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ANÁLISIS
Cantelmi: sobre el fin del auge chino
29/08/2015

Sobre el fin del auge chino, y la resaca que dejó la fiesta

Clarín

Por Marcelo Cantelmi

Es época de resaca. Una perturbación que no en todo el espacio global se la experimenta de igual modo, pero que define la etapa. Si la economía en gran medida se mueve por expectativas, es esa percepción de “día después” la que crece ominosa alrededor del planeta. En especial, entre las naciones de producción primarizada de la periferia, como nuestro país o el enorme Brasil, que se han descubierto en un desamparo. Esta resaca constata un doble fenómeno: el final del impulso hacia el crecimiento de los últimos largos años y la observación desoladora de que se regresa en muchos casos al punto de partida. Un tercer elemento proviene del impacto social y político por el pase abrupto desde un periodo de bonanza a otro de carencias.

La razón de esta conmoción es la tremenda mutación en que se ha empeñado el gigante chino. 

El origen de esa transformación es la crisis global que hace casi ocho años cambio la brújula del sistema de acumulación del capitalismo. El Imperio del Centro comenzó, entonces, su propio giro desde una economía exportadora y de inversión a otra basada en el enorme mercado interno. Menos Corea del Sur o Alemania y más EE.UU. donde el consumo contra PBI duplica el chino. El cambio lo impone un mundo que no rinde como antes. Europa, el principal socio comercial de China, está estático y Japón, el otro asociado central, no logra superar un magro 1,6% anual con fuertes dudas sobre el futuro del gobierno nipón. Y aunque hay discusiones e incógnitas sobre hasta qué punto será afectado, sólo EE.UU. parece sobrevolar el abismo con un muy moderado pero firme crecimiento. 

En un mundo interconectado al extremo actual esta mutación, por la magnitud de sus protagonistas, modifica mucho más de lo que concierne al propio mapa de la potencia asiática. China es responsable del 15% de la producción económica planetaria, y en aquellos recientes años de auge, su empuje explicó al menos un tercio del crecimiento global. Por eso el FMI ya recortó de 3,5% a 3,3% el cálculo de crecimiento de la economía mundial. El pronóstico incluso puede ser conservador. Si el rendimiento del gigante se contrae como se espera desde el 7% actual de expansión anual a un promedio de 3%, eso le generará a Europa, por ejemplo, una pérdida de hasta dos puntos de su crecimiento a lo largo de un lustro. 

En el vértice del poder de China hay amplio acuerdo con respecto a mantener la apertura y a la necesidad pragmática de impulsar el consumo. Pero son fuertes las fricciones sobre la profundidad que debe adoptar el cambio. En ese punto el presidente Xi Jinping, implacable en su perspectiva de mercado, juega su liderazgo e incluso el Partido Comunista un prestigio basado en los rendimientos espectaculares de la economía desde la irrupción del modelo de dos sistemas de Deng Xiao Ping. Esas fricciones tienen su reflejo en la oleada de purgas que ha venido experimentando el poder chino desde que Xi asumió el control a comienzos de 2013. En julio cayeron dos figuras centrales: Zhou Benshum, jefe del partido en la muy populosa provincia de Hebei y el general retirado Guo Boxiong, quien fue arrestado y expulsado del PC. Guo, según un reporte muy sólido de The New York Times, tenía conexiones con el ex presidente Jiang Zemin y su sucesor Hu Jintao, dos líderes tan diferentes como inevitables de la expansión y del pragmatismo chino. Boxiong es la figura militar de mayor rango del ciclo de purgas. Un mes antes, la detención de Zhou Yongkang, ex secretario general nacional del partido, agregó a la lista de censurados la personalidad de mayor importancia de la estructura comunista desde los tiempos de los enfrentamientos tras la muerte de Mao Tse Tung en 1976.

Todos los encarcelados lo fueron por supuestos cargos de corrupción, pero la purga tiene un extremo basamento político. Cuando Xi llegó al poder se produjo la tormentosa expulsión también a la cárcel de Bo Xilai, un hombre del círculo íntimo de Yongkang y un crítico del rito que había adquirido la apertura. Se objetaba el proceso de liberalización y privatización de las poderosas empresas estatales y del sistema bancario y financiero previsto en el denominado China 2030 Report de 2012, en el cual tuvo amplia participación el Banco Mundial y los actuales dirigentes chinos, particularmente el premier Li Keqiang. Ahí se sugería debilitar el puño del Estado en las empresas como, asimismo, dejar que el mercado sea el que fije las tasas de interés. Quienes reprochan esas medidas, contraponen el llamado modelo Chongquin de Bo Xilai dirigido a convertir esas firmas en valores nacionales intocables. Para Xi y su primer ministro Li Keqiang eso era y es inaceptable. 

Xi Jinping es hijo de un destacado dirigente, Xi Zhongxun, aliado carnal de Deng, reprimido como su mentor en épocas de Mao y que como gobernador de Guandong impulsó la creación de la primera Zona Económica Especial de libre mercado en Shenzhen en 1980. El actual presidente es, en todo caso, fiel a esa tradición y especialmente ahora que lo impulsan las circunstancias. Según aquella investigación periodística, con fuentes en el propio partido, sus poderosos críticos internos demandan al jefe de Estado que se enfoque en estimular la economía para prevenir tensiones sociales que ya parecen inevitables. Y que cese con las purgas. Es decir, el cuestionamiento va en toda la línea. 

La respuesta llegó en un reciente editorial del Diario del Pueblo, bajo control del PC, que acusó a los viejos barones de la estructura de obstaculizar al gobierno y socavar la unidad del partido. La preocupación de los disidentes no es sólo una aprensión ideológica. Se debe recordar que la rebelión en pleno proceso de “reforma y apertura” en 1989 de la plaza de Tinanmen, que acabó en masacre, fue menos una protesta libertaria que la demanda conservadora alimentada en los efectos que el giro hacia los mercados y contra la ortodoxia del partido, producía en los ingresos individuales. Ese proceso ahora no hará más que acentuarse. La resaca llegó también a China.


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