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ENTREVISTA
Olivera: habla Aluar. Scibona: dólar y dolor de cabeza
26/07/2015

Javier Madanes Quintanilla: "Si todo lo que podemos hacer es pedir devaluación estamos jodidos"

La Nación

(POR FRANCISCO OLIVERA)

Ecabeza un sector complicado dentro de una situación fabril general paralizada. Javier Madanes Quintanilla, dueño del grupo Aluar, no necesita atender a la estadística oficial que dice que la industria cae, de manera ininterrumpida, desde hace 22 meses: le basta con saber que otra de sus empresas, Fate, el mayor fabricante de neumáticos del país, que viene de invertir 220 millones de dólares en estos años, tiene ahora excedentes de stock, capacidad ociosa y está suspendiendo personal.

Sus temores asaltan también a varios de sus pares. Entre ellos, el fallo de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que obliga al Gobierno a eliminar las restricciones a las compras externas, como las declaraciones juradas anticipadas de importaciones (DJAI), una de las herramientas preferidas de la Argentina reciente. Tal decisión obligará a varios a competir en un contexto difícil: con Brasil en recesión, es probable que aumente la importación hacia aquí.

"El problema lo va a tener la próxima administración -dice Madanes Quintanilla-. En realidad no me preocupa tanto el tema de las DJAI en sí mismo como la cuestión en general: entramos en una etapa en la que habrá que resolver muchos problemas", afirmó.

-¿Por ejemplo?

-En los últimos años hemos tenido un sistema de cierre de mercado que, de alguna manera, disimuló algunas distorsiones de competitividad que tiene el país. En realidad, si no hay dólares para entregar, sacar o no las DJAI viene a ser irrelevante. Pero no advertir las dificultades de competitividad que tiene la Argentina... Es un problema grave que el círculo virtuoso del consumo no ha podido resolver. Entonces, la pregunta que me hago es: ¿va a imponerse otra vez la realidad crudamente en la Argentina o vamos a tratar entre todos de encontrar una solución de fondo?

-¿Como imposición de la realidad se refiere a una megadevaluación del peso?

-Bueno, la devaluación en general es una consecuencia, no una causa. Fíjese lo que está pasando con muchos sectores. Yo hablo por el mío, pero hay muchos que atraviesan situaciones exactamente iguales, de una rentabilidad muy baja o negativa. Ramas muy importantes, como las economías regionales, que son productivas y serían competitivas en cualquier parte. Mire lo que está pasando con la industria automotriz. ¡Volkswagen perdió 2700 millones de pesos en el ejercicio pasado!

-¿Y cree que ese escenario es el que aguarda a la Argentina?

-Lo que digo es que nos está faltando capacidad de análisis para ver qué es lo que vamos a hacer. A nosotros nos dicen: "Se acaban las DJAI", y bueno, entonces qué hacemos. No vemos que haya un trabajo de análisis para tratar de encontrar una transición.

-¿Qué les pasaría a ustedes si eliminaran las declaraciones juradas anticipadas?

-Hoy, si el Estado tuviera todos los dólares que las empresas piden, la importación se duplicaría. Hay que pensar que en esto incide también la recesión que tiene Brasil. Toda esa producción vendría para acá.

-Es curioso. Si yo estuviera en el lugar del Gobierno diría: "Los empresarios se viven quejando de las DJAI y ahora que las sacan las piden".

-Yo no pido ni no pido. Las DJAI han paliado o disminuido aquí un problema. Todos sabemos que el sistema de DJAI no puede ser sostenido en el tiempo. Pero en el mientras tanto había que hacer un trabajo que no se hizo. Un trabajo de fondo.

-Usted dice que atender eso evitaría devaluar.

-Si todo el esfuerzo que podemos hacer los empresarios argentinos es ponernos en la cola pidiendo una devaluación, estamos jodidos. Estamos buscando... no quiero decir soluciones, porque con esto vamos a tener un verdadero problema, sino salidas facilistas.

-O sea que usted no es muy optimista respecto del futuro.

-No lo sé. Yo creo que hay que pelearla hasta el último momento. Si hay empresas que han hecho las cosas mal y tienen que caer, que caigan. Pero si se han hecho inversiones, me parecería ridículo. Lo que propongo es que seamos un poco más inteligentes de lo que fuimos en 2001

El dólar, un dolor de cabeza

La Nación

(POR NESTOR SCIBONA)

Parece mentira que Axel Kicillof haya puesto en duda en pleno barrio de Caballito, emblemático de la clase media porteña, que la cotización del dólar paralelo afecte la vida cotidiana de mucha gente. No tanto porque remite a la perimida pregunta del general Perón en los años 50 ("¿Quién ha visto un dólar?"), sino porque la realidad y hasta las estadísticas oficiales indican lo contrario.

Por la desconfianza en el peso, los argentinos en condiciones de ahorrar atesoran desde hace décadas moneda estadounidense como reserva de valor, en gran medida por fuera del circuito económico formal. Y ni siquiera el blanqueo gratuito, con sucesivas prórrogas desde mediados de 2013, pudo convencerlos de declarar esas tenencias, que, según distintas estimaciones, se ubicarían entre 180.000 y casi 300.000 millones de dólares en el país y en el exterior.

En campaña como candidato a diputado nacional, Kicillof no tendría por qué hacerse cargo de la historia económica, pese a conocerla como docente universitario. Pero habrá que convenir que, como ministro de Economía, hizo mucho más por empujar la demanda que la oferta de dólares. Sobre todo, al inundar la economía de pesos mientras el mercado oficial ("único y libre") sigue anémico de divisas contantes y sonantes.

Aunque el gobierno de Cristina Kirchner minimiza cada salto de las cotizaciones paralelas - como el de las últimas semanas- y los atribuye a incomprobables conspiraciones, el comportamiento del dólar sigue siendo un recurrente dolor de cabeza, económico y político.

De otro modo, no se explicaría por qué, con el medio aguinaldo, baten récords en julio las ventas de dólar ahorro con permiso previo de la AFIP (un invento de Kicillof para abastecer indirectamente al mercado blue), aunque con una brecha cambiaria de casi 60% constituyen una virtual bonificación para ahorristas de ingresos medios altos, al igual que para el turismo al exterior.

Ni que hayan aumentado las dosis de anestesia sobre el dólar contado con liquidación (que marca el piso del paralelo), mediante la venta a granel de bonos dolarizados de la Anses. Tampoco la última suba de las tasas de interés de plazos fijos "para estimular el ahorro en pesos" de particulares y empresas. Y que, en realidad, es un precario parche para tratar de extender la "bicicleta" tasas dólar armada por el Gobierno y que últimamente pasó a circular en dirección del peso hacia el dólar ante la mayor incertidumbre política y económica poselectoral.

La sobreactuada indiferencia oficial ante el dólar oculta además errores no forzados que empujaron las subas. Como la inclusión de los "golpes de mercado" en el espionaje de la Agencia de Inteligencia (AFI) y la intención del fiscal antilavado (Carlos Gonella, titular de la Procelac) de que se declaren ilegales las operaciones en blanco con el dólar contado con liquidación (CCL), aunque no afectan las reservas del BCRA. Si bien la rápida decisión de la Corte Suprema de desestimarla fue como convalidar la ley de gravedad, no disipó totalmente la desconfianza de los operadores en medio de presiones oficiales y controles policiales.

Así el plan de Kicillof, que apuntaba a llegar a las elecciones de octubre sin sobresaltos cambiarios, pasó a tener como objetivo inmediato "planchar" el dólar, por lo menos hasta las PASO del 9 de agosto, aun a riesgo de mayor volatilidad posterior en los mercados.

De hecho, la última suba del salario mínimo vital eleva a partir del mes próximo de $ 9432 a 11.177 el piso de la AFIP para autorizar ventas de dólar ahorro y puede restar oferta al paralelo. Y el plazo de 90 días para obtener 2 puntos extra en la tasa de interés (25,6% anual) coincide con la fecha de las elecciones presidenciales.

Más allá de estas medidas de cortísimo plazo, la actual desconfianza sólo está contenida por las expectativas de un cambio de política económica por parte del próximo gobierno. Sólo en los últimos 30 días, el blue subió casi 10% pese al retroceso de las últimas tres jornadas, aunque, con marcados altibajos, en el último año acumuló menos de 20% entre puntas. La virtual "tablita" oficial, en la que el dólar oficial es ajustado a la mitad de la inflación, hace descontar una devaluación en 2016; pero la propia brecha cambiaria también le impone un techo.

Por ahora, a falta de señales claras para el futuro, predominan las del presente. La inflación está reprimida artificialmente con las "anclas" cambiaria y tarifaria, que no son sustentables. Las reservas "récord" del BCRA (US$ 33.900 millones) se mantienen gracias a los swaps chinos, pero menos de la mitad son de libre disponibilidad y superadas por los pagos externos pendientes. El deterioro cambiario real derrumba la competitividad de las exportaciones, al igual que la apreciación del peso frente a otras monedas (como el real y el euro) devaluadas frente al dólar.

El superávit comercial de 2015 apunta a ser el más bajo de la era K, pese al racionamiento de importaciones. Y el cepo cambiario no sólo frena la salida, sino el ingreso de divisas, agravado por el default parcial de la deuda. El desborde de gasto público y emisión para apuntalar el consumo hace que el déficit fiscal apunte a 7% del PBI y la cantidad de dinero se expanda por encima del 35% anual que augura futuras presiones inflacionarias y cambiarias.

Durante la gestión de Kicillof, el precio del dólar pasó de $ 6,04 a 9,18 en el mercado oficial y, con este encarecimiento del 52%, el peso perdió casi el 35% de su valor en dólares. Pero la mayor inflación anuló toda mejora del tipo de cambio real. El economista Enrique Szewach sostiene que "el cepo actúa como un gran «corralito» para evitar que los pesos que el Gobierno emite para financiar el gasto público se transformen en demanda de dólares del BCRA".

De ahí que sin cepo, no se hubieran podido emitir tantos pesos sin que el BCRA se quedara sin reservas, o sin tener que devaluar mucho más para desalentar la demanda de dólares. "Por lo tanto -añade-, gracias al cepo el Gobierno encuentra un coto de caza en el que pocos pueden escapar de su ambición recaudadora del impuesto inflacionario." Su conclusión es que "la vocación dolarizadora de los ahorristas es la contracara de la vocación de los funcionarios de erosionar el poder de compra del peso".

Todos estos desequilibrios tienen corrección, por las buenas o por las malas, según el grado de pericia técnica y política que se aplique. Pero ésa ya será tarea del próximo gobierno.


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