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ENTREVISTA
Kreiner: El valor de la tecnología de uranio natural
05/04/2019

La situación nuclear de Argentina impulsa una fuga de cerebros

MINING PRESS/ENERNEWS/TSS

El físico Andrés Kreiner, secretario general de la Asociación de Profesionales de la Comisión de Energía Atómica, considera que la decisión del Gobierno de pasar a una tecnología de uranio enriquecido implicará perder capacidades humanas y materiales que la Argentina construyó a lo largo de unos 60 años. Según el especialista, la situación en el sector nuclear impulsa una fuga de cerebros al igual que en el resto del sistema científico-tecnológico.

Las palabras del presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Osvaldo Calzetta, durante la entrevista que le brindó a TSS, generaron revuelo en la comunidad del sector nuclear argentino. Una de las voces críticas sobre la decisión de abandonar la tecnología de uranio natural y agua pesada que tomó el Gobierno al descartar la construcción de una cuarta central nuclear con tecnología CANDU es la del doctor en Física Andrés Kreiner, secretario general de la Asociación de Profesionales de la Comisión de Energía Atómica y las Actividades Nucleares (APCEAN). Kreiner, que es investigador superior del CONICET y docente de la UNSAM, trabaja en el desarrollo de aceleradores de partículas para tratamientos de tumores.

¿Es lógico que la Argentina pase a una tecnología de uranio enriquecido como sostuvo el titular de la CNEA?

Diría que no es lógico que la Argentina abandone la tecnología de agua pesada y uranio natural, que ya domina. Es un estrago incomprensible. La Argentina, a lo largo de unos 60 años, fue construyendo una infraestructura humana y material. Hoy en día estamos en posición de fabricar todos los ingredientes estratégicos, empezando por el agua pesada que se produce en la PIAP, que es una inversión que se hizo en los años 80 y se terminó en 1994. Es la planta más grande del mundo en producción de agua pesada, es una joya tecnológica de la Argentina y es la llave para poder tener el completo dominio de la tecnología de agua pesada y uranio natural.

Uno de los argumentos del Gobierno es que no hay mercado en el mundo para el agua pesada.

Eso no es necesariamente así, porque hay varios países con este tipo de centrales nucleares. En el pasado, la Argentina exportó agua pesada a Canadá y a India, que tiene un programa muy amplio de instalación de, por lo menos, diez nuevas centrales de agua pesada tipo CANDU, y si bien tienen algunas plantas de producción también es cierto que han tenido problemas. Hace poco hubo una misión de alto nivel a India, encabezada por el presidente Macri, y no se dijo nada de que se hubiera hablado sobre la posibilidad de vender o de poner a disposición la producción de agua pesada para las centrales indias. Se tomó la decisión de cancelar la construcción de la cuarta central, que ya estaba arreglada con China en combinación con la quinta, y que era un arreglo muy conveniente para Argentina. En el año 2017, la posición de este Gobierno era la misma que la del anterior: hacer una primera central CANDU y, después, diferida en el tiempo, una Hua Long, de uranio enriquecido.

¿Por cuánto tiempo sería lógico seguir con esta tecnología de agua pesada y uranio natural?

Por mucho tiempo. La tecnología de agua pesada y uranio natural es complementaria de la de uranio enriquecido. Por ejemplo, se puede tener una central de uranio enriquecido y los combustibles quemados que salen de esa central se pueden seguir quemando con una de estas centrales, porque el grado de enriquecimiento con el que salen los combustibles quemados ahí es mucho más alto que el del uranio natural, con lo cual se puede seguir ordeñando la vaca. La Argentina tiene toda la infraestructura humana, pública y privada, para seguir con esta línea. Creo que es fruto, por un lado, de una ignorancia, ya que la Subsecretaría de Energía Nuclear está dirigida por alguien que no conoce el área en profundidad (por Julián Gadano). A Gadano se le ha puesto en la cabeza que hay que cancelar esto. Después de haber sostenido durante dos años que había que hacerla, ahora dice que es una tecnología obsoleta, cuando en el mundo hay alrededor de un 11% de todas las centrales nucleares que trabajan con agua pesada, con Canadá a la cabeza, y con China, India y Rumania. Hay un mercado y depende de los esfuerzos que uno haga para vender ese producto y convencer a la gente. Es notable que después de haber sostenido por dos años una idea, inmediatamente después de firmar el acuerdo con el FMI le bajaron el pulgar. Hay cosas que uno no puede probar pero me parece que hay elementos espúreos en esto.

 

Calzetta dijo que la cuarta central no sería un desarrollo tecnológico sino industrial.

Ese es otro argumento que se repite mucho. Lo que quiere decir es que, hoy por hoy, así como está pensada la cuarta central, era una continuación de todo lo que tenemos, que de ninguna manera es tecnología obsoleta porque estamos hablando de componentes altamente especializados que diferentes grupos han desarrollado. Las empresas, tanto grandes como muchas pymes, invirtieron para prepararse para esa línea y ahora viene alguien y, de repente, dice que hay que reconvertirse. La falta de innovación tecnológica tampoco es cierta, porque la línea de uranio natural tiene grandes posibilidades de innovación tecnológica. Hay conceptos más avanzados de reactores CANDU, tanto en Canadá como en India.

El uso del torio también ofrece un gran potencial, porque es un elemento bastante más abundante en la corteza terrestre que el uranio y en el futuro podría generar una línea tecnológica en la cual prácticamente se podría contar con combustible ilimitado. Lo que es aceptable es que la Argentina incursione, como lo viene haciendo desde hace bastante tiempo, en desarrollar tecnología de enriquecimiento de uranio, pero esta tecnología estamos muy lejos de tenerla, especialmente a nivel industrial. Nosotros vamos a ir por la línea del uranio enriquecido sin tener el combustible y eso nos va a poner en una situación de dependencia.

Aunque se diga que con la planta piloto de enriquecimiento no nos van a retacear el uranio porque después lo podemos hacer nosotros, el tema es el tiempo y el precio al que podríamos llegar a hacer el uranio enriquecido. Las inversiones para hacer una planta de enriquecimiento son de más de 1000 millones de dólares. Eso la Argentina no lo va a tener por mucho tiempo y si decís que tenés tu plantita piloto no va a hacer ninguna diferencia. En el caso del uranio natural es distinto, porque hay muchos proveedores y nosotros también tenemos.

¿Hubo alguna consulta a la APCEAN?

No. Es algo muy importante porque yo estoy representando a la APCNEAN. En los años 70, la APCNEAN tuvo un rol determinante en la elección de la tecnología de Embalse. Y los argumentos que se barajaban en ese momento siguen siendo válidos hoy porque ahora la Argentina ya hizo todas las inversiones y tiene la capacidad autónoma para seguir adelante con esa línea.

¿Qué destino cree que puede llegar a tener la PIAP?

No se han hecho ni se están haciendo los esfuerzos suficientes como para mantenerla en pie. Si me dijeran que en todo el mundo se desactivó esta línea, sería lógico. Pero lo que se ha visto es que a estas centrales, con una relativa baja inversión, se les puede hacer una extensión de vida. A Embalse se le dieron 30 años más y hoy en día se habla de que puede haber centrales que duren hasta 90 años. En el mundo va a haber centrales que van a extender su vida y la Argentina podría aprovechar eso comercialmente. India tendrá una actividad muy importante de construcción de centrales de agua pesada, habrá un mercado más que importante. Además, en algún momento se nos va a acabar el agua pesada y vamos a tener que salir a comprar al precio del mercado internacional. Vamos a terminar importando elementos de alto valor agregado, es una involución con respecto a la capacidad industrial que tenemos hoy. Tengo entendido que la PIAP no tiene ni siquiera un stock como para proveer el agua pesada del reactor de investigación Palas que ganó INVAP en Holanda porque la producción la pararon en 2017 y lo que hay se va consumiendo y ya no queda más nada para vender. Estamos pegándonos un tiro en el pie.

 

Se viene hablando de reconvertir a la PIAP en una planta de producción de fertilizantes. ¿Eso es viable?

La idea de que la PIAP pueda, además de producir agua pesada, producir fertilizantes, viene desde hace mucho tiempo y podría ser razonable. Lo que pasa es que eso requiere inversiones muy importantes, como mínimo 600 millones de dólares. Tranquilamente uno podría reconvertir una línea para fertilizantes y dejar la otra para agua pesada. El Gobierno dice que está buscando inversiones pero todavía no se ve nada concreto. Hoy, de 450 empleados que había en la PIAP, quedan 300 porque mucha gente aceptó los retiros voluntarios y otros que ven la cosa muy difícil se empezaron a ir. Esto es algo que está pasando en todo el sector nuclear: la gente joven se está yendo porque las posibilidades de progreso laboral están muy difíciles y los salarios en la CNEA están muy bajos. Hay una fuga de cerebros al igual que sucede en el resto del sector científico-tecnológico. Proyectos como el CAREM y el RA-10 también están perdiendo gente. Si bien es claro que la CNEA está supeditada a la Subsecretaría de Energía Nuclear, las máximas autoridades son corresponsables de la situación y, si están convencidas de que sería preferible seguir con la línea de uranio natural, se tendrían que plantar y salir a decir lo que piensan.

El Gobierno anunció la fusión de dos empresas en las que tiene participación la CNEA, Combustibles Nucleares Argentinos Sociedad Anónima (CONUAR) y Fabricación de Aleaciones Especiales Sociedad Anónima (FAE). ¿Es algo beneficioso?

El problema es que no hay suficiente información. Estas cosas se hacen a escondidas. De un día para otro uno se entera, aparece un decreto y no hay una justificación ni discusión pública sobre el tema. Lo mismo sobre todas estas idas y vueltas con las centrales, en las que uno se entera a través de trascendidos periodísticos, no hay comunicados claros del Gobierno explicando por qué se hacen o se dejan de hacer las cosas. Sabemos que hubo unos 250 despidos en NA-SA, de la gente de la unidad de gestión, que eran los que se ocuparon de poner en marcha Atucha II y de personal que estaba participando en la extensión de vida de Embalse. Si esa línea se desafecta hay muchos que están pensando que los van a echar. Además, es gente con mucha posibilidad de trabajo en el exterior, que con las extensiones de vida de las centrales que va a haber en el mundo va a ser muy requerida y la Argentina sufrirá su salida.

El presupuesto de este año es un poco confuso porque ahora el CAREM viene por partidas separadas y el año pasado hubo resfuerzos.

Eso también es parte de esta falta de transparencia. Si uno mira lo que fue el año 2018, incluidos los refuerzos, comparado con el año 2019, hay un aumento del 6%. Ahí estaría el presupuesto de la CNEA y lo que se destina al CAREM. En el caso del CAREM, por lo que sabemos, no está claro el presupuesto que tiene. Todavía se está negociando el de este año. Están sobreviviendo con dinero que sobró del año pasado porque es un fideicomiso que no está sujeto a las reglas del presupuesto. Si la CNEA no ejecuta el presupuesto en el año calendario, lo pierde. Ahora hubo una mejora, pero pequeña. Lo que se está viendo es que la Argentina está completamente condicionada por el FMI, le están pidiendo cada vez más ajuste.

 

¿Su proyecto de aceleradores sigue con financiamiento?

Hoy por hoy yo todavía no sé exactamente qué presupuesto tengo, no me lo informaron oficialmente. En este momento estamos desarrollando un acelerador para usos médicos para terapia de captura neutrónica en boro. Estamos construyendo un edificio, es un contrato que ya se firmó hace tiempo y que era muy difícil pararlo, que está ubicado en la esquina entre el Centro Atómico Constituyentes y el INTI, sobre la General Paz. Viene avanzando a un ritmo bastante menor al que yo hubiera querido, pero eso es en buena medida responsabilidad de la empresa constructora, que ha sido una gran desilusión. Estamos avanzando y, si la empresa cumple, este año se debería terminar.

¿En su equipo de trabajo también hubo pérdida de personal?

Nosotros tenemos serios problemas de pérdida de personal. En nuestro grupo se fueron, durante el último año y medio, dos ingenieros electrónicos, un técnico y dos becarios. En total, seremos unas 20 o 25 personas dedicadas a este proyecto. En el Grupo de Ingeniería Electrónica que formamos eran tres personas y se fueron dos. Nos hizo un agujero tremendo porque hay una inmovilidad total. Nosotros tuvimos una auditoría, como todas las instituciones, por parte de Modernización, y el resultado fue que la CNEA tenía su planta óptima, que prácticamente no tenía nada que sobrara, pero hoy se está jubilando gente, hay otros que se van y no hay repuesta. Entonces, todo se va destruyendo. Si uno quiere tener una actividad pujante y planes de desarrollo, es necesario tener gente especializada.


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