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Gremiales
MURIÓ LESCANO, EL HISTÓRICO LÍDER DE LUZ Y FUERZA. (Perfil) PAGNI: UN JUGADOR EXIMIO, QUE MOSTRABA Y ESCONDÍA
10/09/2013

Murió Lescano, un referente del sector de los “Gordos” de la CGT

Clarín

Oscar Lescano, el histórico jefe del Sindicato de Luz y Fuerza, murió ayer a la madrugada mientras dormía en su casa, acompañado de sus hijos y nietos. Pese a que tenía 80 años, el dirigente mantuvo sus actividades sindicales hasta fines de mayo pasado, cuando empezó a sentir mareos y dolores en el pecho y en los brazos. Estudios revelaron que tenía un tumor inoperable e intratable en el cerebro; la enfermedad le terminó provocando la muerte.

Alineado con el poderoso sector sindical de los “Gordos”, poco antes de enfermarse Lescano había decidido alejarse de la CGT oficialista cansado de la falta de respuesta de la administración K a los reclamos sindicales. El lucifuercista ahora apoyaba al intendente de Tigre Sergio Massa. Es más: la semana pasada el líder del Frente Renovador visitó a Lescano -lo vio muy enfermo- en su casa de San Isidro.

El velatorio empezó a realizarse ayer a las 18, en la planta baja del Sindicato de Luz y Fuerza, en el barrio de San Telmo. Aunque se recibieron centenares de coronas florales, al lado del féretro solo estaban las de su gremio, las de su familia y la que envió Cristina Kirchner.

Lescano, nacido el 15 de octubre de 1932 en Lomas de Zamora, fue empleado de la Compañía Italo Argentina de Electricidad (CIAE) y también trabajó en SEGBA. Desde 1964 integraba el Sindicato de Luz y Fuerza, donde llegó a secundar a Oscar Smith, histórico dirigente del gremio que desapareció durante la última dictadura militar.

Con la vuelta de la democracia y la normalización del gremio, en 1984 Lescano fue electo secretario general. Fue reelecto sucesivamente por varios periodos. El actual se le vencía a fines de 2015.

Peronista y frontal, Lescano hablaba sin eufemismo tanto en las reuniones de mesa chica de la CGT como con funcionarios del Gobierno y los periodistas. “Para él todo era blanco o negro. Por su franqueza para hablar todo el mundo lo apreciaba”, lo recordó ayer a Clarín el jefe de la CGT alineada con la Casa Rosada, Antonio Caló. El metalúrgico fue uno de los primeros sindicalistas que llegaron al velatorio. También estuvieron el mecánico Ricardo Pignanelli y el líder de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri.

Luis Barrionuevo, de viaje en Catamarca, no pudo venir al velatorio: “Eramos amigos desde hace 40 años. Se fue un lucido dirigente sindical, que siempre estuvo preocupado por la unidad del movimiento obrero”, dijo el gastronómico.

El lucifuercista fue el principal rival en el seno de la central obrera de Hugo Moyano y fue uno de los que más se opuso a que el camionero siguiera otro mandato al frente de la CGT, lo que terminó generando la fractura de la central sindical. Ayer en el velatorio había coronas de Camioneros.

Tras su alejamiento de la CGT oficialista, Lescano había propuesto la reunificación del movimiento sindical para después de las elecciones de octubre. “A nosotros el oficialismo no nos da pelota”, se quejó en uno de las últimas entrevistas concedidas a la prensa.

El sindicalista será enterrado hoy a la mañana en el cementerio de Lomas de Zamora. Anoche, su familia averiguaba la posibilidad de comprar una bóveda en ese cementerio, algo que Lescano pretendía pero no llegó a hacer.

 

La despedida a Lescano fue otra escala en la campaña

Ámbito Financiero. Por Mariano Martín
El velatorio de Oscar Lescano, el dirigente de Luz y Fuerza que murió ayer a los 80 años y luego de 29 de encabezar el principal gremio energético, se convirtió en un encuentro del peronismo y, a su vez, de los sectores en los que está dividida la CGT. Anoche desfilaban por la sede porteña del gremio, en Defensa 453, centenares de amigos, afiliados, sindicalistas y políticos, entre ellos, Daniel Scioli, Hugo Moyano, Antonio Caló, la jueza María Servini de Cubría y los secretarios Noemí Rial (Trabajo) y Daniel Cameron (Energía).

Lamentaron la muerte del "Negro" Lescano, golpeado por un tumor cerebral que lo mantuvo postrado en sus últimas semanas, oficialistas y opositores, así como funcionarios y empresarios, al menos por algunas presencias y las coronas que tapizaron la cuadra de la sede del sindicato. Referente principal de los "gordos" de los grandes gremios de servicios, el dirigente tuvo su último acto político en su propia casa de San Isidro, cuando, a pesar de contar con poca lucidez, recibió a Sergio Massa y a colegas de la central obrera.

Hoy a las 10 partirá el cortejo fúnebre desde el gremio hasta el cementerio de Lomas de Zamora, la localidad donde nació el 15 de octubre de 1932. Desde la última dictadura, Lescano tuvo participación protagónica en todas las etapas del país. Comenzó su actividad sindical en 1964 y jugó en las grandes ligas al quedar al frente de la filial porteña de Luz y Fuerza en 1977, tras la desaparición de Oscar Smith. En su legajo figura haber trabajado para la Ítalo y Segba, y hasta su muerte engrosó la plantilla de personal de Edesur.

Como eterno negociador y dialoguista, estuvo cerca y hasta se declaró amigo de Raúl Alfonsín (llegó a ponerle como ministro de Trabajo a Carlos Alderete). Pero fue durante el Gobierno de Carlos Menem cuando su figura llegó a las primeras planas: tanto por su aval a las privatizaciones como por escándalos personales. Las mujeres siempre fueron su perdición, sobre todo aquellas que lo denunciaron por una supuesta fortuna personal.

Al principio de la gestión de Menem llegó a ocupar la secretaría general de la CGT junto con otros cuatro dirigentes, en uno de esos esquemas colegiados que la central obrera genera cuando desconoce a qué tipo de mandatario se enfrenta. Junto con los otros "gordos" Armando Cavalieri (Comercio) y Carlos West Ocampo (Sanidad) acordó con los funcionarios buena parte de la legislación flexibilizadora en el campo laboral aprobada en esos años.

Sus colegas recuerdan un encuentro con el exministro de Trabajo Armando Caro Figueroa al que no había sido invitado el entonces jefe de la CGT, Rodolfo Daer. Cuando Daer entró de sorpresa, encontró una carpeta tirada en el piso, con su firma en un documento que avalaba una serie de cláusulas de flexibilización. Esa carpeta estaba a los pies de Lescano. De ahí que algunos lo apodaran "el chico grande".

Quien se declaró "oficialista de todos los gobiernos" tuvo en esos años su recompensa: con un gremio diezmado de afiliados tras las privatizaciones, se emparejó a otros de sus colegas en el rol de empresario con Futura, su propia AFJP.

Con Moyano tuvieron etapas de cariño; pero en los últimos años, de fuerte enfrentamiento retórico. En 1989 Lescano fue quien le transmitió al camionero un mensaje de la ya por entonces jueza Servini de Cubría, acerca de que sería procesado en una causa por el hallazgo de una bolsa con cocaína en su despacho. Jueza y sindicalista fueron anoche, por separado, al velatorio. También hubo dirigentes como Ricardo Pignanelli (mecánicos, SMATA), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Gerónimo Venegas (rurales, UATRE), entre otros.

Entre las coronas se destacaban las del ministro de Planificación, Julio De Vido, y del subsecretario Roberto Baratta. Ambos fueron sus principales interlocutores con el Gobierno en la última década. En líneas generales, la relación entre ellos fue impecable: Lescano nunca promovió un paro energético y los funcionarios cuidaron, con subsidios, de los sueldos de los trabajadores del sector, que, por cierto, había sido raleado luego de las privatizaciones. Sólo hubo un quiebre en noviembre pasado, cuando luego de un apagón De Vido denunció que alguien había "bajado la palanca", en aparente alusión al personal de las compañías del servicio eléctrico.

Este año Lescano vio enfriarse su vínculo con el Gobierno y promovió, con los otros "gordos", el acercamiento a Massa que derivó en la candidatura de Héctor Daer (Sanidad) por el Frente Renovador.
 

Un cultor de la táctica de la negociación permanente

Clarín. Por Ricardo Carpena

Se fue uno de los últimos exponentes de una generación sindical con un gran protagonismo en los últimos 30 años, pero, además, uno de los grandes símbolos del gremialismo peronista. Podría decirse que Oscar Lescano era, quizá a tono con su actividad, un dirigente con una carrera llena de luces y de sombras.

Más allá de la fría información, esa que marca que había nacido el 15 de octubre de 1932 en Lomas de Zamora y que falleció ayer en San Isidro, ese gigantón de voz rasposa al que sus amigos llamaban “El Negro” hizo un culto de la negociación permanente.

Para algunos tenía mucho del estilo de Augusto Timoteo Vandor, el líder metalúrgico que acuñó la estrategia de “golpear para negociar”, aunque hay otros que no se olvidan de que se destacó en una camada de dirigentes que, como “oficialistas de todos los gobiernos”, como el mismo Lescano destacó, tuvo actitudes polémicas. Sus críticos nunca le perdonarán haber apoyado la privatización del servicio eléctrico y ser el estandarte del “sindicalismo empresarial” con Carlos Menem, en donde algunos gremios participaron activamente del negocio de las AFJP.

Pero, en esa carrera plagada de contrastes, hasta los que lo atacaban deberán admitir que Lescano encabezó como líder de la CGT, en noviembre de 1992, el primer paro general contra el menemismo. Esos mismos matices existen en su actuación durante la dictadura, aunque dicen que hizo gestiones para tratar de salvarle la vida al histórico líder lucifuercista Oscar Smith, al que secundaba, luego de que desapareció, en 1977, en represalia ante un paro dictado por despidos en Segba.

Asumió al frente del gremio en 1984 y nunca dejó el cargo. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín formó parte de la CGT que lideraba Saúl Ubaldini y desde la que el peronismo, que por entonces estaba dividido, trataba de desgastar con 14 paros generales. Pero Lescano integró un sector interno, llamado el “Grupo de los 15”, que se acercó al radicalismo y selló un acuerdo político mediante el cual Carlos Alderete, jefe de la Federación de Luz y Fuerza, se convirtió en ministro de Trabajo. Ese grupo fue el germen de “los Gordos”, en donde Lescano siguió aliado a Armando Cavalieri (de Comercio), Carlos West Ocampo y Héctor Daer (ambos de Sanidad). Fue muy crítico de Hugo Moyano luego de que éste rompió relaciones con el kirchnerismo, pero últimamente ambos se habían intercambiado elogios. Ese viraje acompañó la decisión de “los Gordos” de tomar distancia de Cristina Kirchner porque nunca le dio a la CGT oficialista el papel de interlocutora. Recientemente, dejó la central obrera kirchnerista, enojado porque ésta atacó a los dirigentes que habían adherido a la candidatura de Sergio Massa. Aun enfermo, Lescano se reunió con el intendente de Tigre. Se despidió de manera coherente: el último gesto de un dialoguista y amigo del poder permanente fue, precisamente, acercarse al dirigente que puede suceder a Cristina en 2015.


Un jugador eximio, que mostraba y escondía

La Nación. Por Carlos Pagni

El 28 de octubre de 2010, Oscar Lescano tenía previsto comer a solas con Néstor Kirchner. La cita había sido concertada, en secreto, por un funcionario del equipo económico que todavía está en su puesto. Pero no llegó a hacerse. El 27, Kirchner murió. Lescano quedó intrigado por esa convocatoria, cuyo motivo conoció tiempo después: "Néstor quería planear con vos la salida de Moyano de la CGT".

Kirchner conocía bien el mundo de los gremios. Había crecido en él, al amparo de Armando Mercado, su ex cuñado, que fue secretario general de los petroleros santacruceños. Debe haber sido esa experiencia la que lo llevó a elegir a Lescano como socio en la operación más riesgosa que emprendía en el campo sindical: el divorcio de Hugo Moyano. La tarea se hizo igual, como si se tratara de un mandato. El dirigente que murió ayer fue el agente clave de la defenestración del camionero.

A quienes lo conocieron no les ha de resultar extraña aquella predilección de Kirchner. Lescano combinaba la inteligencia del sentido común con una gran simpatía personal. Podía decir cosas que a otros les hubiera costado una condena. Como el día en que el diario Página/12 ilustró su tapa con su rostro de morocho suburbano y una frase: "Este Turco nos va a cagar a todos". Era secretario general de la CGT y explicó de esa manera la primera huelga general contra Carlos Menem. Cuando tuvo que justificarse, contestó con una sonrisa: "Me sacaron de contexto".

Cristina Kirchner conoció esa frontalidad muchos años después. Lescano pidió una entrevista en Olivos y le dijo, con el tono tanguero que tenía: "Si no aumentás las tarifas te vas a poner la energía de sombrero". Poca gente en el país conocía como él ese sector. El kirchnerismo le debe mucho. Sobre todo su silencio.

A lo largo de décadas de actuación pública, esa crudeza atenuada por una risueña calidez le valieron a Lescano amigos en los campos más insospechados: la política, los tribunales, el empresariado, la banca. El último de todos fue Axel Kicillof, a quien conoció negociando subsidios salariales. Era una red en sí mismo.

Desde el 11 de febrero de 1977, día en que los militares secuestraron al "Gato" Oscar Smith, Lescano ocupó una posición discreta pero central en la escena pública. Esa capacidad de supervivencia se debió, sobre todo, a su certeza para los pronósticos, aun en dinámicas en las que no estaba involucrado. Comprendía el proceso del poder. La última demostración estaba en curso cuando lo sorprendió la enfermedad: Lescano fue, igual que Carlos West Ocampo, determinante en la irrupción electoral de Sergio Massa. Mientras la enfermedad se lo permitió, se dedicó a esa tarea, que terminó reconciliándolo con Moyano. La unificación sindical que está en curso se aceleró después de un almuerzo de Lescano y Moyano a instancias de otro sindicalista, Oscar Mangone. Empezaba otra época.

Pero tal vez la longevidad política de Lescano deba ser atribuida también a otra peculiaridad: en la tradición de Vandor y de Triaca, era un gran jugador. Tenía, por lo tanto, una especie de distancia frente a las idas y vueltas del azar. En un país como la Argentina, quizás haya sido una ventaja.

Siempre oficialista

La última entrevista que Oscar Lescano dio a la nacion fue el 20 de octubre de 2012. Aquella vez, el jefe de Luz y Fuerza dejó sentencias que lo pintaban como un personaje que sentía atracción por el poder. "Fui oficialista de todos los gobiernos", dijo ante Diego Sehinkman, como parte de la serie "Políticos en terapia".

En la charla, Lescano justificó las privatizaciones que activó Carlos Menem y rechazó las acusaciones de corrupción. "Del sindicato jamás ningún dirigente metió la mano en la lata. Quizás hubo otros beneficios que vinieron por otro lado. El sindicato te da poder", señaló.


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