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ANÁLISIS
Jorge Castro: El boom del shale en Estados Unidos
30/01/2017

Boom de la producción de shale en EE.UU

ENERNEWS/Clarín

JORGE CASTRO

La productividad del shale en EE.UU. aumentó 6 veces en los últimos 5 años y, como resultado, cada plataforma de perforación (fracking) producía 101 barriles por día en 2011 y ahora ha trepado a 660 barriles, mientras los costos de producción cayeron 30% anual.

La fase de mayor intensidad se alcanzó después de julio de 2014, cuando el precio del crudo se derrumbó 75% (US$148 por barril a US$27 en febrero de 2015), para luego recuperarse al nivel actual de US$52 el barril.

La industria redujo sus costos más de 50% en los últimos dos años. La consecuencia es que la producción ya es competitiva a US$39 por barril en una de las tres grandes cuencas de shale, que es Permian (Oeste de Texas, Nueva México). Sólo Arabia Saudita tiene costos de extracción más competitivos.

Un indicio del significado estratégico que tiene el incremento de la productividad del shale estadounidense lo revela esta secuencia: 30% de los pozos cerraron en los últimos tres años debido a la caída del precio del petróleo, mientras la producción aumentó 35%.

British Petroleum (BP) estima que la producción de shale norteamericana se duplicaría en 5 años si el precio del petróleo alcanza a US$55 por barril. En ese caso, alcanzaría a 8 millones de barriles por día en 2021, lo que equivale a 45% de la capacidad petrolera estadounidense.

Donald Trump dispuso esta semana la construcción del oleoducto Keystone XL, que transportaría la producción de shale canadiense desde la provincia de Alberta hasta el puerto de Galveston en Texas (800.000 barriles diarios). También autorizó el oleoducto que llevaría el shale desde Dakota del Norte hasta Chicago, principal centro de distribución estadounidense.

La integración entre EE.UU. y Canadá es casi completa. Por eso, la explotación del shale es un fenómeno “norteamericano”, no sólo estadounidense. Por eso, el autoabastecimiento energético de “Norteamérica” (EE.UU+Canadá) se podría alcanzar en los próximos 4 años.

EE. UU. importa todavía 7 millones de barriles diarios, lo que representa 22% de la demanda doméstica (era 65% en 2003). Hay que advertir que autoabastecimiento energético no significa que EE.UU. deje de comprar petróleo. Es una categoría de seguridad nacional, no económica.

Esto implica que EE.UU. ha comenzado a exportar su producción energética desde el año pasado; y lo previsible ahora es que se convierta –shale mediante-en uno de los tres principales exportadores mundialeslesles en los próximos 10 años.

El año pasado, EE.UU. experimentó con China un déficit comercial de US$319.000 millones, más de 60% del intercambio bilateral de US$527.000 millones, el mayor del mundo. Equilibrar el comercio entre los dos países es un objetivo prioritario de Trump. Para eso, China debe aumentar más de 30% anual sus compras en EE. UU., y esto implica triplicar el volumen de bienes importados en 2016, que representaron US$104.000 millones.

El equipo económico de Donald Trump (Wilbur Ross, secretario de Comercio) prevé que el rubro esencial en este aumento de las importaciones chinas en EE.UU. consistiría primordialmente en la adquisición de petróleo y gas por una cifra que podría alcanzar a US$40.000 millones por año en la próxima década.

La demanda energética de la República Popular aumentaría 65% en 2035 (AIE) y el consumo de combustibles crecería 20% anual, arrastrado por un parque automotor de 220 millones de unidades (se vendieron 19,4 millones en 2016).

Reequilibrar el intercambio bilateral exige duplicarlo, y llevarlo a US$1 billón en 6 años. Hay que aumentar no sólo las compras chinas en EE.UU., sino multiplicar ante todo las exportaciones estadounidenses a la República Popular.

La industria del shale es la gran innovación norteamericana del siglo XXI, antes de la nueva revolución industrial.


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