarios, aún no existe un plan de crecimiento y desarrollo que genere expectativas positivas. En mayo, el BCRA anunciará su plan monetario y Prat Gay el programa de financiamiento. Se tratara de dar una respuesta a los hombres de negocios. Pero se desconoce si esos datos alcanzarán para que los inversores abran sus alcancías. 

Cristina, frente al espejismo del poder

CLARÍN

JULIO BLANCK

Volvió Cristina con su clásico discurso blindado a la realidad. Mantuvo el blindaje incluso en su capítulo más acertado, cuando martilló sobre la desmejora en la situación económica y social. Como si el 29% de pobreza que dejó hace apenas cuatro meses, después de doce años en el poder, se hubiese evaporado súbitamente en el aire. No se habla de lo que no conviene. Siempre fue así. Los miles que la ovacionaron y la adoraron quieren eso: son incondicionales. Los guía la fe y no la razón. Están en su pleno derecho. Pero son cada vez menos. 

Lo que Cristina tiene hoy, como capital político, quedó expuesto el martes en la explanada de los tribunales federales. Sigue atesorando un patrimonio apreciable: miles de militantes inclaudicables, un robusto puñado de legisladores y dirigentes fieles, pero casi nadie con la responsabilidad y el poder del que gobierna. Ella antes hablaba y su palabra era el anticipo del filo implacable de su voluntad, asentada en el manejo absoluto del Estado y en la disponibilidad discrecional de sus fondos. Ahora ella habla y detrás no hay otra cosa que su palabra. Lo demás es el espejismo del poder que tuvo. 

Hoy Cristina no le da órdenes a ningún gobernador con excepción de su cuñada Alicia Kirchner en Santa Cruz. Se le fracturó el bloque de diputados y ella sigue siendo líder de un grupo muy nutrido pero que perdió la condición mayoritaria y no está en situación de condicionar con su número el funcionamiento de la Cámara. Ni qué hablar del Senado, donde 26 de los 42 miembros de la bancada se le indisciplinaron y votaron junto al Gobierno la ley de salida del default.

Ese poder declinante hoy permanece aferrado a la gestualidad, a la mística de sus apasionados que se resiste a claudicar. También, hay que decirlo, lo sostiene el temor reverencial que su figura y su verbo llameantes despiertan todavía en políticos sin poder propio, tanto como en intelectuales que construyen teorías sin mirar lo que pasa en la calle.

Cristina es, como antes, la Jefa de una minoría intensa. Esa minoría supo arrastrar y representar a la mayoría del peronismo y de la sociedad. Lo hizo cuando pudo apoderarse de la maquinaria del Estado, que en países como la Argentina es lo que da razón y fuerza al poder político. Hoy el Estado lo tiene Mauricio Macri. Hay que ver qué hace con él y cómo lo hace. Pero ya no es más de Cristina. Le tiene que ir muy mal y muy pronto a Macri para que ella pueda soñar con volver a ser lo que fue.

Kirchner le enseñó que sin caja no se puede hacer política. Menem había dado cátedra antes, cuando explicó que el poder desgasta sobre todo al que no lo tiene. Cristina hoy está en el cruce de esas dos enseñanzas. Demasiada dirigencia peronista con poder concreto en provincias, municipios y el Congreso, está decidida a mantenerle el respeto pero a no seguir nunca más sus órdenes. 

Un ejemplo claro de esta relación actual de fuerzas fue la trabajosa confección de una lista de unidad para renovar la conducción del Partido Justicialista, vuelto a la oposición después de doce años. Las negociaciones parecieron ignorar limpiamente el regreso de Cristina a la escena política, con su estudiada actuación en los tribunales de Comodoro Py y el baño de multitudes –muy módico respecto a experiencias anteriores– que se dio a la salida del juzgado de Claudio Bonadio. Como si esa reaparición fuese un insumo calculado y encapsulado dentro del proceso reorganizativo del PJ.

El sanjuanino José Luis Gioja y el ex candidato Daniel Scioli, consagrados para presidente y vice partidarios, expresan al sector que más tibiamente está buscando un nuevo rumbo. Fueron figuras simbólicas en los 12 años de kirchnerismo, uno gobernando San Juan, el otro la Provincia. Junto a otros gobernadores y ex gobernadores, intendentes y ex intendentes, autoridades partidarias, sindicalistas y legisladores, decidieron mantener un discurso de sujeción a Cristina porque el coraje no les da para otra cosa. Pero en la práctica bloquearon el acceso de La Cámpora a la nueva conducción. Todos juntos pero sin ella. Porque La Cámpora es ella y todos los demás han sido siempre un mal necesario, que se soporta y se usa sin pudor para alcanzar determinados fines políticos.

Cristina sigue siendo una protagonista central de la política y es probable que lo siga siendo mucho tiempo más. A menos que el avance de las investigaciones judiciales por flagrantes casos de corrupción termine envolviéndola sin remedio a ella y a las figuras simbólicas de la docena de años kirchneristas en el poder. Varias de esas figuras, verdaderos contrapesos ilevantables, estuvieron el miércoles en los tribunales de Comodoro Py. No está claro si la consigna “vamos a volver” que algunos entonaron entusiastas, como el ex vicepresidente Amado Boudou, se refería a un intento de restauración política o al seguro retorno de ellos para desfilar por esos juzgados.

Ante la citación a Cristina por la gaseosa causa del dólar futuro, los intendentes, gobernadores y legisladores de más peso optaron por difundir comunicados de solidaridad con términos más o menos enjundiosos, reclamando –nunca es tarde– que la Justicia actúe de modo independiente y sin persecuciones políticas. Pero casi nadie puso la cara ni movilizó tropa para esa cita exclusivamente ultra K.

La línea de esos comunicados previos estuvo orientada por el texto de los senadores peronistas que conduce con mano diestra Miguel Pichetto. Mucho énfasis en rechazar la citación por el dólar futuro, ninguna mención –y mucho menos adhesión anticipada– a los casos graves de corrupción que se ventilan en los tribunales.

La decisión de suscribir esos comunicados previos fue expresión de una necesidad: evitar ahora fisuras mayores y unir fuerzas para dejar atrás la etapa de “estos locos”, como definen cariñosamente en el peronismo a los prepotentes delegados que Cristina les envió todos estos años. “No se puede obturar la renovación peronista”, se ilusionó un intendente que está repitiendo mandato en el Gran Buenos Aires. Otro jefe comunal, recién estrenado en la función, fue explícito respecto del futuro: “El peronismo va detrás del que puede ganar”. Los peronistas no ven hoy que la que pueda ganarle a Macri y al Gobierno sea Cristina. Así de simple.

Gioja, Scioli y compañía están llamados a gestionar un inevitable mandato de transición en el PJ. Se proponen reunificar el bloque de diputados, que este año sufrió una fractura estratégica impulsada por Diego Bossio desde adentro, el gobernador Juan Manuel Urtubey desde afuera y sectores fuertes del sindicalismo que pusieron al frente de la nueva bancada al dirigente mecánico Oscar Romero. Unir esas piezas es tarea de altísima dificultad, porque hubo mucho agravio personal en el proceso de ruptura. Pero supondría en cualquier caso desplazar a la actual conducción que ejerce Héctor Recalde, expresión de superficie del núcleo duro camporista. Sería otro paso en el alejamiento de Cristina. Decirlo lo dicen, hay que ver cuánto valor juntan para intentarlo. No es fácil animarse contra ella aunque a quienes lo hicieron, en cualquier terreno, les terminó sonriendo la fortuna. 

Atento a esa pulseada peronista está Sergio Massa, con quien esta semana el jefe de Gabinete Marcos Peña acortó distancias y licuó algunas discordias. Están también los peronistas de mejor diálogo con la Casa Rosada, gobernadores como Urtubey y un puñado de sus colegas, que buscan la cercanía de Macri para ayudarse a construir su propio poder en las provincias, sacándose de encima el cepo de sus antecesores a los que heredaron.

Y está muy atento el Gobierno mismo, que temió seriamente que el escenario judicial le permitiese a Cristina victimizarse y volver a controlar el centro de gravedad de la política. Quedaron aliviados en la Casa Rosada porque esta fulgurante actuación pública de la ex presidenta pareció alcanzar sólo para inyectarles fe y mística a los propios. Y para tratar de levantar una barrera de protección política ante los avances que pueda tener la Justicia sobre el tema que de verdad le preocupa y que se atrevió a mencionar apenas en su discurso bajo la lluvia: la ruta del dinero K.

La prolongada exposición de Cristina a los medios, desde el lunes por la noche cuando regresó desde Santa Cruz, habría tenido un efecto benéfico para el Gobierno según la definición de un alto funcionario que mantiene diálogo diario con el peronismo. “Lo peor que nos puede pasar es que Cristina pierda relevancia”, dijo este miembro del gabinete de Macri. “Una presencia fuerte de ella ayuda a que no se una la oposición, porque los que gobiernan territorio no quieren quedar pegados”, abundó. Y remató, saliendo al cruce del santo temor que mantuvo trémulos a otros miembros del oficialismo: “Cada tanto es bueno recordar cómo son los que nos gobernaron durante doce años”.

Son sólo cuatro meses después de esos doce años. Es muy poco tiempo para una decantación profunda. Pero hoy no parece sencillo que la sociedad y la política decidan caminar marcha atrás en la historia.


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