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Informe: la batalla de Argentina por las Energías Renovables

La contracara de Vaca Muerta es el alto potencial de fuentes alternativas de energía que posee la Argentina. La posibilidad de abastecer al país sin depender del petróleo y el gas es real. ¿Se podrá avanzar hacia una matriz sustentable a pesar de la fiebre del oro negro?

08/09/2014

La batalla por las energías renovables

Brando

Por Bruno Fornillo

Vivimos un nuevo orden energético mundial porque se acabó el antiguo "fácil uso" de los combustibles fósiles, y mientras se agotan los recursos, aumenta la demanda. Especialmente por la voracidad del nuevo eje asiático (China, India, Corea, Japón y demás). A esto se suma que el 56% de las emisiones de gases de efecto invernadero se debe a la quema de combustibles fósiles. Pero si bien la cuestión energética es una causa central del cambio climático, también es su solución: si la Argentina se dedicase a acrecentar las energías renovables más importantes -eólica, solar e hidráulica-, con cada una de ellas podría abastecerse todo el sistema eléctrico nacional.

La situación energética del país es tan nueva como peligrosa. El autoabastecimiento logrado desde el gobierno de Frondizi a inicios de los años sesenta fue pulverizado por la depredación neoliberal que le facilitaba a YPF exportar todo lo que había sin invertir. En los últimos diez años, la demanda de energía creció un 50% y la respuesta fue aumentar la importación de gas: la balanza comercial energética terminó por arrojar un desaforado déficit de US$5.000 millones. Esta "ecuación energética" era insostenible, por ello se estatizó YPF, que apenas logra apuntalar el consumo -produce cerca del 40% del petróleo del país-, pero tiene un gran potencial en hidrocarburos no convencionales a partir del descubrimiento de Vaca Muerta.

Hoy, la apuesta argentina fundamental consiste en explotar los combustibles fósiles convencionales y no convencionales de petróleo y gas, recursos que en conjunto constituyen el 84% de toda la producción energética nacional. Como contracara, la diversificación de la matriz energética ha sido tenue en los últimos años: se reactivó el plan nuclear y se respaldó la generación de biocombustibles, tentativas controvertidas porque la primera puede fallar y la segunda supone hacer nafta con alimentos. Un ítem en el que sí se ha avanzado claramente es en la conexión de la red eléctrica nacional, que pasó de tener un formato radial que culminaba en Buenos Aires a uno circular que anilla provincias y regiones.

Sin embargo, el país cuenta con un altísimo potencial para cambiar su matriz energética hacia una sustenable, no solo de una fuente, sino de muchas. La Ley 26.190 de 2006 establecía que en diez años el 8% de la generación eléctrica debía surtirse de fuentes renovables. Sin embargo, a mediados de 2014 se descuenta que no será posible cumplir con sus metas. ¿Qué se debería hacer?

 

SOL. El último 20 de enero, cuando algunos afortunados respiraban bajo aires acondicionados y otros se resignaban a una ducha apenas tibia, a las 15.05 se registró el máximo histórico de demanda al Sistema Eléctrico de Interconexión Argentino, con 24.034 megavatios. Esta cifra es casi la misma que el país puede producir a tope, considerando que 1 MW alimenta entre 600 y 1.200 hogares.

Toda la energía del mundo tiene su origen en la estrella madre, el Sol. La radiación solar vertida sobre el territorio nacional haría posible, matemáticamente, responder a la demanda total de energía eléctrica. En este rubro hay tres circunstancias alentadoras: China entró al mercado de paneles y los costos empezaron a bajar, el NOA es una de las regiones del planeta con mayor radiación solar, y en abril de 2011, se inauguró en Ullum, provincia de San Juan, la Planta Fotovoltaica Piloto San Juan I, primer parque de energía solar de Latinoamérica. Por ahora, no produce más de 1,2 megavatios. Si hacemos cuentas, alcanza como máximo para 1.200 hogares. Es poco, sí, aunque es algo, pero sobre todo permite experimentar la tecnología necesaria para proveer energía a la cantidad de comunidades aisladas del NOA, a las cuales no es fácil abastecer con tendido eléctrico. El obstáculo general de esta alternativa es el costo, al menos cinco veces mayor al actual.

AGUA. Reproduciendo al gran astro, la fuerza del agua es muy importante en Sudamérica: abastece casi el 70% de la demanda eléctrica de Brasil y el 100% en Paraguay. La Argentina produce 11.000 MW en energía de grandes centrales hidroeléctricas y su potencial de mínima se estima en 27.600 MW, cifra de los proyectos "ya estudiados". Ante tanta importación de gas para las centrales térmicas -que se paga, usa, y vuela-, actualmente se está promoviendo desde el gobierno nacional la construcción de megarrepresas, un poco tarde, ciertamente. Ahora bien, las hidroeléctricas "Néstor Kirchner" y "Jorge Cepernic" sobre el río Santa Cruz, el de mayor caudal del país, podrían generar 1.740 MW. El tema es que significa una inversión de US$5.000 millones -principalmente, de capitales chinos-, y si bien duran cien años, se prenden en seis o siete, y tienden a causar daños medioambientales. Por eso se las llama renovables pero no alternativas, a excepción de las pequeñas centrales hidroeléctricas, más amigables con el entorno. Especulamos que cuando los hidrocarburos decaigan definitivamente, el agua dará energía en este suelo.

AIRE. Lo que en la Argentina es descomunal es el viento. Suele decirse que la Patagonia austral tiene un potencial energético infinito. El Centro Regional de Energía Eólica de Chubut -ambicioso- estima que la generación posible de la región patagónica puede llegar a ser de 500.000 MW (veinte veces aquel consumo récord de enero) y 20.000 MW como la cifra mínima,por lo que se constituye en uno de los lugares del mundo más apropiados para obtener fuerza eólica. Este inmenso potencial apenas está explotado: a fines de 2013 se producía, para abastecer a 550.000 hogares, el 2% de su potencial, según el cálculo más conservador. En 2012 se inauguró el Parque Eólico Rawson, el mayor del país, que produce 80 MW, aunque la joya en construcción es la Central Eólica Gastre, también en Chubut, que aportaría 1.350 MW. Más aún, vale contar que se encuentran en diferentes etapas de construcción 5.000 MW en parques eólicos, aunque en verdad nadie sabe a ciencia cierta cuándo se plasmarán definitivamente. 

Un dato alentador es la existencia de empresas abocadas a la fabricación, instalación y mantenimiento de molinos de viento. Hace apenas unos años se constituyó un "cluster eólico" que articula 62 empresas de diversos tamaños, distribuidas en once provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esto torna evidente el potencial industrial que existe. La ausencia de protección e impulso a este tejido industrial sería para lamentar si consideramos que estamos ante una de las factorías más virtuosas que puede ofrecer el capitalismo actual: innovación tecnológica, industria verde, autoabastecimiento y transición energética, soberanía de base. 

¿Podríamos vivir en base a energías renovables?

Descontando la riqueza natural, la Argentina cuenta con casi todo lo necesario para que la energía renovable se establezca decididamente: capacidad técnica e intelectual, sistema interconectado, empresas del rubro y redes (ONG, cámaras empresariales, entre otras) y un marco legal más o menos favorable. ¿Qué sucede entonces? Faltan algunas piezas fundamentales: no hay financiamiento (la energía es un componente central en la redistribución y equidad social, de modo que tarifas diferenciales de electricidad podrían, a su vez, financiar una "transición"), somos uno de los únicos países de Sudamérica que carece de un plan estratégico conocido (se puede realizar y hacer público), nuestra sociedad civil prefiere consumir individualmente que conservar colectivamente (sería bueno que cambiáramos), y casi todo el arco político apostará por el fracking (sería bueno cambiarlo también). En efecto, la Argentina posee la tercera reserva mundial de gas no convencional, lo cual impacta sobre las chances de las energías renovables. En este sentido, la existencia de los no convencionales será en el futuro el principal escollo para el desarrollo de energías alternativas, salvo que con su ganancia se financien las nuevas energías. Por esta vía, YPF en manos del Estado representa una posibilidad para el diseño de una política energética que desista del puro mercado y se dirija hacia el bien colectivo.

Nada en el porvenir, a la luz del estado actual de la tecnología, podrá igualar la potencia que desata la quema de combustibles fósiles, pero más temprano que tarde habrá que adaptarse a una merma de energía. Que la "eficiencia" consiste en "cambiar la lamparita" es la nada misma frente a la evidencia de que la causa del problema reside en nuestro modo general de andar por la tierra, consumiendo sin freno. En los hechos, de sobrevivir, es muy probable que el futuro vea a nuestra civilización reciente con aguda extrañeza.

China down

Haciendo del mundo un mercadito de su made in, China es la gran locomotora industrial que funciona gracias a quemar carbón. Un 70% de su matriz eléctrica se alimenta del mineral negro: barato, abundante y altamente contaminante. No resulta extraño que sea el mayor emisor de CO2 a la atmósfera, exhalando 7.954 millones de toneladas por año, que a nivel mundial, en 1998, se superó la barrera de las 350 partes de CO2 por millón que se considera tolerable, y en abril de 2014, se superó la barrera de las 400 ppm (durante millones de años se mantuvo en 280). La particularidad de la República Popular es que padece la contaminación tremenda en suelo propio. Un matutino nacional recientemente presentó una foto de una mañana de Pekín: en medio de unos pocos transeúntes provistos de barbijos, unas pantallas horizontales instaladas en las plazas ofrecían la imagen de un bello amanecer con el sol fulgurante en el horizonte, puesto que el real era imposible de ver por la polución. Lo único bueno de todo esto es que el gran dragón, camino a su hegemonía mundial, lleve adelante un gigantesco plan verde por su propio padecimiento. Los siguientes datos, al menos, brindan una pizca de esperanza: en apenas un par de años China pasó de la nada a ser el mayor generador de energía eólica del mundo y, como allá todo es a lo grande, va camino a serlo en energía solar.

 

Apuesta celestePuede que el laboratorio más interesante y pionero en Sudamérica sea Uruguay. La particularidad oriental es que su consumo es básicamente residencial (no tanto de transporte o industrial) y carece de sustancial generación propia en cualquier rubro, sea gas, petróleo o energía eléctrica, cuya mayor fuente es la Represa de Salto Grande, que comparte con la Argentina sobre el río Uruguay. Hoy, espera ser el país con mayor proporción eólica del mundo en un futuro próximo: para 2016 estima una producción de 1.346 MW de energía del viento. Si tenemos en cuenta que consumen cerca de 1.200 MW, es posible que una mañana ventosa de verano todo el consumo lo garanticen los molinos.

Verde Berlín

Estados Unidos, pese a contar con una gran cantidad y diversidad de fuentes renovables, se apresta a seguir el rumbo del negocio y la seguridad energética explotando sus combustibles no convencionales; Rusia es un gigante energético que vive de exportar petróleo y gas; Francia insiste con la energía nuclear. Solo Alemania se destaca entre los países dominantes gracias a una política verde envidiable: implementan a conciencia la "transición energética" como una política de Estado gracias a la cual el 80% de la electricidad que consuman en el año 2050 provendrá de fuentes renovables. Es verdad que no poseen cantidades sustanciales de energías fósiles de peso (ni gas ni petróleo) y que su capacidad de capital y tecnología les facilita mucho las cosas, pero lo cierto es que se trata de un país que a la crisis ecológica global le opone un proyecto social igual de ambicioso: reciclaje, alimentos orgánicos, transporte público de primera, bicisendas hasta el fin del mundo, planificación urbana (cada nuevo edificio berlinés tiene que ser energéticamente autosuficiente) que sirva para disfrutar la ciudad antes que para hacer negocios, "equidad ambiental" (porque son los pobres los que más pagan y padecen las malas consecuencias ecológicas), energías renovables por doquier, cuidado estricto de la naturaleza. Verdaderos fundamentalistas del aire limpio, en buena hora.

 


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