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OPINIÓN
Guarino: Deuda, dólar y timbreo
27/09/2016

Deuda, dólar y timbreo: del "Ring-Raje" de Prat-Gay a la maldición de Kicillof

MINING PRESS/Cronista

La pregunta quedó instalada en los despachos oficiales una vez que se conoció el presupuesto. Incluso en el Foro de Inversiones organizado en el CCK hace dos semanas, varios referentes del gabinete económico miraron para el costado cuando en algunos debates que se cruzaron sobre el escenario, el interrogante asomó su cabeza. La falta de competitividad comienza a repiquetear una y otra vez entre aquellos que miran con preocupación la marcha de la economía, un club que permanentemente tiene nuevos socios. 

El esquema básico todavía se sostiene: el Gobierno atacó los problemas de arranque como el cepo y los holdouts, especuló con que la devaluación de principios de año no pasaba a precios (pasó) y apostó un pleno con el tema inversiones que finalmente no salió. El plan B era ahorrarse parte de los desembolsos de la obra pública en la primera parte del año, y ahora, finalmente, comenzar a ejecutarla, mientras las medidas pro-consumo, antes subestimadas, parecen haber reverdecido en el imaginario de Cambiemos: Ahora 12, Precios Cuidados, Jubilados y Pensionados "reparados", bono de fin de año, eximir de pago de Ganancias al medio aguinaldo... ah, y bajar la inflación para que la exigua cuota de las paritarias le gane.

Mientras los motores del país funcionan a media máquina –todavía cae la industria, el comercio no reactiva, los créditos recién encuentran su piso, las exportaciones están empatadas, la tasa está alta, la inflación aún no baja del todo– los teóricos del crecimiento ponen los puntos sobre las íes. Dicen que los empresarios, para invertir, necesitan garantías, y sólo así finalmente se ganará productividad, se generará empleo, producirá y exportará más. En resumidas cuentas, quieren condiciones para ganar plata y la señal de que el Gobierno no seguirá sumando impuestos, subiendo las tasas y asumiendo un tipo de cambio "peligroso" para las economías regionales. Algunos datos: el gasto público equivale a 14 puntos porcentuales del PBI; la presión tributaria es equivalente a 10 puntos porcentuales; son malas las relaciones del costo de capital (doble o triple) y la relación costo salarial después de impuestos en función de la productividad. Todos estos indicadores son los peores de la región.

El problema es que el Presupuesto 2017 no apunta a bajar ninguno de estos cuatro problemas. Si bien el Gobierno arrimó un plan de vuelo que ya que no presenta estimaciones macro inverosímiles como las que solía airear el kirchnerismo, en opinión de un importante número de analistas aún queda cierto resabio, ya que lo planteado no obedece a la realidad.

La cuestión no admite excusas: por ejemplo, analistas de la consultora Economía & Regiones advierten que si se sigue en este camino, se atenta contra la inversión privada, el empleo y el crecimiento económico. De acuerdo con los números presentados, el gasto total del sector público (22,5%) aumenta más que la suma de la inflación minorista (17%) y el crecimiento de la economía (3,5%). En paralelo, la presión tributaria nacional sube de 25,3% (2016) a 26% (2017). Del otro lado, los pagos y el stock de deuda estarían creciendo respectivamente 32% y 24% con lo cual, calculan, el costo de capital difícilmente disminuya en 2017. El dato que también hay que contemplar es que la tasa libre de riesgo (basada en la tasa de referencia de EE.UU.) podría subir al menos 100 puntos básicos en 2017, pasando de 0,5% (2016) a 1,5% (2017). Si se lo piensa, el Presupuesto 2017 tampoco planea reducir los impuestos al trabajo, es decir que por el lado de la relación costo salarial después de impuestos en función de la productividad del trabajo, difícilmente se mejore durante el próximo año. 

En el mientras tanto, y urgida por encontrar recursos, con tasas de interés que parecerían haber encontrado su lugar en una zona que se ubica entre 6% y 7% anual, la Argentina bien podría convertirse en la ¿estrella? entre los emisores de deuda de la región. Lo saben, JP Morgan, Credit Suisse, Morgan Stanley, Citi, Goldman Sachs, es decir, todos los que ayudaron –y siguen haciéndolo– a colocar bonos en el extranjero. Se calcula que la Argentina ya distribuyó entre inversores más del 60% de las emisiones de nueva deuda en mercados internacionales que se realizó durante el año, dentro del cauteloso universo de los países emergentes. El dato es lo que viene: en 2017, el presupuesto calcula que se buscará financiamiento por u$s 38.000 millones. En cuanto a la relación deuda sobre PBI, la deuda en dólares pasó del 23,9% en 2015 al 32% en 2016, el salto más grande en la región. Huelga decir que dentro de esa brecha hay que contar los bonos emitidos para pagarle a los holdouts.

La inflación es también materia de análisis. Según un informe de Focus Economics se proyecta un cierre del año en 41% de incremento mientras que otros países como Brasil, terminará con un IPC subiendo al 7,3%, mientras que México lo hará al 3,1; Perú al 2,9; Bolivia al 4,9; Chile (3,6); Colombia al 6,7; Uruguay (9,9) y Ecuador (2,2).

Mientras el Gobierno acaba de llevar a cabo su quinto timbreo, quienes criticaron en algún momento la política económica vuelven a concentrar el fuego sobre la marcha de los números. Emilio Monzó, por ejemplo, al que algunos dan como alejado de la toma de decisiones, fue muy duro cuando lanzó hace algunas semanas su invectiva filas adentro al señalar que "si seguimos así, en vez de timbreo vamos a hacer ring raje"

En términos económicos, bajar el gasto público, la presión tributaria y el déficit fiscal podría resultar clave para salir del escenario de estanflación y volver a crecer, ya que el epicentro de ese nefasto esquema descansa en el germen neomarxista keynesiano que algunos le achacaban al ex ministro Axel Kicillof, de cebar la maquinaria del gasto fiscal y la promesa dañina del creciente déficit.


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