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Dilema: Cómo elegir el lugar para una central nuclear en Argentina
21/06/2017

Elegir la locación de una central nuclear, un dilema

ENERNEWS/MINING PRESS/El Cronista

Luego del anuncio sobre la nueva ubicación del quinto emplazamiento de este tipo de energía en la Argentina, la pregunta parece inevitable: ¿qué variables convierten a un territorio en apto para alojar una instalación de esta naturaleza?

Definir un lugar para construir una central nuclear no es tarea sencilla. Lleva tiempo y se deben contemplar muchas variables, además de ceñirse a la batería de normas y requerimientos que tiene la industria. El ingeniero civil y ex consultor de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), Antonio Godoy, menciona que el principio básico en el sector en general, y para la selección de un emplazamiento en particular, siempre fue y será el factor seguridad.

En este sentido, existe un marco legal regulatorio con sus jerarquías. Una de las normas más importantes para la industria es la Convención Internacional sobre Seguridad Nuclear, a la que la Argentina suscribió en 1994. A esta le siguen las recomendaciones y los acuerdos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que establece requerimientos que no son obligatorios, pero la inserción del país en la comunidad internacional hace que deba respetarlos. Por último, se encuentran las regulaciones nacionales, operadas por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), la cual instituye sus propios requerimientos específicos, y asesora y supervisa a toda la actividad del sector.

Así como el aspecto legal, revisado y actualizado en forma periódica, los estudios de selección fueron cambiando con el tiempo en función de lo que Godoy llama "madurez del proceso" (esto es, la experiencia y el desarrollo científico). A lo largo de la historia, se pueden enumerar tres generaciones de criterios que comenzaron por la evaluación de eventos externos registrados en una región (terremotos, tornados, huracanes, etc.) y evolucionaron hacia la simulación de eventos posibles, como también a tomar en consideración el cuidado del medioambiente.

Un boletín publicado por Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 2007 describe los cambios de orientación de los estudios a nivel nacional, señalando que, entre las décadas del ’60 y el ’70, al inicio de la actividad nuclear en la Argentina, el alcance de los estudios apuntaban a observar principalmente las características del sitio que influían directamente sobre el diseño de la central, como, por ejemplo, sismos e inundaciones. 

A fines de los ’70 y principios de los ’80, la AIEA desarrolló un programa de normas haciendo especial énfasis en la seguridad, y estableciénda como prioritaria ante cualquier condicionamiento geopolítico y económico. Por su parte, el medioambiente y la distribución de la población, para pensar planes de emergencia, se sumaron como requerimientos obligatorios.

Años más tarde, durante la década del ’90, se complejizaron las barreras de seguridad, de modo que una falla por sí sola no pudiese desencadenar efectos perjudiciales. Paralelamente, las evaluaciones comenzaron a tener cuenta los posibles comportamientos en toda la vida útil de la central nuclear, con datos que se remontan hasta la prehistoria.

Además de las eventualidades de la naturaleza, se cuentan como variables para la selección los eventos producidos por el hombre. "La caída accidental de un avión, la explosión generada por una nube de gas que se pueda desprender de un gasoducto o de un buque cisterna con gas natural, u otra acción que provenga de actividades industriales pueden afectar y deben contemplarse", precisa Godoy.

De este modo, el experto comenta que una central nuclear no puede estar cerca de una población de más de 100.000 habitantes y debe estar a por lo menos 7,5 kilómetros de distancia de un aeropuerto, entre otros requisitos. Ahora bien, aclara, "las centrales nucleares modernas, como la quinta que se construirá en la Argentina, están diseñadas contra impacto de avión y ataques terroristas o malevolentes".

Respecto a la relación de la central con el ambiente, se analiza el impacto radiológico que se pueda producir en la atmósfera o hidrósfera. Es decir, las napas freáticas y el curso de agua del cual se tomará agua de refrigeración, que puede tratarse de un mar, río o lago.

De todos modos, según el informe de CNEA, el análisis no se agota con los factores relacionados a la seguridad. Aquí es donde influyen variables económicas que impactan sobre los costos de operación de la central a erigir. Algunas de esas características son la distancia a la red de distribución eléctrica, la cercanía a vías de transporte y cuestiones vinculadas al sistema de refrigeración elegido. La legislación vigente local y los recursos humanos disponibles en la zona también se incluyen entre los elementos a ponderar.

La ARN, por su parte, tiene la obligación de solicitar un estudio de impacto ambiental. Dicho análisis también tiene en cuenta la instancia de participación pública y debe considerar las intervenciones de la comunidad. En este eslabón del proceso, entra una variable no menor: el juicio que hace la sociedad.


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