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DEBATE
Sarlo: ¿Quién mató a Nisman?; Boresztein: Cristina Delfín y Mojarrita; Asís: Nisman en la Argentina congelada
26/01/2015

¿Quién mató a Nisman?

Perfil

Por Beatriz Sarlo

A Nisman le dieron pistas falsas. Lo sostuvo la Presidenta y también una autoridad jurídica como Zaffaroni, ecuánime evaluador de cualquier cosa que concierna al kirchnerismo. A su vez, Nisman, hace cuatro años, calificó como falsa la denuncia de Pepe Eliaschev sobre las negociaciones secretas con Irán. O sea que la que había sido “una falsedad” se convirtió más tarde en el núcleo de sus acusaciones a la Presidenta y al canciller. Nisman afirmaba en su escrito que existía un plan para encubrir a los imputados iraníes. Y daba los nombres de una pandilla: D’Elía, Esteche, Yussuf Khalil, el camporista del riñón presidencial Andrés Larroque, Héctor Luis Yrimia y Allan, de quien todavía no podemos estar seguros si servía o no al Gobierno, estuviera o no en la nómina de la SI. En caso de que las operaciones hayan sido confiadas a esos sujetos, el panorama es tétrico.

Epistolario. El apresuramiento de Nisman por regresar a la Argentina abre preguntas todavía sin respuesta. Muchos kirchneristas se conduelen por una hija suya que estuvo tres horas sola en el aeropuerto de Barajas, como si éste, y no la muerte violenta de su padre, fuera el trauma de esa criatura.

La Presidenta, en su primera carta a los argentinos, no se olvida de mencionar a sus dos vástagos, Flor y Maximito, pero no tiene una palabra para la familia del fiscal. Todo sucede en esa carta como si quien la escribió fuera insensible. A la Presidenta le falta imaginación moral.

El estilo de esa primera carta es el de una enredada divagación, cuya chatura no impide que todo suene inapropiado y casi delirante. ¿La Presidenta no sabía que su carta iba a ser leída como la reacción oficial del gobierno argentino en el exterior?

De la segunda carta de la Señora Presidenta mejor no hablar. Nisman fue un cabeza de chorlito que le hizo caso a Stiuso (sólo porque así se lo había ordenado Néstor Kirchner) y si la Argentina le vende granos a Irán en algún momento, la Señora, con previsora táctica, le indica a la AFIP la lista de las empresas exportadoras. Si la primera carta era insensata,ésta es cruel y vengativa. Cristina Kirchner no escribe a la altura de la función que desempeña.

Llora por mí, Argentina. En la marcha del lunes pasado en Plaza de Mayo, vi un cartel que decía: “Nisman no se suicidó. Lo mató el miedo a la verdad”. Aunque se gritaban insultos a la Presidenta y su movimiento histórico (otro cartel: “Gobierno asesino y ladrón, mataste a Nisman”), había más gente emocionada y confundida que colérica. Muchos se abrazaban, buscando un cuerpo a cuerpo, un colectivo, un sujeto cuyo plural superara la confusión. Muchos lloraban.

Cuando los ciudadanos creen entender qué sucede, incluso cuando se equivocan, esta creencia es tranquilizadora. Por el contrario, cuando no se entiende, poco sirve atribuir una culpa a alguien. Esa noche en la Plaza, quienes culpaban al Gobierno no podían encontrar un relato que apoyara esa certeza, porque los fragmentos de “datos” y “hechos” pertenecen todavía hoy a una esfera oscura y cambiante.

La pesadilla no es sólo lo sucedido. La pesadilla es no entender lo que sucedió.Las pruebas que iba a presentar Nisman hablan de un pacto cuyos frutos serían de todos modos injustos para con las víctimas e irrisorios en términos de interés nacional. Si la denuncia de Nisman tenía bases ciertas, nos vendíamos barato.

El juego peligroso. Quizá dentro de veinte años, un historiador escriba este capítulo de nuestra política internacional señalando dos ejes: el amateurismo de la conducción diplomática local y el giro de la Argentina dentro de las zonas de influencia planetarias. En ese giro, el amateurismo argentino creyó que podía comportarse como país “grande” cuando, en realidad, ponía en práctica una estrategia poco responsable para un país que es tercera línea en la geopolítica mundial.

Y por si esto no alcanzara, están los espías y los servicios de inteligencia, una estructura de poder desconocida que cambió de jefe en diciembre. Ese cambio fue un presagio. Algo iba a suceder porque, sencillamente, nadie previó la enorme dificultad de reformar un servicio de inteligencia cuyos jefes no quedan nunca del todo a la intemperie. Mayor dificultad todavía si el nuevo jefe designado no es un experto. Mayor aun si, frente a un organismo típicamente corporativo como son los servicios, la Señora se ocupa de la única corporación que le quita el sueño: el periodismo y la megaempresa de Magnetto.

Argumento para Walsh. En su segunda carta, la Presidenta afirma que la operación contra el Gobierno no consistió en la denuncia de Nisman, promovida por Stiuso, sino en su asesinato. Las acusaciones del fiscal fueron simplemente un motivo aparente para que se pensara que sus (futuros) asesinos provenían del Gobierno.

Flor de trama para quien quiera ser el Rodolfo Walsh de esta etapa, aunque desconfío que haya aspirantes en el kirchnerismo. Walsh investigó el caso Satanowsky denunciando a los servicios y a un general del Ejército. Casi sesenta años después, sujetos igualmente protegidos por años de impunidad y chapucería política intervienen ya no en la disputa por la propiedad de un diario (como sucedió en el asesinato de 1957), sino en una guerrilla cuyo escenario son los niveles más altos del Estado.

Cristina, Delfín y Mojarrita

Clarín

Este título es el único chiste que se me ocurre, Presidenta. Como ve, hoy no me da ni para llamarla Compañera Jefa.

No costaba nada. Era más fácil. Alcanzaba con un discurso suyo de 15 minutos, por cadena nacional el lunes al mediodía. Un mínimo de sensibilidad, humildad y estatura ante las circunstancias.

Transmitiendo serenidad. Si quiere, explicando que usted es inocente de toda acusación, pero poniéndose a disposición de la Justicia, como hace cualquier persona de bien que no tiene nada que esconder. Se podría haber comprometido con el esclarecimiento de los hechos y, sobre todo, acompañado el sentimiento de angustia que envuelve al pueblo argentino. Ni hablar que el discurso debía cerrar con las ineludibles condolencias a la familia del fiscal Nisman. Pero no. Nada de eso. Ni siquiera las condolencias.

Eligió, una vez más, el camino más provocativo posible. La peor respuesta al peor momento. Facebook, cartas, intrigas detectivescas, acusaciones al voleo, idas, vueltas, descalificaciones. No quiero ni entrar en detalles. De eso ya se ocuparon todos.

Lo único que todavía no explicó Presidenta, es por qué un personaje como Luis D'Elía, comprometido en todas las escuchas, estuvo sentado en la primera fila de todos sus actos en la Casa Rosada.

No necesito ser abogado para comprender lo que evidencian esas escuchas. El resto, lo que no sé, me lo puedo imaginar.

En todas partes ocurren cosas terribles. Lo que nos pasó estos días tiene equivalencias en todos los países. La diferencia está en la idoneidad de aquellos en quienes delegamos la responsabilidad de resolver estos asuntos.

Arrancaron hablando de la CIA, el Mossad, la KGB, el MI6 y no sé cuánta cosa más, hasta que apareció el cerrajero Pepe Galleta, un guapo en camiseta, diciendo "yo puse un alambrecito, abrí la puerta y chau". Eso solo alcanzó para cambiar el eje discursivo del proyecto nacional y popular.

Por eso hay que pensar bien antes de abrir la boca, Presidenta. Mire lo que le pasó a su diputada Diana Conti. En el embale de decir barbaridades contra el fiscal, expresó: "Le decimos a la hija de Nisman que se quede tranquila, que no vamos a agredir ni a insultar a su papá". ¿Y ahora? ¿Cómo se vuelve de eso, Presidenta?

Pasamos de aquel lunes en que Julián Domínguez y Juliana Di Tullio leyeron una cosa mientras sus rostros decían otra muy distinta, a este jueves con el documento del PJ que incluyó la famosa teoría de Capitanich: "Esto es una conspiración para tapar el éxito de la temporada marplatense". Que el tipo haya dicho semejante pelotudez en caliente, vaya y pase. Pero ponerla después por escrito en un documento oficial del PJ, me parece que la historia del peronismo no se lo merecía.

Toda la impericia ha quedado al desnudo, Presidenta. Siempre me llamó la atención que hasta 2003 ustedes nunca hubieran viajado a ningún lado. Siendo que eran políticos pudientes y ambiciosos, jamás tuvieron la inquietud de reunirse con algún alcalde español, algún ex primer ministro italiano, o algún legislador alemán o canadiense. Intercambiar ideas, experiencias, caminar otra ciudad, conocer otras culturas. Nada. Treinta años en Río Gallegos sin salir. Eso explica, no sólo la estrafalaria y perimida visión del mundo que siempre han tenido, sino también el soberbio empeño por enseñarles sus teorías a cuanto mandatario se les cruzaba. Parafraseando a Cortázar: un kirchnerista es un menemista que no conoció París.

Sólo así se entiende que haya nombrado Canciller a un tipo cuyo único mérito es conocer qué restaurantes están de moda en Nueva York.

Y para rematarla, aparecen un par de ñatos hablando por teléfono, yendo y viniendo con mensajes entre la Rosada y Teherán. Hablando en clave con suficiente torpeza como para que entendamos todos. Más que espías, parecen dos reclutas salidos de "Canuto Cañete, conscripto del Siete".

Permítame hacer un breve punteo de hechos incontrastables. Indiscutibles. Fehacientes.

•El atentado a la Embajada fue reivindicado por un brazo del Hezbollah (éste responde a Irán), y el de la AMIA involucra a varios iraníes.

•Ambos fueron cometidos por suicidas. Si bien en la Argentina tenemos turros a rolete, no conozco ninguno dispuesto a inmolarse. Estos vinieron de afuera.

•Fueron ayudados por tipos que aún caminan entre nosotros.

•Durante el menemismo hubo un plan de encubrimiento.

•Kirchner designó al fiscal Nisman y lo puso a trabajar con la SIDE.

•Kirchner denunció con valentía a Irán en la ONU entre 2003 y 2007.

•Kirchner rechazó a patadas varias propuestas iraníes de negociar impunidad por negocios, según ha contado el ex canciller Bielsa.

•Usted denunció con valentía a Irán en la ONU hasta el año 2011.

•En marzo de 2011, el respetado, democrático, progresista y querido Pepe Eliaschev, denunció un acuerdo secreto con los iraníes. Timerman lo descalificó con insultos.

•En septiembre de 2012 usted dijo en la ONU que no tomaría ninguna medida sobre el tema sin el apoyo unánime de todas las fuerzas políticas y de las instituciones judías.

•En enero de 2013 se firma el Memorándum de Entendimiento con Irán y en febrero se aprueba a toda velocidad en el Congreso, pese al rechazo unánime de todas las fuerzas políticas no kirchneristas y las instituciones judías.

•El acuerdo nunca fue ratificado por el parlamento iraní. Ni siquiera considerado.

•En mayo de 2014 es declarado inconstitucional por la Justicia Argentina.

•El dirigente ultra K Luis D'Elía, defensor abierto de la causa iraní, vinculado al gobierno de Teherán, y habitué de todos los actos en Casa Rosada, aparece en las escuchas que claramente sugieren negociaciones secretas.

•El fiscal Nisman los denuncia a Usted, a Timerman, a D'Elía y a otros de montar un plan de impunidad.

•El día que iba a presentar la denuncia en el Congreso, el fiscal Nisman aparece muerto con un tiro en la cabeza.

La pregunta del millón es: ¿qué parte no se entiende?

Frente a la tragedia, la sospecha y las denuncias, el gobierno se pasó toda la semana preguntando por qué Nisman interrumpió sus vacaciones.

Ah, me acordé de un viejo chiste. Un tipo vuelve a la noche a su casa y encuentra a su mujer en la cama con otro hombre. Antes de que reaccione, la mujer lo increpa: "¿Estas son horas de llegar?!!!". El marido, absorto, balbucea: "...pero... estás en la cama con otro!!..." Ella le contesta: "¡¡No me cambies de tema!!".

Eso es lo que pasó esta semana. Encontramos al Gobierno en la cama con otro y ante el estupor de todo un país, lo único que se les ocurrió decir fue "¿Estas son horas de llegar?".

Fin de temporada.

*La columna Humor Político, de Alejandro Borensztein, volverá a publicarse el primer domingo de marzo.

Nisman en la Argentina congelada

Jorge Asís Digital

La versatilidad para el desconocimiento de la interna de Medio Oriente logra que en la Patria prosperen las teorías más demenciales.
Argentina se quedó congelada entre muertos de hace cuarenta años. Y padece los malentendidos de una situación interna en Medio Oriente de veinte años atrás.
Tal vez Estados Unidos hoy no hubiera necesitado tanto demonizar a Irán como en 1994. Ahora comparten el mismo enemigo. Es Daech, más conocido como el Estado Islámico.
La irrupción de Daech altera las interpretaciones plácidas de las cancillerías de occidente. Las somete a desafíos informativos e interpretativos, mientras sus sociedades se escandalizan por la mediática brutalidad que impone el Califa Abu Bakr Al Baghdadi. Como arrojar al vacío a los homosexuales. O matar en público a una adúltera. O fusilar adolescentes por mirar un partido de fútbol por televisión. O decapitar rehenes a canilla libre (al cierre del despacho se aguarda que rueden dos cabezas de japoneses).

Al margen de la bestialidad, las cancillerías constatan que Daech, con su sunnismo radicalizado, desplaza de la centralidad a Israel-Palestina y su problemática. Ya el Medio Oriente no oscila alrededor del instalado conflicto.

Territorialización de la jihad

Daech, incluso, se convierte en una amenaza para quienes financiaron, en un principio, en Siria, a los combatientes contra Bashar. Como Arabia Saudita. Y aporta un elemento nuevo que desubica, y sobre todo debilita, a las distintas franquicias de Al Qaeda.
Es la territorialización de la jihad.
Ya no se trata de crear focos de tensiones, ni de generar pánico o caos. Daech se consolida en un amplísimo territorio que unifica a los sunnitas humillados de Siria e Irak. Y explota zonas petrolíferas y hasta vende sin graves inconvenientes morales su producto. Y lo más grave, trata de convertirse en el tercer gran actor que torne aún más complejo el panorama.
En adelante, ya no se debate la problemática entre el Irán persa y chita y la Arabia Saudita rigorista y sunnita.
La territorialización de Daech, sumada a la condición ganada de enemigo principal del “satán americano”, emerge como una atracción para los islamistas radicalizados de occidente que ingresan, como por un tubo, a través de Turquía.
Hoy Irán y Estados Unidos se aproximan a través de los horrores del enemigo común, mientras Israel aceita, cada vez con más intensidad, sus vínculos con China. Como la Argentina. Aunque con menor tendencia hacia la improvisación.

Servilletas war

Nisman en la Argentina congelada

El fiscal Alberto Nisman, abocado exclusivamente a la investigación del atentado contra la Amia, es el exponente de la tesis de la justicia nacional que culpabiliza a Irán. Y que tuvo el respaldo, por órdenes superiores, de la Secretaría de Inteligencia, con el aporte ideológicamente significativo de la CIA y el Mossad, que se renovó mientras se sucedían los presidentes.
Pero cuando se produce el disparatado viraje argentino, se desata, en simultaneidad, la guerra de las servilletas, o la “servilletas war”. Y queda Nisman desubicado, como la propia SI. O sea la Secretaría que, con la carátula de Icazuriaga, Corazón de Ballena, y del Paco Larcher, El Espía que viene de Abril, comandaba en la práctica El Ingeniero. Es el personaje mítico que otros llaman Jaime, Jaimito o Stiusso, y a quien La Doctora, junto a los estereotipados cancerberos del cristinismo, quieren tirarles el muerto. O sea a Nisman.
Es precisamente Jaimito quien descubre, según nuestras fuentes, las vinculaciones de una inteligencia y cancillería paralela, que protagonizaban seres tan pintorescos como audaces. Desde D’Elía, El Falso Negro, hasta Esteche, El Escrachador. Y Jaimito se da cuenta también que lo tenían penetrado a través de El Francés, que directamente respondía a los buscapinas que se apostaban en la Casa Rosada. Pero también integraba la banda paralela el propio canciller Timerman, El Ruso de M. Es quien en la causa perdida del cristinismo ofrendó hasta su identidad.Nisman en la Argentina congelada 

Y lo peor es que el pobre creía, según nuestras fuentes, que el acuerdo con Irán era positivo para el esclarecimiento del atentado.
Puede constatarse entonces que Timerman, ante todo, pudo ser un torpe. En realidad, lo fue.
Pero la torpeza en la diplomacia suele ser imperdonable.
Acordar con eI Irán de Mahmud Ahmadinejad era lo mismo que arreglar algún tema con la Argentina del general Bignone en septiembre de 1983.
Por su fantástica impericia, La Doctora iba a quedarse pegada con Ahmadinejad. Es el alucinado que pretendía arrancar a Israel del universo como si fuera un racimo de uva chinche que cuelga en la parra. Y todo para hacerle un favor al extinto Chávez, mientras Rohuani, el sucesor cantado de Ahmadinejad, arreglaba con Obama hasta el tema nuclear.
Pero nadie se lo advirtió a La Doctora cuando, en su amplia versatilidad para el desconocimiento, se lo reprochó a Obama, en uno de los momentos más reprobables de la historia diplomática argentina. Cuando La Doctora, en su desatino invariable, hasta comprometió al Papa Francisco, que es acaso el máximo apoyo que tiene para llegar al final, pese a sus horrores.
Hay que estar de acuerdo con Francisco. Sólo que, para ayudarla mejor, habría que acercarle a La Doctora la línea de llegada.
Pero Estados Unidos e Irán se aliaban ante la aparición del nuevo enemigo. Daech.
Inconvenientes de analizar una realidad dinámica con la vocación exclusiva por la historia estática.

La tragedia de Nisman

Nisman en la Argentina congelada

Lo que pudo haber sido un episodio apenas payasesco de nuestra (falta de) política exterior derivó en una tragedia. El asesinato del fiscal Nisman, justo el día anterior de la presentación en el Congreso. De la denuncia acaso excesiva que involucraba a La Doctora, y a la banda de marginales que utilizó para enlodar, aún más, a su administración.
Fue el turno del festival de dislates e improvisaciones que amenazan con llevarse puesto su gobierno.
Queda por suerte sostenido por la limitada paciencia de una sociedad de reflejos controlados, y por la persistencia de una oposición que parece estar más cómoda en su estado pasivo. En su estado -digamos- caniche. Una oposición inofensiva y envuelta que se acostumbró a funcionar sólo a través de la explotación de las equivocaciones de La Doctora. Que es quien mantiene, en sus peores momentos, la iniciativa.
El asesinato del fiscal Alberto Nisman conmueve y enluta a la sociedad argentina y despoja al gobierno de La Doctora de legitimidad moral.
El Caso Nisman hoy es mucho más gravitante que su investigación.
Nadie lo veía al doctor Nisman con muchos deseos de suicidarse. Al contrario, aparecía como bastante acelerado y saludable. Se registró probablemente un exceso de “tapones de punta”. Los políticos y los enternecedores periodistas encuadrados se obstinaron en demostrar que Nisman -un “pobre muchacho”- se suicidó porque no podía bancar la parada.
En el hundimiento, entre el grotesco y el bochorno, La Doctora hizo incinerar hasta a su máxima fortaleza. Sus diputados, numéricamente suficientes para aprobar la demencialidad que fuera.
Infantilmente los diputados descontaron, de frente a los televisores, la tesis de la inducción al suicidio. Mientras lo que necesitaba saber la sociedad era por qué habían asesinado al fiscal que en bloque descalificaban.
Debían cuidarlo a Nisman como si fuera de cristal. Que ni siquiera se les resfriara.
Por incompetencia, deben hacerse cargo, ante la historia, del muerto.

Jorge Asís


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