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ANÁLISIS
Scibona: Compras de ocasión. Olivera: Ortodoxia al final del túnel
07/11/2016

Compras de ocasión

LA NACIÓN

NÉSTOR O. SCIBONA

El índice de inflación de octubre mostrará un repunte de alrededor de un punto porcentual debido a las nuevas tarifas residenciales de gas natural, más bajas que las suspendidas por la Corte Suprema. Quienes ya habían pagado las facturas se encontraron con un crédito a favor; y quienes no, con una deuda a saldar. Pero en ambos casos resulta difícil proyectar los pagos para los próximos meses, ya que en 2017 la tarifa tendrá además dos ajustes anuales.La incógnita no sólo alcanza a las facturas de gas y electricidad. También en muchos bienes y servicios privados la economía local muestra las características de un "mercado persa", donde los precios suben o bajan mucho sin un punto de referencia. La diferencia está en que los consumidores no pueden regatear en los supermercados, sino optar por descuentos por única vez; promociones por cantidad; reintegros en tickets o distintas formas de pago, que hacen que un mismo producto tenga diferentes precios según cada día o fin de semana.

Hay periódicas bonificaciones de $ 20.000 hasta $ 50.000 para autos 0 kilómetro, pero muchas fábricas suben los precios de lista todos los meses. Y las pocas concesionarias que aceptan usados, negocian la diferencia con el nuevo sin precisar la cotización de uno y otro. En algunos servicios privados, darles de baja implica recibir de inmediato un descuento de 30% si se desiste. Y los planes tarifas de telefonía móvil varían sustancialmente si están asociados o no a la compra de un equipo.

Estas estrategias de venta existen desde hace tiempo, pero se extendieron este año a más sectores para enfrentar la mayor inflación y la recesión. Aunque reflotaron entre los consumidores el interrogante que el especialista Guillermo Oliveto, director de Consultora W, considera la pregunta del millón: si compran más barato en los días con "promo" o les cobraron más caro en los demás.

Las últimas estadísticas del Indec sobre ventas en supermercados y shoppings ponen en duda la efectividad de estas modalidades. En los primeros ocho meses de este año subieron 26,8% y 25% interanual, respectivamente, lo que implica una caída en términos reales frente a la inflación. Quizás por el desplazamiento de compras de consumo masivo hacia supermercados mayoristas; y de indumentaria hacia outlets. Sin embargo, el economista Juan Carlos de Pablo explica que el resultado habría sido peor si no las hubieran aplicado. Por otro lado, descree que cada precio surja de un promedio como en los mercados informales, al señalar que la tecnología permite procesar miles de transacciones de un mismo producto a distintos precios y optimizar el manejo de stocks, como ocurre con la venta de pasajes aéreos.

La disparidad de ofertas y promociones distorsiona además la inflación "núcleo" del Indec (sin precios regulados ni estacionales), que mide los precios en las góndolas aunque luego tengan descuentos en las cajas.

Esto vale también para el relevamiento que realiza esta columna sobre los precios unitarios de una canasta fija de 30 productos de consumo masivo en un mismo supermercado, cuyo costo total subió en octubre 3,7% al pasar de $ 2153,60 en septiembre a $ 2234. Si se excluyen los productos estacionales, el alza se reduce a 2%.

Con respecto a octubre de 2015, el incremento del ticket alcanza a 30,7% interanual, pero la mitad (15) de los productos incluidos, exhibe aumentos muy superiores. Entre ellos sobresalen postre light (133%); carnes rojas (de 43 a 97%); gaseosas de primera marca (de 31,2 a 50,3%); amargo serrano (53,8%); papel higiénico y servilletas (49% y 52%); detergente (42%); pata-muslo de pollo (63%); queso rallado (53%) y agua mineral (44%). Sólo muestran bajas el queso en barra (-12%) y jamón cocido (-26%), pero el abaratamiento del sándwich se contrarresta con la suba del pan francés (35,5%). Con esta disparidad, resulta imposible calcular cómo pueden haber incidido en los tickets las ofertas por cantidad (2x1;3x2) o rebajas de 70/80% en la segunda unidad aplicadas a lo largo del año, más allá de los descuentos "con todos los medios de pago".

Oliveto afirma que la Argentina es el único país donde se generalizaron estas modalidades de venta y se perdieron las referencias de precios. Lo atribuye a la inflación superior al 1400% acumulada desde 2003 y a que en la era K proliferaron los "anabólicos" para potenciar el consumo, cuando ya no era sostenible. El especialista repara en que ahora se está produciendo un progresivo cambio de hábitos en los consumidores, que se muestran más realistas, austeros y prudentes, debido a los aumentos tarifarios, la reducción de subsidios, la pérdida de poder adquisitivo y el sinceramiento de las estadísticas oficiales de inflación, recesión, desempleo y pobreza.

Según una encuesta de la consultora W, el 80% admite que hay que pagar las tarifas de luz y gas, aunque el 70% de ellos hubiera preferido que fueran más moderadas. Y ante la consulta sobre si es mejor una baja en los precios finales de los bienes o un descuento puntual de 25%, las respuestas fueron de 80% y 20%, en ese orden. Para Oliveto, esta demanda de transparencia indica un cambio de tendencia, que ya fue captada por un puñado de compañías de consumo masivo. Como ejemplo, señala que las marcas que se animaron a publicitar precios fijos en avisos o envases, tuvieron una suba de ventas.

En cambio, justifica las campañas tipo Cyber Monday y las liquidaciones de ropa por fin de temporada, señalando que son comunes en muchos países. En el caso de productos electrónicos, para desagotar stocks y compensar la caída de ventas que este año calcula aquí en 15%. Aun así destaca que en los niveles socioeconómicos medios y altos, estos sectores enfrentan la competencia externa de compras vía web o de quienes pueden viajar al exterior (Chile, por caso), que difícilmente acepten comprar aquí una camisa de jean a un precio de 120 dólares o un traje a 1200.

Este panorama supone un desafío para el año próximo, con una política que busca mejorar el consumo para hacer lo propio con las chances políticas del oficialismo en las elecciones legislativas de 2017. Por lo pronto, el Gobierno estudia extender el plan Ahora 12, ampliando a 18 el número de cuotas para productos de mayor costo, aunque este último tramo podría incluir intereses, a diferencia de descuentos por pagos inferiores a 8 cuotas.

La ortodoxia al final del túnel

LA NACIÓN

FRANCISCO OLIVERA

Once meses de gobierno fueron tiempo suficiente para que algunos funcionarios, principalmente los nuevos, aquellos que no pertenecen a Pro desde la gestación, empezaran a descubrir el verdadero rostro de Mauricio Macri . Los del equipo económico, por ejemplo, terminaron esta etapa de aprendizaje al escuchar, en encuentros recientes, un consejo fraterno y específico de los más antiguos: no tiene sentido que malgasten el tiempo ensañándose con Federico Sturzenegger, líder del Banco Central, porque quien avala esta política de altas tasas de interés es en última instancia el Presidente.Pasó lo mismo a mitad de año con las tarifas, cuando Juan José Aranguren se llevaba las críticas de casi todo el gabinete. El ortodoxo es Macri. El plan de metas de inflación del Banco Central, por ejemplo, representa hoy la apuesta más contundente del Gobierno en materia económica y probablemente el termómetro desde el que habrá que medir la primera parte de la gestión de Cambiemos. Casi todos los miembros del gabinete parecen haberlo asimilado. Los empresarios, en cambio, están todavía en la etapa de las conjeturas: ven necesario respaldar una administración que creen prueba piloto de gobierno no peronista, pero siguen desconcertados porque advierten que la recuperación de la actividad se demora más de lo esperado. La promesa del segundo semestre fue para ellos un error de cálculo.

Así, resignados a convivir con una moneda fuerte porque entienden que no hay margen para devaluaciones con más de 30% de pobreza, prestan especial atención a un trío que les da señales contradictorias. Lo conforman Alfonso Prat-Gay, encargado de conseguir dólares mediante endeudamiento razonable; Sturzenegger, que contiene el tipo de cambio, y Francisco Cabrera, ministro de Producción, cuya misión es lograr condiciones productivas y generar empleo. ¿Es posible, se preguntan, que las tres funciones tengan un éxito simultáneo sin anularse la una a la otra?

Se entiende entonces el escepticismo de algunos hombres de negocios sobre los ocho puntos del plan productivo oficial, que establece reformas tributarias y disminución de costos logísticos en un plazo infinitamente más extenso que las urgencias fabriles. Traer un contenedor desde China cuesta 4000 dólares; hacer ese viaje con casi la misma carga ida y vuelta entre Buenos Aires y Tierra del Fuego, 130.000. "Si me van a hacer competir con productos importados, déjenme hacerlo con camioneros paraguayos cuando vengo de Salta", se quejó anteanoche el dueño de un grupo nacional, disconforme con el convenio que custodia Hugo Moyano. Algo de esto plantearon el miércoles en la Casa Rosada representantes de la industria alimentaria en un almuerzo con el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Daniel Funes de Rioja, líder de Copal, la cámara, expuso allí la situación del sector con una fórmula pensada especialmente para no irritar: hay que bajar el costo laboral, no necesariamente el salarial. Usó entonces un ejemplo que tomó de un modelo analítico de Brasil: por cada 60 pesos de un salario bruto, el empresario paga 90 en cargas patronales y costos asociados como ausentismo y ART, y el trabajador recibe apenas 45 pesos netos, suma a la que se le debe restar un 21% de IVA que dejan el poder adquisitivo real del asalariado en 36 pesos, siempre y cuando no pague impuesto a las ganancias.

Peña les aclaró que, contra lo que piensan algunos industriales, no existe ninguna animosidad ni prejuicio del Gobierno hacia ellos, y Mario Quintana, coordinador del gabinete económico, agregó que la premisa de la política exterior era una "integración inteligente" muy distinta de la que se aplicó en los 90.

Pero no es tan fácil convencerlos. La noche anterior, en la sede de la UIA, la reunión de junta directiva había sido una catarsis general. Diego Coatz, director ejecutivo de la entidad, expuso allí cifras que coincidieron con los testimonios: septiembre fue muy malo y el relevamiento de octubre, que no está terminado, tampoco viene bien. Hablaron varios. José Ignacio de Mendiguren, por ejemplo, volvió a sus metáforas botánicas: "Estos tipos creen que es un proceso natural: el Power Point dice que después de arreglar con los holdouts o salir del cepo venían las inversiones, como la primavera después del invierno. Más que brotes verdes, tenemos brotes marrones". Y un representante de la provincia de Santa Fe extendió el cuestionamiento a otros empresarios: ¿tiene sentido seguir en el Grupo de los Seis después del acuerdo social que dispuso la negociación para pagar bono de fin de año? "A la UIA la dejaron sola", se quejó. "Pero no conviene dividirnos en este momento", lo frenó Funes de Rioja.

Más que coyuntural, la discusión empieza a ser de fondo. Muchos de ellos se perciben fuera de lo que Macri considera el hombre de negocios ideal. Es la sensación que se llevaron algunos del seminario del Consejo Productivo Argentino que se hizo en lunes en la Casa Rosada, donde un par del sector privado, Martín Migoya, fundador de Globant, instó a todos a pensar en el largo plazo y ser "ultracompetitivos". Y eso que Cabrera les había dedicado en su exposición un elogio: "El empresario es lo mejor que tenemos".

Ambigüedades de convivencia. Cabrera venía de discutir varias de estas cuestiones una semana antes en Washington, durante una gira que terminó con una comida con Penny Pritzker, secretaria de Comercio de los Estados Unidos, en la casa del embajador argentino, Martín Lousteau. Ahí firmó con la administración de Obama un acuerdo de facilitación del comercio que, según les prometió a los 30 empresarios que lo acompañaban, debería replicarse del lado argentino aligerando trabas para exportar.

Pero son por ahora promesas. Porque, al ungir a Sturzenegger como pilar de su programa, Macri ha elegido sin dudas el camino más largo: la prioridad de la baja de la inflación. Esta receta clásica, que apunta a una reactivación más robusta, pero cuya contraindicación inmediata es el enfriamiento de la economía, aguarda todavía la aplicación de su segunda etapa, que es un ajuste fiscal gradual hasta 2019. Ortodoxia al final del túnel: demasiadas postergaciones para una Argentina ansiosa y dividida y habituada a jugarse el horizonte en cada elección


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