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DEBATE
Pagni: "La presión no evita el fracaso". Muchnik : "¿De qué país habló la Presidenta?"
05/03/2015

La presión no evita el fracaso

La Nación

Por Carlos Pagni.

La extraordinaria presión que Cristina Kirchner está ejerciendo sobre la Justicia para no despedirse del poder como imputada de encubrir un crimen de lesa humanidad, como el atentado contra la AMIA, ,registró ayer un nuevo fracaso. El fiscal Gerardo Pollicita apeló el fallo por el cual el juez Daniel Rafecas resolvió no investigar la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidenta, el canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés "Cuervo" Larroque y otras figuras del oficialismo.

La tesis de Pollicita fue sencilla: el escrito que él había presentado no pretendía que se condene a los imputados. Apenas reclamaba que se los investigue. De lo contrario, nunca se sabrá si las acusaciones de Nisman eran verdaderas o falsas. El planteo estiliza un episodio que relatan muchos magistrados en Comodoro Py: que, al conocer el fallo de Rafecas, Pollicita lo visitó para insultarlo. Al parecer, el juez le había prometido una resolución inversa a la que emitió.

Con su presentación, Pollicita refutó también la solicitada que el "Gobierno de la República Argentina" publicó ayer en la prensa. Esa declaración se agregó al insólito expediente paralelo que la Presidenta inauguró en su página de Facebook.

En un fugaz pasaje de su escrito, Pollicita consignó la explicación central: la complacencia de Rafecas con las autoridades es tan extrema como la severidad de Nisman. Después enumeró las conclusiones a las que el juez llegó sin investigar. Se preguntó cómo logró Rafecas saber que la denuncia de Nisman carecía de pruebas sin realizar las diligencias que se le habían propuesto.

El juez había argüido que no valía la pena examinar un encubrimiento que no había llegado a cometerse, entre otras cosas porque Irán nunca convalidó el Memorándum de Entendimiento. Pollicita responde que el hecho de que un crimen haya fracasado por razones ajenas a la voluntad de quien lo cometió no es un criterio de inocencia. Es decir: que las alertas rojas de Interpol sigan vigentes no permite descartar que Cristina, su canciller y los demás imputados hayan hecho todo lo que estaba a su alcance para exculpar a los acusados. Pollicita sostiene que deben examinarse muchas pruebas antes de negar que se había comenzado a ejecutar un delito que no se consumó.

La comunicación en la cual Ronald Noble, el ex director de Interpol, aseguraba que Timerman aclaró que el Memorándum no significaba la suspensión de las alertas rojas es insuficiente para Pollicita. Rafecas se abrazó a ella para cerrar el caso. El fiscal hace notar que el mensaje de Noble llegó a través del correo electrónico de un acusado, Timerman, y de entrevistas periodísticas. Por lo que ni siquiera está probado que las palabras pertenecen a Noble. Por eso aconseja, como mínimo, tomar declaración testimonial al funcionario.

Pollicita se detiene en la defensa del Gobierno en relación con las alertas de Interpol. Reprocha a Rafecas que haya clausurado el caso basándose en un informe de la Procuración del Tesoro que contiene documentos anteriores a la firma del acuerdo. Después desmiente el principal argumento de Timerman, que Rafecas hizo propio: que sólo el juez Rodolfo Canicoba Corral está en condiciones de pedir el levantamiento de las alertas. Pollicita cita el reglamento de Interpol para demostrar que si esos pedidos de captura se emitieron porque se desconocía el paradero de los acusados, como el Memorándum despejó la incógnita, la cancelación podría ser automática.

Esta acusación de Nisman es la que más complica a Timerman. Si todo era inequívoco, ¿por qué debió aclarar tres veces a Interpol que el Memorándum no implicaba, como sostenía el canciller de Irán Alí Salehi, la suspensión de las alertas? El fiscal solicitó los testimonios de los funcionarios que intervinieron en la negociación (Zuain, Ruiz Cerruti y Abbona).

Pollicita necesitó menos palabras para descartar la joya argumental de Rafecas: el escrito que Nisman había elaborado con una evaluación positiva de la actuación del Gobierno frente Irán. Sostiene que Soledad Castro, la secretaria de la fiscalía del caso AMIA, aclaró que, cuando hizo su denuncia, Nisman ya tenía otra opinión.

Pollicita no se sumó al argumento de algunos penalistas: que el encubrimiento del atentado es también un crimen de lesa humanidad. Si fuera así, según la doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Rafecas estaría obligado a investigarlo.

UNA FRUSTRACIÓN PARA CRISTINA

Para la Presidenta, la apelación de Pollicita fue una frustración. Ella había confiado en las gestiones que Julio De Vido y Eduardo "Wado" de Pedro realizaron para que el proceso iniciado por Nisman terminara con el pronunciamiento de Rafecas. Es decir, para que Pollicita no apelara. De Vido prometió buenas noticias por su relación con Ariel Lijo, el hermano de Alfredo Lijo, su gestor en los tribunales federales. De Pedro se ufanó de tener contactos con Canicoba Corral. Hasta ahora no consiguieron el armisticio prometido. Aún cuando se atribuye a Lijo, el juez, la autoría intelectual de la sentencia de Rafecas. Fue lo único. Ni siquiera calmaron a Claudio Bonadio, que ayer seguía adelante con las investigaciones de Hotesur. No está descartado, entonces, que Máximo Kirchner deba visitar los tribunales.

Las relaciones de la Casa Rosada con Rafecas y con Bonadio están entrelazadas. Cuando la UCR quiso iniciar juicio político a Rafecas por las irregularidades que habría cometido en el caso de las "coimas del Senado", el kirchnerismo lo aceptó, con la condición de remover también a Bonadio. El pacto lo rompió Estela de Carlotto, con una gestión ante Cristina Kirchner a favor del juez, que se había convertido en el verdugo de Amado Boudou. Al final, para alivio y mortificación de la Presidenta, se salvaron Rafecas y Bonadio.

La pacificación prometida por De Vido y De Pedro está más lejos tras el despiadado tratamiento que la Presidenta dedicó a Ricardo Lorenzetti. La cabeza del Poder Judicial fue escrachada ante la asamblea legislativa. Lorenzetti no podía defenderse. Nada nuevo. La señora de Kirchner publica solicitadas contra Nisman, que tampoco puede contestar.

Las diferencias conceptuales entre la Presidenta y Lorenzetti no se limitan al desempeño de la Corte en la causa del ataque a la embajada de Israel. Ella publicó ayer que Nisman era un desestabilizador. El mismo Nisman cuyo rostro cierra el video de reivindicación de la Justicia con que Lorenzetti acaba de inaugurar el año en Tribunales. Entre el kirchnerismo y los jueces hay un profundo conflicto de valores. La denuncia de Nisman sigue vigente. Ahora se trata de saber cuál es la Cámara que deberá considerarla. ¿Le dará la razón a Rafecas o a Pollicita? Tal vez haya que mirar el video de Lorenzetti.

La Presidenta está encerrada en este laberinto judicial porque no ha podido dar una explicación convincente a una decisión catastrófica de política exterior: el acuerdo con Irán sobre la AMIA. El 10 de agosto de 2010 Timerman denunció a ese país como Estado terrorista ante Hillary Clinton. El 24 de septiembre siguiente Cristina Kirchner repitió la imputación ante la ONU. El 10 de noviembre, el representante iraní ante ese organismo respondió que su gobierno "se ha cerciorado de que ningún ciudadano iraní tiene vinculación directa ni indirecta con el execrable crimen" de la AMIA. El 21 de enero de 2011 Timerman comenzó a negociar en Aleppo con el canciller Salehi, el jefe de ese embajador. Como señal de confiabilidad a su nuevo amigo, el 17 de febrero rompió relaciones con los Estados Unidos, incautando, con su célebre alicate, material sensible transportado en un avión de la fuerza aérea norteamericana.

Este giro es un misterio. ¿Por qué Timerman creyó que los iraníes admitirían su propia culpabilidad? ¿No había leído la carta del representante de Teherán, que era la voz del canciller con quien, semanas después, negociaría en Aleppo? ¿No se dio cuenta de que la Asamblea iraní jamás aprobaría el Memorándum porque estaba dominada por los enemigos de Mahmoud Ahmadinejad? ¿Le pasó inadvertido que Ahmadinejad utilizaría sus concesiones en una campaña electoral desesperada, que terminó desembocando en la derrota? Entre todas las hipótesis de Pollicita falta una: que Timerman haya encubierto a criminales sin darse cuenta.

Tampoco hay una explicación para el cambio de posición de la Presidenta. ¿Tuvo que ver el impacto emocional de la muerte de Kirchner, que ocurrió el 27 de octubre, es decir, entre la denuncia ante la ONU y la respuesta del representante de Teherán? ¿Influyó Hugo Chávez, cuyo acompañamiento en esos funerales permitió que se ganara el corazón de la viuda? Que las respuestas a estas preguntas inquietantes haya que buscarlas en un expediente judicial es el gran fracaso político con que Cristina Kirchner debe cargar sobre su espalda en el tramo final de su carrera..

¿De qué país habló la Presidenta?

El Cronista

Por Daniel Muchnik.

Cinco amigos, en un bar, cafecitos enfriados de por medio, no nos pudimos poner de acuerdo sobre las derivaciones del discurso de la Presidenta el 1º de marzo. Fue el día que pretendió inaugurar el año legislativo pero no lo hizo y se dedicó a defender a su gobierno y atacar a todo aquel que se le oponga a lo largo de un maratónico monólogo de mucho más de tres hora de duración.

Buena pregunta sería: ¿Para qué tanto? ¿Quiso hacer un discurso histórico?. Si fuera así convendría recorrer los archivos cinematográficos para mostrar que los grandes estadistas hablan poco, extremadamente poco. No necesitan hablar mucho. Dicen lo necesario. Y tratan un solo tema. De Gaulle cuando procuró serenar la revuelta estudiantil de 1968 y antes que ello Roosevelt, cuando anunció la ‘traición de Japón’ (el ataque a Pearl Harbor) y declaró la guerra o cuando Stalin recurrió a la defensa de la Madre Patria ( no del gobierno comunista) cuando los nazis invadieron Rusia, en 1941.

Dos de los amigos presentes, siendo críticos del gobierno de Cristina Fernández, dijeron que con su presencia en el Congreso había descolocado a la oposición, le había condicionado sus agendas, se había limpiado la ‘mancha’ de la desaparición de Alberto Nisman, y le había inyectado entusiasmo a su tropa, que está copando varios de los organismos del Estado, incluso la nueva Agencia de Inteligencia, un invento ‘gatopardista’. De hecho, decían, pudo silenciar a la oposición donde parte de ella ya implosionó: sería interesante saber qué quedará de UNEN después de que Hermes Binner se baje (como algunos pronostican con cierto grado de credibilidad) de la candidatura presidencial.

Los otros amigos que quedaban (era yo uno de ellos), pocos concesivos con el actual rumbo económico y político, éramos más optimistas. La oposición, dijimos, todavía tiene cintura. Y capacidad de maniobra e ingenio para sortear los obstáculos que la Presidenta se encarga de montar. Las estadísticas de los consultores (relativas, porque todavía falta relevar muchos segmentos de población del país real) confirman que Macri o la otra oposición o el ‘cambio’, como quiere llamarse, consigue más votos cuando la Jefa de Estado se enoja. Este hecho promete un año de campaña muy movida porque el cristinismo se resistirá a abandonar del todo lo que tiene en la mano. No es bueno utilizar la palabra ‘tragedia’ pero casi lo es porque no ha podido integrarse un pelotón, una coalición de centro izquierda más extendida, más sólida, más decidida.

Hubo que esperar al martes para respirar un poco mejor y sentirse compensado. Ricardo Lorenzetti, el titular de la Corte Suprema, en la inauguración del año judicial, sobrio, distendido y sin calificar a nadie, pidió terminar con la "impunidad", advirtió que no había un "Partido de los Jueces". Fue más allá: "El Estado Espectáculo –sentenció– expone los problemas pero no logra transformar la realidad, afecta la credibilidad de las instituciones".

Lorenzetti, que había sido maltratado por la Presidente el domingo agregó: "La Argentina tiene una larga historia en la que se nos metió miedo. Esto debe terminar. Debemos brindar confianza, protección, igualdad y seguridad".

Agregó además, frente a las observaciones de la oradora del domingo, que ya había un fallo sobre el atentado a la Embajada de Israel en 1999. Frente a la demora en el caso AMIA un tribunal oral debía juzgar a Carlos Menem y otros imputados por presunto encubrimiento, "pero la Corte Suprema no puede indicarle a un tribunal qué causa debe llevar adelante", replicó Lorenzetti quien se quejó, de paso porque los "tribunales están saturados" y los nuevos de procedimiento oral todavía no funcionan.

La Presidenta salió sonriendo del Congreso el domingo pasado. Un importante grupo humano que había llegado en colectivos, estacionando en el lugar que quisieron en la Avenida 9 de Julio, la alabó, la besó y la aplaudió. Más allá de esta euforia queda por ver que es lo que queda del 2015, qué es lo que se espera del 2016.

Por de pronto el Ministerio de Economía y el Banco Central han prometido que no habrá devaluaciones. Sin ellas la inflación disminuirá y el consumo se mantendrá o crecerá un poco. Toda una burbuja, dinamita pura. El atraso cambiario ya llegó a una marca similar a la de la caída de la convertibilidad, a fines de 2001.

El desendeudamiento que levanta como bandera la Casa Rosada no tiene fundamento: la deuda pública era de u$s 144.500 millones en 2001. En 2003 subió a 152.600 millones. Tras el canje de Lavagna del 2015 cayó a 126.500 millones pero a mitad del año pasado volaba en calamitosos u$s 199.000 millones, sin computar los compromisos con los holdouts y otros ítems que llevarían la deuda a casi el 60% del Producto Bruto Interno.

El panorama del empleo privado es muy preocupand: en 2014 se esfumaron 300.000 puestos de trabajo a partir del serio parate de la actividad productiva.

Y como si todo fuera poco las reservas del Banco Central han caído hasta la aflicción. Se habla de un nivel de reservas de u$s 31.000 millones y se alaban los yenes que llegaron de China, pero son varios los especialistas que aseguran que las reservas líquidas, disponibles bordean los u$s 13.000 millones. No se han puesto de acuerdo si los ‘swaps’ de Pekín son o no son reservas.

¿Entonces, de que gestión pública habló la Presidenta el domingo?


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