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ANÁLISIS
Blanck: "Gastan a cuenta para cuando Cristina no esté"
04/04/2014

Gastan a cuenta para cuando Cristina no esté

Clarín. Por Julio Blanck

Si la Presidenta, en el camino de construirse un sendero de salida lo menos azaroso posible, busca mantenerse algo alejada de los afanes del día a día, aparecer sólo para arrogarse epopeyas y cruzadas, o referirse a temas que son de altísimo interés para ella y sus acólitos, hurtándole el cuerpo a los malestares de la sociedad, hay que decir que lo está consiguiendo. Al menos, si nos atenemos al resultado de los estudios que el equipo de tecnología política de Mauricio Macri está terminando de realizar por estos días en el Gran Buenos Aires.

En esos grupos de foco se intenta detectar la tendencia de los humores sociales más que los porcentajes de adhesión o rechazo a determinadas figuras o gestiones. Allí, como efecto premeditado, la Presidenta aparecería fuera del foco central de los reclamos y preocupaciones de la mayoría.

Aunque sea paradójico, vale aclararlo: no es el Gobierno el que queda a salvo de la crítica de los entrevistados, sino esta Presidenta menos presente que estamos viendo desde su recuperación tras la operación de cráneo de octubre y su larga licencia de verano.

Claro que siendo la Presidenta la protagonista excluyente y el principal activo del Gobierno, en términos más estrictamente políticos todo termina resumiéndose en lo mismo. Así le fue al oficialismo en la elección de hace poco más de cinco meses y así le está yendo ahora. Pero Cristina parece que zafa. Y para ella y su estrategia de salir entera de la Casa Rosada, no es poco.

El Gobierno, en tanto, parece haber acomodado las cargas para transitar un deterioro controlado al menos durante este año.

La prolija receta ortodoxa aplicada para superar el tembladeral económico que sufrimos de noviembre a enero contribuye a quitarle exasperación al escenario político. Pero no alcanza a aquietar el océano social.

Los ingredientes son conocidos: devaluación, suba de tasas de interés y enfriamiento de la economía, tarifazo en desarrollo que empezó por el gas y el agua, inflación persistentemente alta y salarios que en el mejor de los casos van a perder este año el 10 ó 15 por ciento de su poder adquisitivo en la carrera desigual contra los precios.

El ajuste lo paga la sociedad de su bolsillo mientras el Gobierno pretende seguir financiando un modelo de hacer negocios y política que se agota. Un clásico, por más que se lo disfrace con la retórica encendida de los tiempos de abundancia, cuando podía decirse cualquier cosa impunemente porque total llovía plata.

Ahora se acabó la plata y se termina la fiesta. Pero de anunciárselo a la gente se encargan Kicillof, De Vido y Capitanich. Seguro que los tres habrán soñado para sí mismos un destino con más lustre. Pero hay que hacer el trabajo desagradable que la Presidenta no está dispuesta a hacer. Para eso son ministros.

Los estudios en profundidad que está haciendo el equipo macrista que dirige el ecuatoriano Jaime Durán Barba y opera sobre el terreno el español Roberto Zapata, arrojan otra mirada interesante. Los ciudadanos convocados a integrar los distintos focus group fueron divididos, con cierto simplismo, en “optimistas” y “pesimistas”. Se considera optimistas a quienes creen que con algunos cambios el futuro gobierno podrá hacer que las cosas vuelvan a andar razonablemente bien. En cambio, pesimistas son aquellos que piensan que está casi todo mal y que los cambios que se requieren no son cosméticos sino quirúrgicos.

Entre los optimistas el presidenciable favorito es Sergio Massa. Entre los pesimistas pesa fuerte la imagen de Macri. Pregunta obligada: ¿y Scioli?. El gobernador cosecha en ambos campos, igual que Massa pero por ahora con menos volumen de adhesiones.

“Con Daniel no podés descuidarte”, dicen muy cerca de Macri, en alusión a la condición ya demostrada por Scioli de recuperarse de complicaciones políticas que para otros hubiesen sido terminales, y mantenerse siempre en la línea de flotación.

Scioli, por ejemplo, acaba de atravesar con grandes apremios el trance severo de la huelga docente de 17 días. Allí, igual, los sondeos mostraron al Gobierno nacional más perjudicado ante la opinión pública que el gobierno provincial. Lo admitió, con lujo de detalles, un funcionario de larguísima trayectoria en los ministerios kirchneristas que jura haber visto los números secretos de la Casa Rosada. Quizás ello haya ayudado a que algunos gremialistas, tan cercanos al Gobierno, aceptaran al toque la última oferta de Scioli.

Muy cerca del gobernador, en tanto, admiten que las encuestas le están dando a Massa una ventaja mayor a 5 puntos pero menor a 10.

Ya no son las diferencias estratosféricas de las semanas posteriores a la victoria de Massa en octubre, pero hay que decir que es una diferencia que hoy asoma consolidada.

Hay mucho por recorrer hasta 2015 y Massa tiene siempre el desafío de mantener visibilidad, cuando sus principales rivales –Macri y Scioli– tienen gestión. Claro que entre su habilidad para entrar en temas sensibles para la gente, como inseguridad, inflación o impuesto a las Ganancias, y los favores que le hace el Gobierno polemizando con él y poniéndole el amplificador a cada una de sus apariciones, tan mal no le pinta el futuro.

Macri, en tanto, parece haber asumido el protagonismo en el armado nacional de su fuerza. Es lo que su gente venía reclamándole: más compromiso personal y menos delegación de tareas.

Así, durante la campaña para la reciente elección de concejales, el jefe del PRO estuvo tres veces en Mendoza sin hacer demasiado aspaviento. Ayudó a cerrar alianzas y cosechó la satisfacción de un segundo puesto, detrás del radicalismo gobernante en la capital cuyana.

Las encuestas nacionales sobre intención de voto presidencial que maneja el peronismo oficial ponen a Macri ganando en la Capital, peleando mano a mano Santa Fe y creciendo fuerte en Córdoba. A los peronistas esta trepada de Macri les da aliento, porque aseguran que cada voto que gane el jefe porteño será un voto perdido por Massa, con quien compartiría una gruesa franja del electorado.

Por ahora el agujero negro macrista está en la provincia de Buenos Aires. Y sin la Provincia no hay sueño nacional posible. Pero, entusiasmado con la política como nunca antes sus amigos lo habían visto, Macri sigue tejiendo posibles acuerdos. Por ejemplo, se ocupa en persona de explorar un entendimiento electoral con Elisa Carrió, depuestas las duras y mutuas objeciones que ambos se hicieron durante tantos años.

Claro que los socios de Carrió en el Frente Amplio UNEN ya saltaron espantados. Ernesto Sanz, Hermes Binner y Margarita Stolbizer reiteraron que no quieren saber nada de nada con Macri.

Si hace falta, son capaces hasta de llamar a un exorcista. Pero quizá Carrió haya percibido en Macri, más que en sus actuales compañeros de ruta, la facultad potencial de ganarle al peronismo. Y a Carrió, ya se sabe, no hay quien la mueva cuando se le mete algo en la cabeza.

Se asegura que otro entusiasta del posible acuerdo entre Macri y Carrió es un legendario dirigente radical porteño. El hombre, que suele transformar sus entusiasmos en acción, cree que detrás de ese doble blindaje nacional podría avanzar la chance del ascendente Martín Lousteau como próximo jefe de Gobierno porteño, que es la gran ilusión de los radicales.

Hay demasiados egos y ambiciones en juego. Todo está en estado embrionario. Pero también es notorio que todo el mundo está gastando a cuenta, pensando en el día en que Cristina ya no esté.


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