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ANÁLISIS
Oña: "Las increíbles piruetas del ministro"
15/04/2014

Las increíbles piruetas del ministro

Clarín. Por Alcadio Oña

Fue evidente, ayer, el empeño que Axel Kicillof puso para despegarse del Fondo Monetario, aunque ya había quedado pegado, y de una manera que seguramente le ha causado un gran malestar a la Presidenta.

Alejandro Werner, el director del FMI que maneja los asuntos de América latina, había encomiado la devaluación, la suba de las tasas de interés y la quita de subsidios, con el argumento de que “todas van en la dirección correcta”. Fue igual a darle la bienvenida al ajuste kirchnerista.

Hasta ahí, más o menos pasable. La medicina amarga aparecía en un informe del Fondo, previo a llegada del ministro de Economía a Washington: sostiene que son necesarios “cambios de política más significativos, para evitar un ajuste desordenado”.

Claro como el agua: le pidió al Gobierno profundizar el ajuste, y hacerlo de un modo en que no queden dudas de que se trata de un ajuste hecho y derecho.

Kicillof es, o era, partidario de un acercamiento al FMI y hasta pensaba que lo estaba logrando, pero el documento oficial del organismo lo dejó pedaleando en el aire. Y Cristina Kirchner le ordenó pisar el freno.

Lo notable fueron los argumentos que “el joven no tan joven”, como ella le dice, usó para intentar zafar del embrollo. Malabares al fin, ninguno resiste un análisis serio.

Primera falacia: el Gobierno no acepta el monitorio de las cuentas públicas bajo el Artículo IV, “porque ese artículo tiene un peso central para países con deudas con el FMI y nosotros no lo vemos necesario porque no le debemos ni un centavo”.

El Artículo IV es una regla que figura en los estatutos del Fondo, a la que salvo contadísimas excepciones se someten los países miembros, incluidos aquellos que no le deben ni un centavo. Brasil, que le pagó hasta el último dólar antes de que lo hiciera Néstor Kirchner, nunca ha puesto reparos a la revisión de sus números.

En la lista de los díscolos, la Argentina está acompañada por Venezuela, Ecuador, Somalía, Eritrea y Egipto. Cada cual tiene derecho a eligir su propio camino, pero son apenas cinco sobre 188.

Otra de Kicillof: con ese artículo, el FMI “condiciona los planes de financiamiento”. Tal vez haya algo así, porque esos informes suelen incluir comentarios sobre reformas aún pendientes, lo cual puede tener cierto efecto en el costo de los créditos. El punto es que existen nada menos que 183 países en esa situación.

Una más del ministro sobre su paso por Washington: “No hay nada extraordinario, porque no fuimos a buscar nada en particular”. Ya que andaba con ganas de aclarar los tantos, no habría venido mal que explicara a qué fue.

Nada de lo que dijo aquí había dicho en afuera. Discurso de entrecasa y excusas para sacar a la Presidente de un brete en el que ella misma se había metido, porque es obvio que el ministro fue a Washington con su consentimiento.

El problema con el bendito Artículo IV es que la Argentina no tiene todas las cuentas en orden: un rojo fiscal y una inflación considerables, apremios por la caída de las reservas, trabas en el comercio exterior y una costosa crisis energética. Más las dudas que subsisten sobre los cambios en el índice de precios y en el cálculo del PBI.

Será de rigor que el FMI también subraye los avances en el ajuste, lo cual, viniendo de quien viene, no se sabe si sería bueno o malo para el kirchnerismo. Y si ésa es la de arena, la mano de cal pasará por lo que nos reclame.

Nada de lo que existe a la vista parece políticamente digerible para Cristina Kirchner. Y no habrá Artículo IV.

Algunos maliciosos recuerdan la vez cuando, en los 90, Domingo Cavallo sostuvo que el Gobierno había resuelto dejar caer el acuerdo con el Fondo porque otros países estaban necesitando una plata que la Argentina ya no necesitaba. Esa fue la gambeta que ensayó para evitar decir la verdad: que habían incumplido metas comprometidas con el organismo.

Una cosa semejante ocurrió con Roberto Lavagna, en 2004. Fue a la sala de periodistas del Ministerio de Economía con dos diccionarios inglés-español, para mostrar que en ninguno la palabra waiver era traducida por perdón. ¿Y qué pasaba, en realidad? Que ese gobierno también estaba en falta e iba a tener que pedirle un perdón al FMI.

Ciertamente, ahora las circunstancias son diferentes, porque la Argentina no mantiene ni debe cumplir ningún arreglo. Y en ese punto, es cierto lo que dice Kicillof, pero sabe, o debiera saber, que hay 183 países que respetan la norma del Artículo IV, cosa que la Argentina no hace desde 2006.

¿Habrá creído Kicillof que el malo había dejado de ser malo o que sería más benigno porque, como dijo Wagner, el Gobierno había empezado a tomar medidas “en la dirección correcta”? ¿O imaginó que las notas reservadas que, desde enero, le envía a Wagner eran suficientes para limpiar el camino?

En cualquier caso, la propia Presidenta quedó pegada a la movida y el FMI la puso casi a la misma altura que la Venezuela de Nicolás Maduro. Buenas, regulares o malas, al gusto de cada cual, así son las cosas que han sucedido en estos días.

Justo cuando manda la urgencia de dólares, Estados Unidos sigue frenando los préstamos del Banco Mundial a la Argentina y hay dificultades con los del BID, ambos mucho más baratos que los de las entidades privadas. Y el contexto no luce precisamente favorable a un arreglo con el Club de París sin pasar por el Fondo Monetario, como es regla en esa organización.

EE.UU. impone condiciones en el Banco Mundial, las potencias interfieren en el BID, todos tallan fuerte en el FMI y, de hecho, en el Club de París. En ese mundo busca insertarse el Gobierno, empujado por la necesidad de evitar un choque antes de fines de 2015.


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