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DEBATE
El panorama argentino. Escriben: Laborda, Obarrio, Sylvestre, Curia y Gil
01/10/2014

Denuncias de complots del sector económico

La Nación

Por Mariano Obarrio.

Cristina Kirchner anunció ayer que instruirá al ministro de Economía, Axel Kicillof, para que investigue el "manejo de información privilegiada" de los bancos, porque aseguró que algunos vendieron dólares antes de que el Gobierno dispusiera la reducción de sus posiciones en moneda extranjera de 30 a 20%, en lo que se interpretó como una feroz crítica al presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, que anoche meditaba su futuro inmediato.

Cerca de Fábrega, que siguió el discurso en primera fila, comentaban anoche que ese inesperado ataque de la jefa del Estado tomó por sorpresa al titular de la entidad que debe regular todo el sistema financiero. El funcionario transmitió a algunos de sus más cercanos colaboradores que está "meditando los pasos a seguir".

En concreto, la Presidenta centró sus sospechas en los bancos "Patagonia, Supervielle, Mariva, Macro e Itaú". Consultadas por LA NACION tres de esas cinco entidades coincidieron en que no tuvieron información privilegiada, sino que ésta fue mencionada en varios informes de consultoras y analistas financieros como una medida bajo estudio en el Gobierno, y obraron en consecuencia tratando de cubrirse. "Tenemos los documentos para presentar, si nos los requieren", comentaron.

La Presidenta denunció también a las sociedades de bolsa Mariva y Balanz por haber negociado el "58% del negocio dólar del contado con liqui", una operación legal, y las culpó de que "están desestabilizando" el tipo de cambio. Aseguró que Mariva negoció el 43% y Balanz un 15% del total. También acusó a "los bancos Mariva, Macro y Patagonia" que "explican el 66% de las operaciones de contado con liquidación". "No hace falta ninguna ley para investigar -advirtió-. La Comisión Nacional de Valores, junto con la AFIP examinará."

En rigor, Cristina Kirchner no dejó a ningún sector económico afuera de la conspiración internacional que descubrió para voltear al Gobierno y hasta atentar contra su vida. Entre los "tres o cuatro vivos", acusó a sociedades de bolsa, bancos, financieras, automotrices, productores y exportadores de granos que cometieron la "idiotez de creer lo que les dicen".

Habló una hora y tres minutos en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada. Luego agregó una hora más ante enfervorizados militantes de gremios y de agrupaciones juveniles. Apeló a la retórica encendida y crispada, pese a que reiteró una y otra vez: "No estoy enojada".

Denunció a voz en cuello una supuesta "maniobra de pinzas sobre la República Argentina hecha por los sectores exportadores", tanto de quienes "retuvieron granos" como de los que "encanutaron" autos para especular "con una devaluación y licuar los convenios colectivos de trabajo".

En su más enfática negación de los problemas económicos, Cristina Kirchner culpó a todos de que "quieren lucrar con la Argentina", porque "no estamos ante un problema de economía". Y se presentó a sí misma como "la última muralla frente a quienes quieren endeudar" al país.

El discurso de barricada convertido en dogma

La Nación

Por Fernando Laborda.

Cada semana que pasó tras la decisión de la justicia norteamericana de dejar firme la sentencia del juez Thomas Griesa contra el Estado argentino, la presidenta de la Nación no hizo más que redoblar su apuesta. Primero, atacó a los fondos buitre y al magistrado neoyorquino. Más tarde, responsabilizó al gobierno de los Estados Unidos por su falta de apoyo a la Argentina en este trance judicial, pretendiendo desconocer que en ese país rige efectivamente la división de poderes.

Los ataques a la administración de Barack Obama se profundizaron en los últimos días y llegaron a su punto más alto anoche.

Fue cuando desde la Casa Rosada, Cristina Kirchner sugirió: "Si me pasa algo, que nadie mire hacia Oriente. Miren hacia el Norte".

No fue la única novedad del mensaje presidencial. Como nunca hasta ahora, Cristina fue enfática al denunciar que "algunos sectores concentrados de la economía quieren voltear al Gobierno", al tiempo que lanzó acusaciones contra entidades financieras locales que estarían alentando operatorias con bonos y acciones para obtener dólares a través del llamado "contado con liquidación", una herramienta legal que la jefa del Estado tildó de "ilegal". Del mismo modo, denunció que ciertos empresarios "están presionando sobre el tipo de cambio para que haya devaluación y así licuar los aumentos salariales".

Fue demasiada dosis de relato para una noche. Semejante andanada de denuncias obliga a preguntarse qué quedará para la próxima vez. ¿Acaso más denuncias con nombres y apellidos? Nadie puede saberlo, pero es cierto que, con las cuestionadas leyes antiterrorista y de abastecimiento en sus manos, los funcionarios esperan contar con una batería de herramientas intimidatorias.

La Presidenta insistió anoche en las teorías del complot y hasta sugirió, por primera vez, que en "el Norte" alguien podría estar planeando que le pase algo. Queda claro que no pretende diferenciarse en casi nada de líderes como Hugo Chávez o Fidel Castro, que pasaron toda su vida denunciando planes para terminar con sus vidas por parte del "imperialismo yanqui".

Tal vez la jefa del Estado, al denunciar intentos de golpes de mercado por parte de "sectores económicos concentrados" de su propio país, no haya reparado en que el problema es, en realidad, mucho más grave. Porque la Constitución ofrece suficientes garantías ante cualquier acto de fuerza contra el orden institucional. Un tan trasnochado como incomprobable intento de golpe de Estado no debería preocupar seriamente al Gobierno. Sí debería inquietarlo que la corrida hacia el dólar obedezca, por un lado, a la convicción de demasiada gente de que, ante la creciente inflación, hay que huir del peso y, por otro lado, a la ansiedad de no pocos empresarios por hacerse de dólares para afrontar compromisos por importaciones, frente a la imposibilidad de obtenerlos en el insólitamente llamado "mercado libre y único de cambios".

El argumento que se esgrime para responsabilizar a EE.UU. es que la declaración de la Argentina en desacato es violatoria de los principios del derecho internacional público, cuando el hecho de que un juez neoyorquino, aceptado por el propio Estado argentino, intervenga en la cuestión con los holdouts ofrece la pauta de que se trata de un caso de derecho privado.

Las contradicciones no terminan allí. Como para confundir a todos, anoche, Cristina Kirchner, tras recordar sus acuerdos con Repsol y con el Club de París, reiteró: "Estamos dispuestos a negociar. Lo que no sabemos es traicionar". Habrá que ver si esa leve expresión de voluntad negociadora y los costos de la intransigencia pueden más que el riesgo de convertir en dogmas viejas consignas de barricada propias de los años 70.

Cristina ya prepara el cambio de Capitanich para oxigenar el gabinete

El Cronista

Por Gustavo Sylvestre.

La gota que colmó el vaso para el ‘hartazgo’ del actual Jefe de Gabinete y gobernador de Chaco en uso de Licencia, Jorge Capitanich, con su vicegobernador a cargo de la gobernación Juan Carlos Bacileff Ivanoff, fue la convocatoria a elecciones anticipadas, que éste ha convocado para marzo del próximo año.

"Está loco" fue la lacónica expresión, que en su momento formuló el Jefe de Gabinete, cuando tomó conocimiento de esa decisión, que apura los tiempos electorales en esa provincia, que aún no tiene un sucesor claro para Capitanich, quien no puede presentarse a un nuevo periodo.

Hace tiempo que Capitanich le viene pidiendo a la Presidenta que "en algún momento" debería volver a Chaco, para "ordenar" la tropa y evitar que el radicalismo le arrebate la gobernación. Siempre recibió como respuesta un "ni lo sueñes".

Es que desde la llegada del chaqueño a la Jefatura de Gabinete, la Presidenta –algo no habitual en ella– pudo delegar tareas en él y enfocarse en temas de mayor conflictividad y profundidad, como lo fue en estos últimos meses el de los fondos buitre.

Tras algunos traspiés iniciales, sobre todo en declaraciones públicas de las que tuvo que volver en alguna oportunidad, Capitanich supo coordinar la labor del gobierno y entablar buena relación con los ministros. En estos últimos meses, sobre todo, viene actuando como coordinador de todo el tema económico haciendo de nexo entre el Ministro de Economía, Axel Kicillof y el titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega.

Reconocido por su capacidad de trabajo y de conocimiento de los temas, ha logrado un excelente vínculo con la Presidenta, en quien reconoce "una gran conductora y jefa", al tiempo que suele comentar a sus íntimos "todo lo que he podido aprender en esta función y estando al lado de Cristina".

En Chaco Capitanich no tiene un sucesor claro, y la actual intendente de resistencia, Aída Ayala, del radicalismo, crece en las encuestas y puede convertirse en una amenaza para el peronismo provincial. De ahí la ‘urgencia política’ de Capitanich de volver a su pago chico, para reordenar una provincia que conoce como pocos, y sobre todo la interna del peronismo. Y tal vez regresar con algún cargo legislativo, a la escena nacional, después de archivar sus aspiraciones de ser candidato presidencial para el año próximo.

La Presidenta, por primera vez, ha atendido el pedido de Capitanich y en la necesidad de oxigenar su gabinete para la etapa final de su mandato, ha comenzado a analizar distintos nombres para el sucesor, en un puesto clave de la administración nacional, pero también para el proyecto político del kirchnerismo.

Se comenta en la Rosada que Cristina Kirchner ya ha movido las fichas y tiene ‘in pectore’ el nombre del sucesor de Capitanich, pero que demorará algunos días más su designación, para no actuar ‘bajo presión mediática’.

No se descarta que algún otro ministro deje también el gabinete.
Un estudio acercado por uno de los encuestadores de confianza del gobierno, indica que la Presidenta puede ‘trasladar’ su imagen positiva y proyectarla en ‘votos’ hacia algunos de los candidatos con mayor llegada al núcleo kirchnerista.

Ese encuestador ‘sugiere’ que la Presidenta ubique en ese puesto a un potencial candidato a Presidente que la ‘vidriera’ del gobierno lo pueda ayudar a consolidarse en la aspiración de encontrar un candidato propio, que hoy por hoy no tiene el kirchnerismo.

Tal vez demasiado análisis de laboratorio. En esa lista podrían estar Julián Domínguez y el gobernador entrerriano Sergio Urribarri, aunque este último niega que pueda llegar a ese cargo.

Fuentes del gobierno descartan que el elegido sea el actual Ministro de Economía, Axel Kicillof, porque su pase significaría cambios mayores en el gobierno, que la Presidenta no estaría dispuesta a realizar en este momento, cuando la pelea con los fondos buitre no está definida y requiere aún de varios pasos más hacia el mes de enero, donde podría vislumbrase algún tipo de acuerdo. Además, Kicillof ya tiene definido avanzar en la quita de subsidios a la electricidad para el área metropolitana, que podría ser anunciada en los próximos días. Y tiene que manejar una economía que aún tiene signos de recesión.

Lo que no se descarta es que alguno de los integrantes de La Cámpora pueda llegar a la titularidad de algún ministerio, sobre todo teniendo en cuenta que es en esa agrupación política donde la Presidenta tiene depositadas todas sus expectativas políticas, para la defensa del proyecto iniciado por Néstor Kirchner en mayo del 2003, y que estos dirigentes se han juramentado seguir defendiendo y consolidar para después del 2015.

Una Presidenta sin opciones

El Cronista

Por Walter Curia.

Un jefe de Estado debe asegurarse siempre el mayor número de opciones posibles a la hora de enfrentar un conflicto. Se dirá siempre al final que se escogió la correcta, lo supiera o no. Lo enseñan los manuales de política desde hace cinco siglos. Esa lógica se aplica de forma implacable en el actual momento del Gobierno. Frente a una realidad cada día más compleja, la Presidenta ha ido cerrando su número de opciones hasta llegar a contar tan solo con una. Escalar el conflicto era, como se podía prever, la única posibilidad. Nada puede asegurar que tendrá éxito.

La Presidenta denunció ayer que quieren derrocarla. Nunca antes un presidente de apellido Kirchner se había atrevido a llegar tan lejos. Responsabilizó a empresarios, productores y banqueros locales y al gobierno de los Estados Unidos de querer "voltear" a su gobierno; se preguntó si quieren llevarla a prisión en un próximo viaje a Nueva York e insinuó incluso que podría ser víctima de un magnicidio provocado por esas misma manos. "Si me pasa algo, que nadie mire hacia el Oriente, miren hacia el Norte", advirtió por las amenazas que, ella misma denunció, recibió de parte del grupo Estado Islámico.
Tal vez la predicción más verosímil fue la aplicación de sanciones contra la Argentina, que la Presidenta ubicó en las próximas semanas. En los mercados se hablaba de eso ayer.

El informe de la embajada de los Estados Unidos con advertencias a su ciudadanos sobre la inseguridad en la Argentina no podría haber sido pensado para un peor momento.

Es habitual que el Departamento de Estado haga advertencias a sus ciudadanos en todo el mundo. Hay mayor sensibilidad en momentos en que Estados Unidos libra una guerra en Irak que, como se ha visto, disgusta a la Presidenta. En este caso, las sugerencias a los norteamericanos están vinculadas al crecimiento del delito en las calles de nuestro país –incluso en las que rodean a la propia legación diplomática– y no son más que un compendio de recomendaciones que cualquiera argentino le haría a su hijo. Desde la embajada trascendió que el informe es de rutina, y es posible. Pero no hay duda que fue inoportuno. Algunos dirigentes dicen que la embajada extraña a un embajador ("difícilmente lo tengamos antes de diciembre de 2015", dijo ayer un hombre que conoce la diplomacia). La relación con Estados Unidos también extraña a otros funcionarios del departamento de Estado que sabían tratar con Néstor Kirchner. Después de años de una relación reducida apenas a esperar el futuro, allí parece también mandar la confusión.

La Presidenta no lo sabe a ciencia cierta. Pero bajo un sistema de análisis rudimentario, en el que ‘todo tiene que ver con todo’, la nota de la embajada, la declaración de ‘desacato’ de la Argentina, la caída en la producción automotriz, el refugio en el dólar y la demorada liquidación de la cosecha de soja no son resultado de malas políticas. Son las piezas dispersas de una conspiración.

Cristina Kirchner reclamó ayer al mundo que deje pagar a la Argentina sus compromisos, pero según sus propias reglas (que son las de su gobierno de mayorías parlamentarias) y acusó a ese mismo mundo de querer "tirar abajo" la restructuración de la deuda soberana "para que volvamos a deber miles de millones de dólares". Dijo no haber sido sorprendida por la declaración de desacato, que la Presidenta llamó ayer "basura" a los materiales que publican los diarios. "Senil" al juez de Nueva York Thomas Griesa. "Idiotas", a los productores agropecuarios. "Provocador y cínico" al encargado de negocios de la embajada norteamericana, al que concedió la gracia de permitirle permanecer en el país. Se vio a una mujer en el umbral de la procacidad.

En medio de sus profecías, arriesgar qué desea realmente la Presidenta para su último año de gobierno es jugar un albur. Para ella todo se ha reducido a una cuestión de fe.

Nuestra política exterior ignora el mundo del siglo XXI

Clarín

Por Rodolfo H. Gil. Ex Embajador.

Si en los periplos estadounidenses de la Presidenta, Harvard fue catalogado de tragedia, la ONU debe serlo de comedia.

Alarma, en el discurso oficial, su falta de anclaje en la realidad.

Quizá sea el producto de interpretar la serie televisiva Scandal como reflejo del funcionamiento de la política en los EE.UU. o House of Cards como el tutorial para llegar a la presidencia norteamericana.

La televisión no puede ser alternativa al trasiego con la letra de la bibliografía especializada.

Pero yendo al corazón de la cuestión. Argentina, en los últimos años, exhibió muchos vicios en su política exterior.

Uno lo fue de exceso: utilizarla para la exaltación del liderazgo de turno y no para las necesidades nacionales. Otro lo fue de defecto: la falta de coherencia y de continuidad, al estilo de las democracias maduras.

Las últimas definiciones de la Presidenta en Nueva York no han venido más que a ratificar este comportamiento. No porque ellas hayan sido novedosas en sus líneas maestras sino por ser las más radicales, en contenido y estilo, que se le hayan conocido.

Desde las relaciones carnales con los EE.UU. al alineamiento con las posiciones de China y Rusia y la elegía del acuerdo unilateral con Irán, el país ha recorrido un corto trecho en términos históricos.

Es el que va de la sumisión a ofrecer, y dar, más de lo que la contraparte pide, al de la rebeldía adolescente, que confronta, casi por ejercicio, hasta que el límite se lo imponga el externo, en este caso el mundo. Pero en ambos supuestos existe una coincidencia notable: la relación con el otro, los EE.UU., no es un dato más sino el hecho central que ha definido la política exterior, en vez de serlo las necesidades propias o sea las de la Nación Argentina. Si a esta suerte de esquizofrenia sumamos los ineludibles cambios que la próxima administración deberá introducir, no debemos asombrarnos ante el fastidio, el desinterés o el aburrimiento que a la comunidad internacional le genera el caso argentino.

No podemos seguir dándonos ese lujo. Como en la economía deberemos pagar la fiesta de los últimos años, lo mismo ocurrirá con la política exterior. Sería importante no seguir abultando la cuenta. Alguna vez deberíamos intentar pensar que los tiempos biológicos (la duración de los mandatos políticos) son distintos a los históricos (la vida de una Nación).

Concederemos que el mundo en el que le toca desenvolverse a este gobierno no es para nada sencillo. Dos figuras situadas en las antípodas han dado declaraciones complementarias. Madeleine Albright dijo “el mundo es un real lío”. Vladimir Putin expresó que la caída de la URSS había sido un drama del siglo XX para la humanidad. Creemos que parte de ese “lío” es consecuencia de ese “desastre”.

El mundo de la segunda posguerra conoció dos etapas con claras certidumbres. En la primera, desde 1945 hasta el fin del llamado socialismo real, la competencia acarreaba reglas de juego y zonas de influencia casi inmutables La segunda, desde 1989 hasta la invasión de Irak y la caída de Lehman Brothers, la hegemonía indisputada de los EE.UU. aupaba democracia liberal y economía de mercado. A partir de allí se inauguró una nueva etapa que constituye una incógnita.

Presidida por cambios científicos y tecnológicos, que parecen no tener más limites que los de la imaginación, no sólo se modifica el mundo de la producción sino también las formas de organización social, las relaciones interpersonales, la cultura, las formas de la política; redefinirá a ganadores y perdedores en el ajedrez social, etc.

A esto agreguemos que el hecho mismo de las integridades nacionales, como las conocemos hoy, van a reformatearse por separatismos y autonomismos.

Un mundo más complejo, con nuevos polos de poder emergente, fragmentado y con actores multiplicados.

La incomprensión de este fenómeno nos lleva inexorablemente a nuestra realidad: estar atrapados en la discusión de la agenda del siglo XX y cerrándonos el paso a la fascinante aventura que nos propone el transcurso del sigl o XXI. Un país mediano, y en declive, como Argentina no puede dilapidar recursos y tiempo en teatralizar fantasías de liderazgo. Mucho menos cuando se asientan en el rosario de patetismos exhibidos el miércoles pasado en Nueva York. Seguramente le cabría mejor el rol, más austero y modesto, de amigable buscador de oportunidades internacionales para solucionar temas menos épicos pero más necesarios para nuestros sufridos conciudadanos como las inversiones productivas que generen más y mejor empleo, la lucha contra la inseguridad, la droga y el crimen transnacional, la elevación de los niveles educativos, el mejoramiento de la calidad institucional, la lucha contra la corrupción, la inserción en los nichos de alta tecnología.

Desafortunadamente tenemos que hacernos a la idea de que los tiempos hasta el 10 de diciembre del año próximo son tiempos perdidos para esta empresa. Lo que queda es rogar porque el daño que se le infiera al país sea el menor posible.


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