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DEBATE
Scibona: "Del boom del consumo a la economía del malestar"
11/04/2014
La Nación. Por Néstor Scibona

El telón de fondo del paro de ayer fue, sin dudas, el deterioro de la situación económica y social. Después de una década de boom de consumo, este motor principal de la economía comenzó a fallar y hace sentir sus efectos.

La inflación muestra su peor cara: se aceleró en lo que va de 2014 con la devaluación aislada del peso y torna irrelevante el promocionado plan de Precios Cuidados para un puñado de productos en supermercados. La suba de tasas de interés y el apretón monetario para frenar la caída de reservas encarecieron y restringieron los préstamos bancarios. La tasa para financiar saldos con tarjeta de crédito supera 90% anual. Esta combinación hizo desplomar las ventas de electrónicos, electrodomésticos, muebles para el hogar, motos y autos, que venían batiendo récords.

Cada vez resulta más difícil que los sueldos le ganen o empaten a la inflación, y 2014 se perfila como el segundo año consecutivo de retroceso del salario real para trabajadores sindicalizados. Aunque las paritarias de gremios aliados al Gobierno se cerraron con ajustes cercanos al 30% anual, en dos tramos, no compensan la mayor inflación esperada. En los últimos 12 meses, la inflación ya acumula un aumento de 34/37%, según indicadores privados, y casi nadie espera que este año baje de esos niveles.

Menos aun recuperan la pérdida de poder adquisitivo de 2013, cuando las paritarias tuvieron subas promedio de 23/25% frente al 26/27% de inflación. Este deterioro fue más acentuado en los últimos seis meses (9/10% en términos reales). Los jubilados pueden dar fe de este retroceso: el aumento de 11,3% que recibieron en marzo ya había sido consumido por la inflación acumulada (18%) desde el ajuste anterior, en septiembre de 2013.

Ni hablar de los trabajadores en negro (35% del total), que sólo para el Indec tuvieron un repunte real de ingresos. Ni tampoco de quienes reciben planes sociales: la Asignación Universal por Hijo (AUH) se mantiene en $ 440 mensuales desde julio del año pasado, pese al mayor impacto inflacionario en los alimentos. Según FIEL, la canasta básica alimentaria para una familia tipo ascendió en marzo a $ 2653 mensuales (+43% en 12 meses) y la canasta básica total, a $ 4705 (+40%).

El único consuelo para quienes perciben la jubilación mínima y la AUH es que serán exceptuados de la quita de subsidios a las tarifas, que, en cambio, acentuará el malestar de amplios sectores de clase media. Los aumentos bimestrales habrán completado en septiembre subas como mínimo de 170 a 406% para el agua y de 93 a 482% para el gas, y a ellos se sumará la electricidad en el área metropolitana. Después de 12 años de congelamiento, estos drásticos ajustes son equiparables a un impuesto que restará recursos a otros consumos. Esto ya viene ocurriendo en el bolsillo de los automovilistas, que hoy pagan precios de combustibles 55% más caros que hace un año.

La prometida actualización del piso de Ganancias sólo podría aportar un alivio parcial para los asalariados si fuera similar a la inflación. Pero también podría encerrar una trampa: si no se ajustan las escalas, equivaldrá a un salto con garrocha sin colchón que amortigüe alícuotas de hasta 35% en los sueldos de quienes superen ese piso. Ya lo saben los autónomos y profesionales independientes. Y también quienes tributan por Bienes Personales (con piso inmóvil desde 2007), o impuestos provinciales y municipales que sí aumentan a la par o por encima de la inflación.

La consigna que mostraban los afiches de la CGT opositora ("No al ajuste. No a la inflación") resulta una contradicción, incluso para el gobierno de CFK, que en estos meses transformó esa doble negación por una doble afirmación. El problema es que el ajuste es tan desordenado, incompleto e imprevisible que nada tiene que ver con un plan para bajar la inflación y mucho con aumentar el malestar social.


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