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OPINIÓN
Olivera: La Cámpora y Scioli. Scibona: con o sin reglas
29/08/2015

La Cámpora quiere viajar en la mochila de Scioli

La Nación

Por Francisco Olivera

Lo más sorpresivo que Ariel Langer, un economista que militó en Tontos pero no Tanto (TNT), la corriente universitaria fundada por Axel Kicillof en los 90, podía insinuar delante de empresarios que creen haber escuchado ya todo tipo de extravagancias era la posibilidad de que, si Daniel Scioli llega a presidente y los astros son favorables, él siga trabajando en el Palacio de Hacienda. Acaba de hacerlo. Muy en confianza, seguro de que un pequeño lujo tribunero no sorprendería a un auditorio de hombres de negocios, el subsecretario de Comercio Interior confesó estar juntando ahorros para ver a River en el Mundial de Clubes entre el 10 y el 20 de diciembre en Osaka y Yokohama, Japón, aunque descartó un viaje extenso porque, agregó, tiene que volver a trabajar al Ministerio de Economía. A sus interlocutores no se les escapó ese último detalle. Hace dos jueves, Augusto Costa, jefe directo de Langer en el ministerio, fue incluso más preciso ante ejecutivos de la industria de la alimentación. "Axel va a ser diputado, pero yo espero estar el 11 de diciembre", soltó. ¿Dato revelador? ¿Exceso de optimismo entre los funcionarios?

Los empresarios no saben todavía si tomarlos en serio. Prefieren interpretarlo más bien como táctica destinada a evitar perder autoridad en esa tarea a la que Costa y Langer le han dedicado tanto tiempo: el disciplinamiento de los precios.

Tal vez ese resguardo explique algunas de las últimas sobreactuaciones. Aquel jueves, mientras se ofuscaba porque al parecer no se están cumpliendo del todo los acuerdos con el Gobierno, Costa objetó que algunas compañías estuvieran maquillando aumentos mediante cambios en las fórmulas. Viejo ardid empresarial ante los controles de precios: un yogur con hierro o vitaminas adicionales es un producto nuevo y merece otro valor. El problema fue que usó la palabra "estafa" e incomodó al abogado Daniel Funes de Rioja, líder de Copal, la cámara más poderosa del sector, que le reprochó que les estuviera atribuyendo semejante delito. "¿Y cómo lo tengo que llamar?", se exasperó Costa, y el directivo insistió en discutirlo en otros términos.

Incluso si no fuera cierto que parte del staff de Kicillof seguirá conduciendo la economía en caso de ganar Scioli, es atendible que los herederos de Guillermo Moreno quieran estirar todo lo posible el plazo antes de caer en la debilidad del pato rengo. Más frente a corporaciones despiadadas ante los cambios de ciclo: el miércoles, en el Consejo de las Américas que se desarrolló en el Alvear, 900 asistentes se agolparon para ver a Macri, Massa y Scioli y, una hora después, durante la extensa exposición de Kicillof en el mismo lugar, tres cuartas partes de ellos había huido, algunos al restaurante del propio hotel y otros a la vuelta, a Le Pain Quotidien.

En la Secretaría de Comercio saben lo que significa un establishment disperso e indisciplinado. En su momento, apenas reemplazaron a Guillermo Moreno, tuvieron que edificar todo desde cero porque el antecesor se había llevado hasta las agendas. Aquel despojo sorprende todavía hoy a José, cafetero del edificio, que lo sigue recordando ante empresarios. Fueron días difíciles. Había que ser más eficaz y tener mejores modos que Moreno. Luego de pedirles a las secretarias que dejaran de llamarlo a su casa, un empresario entendió que la costumbre no era exceso de confianza: las nuevas empleadas habían tenido que buscar su apellido en la guía telefónica. Un legado peronista es, siempre, sólo inmaterial.

Preguntarse por el destino del equipo de Kicillof puede servir para entender un conflicto que se está adelantando al hipotético gobierno de Scioli. "Los van a mariottizar a todos", apostó el miércoles un ejecutivo petrolero. Puertas adentro del Frente para la Victoria, la discusión es más bien sutil. En el Consejo de las Américas, por ejemplo, el ministro de Economía protestó durante su discurso por "los que dicen que hay que aprovechar la lluvia de dólares" del mundo para conseguir financiamiento, propuesta que atribuyó a "los Sturzenegger, los Broda, los Melconian". Sin embargo, quien acababa de aconsejarlo delante de periodistas no había sido ninguno de ellos, sino Mario Blejer, uno de los principales asesores de Scioli.

En un período difícil como el que viene, es probable que los reproches a cualquier medida ortodoxa se vuelvan inevitables. Si el presidente es Scioli, será una rajadura interna: La Cámpora, corriente que cobró vuelo desde la muerte de Néstor Kirchner, versus ese peronismo que se siente viudo del santacruceño y aguarda al nuevo conductor. Al aspecto conceptual podrían sumarse pequeñas revanchas individuales: es difícil que un ministro de una de las provincias más grandes del país olvide que, en su momento, Langer evitó recibirlo y le mandó a su secretaria. Otros recuerdan que a Kicillof le molestaban las reuniones entre jefes de hacienda provinciales. Ahora muchos prometen que, aunque "la medida número uno" de un nuevo gobierno debería ser cuándo y cómo devaluar, "la medida cero" consistirá en cómo despojarse de La Cámpora y los nuevos 7000 agentes que el proyecto nacional y popular ubicó desde el año pasado en la planta permanente del Estado. Visto en perspectiva, el salto del camporista José Ottavis a las huestes bonaerenses habrá resultado tan premonitorio como el nombre del espacio que conduce ahora: Juventud Peronista de la Provincia de Buenos Aires.

Resta ver si estos recelos se terminarán de arraigar en la quinta de Olivos, desde donde trascendieron cuestionamientos al gobernador hasta por el viaje a Italia en medio de las inundaciones. El dedo en la llaga: en La Plata están convencidos de que las obras no se hicieron porque los fondos no llegaron desde la Casa Rosada. No fue austeridad, evalúan, sino una decisión deliberada que se tomó hace tres años, cuando el candidato admitió en público sus pretensiones para 2015. Ese estrangulamiento obligó a Scioli al más crudo de los ajustes. Tuvo que duplicar, o más, los impuestos a los Ingresos Brutos, a los sellos, inmobiliario y automotor mientras bajaba al mismo tiempo el gasto per cápita en salud, educación y seguridad en términos relativos respecto de distritos como Córdoba, Capital Federal, Santa Fe y Neuquén. Consiguió así un inédito superávit fiscal.

¿Ese reflejo ortodoxo para sobrevivir volverá a enfrentarlo en el futuro con los pibes para la liberación? ¿Será el costo del giro hacia el peronismo que aconsejan las encuestas? En el entorno del candidato agregan el pronóstico del tiempo a las auscultaciones sobre el futuro: hay indicios de que podría volver a llover en octubre.

El clima y Cristina Kirchner son, por naturaleza, inclemencias imposibles de prever

Con o sin reglas

La Nación

Por Nestor O. Scibona

Los dirigentes empresarios de mayor peso vienen acumulando en las últimas semanas más motivos de incertidumbre en torno de la campaña electoral. Ya estaban preocupados por la ausencia de diagnósticos económicos realistas y propuestas concretas de los candidatos, así como por los márgenes de gobernabilidad del próximo presidente, sea oficialista u opositor. Pero ahora se agrega el grado de legitimidad que tendría en caso de un escrutinio demasiado ajustado.

Claramente, la elección en Tucumán disparó nuevas alarmas, tanto por la exhibición de burdas formas de fraude como de clientelismo político que descolocan a Daniel Scioli frente al electorado independiente, más allá de que se confirme el triunfo del FPV en la provincia.

Como contrapartida, quienes no comulgan con la política económica kirchnerista se ilusionan con que el inédito pero tardío acuerdo entre Mauricio Macri, Sergio Massa y Margarita Stolbizer para reclamar cambios en el sistema de votación para octubre podría ser la semilla de otros entendimientos preelectorales para no favorecer indirectamente al FPV, especialmente en el distrito bonaerense donde no hay ballottage. O bien un pacto de gobernabilidad poselectoral, a nivel legislativo, para acordar medidas que permitan reordenar e impulsar la economía en caso de un triunfo opositor.

Los más pesimistas, en cambio, temen que en ausencia de acuerdos se produzca una suerte de "fraude político". O sea, que quien gane las elecciones deba adoptar decisiones impopulares que por ahora no se mencionan para conservar votos, pero a riesgo de una prematura pérdida de respaldo y legitimidad. En otras palabras, el espejo de Dilma Roussef en Brasil.

También aumenta la incertidumbre el contexto externo más desfavorable debido al viraje cambiario de China, la recesión de Brasil, la devaluación de muchas monedas frente al dólar y la caída de la soja a la mitad del precio récord de 2008. A ello se suma el deliberado atraso cambiario, que agudiza el preocupante declive de las exportaciones, único ingreso genuino de divisas del Banco Central.

Aunque Cristina Kirchner y Axel Kicillof volvieron a utilizar las crisis externas para justificar el desborde de gasto y déficit fiscal como medidas "contracíclicas", hay consenso empresario en que los desajustes macroeconómicos autóctonos venían de antes y se potenciaron con el plan económico electoralista del Gobierno.

También en que no es sostenible el dólar oficial a $ 9,30 con una brecha del orden de 70% con el paralelo. Por más que Kicillof sostenga que el mercado ilegal "es la nada misma", en el legal el BCRA busca comprar dólares a un precio al que nadie quiere vender y restringe las ventas al precio en que todos quieren comprar. Todo esto explica la actual "corrida" cambiaria en cámara lenta, sólo frenada por un mayor racionamiento de divisas hasta las elecciones para preservar las reservas del BCRA.

Que sólo en los papeles se ubican en 33.600 millones de dólares, pero se reducen a 12.000 millones si se consideran las de libre disponibilidad (sin encajes bancarios, swaps chinos, pagos de deuda bloqueados por el juez Griesa, etcétera).

Tanto las tensiones preelectorales como las cambiarias en un escenario económico internacional más volátil tornan más complicado vislumbrar las perspectivas para 2016. Pocos apuestan a la continuidad, aun con un triunfo de Scioli. Pero no les terminan de cerrar las difusas propuestas de cambio que plantean Macri o Massa.

Por caso, las promesas de eliminar retenciones para las economías regionales en crisis ya son un mínimo paliativo frente a la magnitud del atraso cambiario y la suba de costos. A ello se suma una caída de 30% en la intención de siembra de maíz y hasta una probable reducción del área sojera para la próxima campaña. De ahí que el Foro de Convergencia Empresarial (FCE), que agrupa a más de 70 entidades empresarias, profesionales y ONG, acordó dirigir una carta abierta a los políticos para apoyar "el debate público de propuestas de políticas a cargo de los candidatos y el uso de sistemas de votación y conteo de votos superadores del actual sistema de boletas impresas".

Para septiembre, el FCE también está organizando una serie de desayunos con los cuatro principales candidatos presidenciales para plantear preguntas concretas a la espera de respuestas similares.

A la caza de señales sobre la política económica a partir del 10 de diciembre, la mayoría de los 800 ejecutivos de empresas locales y extranjeras que concurrieron al seminario del Council of the Americas para escuchar a Macri, Massa y Scioli, en ese orden, salieron con las manos casi vacías. Por separado, los tres se dirigieron más a los votantes que a potenciales inversores. Plantearon muchos objetivos con los que nadie podría estar en desacuerdo y pocos instrumentos, salvo en el caso del candidato de UNA.

Ni una palabra sobre inflación; atraso cambiario; caída de exportaciones; restricciones a la importación; déficit energético; escasez de reservas del Banco Central; conflicto con los holdouts; manejo de subsidios; déficit fiscal, reforma impositiva; descalabro de precios relativos o exceso de intervencionismo estatal. Temas que sí están en las agendas de sus asesores económicos, pero lejos del conocimiento general. No pasó inadvertido para el auditorio que Macri dijera de movida que no tenía sentido hablar de la realidad económica y los instrumentos disponibles para mejorarla, "porque ustedes ya los conocen" (sic).

Lo único que quedó medianamente claro, en el plano de las intenciones, es que mientras Macri y Massa son más proclives a establecer reglas económicas explícitas -discutibles o no- para atraer inversiones y volver a crear empleos privados, Scioli se inclina por un tratamiento caso por caso. "No voy a esperar las inversiones; voy a ir a buscarlas", afirmó tras revelar que atendió personalmente a todos los empresarios que invirtieron más de 1000 dólares en la provincia de Buenos Aires.

Pocas horas más tarde, Cristina Kirchner afirmaba en la Bolsa de Comercio que la única forma de avanzar es "profundizar las actuales políticas de crecimiento, industrialización e incluso de inversión en forma desordenada". Todo un desafío para el candidato del FPV y su dilema de ser más sciolista o kirchnerista. Justo cuando el oficialismo en el Senado aprobaba el dictamen de la ley para blindar las acciones de empresas privadas en poder del Estado para defender a los jubilados, mientras la Anses rifaba bonos dolarizados de su cartera para contener al dólar.


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