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ANÁLISIS
Morales Solá: Maniobras. Tenembaum: Canalla y represor
08/06/2016

Maniobras montadas sobre un delicado momento social

LA NACIÓN

JOAQUÍN MORALES SOLÁ

Tal vez Guillermo Moreno no sea sólo un provocador (que también lo es) o Hebe de Bonafini no sea sólo una anciana rencorosa y desinformada. El núcleo duro del kirchnerismo está propalando la idea de que un sector importante de la sociedad sufre el hambre de manera insoportable. Ellos (y otros más) son sólo voceros de una estrategia más profunda, que se despliega sobre todo en el conurbano bonaerense, donde reside el universo más amplio de pobres del país. En ese espacio socialmente sensible, siempre vacilante, los cristinistas están llamando a futuras movilizaciones hacia los supermercados, según información que recibió el gobierno de Macri de intendentes propios y de peronistas que aspiran a un proyecto de poder más ambicioso que el caos.

En esa trama, Moreno dijo que el ex dictador Videla fue mejor que Macri ("no le sacaba la comida a los pobres") para provocar el revuelo que ocasionó y para que la mirada social se fijara en la supuesta hambre, llevada por el nombre de Videla. El plan carece de escrúpulos, pero ¿cuándo Moreno tuvo escrúpulos? Bonafini mintió en Roma cuando aseguró que se habían eliminado todos los planes sociales que existían durante el cristinismo. La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, aseguró que no se abolió ningún plan y que, al revés, se crearon nuevos planes y se actualizaron los montos de los anteriores.

Sin embargo, es cierto que el plan económico de Macri atraviesa el peor momento en cuanto a sus repercusiones sociales. De hecho, el Presidente debió rectificar el nivel de los aumentos tarifarios.

La propia administración admitió oficiosamente que sus cifras de pobreza son parecidas a las del Observatorio Social de la Universidad Católica, que constató que hay casi un millón y medio de pobres más en el país. Esos pobres se agregaron en los últimos meses a los ocho millones y medio de pobres que ya existían antes del 10 de diciembre pasado. El cristinismo teme que el segundo semestre sea más benévolo socialmente y que los argentinos comiencen a percibir un alivio en la inflación, en la oferta de empleo y en la capacidad de compra. "Si esto fuera así, Macri habría triunfado", le dijo un cristinista convencido a un peronista indeciso. A la propia Cristina se le atribuye una frase, que nunca desmintió, sobre el acuerdo con los holdouts: "Si Macri arregla con los fondos buitre, se quedará ocho años".

La empresa de encuestas Isonomía constató en su última medición que la gestión del Presidente tiene el apoyo del 63 por ciento de la sociedad. Pero también verificó que lo que más apremia a la sociedad ahora es la economía. No obstante, mejoraron las buenas expectativas respecto del futuro económico y hasta del empleo. Por primera vez, apareció una expectativa menor de inflación respecto del mes pasado. En síntesis: una mayoría social sabe que el momento que atraviesa es malo, pero confía en que Macri puede ser la solución.

En ese contexto, el cristinismo teme que la realidad contradiga su versión apocalíptica del futuro. Algunos intendentes y ex intendentes peronistas, y sobre todo del Frente para la Victoria, están recorriendo los barrios más carenciados del conurbano, donde pronuncian discursos de fuego sobre la situación social. Por lo general, lo ex intendentes kirchneristas movilizados son políticos que perdieron sus municipios a manos de candidatos de Cambiemos. Un epicentro de la movilización está en La Matanza, donde se arrincona el peronismo bonaerense más antimacrista. Lo lidera el presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires y ex intendente de La Matanza, Fernando Espinoza. En esa municipalidad se les dio trabajo a figuras notorias del gobierno de Cristina Kirchner (Débora Georgi y Roberto Feletti, entre otros). La intendenta actual, Verónica Magario, discípula de Espinoza, ha dicho en las últimas semanas frases de incendio: "En La Matanza hay hambre" o "tenemos abuelos que no cenan".

Debe consignarse que la mayoría de los intendentes peronistas prefieren huir de esa estrategia, porque supone que un intento de desestabilización de Macri podría tener graves costos electorales. Algunos de ellos escucharon decir a Carlos Kunkel, otro trabajador incansable para debilitar a Macri, que hay que "forzar el éxito". Esto es: apurar el supuesto fracaso de la administración del Presidente. En los "intentos de agitación", según la fórmula elegida por una alta fuente del gobierno nacional, también militan el infaltable Luis D'Elía y Fernando Esteche, jefe del violento ejército llamado Quebracho.

Un papel no menor en este plan lo cumplen los dirigentes de La Cámpora (o algunos de ellos), entrenados para ejercitar una suerte de foquismo. La seguridad de Macri debió reforzarse en sus visitas al conurbano, porque ya es habitual que un grupo de camporistas lo espere para insultarlo en cualquier ocasión. Otra estrategia del Gobierno es no anunciar las visitas de Macri y que ellas sean sorpresivas para evitar que lo aguarden los grupos cristinistas. Fuentes peronistas inmejorables aseguraron que la ex presidenta Cristina Kirchner autorizó todas estas operaciones o que, al menos, las conoce y no las desautoriza.

El cristinismo habría decidido usar el peor momento económico de Macri para forzar (según el término de Kunkel) el fracaso del Presidente. "Más adelante podría ser extemporáneo o demasiado evidente", razona un peronista que intenta interpretar a los cristinistas. Los supermercados atraen la atención de los conspiradores, pero también la del Gobierno. Esos centros de compra se convirtieron en un lugar emblemático de la sublevación social desde la gran crisis de principios de siglo. D'Elía, Esteche, La Cámpora y algunos peronistas sin identificación, pero rencorosamente antimacristas, anuncian próximas movilizaciones hacia los principales supermercados de las zonas más calientes del conurbano.

Seguridad y comida

El gobierno de Macri tomó nota. La custodia policial de los supermercados se reforzó en las últimas semanas. Pidió una información diaria sobre los movimientos políticos y sociales que se producen alrededor de esos lugares. La gobernadora María Eugenia Vidal ordenó una reacción rápida para atender urgencias y demandas sociales. Está distribuyendo más comida que la que se distribuía en tiempos de Cristina Kirchner. Entre Vidal y la ministra Stanley hay conversaciones diarias sobre la situación social y sobre la distribución de alimentos.

Llama la atención del Gobierno la actitud de la organización social Barrios de Pie, que el martes pasado bloqueó todos los ingresos a la Capital y levantó ollas populares en repudio de la política de Macri. Barrios de Pie fue kirchnerista y formó parte del gobierno de Néstor Kirchner, pero en 2008 abandonó esa adscripción y se convirtió en un sector crítico de lo que ya era el cristinismo. Nadie estableció todavía si la actual movilización de Barrios de Pie es conscientemente funcional a los planes del cristinismo o si, en cambio, es sólo una estrategia aislada. Barrios de Pie también adelantó que irá a los supermercados, aunque comenzará por hablar con sus gerentes para pedirles la donación de alimentos.

Elisa Carrió, que suele expresar a veces (no siempre) las ideas que rondan en el Gobierno, fue directa en las últimas horas: "Quieren voltear a Macri", dijo con su particular estilo, directo y frontal. Si se hurga en la composición de los conspiradores, la primera constatación es que significan una minoría política. La segunda comprobación es que son una fuerte preocupación para la mayoría peronista; ésta sabe que ni el foquismo, ni el cristinismo fanático, ni la conspiración evidente constituyen un proyecto de poder, que es el único proyecto del peronismo.

Los conspiradores podrían separarse en tres grupos. Uno está integrado por los jóvenes exaltados de La Cámpora, que tienen su explicación: la exaltación y el fanatismo suelen formar parte de la juventud. Un segundo grupo está compuesto por dirigentes impregnados por una ideología nacionalista y antigua que desprecia a Macri. La última está constituida por los que fueron jóvenes peronistas revolucionarios y ahora son viejos y perdieron el poder. El problema sin solución de éstos es que carecen de tiempo para volver a vivir, desde el centro del poder, una primavera cristinista.

Un canalla y un represor

CRONISTA

ERNESTO TENEMBAUM

Esta será una mala semana para las personas que, en estos años, adhirieron al kirchnerismo principalmente por su política de derechos humanos. La culpa de que eso suceda se debe a dos personajes centrales del período político que terminó el 10 de diciembre: un canalla y un represor.

El canalla es Guillermo Moreno, quien el domingo sostuvo que el gobierno de Mauricio Macri era peor que la dictadura militar. "Videla tiraba a nuestros compañeros al mar pero no le quitó la comida a los argentinos", dijo Moreno. El represor es su socio comercial, el general retirado Augusto César Milani, a quien finalmente se le acerca el momento de rendir cuentas ante la Justicia, luego de haber sido protegido por el gobierno anterior pese a los sólidos indicios que existían sobre su participación personal en la desaparición de personas. Mientras el gobierno macrista encalla su propio barco en medio de contradicciones de todo tipo, el kirchnerismo no deja de mostrar a cada paso su peor rostro, para lo cual no necesitó nunca ayuda de sus enemigos mediáticos: hay algunas cosas, como se ve, para las que se bastan solitos.

La frase de Moreno es brutal por dónde se la mire y un cruel desafío para el mundo de artistas, periodistas, intelectuales y líderes de derechos humanos del kirchnerismo. Basta imaginar cómo reaccionarían si un referente macrista dijera que Videla asesinó gente pero no robó tanto como Cristina. Ni siquiera Jaime Durán Barba, cuando dijo que Hitler era un personaje fascinante, llegó a tanto. En estas lídes, Darío Lopérfdo ni siquiera califica. No solo es la versión más espantosa del "roban, pero hacen", transformada aquí en "asesinaban pero daban de comer". Además, refleja una ignorancia pasmosa por parte de alguien que tuvo un rol clave en la conducción económica del país: los indicadores sociales de la dictadura fueron catastróficos. La Argentina nunca se recuperó de los niveles de pobreza alcanzados en ese período, y todavía sigue sufriendo las consecuencias de un cambio estructural tremendo en su estructura productiva y en su nivel de endeudamiento. Es muy llamativa la absolución implícita de Moreno a la política de José Alfredo Martínez de Hoz.

Pero hay en esa frase una falsedad peor. No hay ninguna evidencia de que Moreno hubiera participado de la resistencia a la dictadura militar ni del largo derrotero para que los jefes de la dictadura fueran juzgados por la democracia. Cuando dice "Videla tiraba al mar a nuestros compañeros", Moreno se apropia de una historia que no es la suya. Quien mejor lo resumió fue Mariana Slemenson, hermana de un desaparecido: "Moreno, vos no sos compañero de los que tiraban al mar", escribió en las redes sociales.

La primera reacción, hasta el cierre de esta edición, ha sido vergonzante. Las personalidades más agresivas del kirchnerismo en las redes sociales han hecho silencio, esperando que pase el mal trago. Los sitios más activos en la denuncia de cualquier declaración vidriosa sobre la dictadura –diarioregistrado.com, por ejemplo– no reprodujeron la noticia. Lo mismo sucedió en la edición del lunes y en el portal de Página 12, durante todo el día. Los referentes de los organismos de derechos humanos y las habitualmente combativas organizaciones de hijos de desaparecidos no consideraron que debían emitir ninguna declaración, como tampoco lo hicieron las organizaciones culturales que han promovido durante meses el abucheo a Darío Lopérfido.

Como se sabe, hasta fines del 2013, Moreno fue uno de los hombres más importantes del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. En enero de 2007, encabezó la intervención al Indec que terminó generando papelones inolvidables de ministros cuando, simplemente, se les preguntaba cual era el nivel de la inflación o qué cantidad de pobres había en la Argentina. De esa locura, surgió una política antiinflacionaria errónea y negadora que generó infinitos problemas a su Gobierno y al país. En marzo de 2010, produjo uno de los hechos de mayor simbología fascista desde 1983: envió barras bravas a romper la presentación de un libro porque trataba, justamente, sobre el Indec.
A la distancia, resulta muy curiosa la tolerancia de tantos intelectuales al ataque a sillazo limpio contra un libro. Los barras bravas fueron identificados con nombres, apellidos, y números de legajo, pese a lo cual no fueron despedidos. Moreno fue ratificado, una y otra vez, en su puesto, por la presidenta y aplaudido en los actos proselitistas por la juventud K. Retrospectivamente, resulta inverosímil que semejante personaje haya tenido tanto poder. Escuchar sus talentosos stand ups televisivos es muy clarificador sobre algunas de las razones por las que Mauricio Macri llegó al poder.

La notable frase de Moreno llega en un mal momento para su socio, Augusto César Milani. La semana pasada, la Cámara Federal de Tucumán tomó tres decisiones que lo perjudican. Por un lado, anuló la falta de mérito dispuesta por el juez de primera instancia, y le ordenó que convocara a Milani a declaración indagatoria. Además, repuso al fiscal general Gustavo Gómez, que había sido el impulsor de todas las causas de lesa humanidad sobre lo ocurrido en la golpeada Tucumán de Antonio Domingo Bussi, durante la dictadura, pero fue apartado apenas se empezó a interesar por las denuncias contra Milani. Finalmente, resolvió que llegue a juicio oral el capitán retirado Esteban Sanguinetti, por la misma razón por la cual Milani había sido protegido. Sanguinetti era el otro responsable de la situación del soldado Agapito Ledo, el asistente de MIlani que desapareció durante la dictadura. En aquel momento, Milani firmó un sumario donde acusaba a Ledo de haber desertado. Si Sanguinetti está preso desde hace años, hay una sola explicación por la que Milani está libre: la protección de Cristina Fernández.

Estas noticias no merecieron lugares destacados en la prensa que siempre se los da a las causas por violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la dictadura.

El derrotero del caso Milani es un caso lacerante para los sectores más idealistas y ciegos del kirchnerismo. Cuando fue designado como jefe del Ejército, el Centro de Estudios Legales y Sociales no difundió las denuncias que existían sobre su pasado: quien sí lo hizo fue Jorge Lanata en Periodismo Para Todos. Al conocerse los hechos, el Cels recomendó que Milani no siguiera en su puesto, pero Cristina no escuchó el consejo. Los organismos de derechos humanos más cercanos a la Rosada explicaron que no podrían expedirse hasta que no hubiera sentencia judicial, posición que contradecía la historia del movimiento, que hasta allí siempre había reclamado juicio y castigo a personas que no habían sido procesadas. Luego de haber sido desde siempre la referente de las Madres de Plaza de Mayo en La Rioja, la mamá del soldado Ledo fue marginada: Hebe de Bonafini nunca más le atendió el teléfono y terminaría abrazada con Milani en la tapa de la revista de Madres de Plaza de Mayo. La abogada de la familia Ledo fue despedida del Afsca, por Martín Sabatella, quien argumentó en un cínico comunicado que era una haragana. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, defendió una y otra vez a Milani mientras el Gobierno le otorgaba un inexplicable presupuesto a los militares para que volvieran a hacer inteligencia interna. En su última intervención pública, la ex fiscal Mónica Fein sostuvo que Milani podría estar involucrado en la muerte del fiscal Nisman.

La inminencia de la citación a Milani, y su posible detención, está destinada a reabrir estas heridas. En el 2011, las Madres de Plaza de Mayo recordaron el 24 de marzo con un acto en el Mercado Central muy demostrativo del deterioro de la lucha por la memoria histórica. Los oradores principales fueron Guillermo Moreno, Sergio Schocklender, quien llamó a Néstor Kirchner ‘el desaparecido 30.001’, y Amado Boudou. En actos posteriores, en el móvil de Madres, se subían un juez que ejerció durante la dictadura, un político que le había echado la culpa a los piqueteros de la muerte de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y un periodista que había elogiado a los militares durante el mundial 78. Es indiscutible que el kirchnerismo impulsó los juicios a los militares. Pero, mezclado con eso, construyó una teoría según la cual quien fuera kirchnerista era perdonado por cualquier delito, y quien fuera crítico era castigado aun cuando hubiera denunciado a la dictadura.

Así, Milani pasaba a ser un combatiente y Magdalena Ruiz Guiñazú una colaboracionista, cuando las cosas habían ocurrido de manera exactamente inversa. Bonafini viajó hace unos días a Roma donde visitó a Jorge Bergoglio, otra personalidad a la que denunciaban por haber entregado sacerdotes a Massera y absolvieron luego de que ascendiera de obispo a Papa.

El kirchnerismo militante se envalentona en estos días ante los diversos dislates de la administración macrista. Difícil que lo entiendan a esta altura pero, tal vez, las dos historias, la del canalla y el represor, les ayuden a entender por qué el macrismo llegó al poder y celebra cada una de sus apariciones, y por qué, tal vez, el año pasado hayan perdido algo más trascendente e irreparable que una elección.


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