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ANÁLISIS
Olivera: la despedida. Scibona: el baile de Macri. Morales Solá: política y decisiones
28/11/2015

La despedida cuesta más de lo previsto

La Nación

Francisco Olivera

Mauricio Macri empezó a inquietarse ya en la antesala, mientras aguardaba que Cristina Kirchner lo recibiera. ¿Cómo lo hacía esperar siendo ella la dueña de casa? Fueron cinco minutos que en la mente de un ingeniero se parecen a la eternidad. El líder de Cambiemos es extremadamente puntual; la Presidenta, todo lo contrario. Esas dos cosmovisiones chocaron el martes pasado en la quinta de Olivos. La jefa del Estado no quiso fotos. No habrá casi ninguna acreditando el traspaso del poder de un funcionario nacional a otro.

A Macri le llamó la atención que ella dedicara parte de ese breve encuentro a contarle el modo en que pretende ser despedida: con los militantes en la calle.

Esa convocatoria es desde entonces el gran tema de conversación del futuro gobierno. Hebe de Bonafini terminó ayer de encender la inquietud generalizada, cuando anunció para el día de la asunción del nuevo presidente una "marcha de la resistencia" en la Plaza de Mayo. "Tenemos un enemigo peligroso", definió. Por lo general, en una ceremonia de traspaso presidencial, la participación del jefe de Estado saliente se limita a entregarle la banda al entrante. Pero todo parece distinto esta vez. Por lo pronto, la manifestación callejera promete estar dividida.

Al macrismo le bastó esta semana para entender rápidamente el descomunal esfuerzo que supone para Cristina Kirchner abandonar la Casa Rosada. Lo advierten tanto los dirigentes a quienes no se les han abierto las puertas de sus futuros ministerios como aquellos que tuvieron mejor suerte, pero que ven a los funcionarios salientes sobreactuar lealtad. "Si me hubiera dicho que no Cristina, habría declinado", dijo ayer a Lino Barañao a radio La Red, consultado sobre su continuidad en la próxima administración. Aníbal Fernández volvió a superar en fervor a todos: aclaró que su reunión con Marcos Peña se hacía "por expresas instrucciones de Cristina". En las carteras menos expuestas, la transición ordenada forma parte de negociaciones por el personal kirchnerista que intenta quedarse. Y en áreas como las de seguridad prima además la responsabilidad: el temor por lo que pueda ocurrir en la calle el día del acto es compartido.

El kirchnerismo sufre en estos días no sólo una implosión por la derrota electoral, sino también un trastocamiento institucional inherente a la retirada. Es curioso: mientras desde el poder se definió siempre a sí mismo casi como minoría en combate frente al "poder real" de las corporaciones, pretende mostrarse en el llano como representante del pueblo al que, tal vez por errores en la comunicación de campaña, gobernarán ahora gerentes de empresas.

Esa transmutación tiene algunas incongruencias. La más obvia es que los militantes del proyecto debieron habituarse rápidamente a su nueva condición de pronosticadores de cataclismos económicos. Hasta ahora, los agoreros habían estado del lado del establishment. La despedida trae además una paradoja: tantas proyecciones sobre un futuro negro han ayudado en las últimas semanas a las corporaciones a prepararse para lo que viene. Como descuentan una devaluación, los hombres de negocios tomaron resguardos: se endeudan en pesos, stockean repuestos importados, compran dólares y adelantan viajes para sus familias. ¿Por qué un productor vendería ahora su soja acopiada si cree que, como pronosticó Axel Kicillof, podría liquidarla a un tipo de cambio oficial de 15 pesos en pocos días?

La estrategia electoral y la economía no siempre se llevan bien. Lo que Durán Barba y Peña le prohibieron decir a Prat-Gay durante la campaña terminó siendo el corazón de la propuesta de Daniel Scioli. No le hizo ninguna gracia al futuro ministro de Economía, ofuscado hasta el punto de no poder dormir bien durante esos días de silencio. Hace tiempo que la Argentina está peleada con la verdad.

Prat-Gay irá entonces en busca de esos dólares postergados. Necesita 20.000 millones para abrir el cepo, la misma cantidad que anunció Scioli en el debate con Macri en la UBA: como ocurre con la crisis energética, que unió en el diagnóstico a analistas de izquierda y derecha, el desastre cambiario obliga a estrategias parecidas.

Esos 20.000 millones que Macri pretende obtener en el mercado y mediante préstamos de gobiernos de otros países condicionarán el plazo para desactivar una restricción difícil de entender: la Argentina llegó al cepo después de que, durante diez años, llovieran aquí más dólares que los recibidos en el lapso de las seis décadas previas. "El mundo financiero está desesperado por prestarle plata a la Argentina", dijeron en un banco. La bienvenida coincide con los elogios de la comunidad internacional. "Macri es capaz y tiene muy buenos equipos", definió el lunes por la noche Noah Mamet, embajador norteamericano, en una comida con ejecutivos de comunicación corporativa en el hotel Sheraton de Retiro.

De ahí la gravitación que tendrá como canciller Susana Malcorra, una mujer respetada en el mundo de los negocios. Los trazos de la geopolítica del nuevo gobierno ya desencadenan discusiones en la Unión Industrial Argentina (UIA). Mientras proyectaba con sus pares las futuras posiciones arancelarias entre la Unión Europea y el Mercosur, Carlos Garrera, metalúrgico de la provincia de Santa Fe, alertó sobre la posibilidad de que esas negociaciones no terminen en "una apertura indiscriminada" de la economía. Al planteo se sumó Alberto Sellaro, de la Cámara del Calzado. "Yo creo que todos coincidimos -interrumpió Sergio Acevedo, de Aceitera General Deheza-. ¿A quién beneficiaría una apertura total?" Algunas de estas dudas empezarán a despejarse cuatro días después de la asunción, cuando Macri vaya a la Conferencia de la UIA.

Del resultado económico del próximo oficialismo dependerá la estrategia política de sus opositores. Esta semana, con la aprobación de casi 100 leyes, pareció una maqueta de la nueva configuración. El kirchnerismo conserva un último reflejo de su fundador: intentar recuperarse de las derrotas electorales mediante victorias legislativas que obtiene endulzando el paladar de la izquierda. Pasó en 2009, después de perder en la provincia de Buenos Aires, con la estatización de los fondos de pensión, el matrimonio homosexual y la asignación por hijo. La diferencia es que esta vez deberá levantar esas banderas desde la oposición. Una vereda complicada para la jefa y sus militantes: carece de atriles exclusivos, no rebosa de fondos públicos y propende fácilmente a exabruptos que, en su momento, Carta Abierta llamó destituyentes.

El baile de Mauricio

La Nación

Néstor O. Scibona

El primer paso hacia el cambio de estilo de gobierno que impondrá Mauricio Macri cuando asuma el 10 de diciembre fue el esperado retorno de las conferencias de prensa y los reportajes, un saludable hábito condenado al olvido durante la era K. El segundo, la conformación de un gabinete amplio -quizás demasiado- con figuras tan heterogéneas como idóneas en la mayoría de las áreas, comenzando por la económica. Un tercero será el sinceramiento de los problemas que heredará del gobierno de Cristina Kirchner, a falta de una transición medianamente razonable. Con esta coreografía, luego llegará el baile en serio sin mayorías propias en el Congreso.

El desafío inmediato que tendrá por delante Macri consistirá en combinar las dosis adecuadas de cambios drásticos y graduales, para restablecer la confianza y lograr que las expectativas económicas jueguen a favor en el arranque de su gestión. No sólo de la mayoría que lo eligió, sino de la amplia minoría que no lo votó tras la campaña negativa del kirchnerismo en busca de demonizarlo. También deberá aportar lineamientos para vislumbrar cómo poner en marcha una economía desequilibrada y estancada. De eso dependerá la duración de la "luna de miel" que acompaña a todo nuevo gobierno y que se perfila corta debido a la cantidad de problemas.

Curiosamente, el economista Miguel Bein -asesor de Daniel Scioli durante la campaña electoral- es el que mejor define en pocas palabras lo que será el punto de partida económico del nuevo gobierno. "Faltan dólares y sobran subsidios. Lo demás es chamuyo", tituló el último informe mensual del estudio que dirige. Más allá de esa síntesis, las medidas para encarar esos dos grandes frentes de tormenta probablemente tendrán velocidades diferentes. Más shock en un caso y gradualismo en el otro, con ingredientes adicionales para redistribuir costos políticos y económicos.

A priori, aparecen dos pasos clave. Uno es el paquete de leyes que será enviado al Congreso para dar señales del nuevo rumbo y reducir daños. Allí se incluirán reformas con alta aceptación social, como los cambios en Ganancias, Bienes Personales y monotributo; la eliminación de retenciones; la profesionalización del Indec y una nueva carta orgánica del Banco Central. Otro, la consistencia y credibilidad del plan económico que elabora Alfonso Prat-Gay para sustentar el prometido fin del cepo cambiario y de los tipos de cambio múltiples. Nadie espera improvisaciones y experimentos como los de Axel Kicillof, a costa de agotar las reservas líquidas al BCRA, catapultar el déficit fiscal, la emisión y el endeudamiento interno para financiarlo.

El shock que significará la nueva política cambiaria y la eliminación de retenciones (salvo la baja gradual para la soja), es una apuesta a que reaparezca la oferta de dólares retenidos por productores y ahorristas fuera del circuito económico. Claro que a un tipo de cambio oficial más alto que el actual. También un incentivo para atraer capitales e inversiones que dejaron de entrar cuando el cepo cerró la puerta de salida.

Otro será el desmantelamiento del esquema intervencionista plagado de cupos, regulaciones y permisos previos que frena exportaciones y afecta la producción. No por casualidad el voto por Macri fue ampliamente mayoritario en las provincias centrales y el interior bonaerense; o sea, las regiones más productivas. Allí esa política de shock será sin dudas bienvenida.

Sin embargo, esa apuesta encierra riesgos. Para vislumbrar la forma en que se levantará el cepo cambiario, habrá que habituarse a diferenciar flujos y stocks como lo hacen muchos economistas. Los controles no se aplicarían a las nuevas transacciones comerciales y financieras (flujos). Esto permitirá movilizar dólares desde el subsuelo de los bancos hasta la superficie y a los productores agrícolas liquidar granos retenidos. Incluso a los turistas extranjeros, volver a pagar con tarjeta o cambiar sus monedas en el mercado oficial. Pero tendrían un tratamiento diferente los pasivos en dólares acumulados por el BCRA (stocks) por importaciones impagas y giros retenidos de utilidades, que suman unos US$ 20.000 millones.

Lo más probable, con una refinanciación de esas deudas a más largo plazo. De lo contrario, el tipo de cambio podría catapultarse debido a la evidente escasez de reservas líquidas del BCRA. El economista Dante Sica describe el cuadro con una metáfora folklórica: "Las deudas son de nosotros, las reservas son ajenas".

Otro riesgo de la falta de reservas es la imposibilidad de contar con un stock de intervención inicial para moderar oscilaciones bruscas en el mercado cambiario. Aquí no se descarta un apoyo financiero externo bajo diferentes formas (préstamo puente, garantías), que ya se estaría explorando. Incluso para lograr que el juez Griesa reponga el stay que permitiría regularizar los pagos bloqueados a los bonistas y bajar costos de fondeo.

Otro problema no menor es el traslado a precios de la devaluación, especialmente en alimentos, además de las remarcaciones en bienes y servicios observadas en las últimas semanas. Por eso se esperan altas tasas de interés en pesos. El futuro ministro de Producción, Francisco Cabrera, ya anunció que seguirán por un semestre los Precios Cuidados y Ahora 12 para atenuar el impacto de los cambios sobre el consumo.

El otro frente no es menos complejo. Hace tiempo que el equipo de Macri identificó los subsidios a la energía y el transporte (nada menos que 5% del PBI) como la parte de déficit fiscal más rápida de reducir. Aquí el esquema sería gradual, aunque la quita o reducción de subsidios no significa que las empresas que prestan esos servicios recuperen ingresos si además no se ajustan las tarifas. Por caso, las de electricidad están virtualmente congeladas desde hace 12 años en el área metropolitana de Buenos Aires.

El abanico de opciones va desde servicios gratis para los consumos más bajos (y tarifas altas para excedentes) hasta destinar los subsidios hacia la demanda en lugar de la oferta. Para los consumos medios y altos esto significaría que lo que se pague menos de impuestos irá a mayores tarifas, para financiar inversiones en infraestructura de electricidad y gas muy postergadas.

Aún es imposible saber si se trata de un mecanismo de suma cero. Pero sí que el costo será relativamente inmediato y el beneficio a largo plazo. Esto implica un desafío para la comunicación. Después de tantos años de congelamiento tarifario, una suba porcentual de tres dígitos (300/400%) puede equivaler al costo de una pizza de mozzarella.

Macri, su política y sus decisiones

La nación

Joaquín Morales Solá

En algunos momentos se parece al Mauricio Macri de siempre. En otros, es perceptible que algo ha cambiado en él. Es cordial y afectuoso, como lo fue siempre en el trato cara a cara, despojado de cualquier boato y hasta de asistentes.

Es él quien se ocupa de traer dos vasos de agua. Pertenece a esa clase de políticos que dicen y escuchan con la misma atención. Sin embargo, cuando habla por teléfono con sus colaboradores parece el presidente en funciones. Las instrucciones son precisas. Elogia cuando hay que elogiar. Corrige el rumbo cuando hay que hacerlo. ¿Le preocupa el país que recibirá? Sí, claro. Pero se le nota más la seguridad que la preocupación.

Se terminó el tiempo de las batallas ideológicas y de las visiones paranoicas de la historia y de la política. Hay que ir al núcleo de los problemas y resolverlos, dice. El péndulo social se ha movido drásticamente. Una época de gestores concretos de los conflictos está sucediendo a un largo período político extremadamente ideologizado. El gabinete de Macri es producto de esa concepción. Eligió a los que cree que son los mejores para administrar cada espacio de la administración. Les dejará a sus ministros las manos libres para que designen a sus colaboradores. "No voy a ponerles comisarios ni amigos. Que trabajen tranquilos, pero que trabajen", explica.

Valora el respeto que hay por Alfonso Prat-Gay en los centros financieros internacionales. Macri quiere levantar el cepo cambiario al día siguiente de asumir. Ya no hay margen para maniobras, repite. "El Estado no tiene un dólar. No se trata ahora de darles dólares a algunos y no darles a otros. Ya no se le puede dar a nadie. Hasta las aerolíneas extranjeras están dejando de vender pasajes en el país. ¿Cepo a qué, si no hay nada?", se enoja. Está gestionando algunos créditos puente para tener un poco de reservas en condiciones de intervenir en el mercado y administrar la cotización del dólar. Dice que hay dentro del país, debajo del metafórico colchón, unos 90.000 millones de dólares. Espera que muchos argentinos se decidan a cambiarlos y que, además, confíen en su buena administración. "Con cepo no hay solución; sólo la escasez y la nada. Salgamos entonces del cepo", resume.

Una sola ausencia le produce un dolor evidente: la de Ernesto Sanz. El líder radical fue (junto con Elisa Carrió) un pilar fundamental en la construcción de Cambiemos. Sanz se había preparado además para conducir el Ministerio de Justicia, un tema que el senador conoce por su paso por el Consejo de la Magistratura. Macri sabe que la colonización kirchnerista de parte de la Justicia será su problema. Sanz era la solución, hasta que un problema personal lo apartó abruptamente del gobierno de Macri.

La designación que más lo entusiasma a Macri es la de la canciller designada Susana Malcorra. La había visto una sola vez, hace casi 20 años, hasta que se reunió con ella el día antes del ballottage. Malcorra ya sabía que la quería como canciller. "¿Por qué yo?", le preguntó Malcorra a quemarropa no bien le dio la mano. "Porque sos la mejor", le respondió Macri. Ésa es la manera de decidir del próximo presidente. ¿Cuál es el principal problema internacional de la Argentina? Su actual aislamiento, su insignificancia en el mundo. Recurrió entonces a la argentina con más conexiones en el mundo, a la poderosa jefa de gabinete de Ban Ki-moon, aunque él casi no la conocía.

Barack Obama fue uno de los líderes extranjeros con los que tuvo el diálogo más simpático y amable. Obama terminó anticipándole que buscará en su agenda algunos días de los primeros meses del próximo año (¿enero, tal vez?) para visitar la Argentina. Los otros fueron los españoles Mariano Rajoy y Felipe González. "Has hecho un milagro en el que yo no creía", le dijo el socialista. Los dos lo invitaron a viajar a España antes de asumir. Macri les explicó su imposibilidad: la transición argentina es corta y complicada. Con el uruguayo Tabaré Vázquez tuvo un diálogo muy cálido, y la conversación con el británico David Cameron fue de cercanías más que distancias. Sólo Dilma Rousseff se mantuvo correcta, aunque distante. El gobernante PT brasileño jugó abiertamente a favor de la continuidad del cristinismo argentino.

Macri se reunió con el embajador de China y le dijo formalmente que su gobierno estudiará todos los convenios firmados por Cristina. "Buenas relaciones, pero transparentes", le anticipó. "No quiere una relación con China basada en el secretismo ni en préstamos de dinero para dibujar las reservas del Banco Central", explica. Le anticipó a Malcorra que su posición sobre Venezuela y el acuerdo con Irán es inmodificable. Planteará el debate sobre los derechos humanos en Venezuela, aunque lo pierda en el Mercosur. "América latina no puede seguir callando sobre los presos políticos en Venezuela. El debate vale la pena", resume.

Macri está dispuesto a buscar créditos en el mercado financiero internacional. "La cantidad que sea. No importa. El crédito está barato. Hay que llenar el país de obras de infraestructura", dice. Cree más en los emprendedores nacionales y en los inversores extranjeros que en los grandes empresarios argentinos. Empresarios extranjeros ya le anticiparon inversiones por unos 2000 millones de dólares. Con los empresarios argentinos tiene relación desde su infancia. No le gusta que conozcan más los pasillos del poder que las posibilidades de desarrollar sus empresas. "No hay peor astilla que la del propio palo", ironiza. Advierte, con todo, que hay una nueva generación de empresarios (los sub-60, los llama) que están más dispuestos a competir que a cortejar.

A Oscar Aguad, el futuro ministro de Telecomunicaciones, lo desafió con una sola frase: "Este país tiene que tener Internet con buena calidad y la telefonía celular debe funcionar", le dijo. Lo que parece fácil será arduo. Aguad deberá chocar con intereses de poderosas empresas. La instrucción de su presidente es que elabore reglas de competencia razonables para que todos los actores puedan participar. "Un marco de competencia con reglas claras y permanentes. No puede ofrecer más ni menos", dice Macri.

¿Por qué Patricia Bullrich en Seguridad? "Porque trabaja 20 horas por día", contesta. Sabe que la seguridad es el principal problema de los argentinos. Sabe, además, que la izquierda trotskista y las organizaciones kirchneristas lo consideran un enemigo. El espacio público podría ser, en los primeros tiempos al menos, un festival de protestas. Para peor, las fiestas de fin de año, siempre conflictivas en el país, llegarán 15 días después de su asunción. Actuará para restablecer cierta noción del orden público.

Vetará todas las decisiones irrazonables que el Congreso tomó en la última hora del cristinismo. Ya lo decidió. ¿Y cómo seguirá la relación con el peronismo parlamentario? Con los gobernadores. El sistema que deja Cristina los convierte a éstos en meros delegados del gobierno federal. Ninguno puede pagar los sueldos si no le llega el cheque del gobierno nacional. Por un tiempo seguirá aplicando la ley de premio y castigo de su antecesora. Así bajó el jueves a cuatro diputados peronistas del Norte. Lo llamó a su gobernador y le hizo una advertencia dura y explícita: "Si no sacás los diputados del recinto no te mandaré el cheque de diciembre." Podrá equivocarse de otro modo, pero definitivamente Macri no será De la Rúa.


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