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AMBIENTE
Castro: China, el país más polucionado
12/06/2017
MINING PRESS/ENERNEWS/Clarín

JORGE CASTRO

China lanzó a la atmósfera 10.400 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) en 2015. Es una cifra que equivale a 29% del total de las emisiones globales. Ese mismo año, EE.UU. emitió 5.400 millones de toneladas de CO2, la sexta parte (1/6) del porcentaje chino.

La razón de esta primacía es que China es el país más polucionado del mundo, y por eso 16 de las 20 ciudades más contaminadas del sistema mundial pertenecen a la República Popular.

China redujo 18,2% la intensidad energética de su producción industrial entre 2011 y 2015 (antes del Acuerdo de París, suscripto el 14/18 de diciembre de 2015). Este logro implicó una mejora de 2 puntos porcentuales respecto a los objetivos planteados inicialmente en el plan nacional 2011/2015.

La intensidad energética china disminuyó todavía más en 2017, y alcanzó un nivel de 15% por unidad de producto en los primeros 3 meses del año. Aun así, la intensidad energética de la República Popular es el doble que la de EE.UU., que es el país de menor intensidad energética por unidad de producto en el capitalismo del siglo XXI.

El carbón es la principal fuente de energía de la República Popular (cubre 64% de la demanda doméstica); y China ahora se ha propuesto limitar el consumo de carbón en el abastecimiento de las usinas eléctricas a un máximo de 5.000 millones de toneladas anuales en 2020.

Esta es la razón de fondo por la que China está incrementando extraordinariamente el parque de usinas nucleares, con un total de 79 unidades y 39 plantas en proceso de construcción que harían en conjunto un sistema de 110 usinas en operación en 2020, con una capacidad instalada que pasaría de 8 GW a 34 GW entonces, previéndose alcanzar 130 GW 10 años después.

El crecimiento excepcional del parque nuclear de la República Popular está muy por detrás de los requerimientos de la demanda energética china, y solo cubre –incluso en la perspectiva de 2030– menos del 4% del total.

La proporción de días polucionados cubiertos por el smog –esencialmente gases de CO2– ascendió a más de 30% en los 365 días de 2016; y Beijing, entre otras grandes ciudades, experimentó semanas enteras de intensa contaminación, cubiertas por una densa neblina gris oscura, agudamente tóxica.

La intensidad energética de la producción industrial china depende en forma directa del mecanismo de acumulación que la sustente y que se utiliza. Ese mecanismo que la ha transformado en la principal potencia manufacturera del mundo en las últimas 3 décadas es el propio de la 2da revolución industrial (1873/1940).

Esta segunda revolución industrial, que fue arrastrada por la producción automotriz y la industria química en el contexto de una explosión de desarrollo ferroviario, se caracterizó por el uso altamente intensivo de materias primas, fuerza de trabajo y capital; y esto es lo que ha convertido a China en el país más polucionado del planeta.

El formidable crecimiento de los últimos 39 años –se expandió 9,9% anual promedio, el PBI aumentó 13 veces, y el PBI per cápita se duplicó cada 8 años– tuvo como inexorable correlato una crisis ecológica de dimensiones globales.

El daño histórico infligido a la Tierra por el país más poblado del mundo ha coincidido con la aparición de una poderosa opinión pública, constituida por los 800 millones de usuarios de Internet con una edad promedio de 18/29 años, cuya presencia modifica el funcionamiento del sistema político e impone al Partido-Estado un nuevo criterio de legitimidad, tan apremiante y profundo como el nacional y el económico que lo fundan.

EE.UU redujo 18,2% la emisión de dióxido de carbono (CO2) entre 2000 y 2014; y lo hizo como consecuencia del cambio tecnológico experimentado por la manufactura que se volcó a la nueva revolución industrial, que es un proceso de acumulación que utiliza menos materias primas, menos fuerza de trabajo, y menos inversión de capital por unidad de producto, debido a que se sustenta en un aumento cualitativo de la productividad.

La actividad industrial norteamericana tiene hoy menos de un tercio (1/3) de la intensidad energética de 1970. Es una tendencia que se acelera y se orienta a un horizonte de cero (0%), inteligencia artificial y robotización mediante.

El retiro de EE.UU. del Acuerdo de París por decisión del presidente Donald Trump tiene un significado político-financiero antes que económico-estructural sobre la naturaleza del cambio climático. El Acuerdo de París prácticamente no disminuye la temperatura de la atmósfera en lo que resta del siglo. Solo reduce en 2 décimas de un grado centígrado el calentamiento global en 2100, lo que deja intacta la amenaza para el siglo XXII.

EE.UU. presume que la única forma efectiva de enfrentar el calentamiento de la atmósfera es a través de una aceleración global de la nueva revolución industrial.

Sobre este punto crucial no hay desacuerdo entre China y EE.UU.


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