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ANÁLISIS
Saharrea: Retenciones en San Juan y el silencio de los inocentes
10/09/2018
MINING PRESS/ Tiempo de San Juan

Sebastián Saharrea

El latigazo fue más grande de lo pensado: no sólo la minería, también el agro. Daños gigantes y ningún reclamo en proporción, apenas los de compromiso. 

Eduardo Garcés y Juan José Ramos, dos reconocidos dirigentes viñateros sanjuaninos, llegaron hace tiempo a los extremos en solidaridad con los hombre de campo de la Pampa Húmeda por las retenciones de la soja. Se sienten sus colegas, sólo lo son en el carácter agrícola de sus actividades porque ni en la escala ni en su gravitación se le parecen.

Ahora, con la generalización del impuesto a la exportación anunciado por Macri el lunes pasado, han quedado como los que deben pagar el grueso de la cuenta. Se veía venir un guantazo sobre el mundo sojero, también sobre la actividad minera. Pero golpeó con más furia sobre el eslabón más débil.

Fueron ambas actividades el foco de las deliberaciones en Olivos el fin de semana pasada, entre los ruegos del entonces ministro Etchevehere ubicado a ambos lados del mostrador y la furia twitera de Elisa Carrió, quien dejó una de las frases que los sanjuaninos nunca deberíamos olvidar: que la minería le hace mal al país.

Siempre cruzando los dedos para que la fiebre revisionista del macrismo sobre sus propios pasos -primero celebrando el fin de las distorsiones de las retenciones y ahora reimplantándolas, y hasta diciendo en público que está mal hacerlo pero igual lo hacen- no afectara a los eslabones más débiles de la estructura productiva de San Juan. Y lo hicieron: la clavaron parejos para todos, apenas discriminando en un peso (entre 3 y 4 pesos por dólar exportado), pero igual para la soja pampeana que para las pasas sanjuaninas.

Por citar apenas uno de los tantos rubros exportadores sanjuaninos a los que les costó horrores abrir mercados internacionales, viajar, mostrar, convencer, golpeados ahora por el impuesto uniforme a quien lo hace. Hay también uva en fresco, ajo o semillas, para citar todo el abanico en que los productores locales se pelan el lomo para mantener el mercado internacional. También hay industrias como el mosto, la cal y hasta los medicamentos.

No aparecieron Garcés o Ramos, o cualquier otro de los productores castigados por este sablazo del gobierno nacional. Que ya les había manoteado la semana anterior una suma considerable en los reembolsos a las exportaciones, y ahora decidieron aplicarle el cross al mentón del impuesto por exportar.

Apenas alguna declaración de ocasión, sólo para decorarla. Nada proporcional a la furia con la que 7 años atrás ganaron las rutas envalentonados y proclamando la llegada de la república. Ellos mismos podrían explicar mejor porqué esta vez ni siquiera amagaron con levantar la voz y hasta hubo que llamarlos varias veces para que dijeran educadamente ser víctimas de una injusticia. Está claro que ahora no es similar en lo polĺtico: no se la llevarían de arriba por cortar una calle y su relación con la provincia quedaria machucada. El gobierno de Uñac no lo toleraría fácil, y eso que no sería el destinatario de la queja como sí debería serlo Macri.

Pero el panorama para ellos es peor ahora que antes, cuando cruzaron sus tractores en las rutas. Ahora les dicen que se benefician con el nuevo tipo de cambio que saltó de 30 a 40 pesos en 10 días, igual que el gobierno kirchnerista les dijo que lo hacían con el dólar alto y los precios internacionales firmes.

Pero ahora tienen otra soga en el cuello: todas las presuntas ventajas que un productor sanjuanino dispone por el dólar alto, quedan desperdiciadas en el notable incremento del costo argentino, establecido esencialmente por el gas oil (que en cualquier momento llegará a los $50) o de la energía ($100.000 mensual para alimentar una bomba de riego). Aunque ellos prefieren focalizar en los altos impuestos, si son provinciales mejor.

Con el ingrediente de las diferencias en la cadena vitivinícola: los viñateros recibieron el precio atado a un dólar de $20 al fin de la cosecha, y los bodegueros la comercializan a un dólar de $40, o 36 descontada la nueva retención. Diferencia de clase que fue tímidamente esbozada por Ramos esta semana, claro que sin levantar demasiado la voz y mucho menos cortar rutas.

Esta vez, parecen haberles tomado el pelo: la comparación del impacto de la nueva retención en la soja es indiferente sobre lo que pega en las economías regionales como la sanjuanina. Afilando el lápiz luego del anuncio del ministro Dujovne, podrá advertirse que la soja recibió, como todas las exportaciones primarias, una imposición de $4 por dólar, es decir del 10% del volumen exportado con el dólar a $40. A su vez, fue beneficiado con la aceleración del cronograma de rebajas: del 26% en estaba el nivel descendente previsto a cerrar en 18% en diciembre del 2019, a los 18% en que quedó hoy mismo vía decreto.

Es decir que en el mismo acto, bajo 8 puntos y subió 10. Y éstos últimos se irán licuando con la subida del dólar. El saldo neto arroja un plus de 2 puntos, tomados como todo aporte del sector más poderoso de la economía nacional: ¿habrá sido gravitante en esta especie de simulacro de aporte sojero la condición de funcionario y parte interesada a la vez de Luis Echevehere (reducido a secretario de Agroindustria y ex jefe de la Sociedad Rural), o la militancia descomunal pro campo (entendiendo por campo a la Pampa Húmeda) de la standupera Elisa Carrió?

Por lo pronto, hay una denuncia penal, no por el escaso aporte en que quedó la soja sino por manejar información privilegiada: entre jueves y viernes liquidaron el 10% de la cosecha, antes de que operara el lunes el cargo a retener. Beneficio del que no dispusieron los productores agrícolas sanjuaninos, que siguen suponiéndose colegas de los sojeros aunque tengan que pagar el grueso de la cuenta.

Igualmente triste es el panorama del vino. Años y años de remar contra las dificultades, abriendo camino a las ventas al exterior, suportando la caída de la demanda, para que el sector bodeguero más poderoso del país aplauda de pie este latigazo de Macri.

Semejante expresión de síndrome de Estocolmo, en el que el secuestrado se enamora de su captor, expuesta esta semana con la visita del presidente a la Coviar. La corporación, conducida por el sanjuanino Angel Leotta cuando se negó a cuestionar las medidas comerciales de la Nación que permitieron el ingreso de vino chileno más barato, agravando el sobrestock y en consecuencia el precio. Por el contrario, fueron a Olivos a sacarse la foto y comer flan.

Ahora repitieron la dosis. Recibieron en la cara el garrotazo del nuevo impuesto en tiempos recesivos en ventas y de caída de mercados internacionales, lo mismo que los motivó en la guerra santa de las 125 a plantarse ante el gobierno nacional. Pero esta vez, recibieron con pompa al presidente. Y le dijeron textual: “Es un aporte que hace el sector en esta apuesta, nos solidarizamos con todo este esquema nacional, con estas retenciones para reducir el déficit fiscal. Como serían temporales, estamos dispuestos a seguir apoyando al presidente”. Textual de Walter Bressia, vice de la Coviar, a diario Uno.

Una especie de qué buenos azotes, señor presidente. Medio tono que ni el sanjuanino que preside la entidad equivó: Leotta anunció, luego de ser rastreado para encontrarlo, que no está de acuerdo a título personal, pero no puede decir lo mismo por la entidad que encabeza. ¿Así que la Coviar no puede pronunciarse contra un impuesto que torpedea sin disimulos la actividad?

Para el Guiness, mientras los exportadores de vino vienen sufriendo la sangría de la actividad, como ellos mismos lo dijeron en un documento: en 2011, tras la revuelta de la 125, exportaban por U$S 1.200 millones, ahora apenas U$S 800. El kirchnerismo dejó retenciones por el 6%, compensada por la devolución de los reintegros también del 6%. Ahora, Macri rebajó los reintegros al 3,2% y clavó retenciones por $3 por dólar (hoy casi el 8%), con lo que el vino queda con una diferencia negativa del 4,2%. Mucho más que la soja, quedó en -2%. Y más que con el gobierno anterior, que operó en equilibrio. Antes se enfurecían, ahora “apoyamos al presidente”.

Algo parecido le ocurre a la Cámara de Exportadores de San Juan, liderados por Antonio Giménez. Un ex funcionario provincial que aplaudió las últimas medidas del gobierno nacional, y hoy paga sus consecuencias. El 10 de mayo, Gimenez apoyó el anuncio presidencial de pedir auxilio al FMI. Dijo que dio su aval “para enviar una señal al mercado y evitar una crisis cambiaria o frenarla”. 

Con la crisis cambiaria no frenada sino desatada en toda su furia, la Nación pegó el manotazo primero a los reintegros y luego a los envíos al exterior. Y lo hizo de la peor manera: de forma lineal, como si todos fueran lo mismo. Un chiste que en un año puede costarles a los hombres de negocios con el exterior desde San Juan nada menos que $4.300 millones. Si se desacopla la minería y se focaliza en el campo y la industria, más de $ 1.000 millones. Sin que sus principales afectados digan nada que moleste al presidente.

* Director de Tiempo de San Juan


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